Meditación: María inició su camino desde Nazaret a Jerusalén, visitó Ein Karem, viajó a Belén y huyó a Egipto siguiendo con sus pasos un camino escarpado, un camino difícil pero siempre cumpliendo la misión que el Padre le había encomendado. Hoy María sigue caminando: Lourdes, Fátima, San Nicolás, Medjugorje, Corea y tantos otros sitios Santos. Va de casa en casa llamando a las almas. Caminemos con Ella y tengámosla como maestra; Ella no se fatiga, camina de prisa y mendiga una caricia de amor a cada corazón que se aferra al mundo, habiendo olvidado lo dicho por Su Hijo Santo…”estad en el mundo sin ser del mundo”. Vivamos librados de esta tierra que no es la verdadera, pongamos nuestros ojos en el Cielo para que un día sea nuestro.
Oración: ¡Oh María peregrina, oh María Purísima!. Haz que te imitemos llevando la luz de Dios a cada corazón, y siendo como vos, testimonio de evangelización. Amén.
Decena del Santo Rosario (Padrenuestro, diez Avemarías y Gloria).
Florecilla para este día: Caminar es evangelizar: llevemos nuestra fe cristiana a alguien cercano al que nunca dimos testimonio del amor por Cristo y Su Madre.
Jacinto
Mes de mayo
Día 16
Deberíamos adquirir la costumbre de pedir cada día a nuestra Madre la Virgen la virtud de la santa perseverancia.
Tanto en lo que se refiere a nuestra vida temporal como a la vida sobrenatural, uno de nuestros mayores enemigos es la falta de constancia.
Si hacemos examen de conciencia nos sorprendemos de cuántas torres comenzamos a edificar y a levantar a lo largo de nuestra vida y se han quedado a medio hacer. Comenzamos a construir y no concluimos la obra proyectada, con el consiguiente desperdicio de energías, tiempo e ilusiones.
Uno de nuestros mayores fracasos es la falta de constancia, la falta de perseverancia en el bien obrar.
Es cuestión de exigencia personal, de autodominio, de falta de orden y previsión, también de no dejarse llevar por la inmediatez ni dejarse dominar por los estados de ánimo.
Para adquirir una virtud es necesario la repetición constante de actos referidos a esa virtud. De esa forma, la constancia en la repetición de dichos actos va creando en nosotros hábitos y actitudes que se van enraizando en nuestra voluntad haciéndola cada día más fuerte.
La vida espiritual no se edifica sobre el aire sino sobre nuestra personalidad, sobre nuestra humanidad.
Para crecer en la vida espiritual es del todo indispensable la perseverancia.
Dios pide nuestra colaboración con la gracia que Él nos otorga gratuitamente. Y nuestra forma de colaborar es perseverando en el bien obrar.
El Señor nos llama a la santidad, a sabiendas de que es una montaña de altura desproporcionada para nuestras flacas fuerzas, pero Él nos asiste con su gracia y con su auxilio, porque sin Él no podemos hacer nada. Es por ello que debemos conservar el espíritu de infancia espiritual ante Dios, confiando en Él, confiando en su perdón y en su misericordia, levantándonos siempre que caigamos y yendo a echarnos rápidamente sobre sus brazos paternales.
La santidad no se adquiere en un día al igual que la perfección. De lo que se trata es de no abandonar, de no tirar la toalla, de ponerse en pie cada día y caminar, siempre caminar hacia Él.
Tengamos siempre presente que "el que persevere hasta el fin, ese se salvará" (Mt 10, 22)
Madre, concédenos el don de la santa perseverancia hasta el último momento de nuestra vida. Perseverantes en la fe, perseverantes en la esperanza y en el amor a Dios y al prójimo.
Fortalécenos para que perseveremos contigo cada día en la oración, y así nuestro corazón esté abierto para recibir los dones y las gracias del Altísimo.
Que no desfallezcamos ante las dificultades, y sobre todo que nunca abandonemos el seguimiento de Cristo.
Que seamos constantes en todo lo bueno que comencemos para que nuestro espíritu se vaya fortaleciendo cada vez más.
Que tus hijos no seamos como la hoja movida por el viento, a merced de nuestras pasiones desordenadas, de nuestros gustos y caprichos, de las modas pasajeras, de las ideologías ni de las provocaciones del Maligno.
Haznos fuertes como árboles bien plantados al lado de las corrientes de agua para que demos los frutos que Jesús espera de nosotros.
Sosténnos para que perseveremos hasta el fin.
Frutos: la constancia y la santa perseverancia
16 de Mayo
Acoge hoy nuestras fervientes oraciones en favor de los esposos recién casados, que, postrándose a tus pies te dicen: “Madre nuestra, tú y tu esposo José, saben lo que es la inseguridad ante el futuro, y las necesidades propias de los recién casados. No en vano hemos de poner en ti nuestra esperanza, y concédenos a los jóvenes esposos, los dones necesarios para un presente y futuro digno. Sobre todo, Madre, concédenos el don de la vida, y, más que todo, la constante presencia de Jesús en nuestro hogar”.
Obsequio: Preocuparnos y ayudar a los esposos más cercanos para que encuentren los medios necesa-rios para abrirse paso hacia su destino temporal y eterno.