Día 25: María, Madre consciente de tu pobreza porque sabías que todo es don de Dios: enséñame a ser humilde.
Humildad no es negar los dones recibidos, sino afirmar que todo lo recibimos de Alguien que nos ama, y que por ello nos confía grandes empresas.
Te ofrezco: repetir durante el día la petición de san Ignacio en sus Ejercicios: «Te pido el
conocimiento interno de tanto bien recibido, para que, reconociéndolo yo enteramente, quiera en todo amar y servir a Su Divina Majestad».
Meditación: Yo pecador, yo que me olvido de Dios, yo que no llevo Su Voz y no doy amor, ¿por qué reclamo obtendré los favores del Señor?. Les puedo responder que por los de la Madre del Juez, ya que la Santa Palabra nos señala “si alguno peca, tenemos un intercesor, ante el Padre: Jesucristo” (Primera carta de Juan 2,1), y El nos dejó Su Madre Santa como Abogada para defender a sus hijos del enemigo y evitar el martirio eterno de no ver el Cielo. Toda alma esforzada que busca este Santo Refugio será protegida y enriquecida conservando la verdadera Vida.
Oración: María refugio de los pecadores, Madre de los confesores, llena de misericordia, escóndenos en tu Corazón para que sólo seamos fieles a vos y al Señor. Amén.
Decena del Santo Rosario (Padrenuestro, diez Avemarías y Gloria).
Florecilla para este día: Realizar una buena confesión con el firme propósito de llegar a la pureza y humildad de María, para fortalecerme en Ella y no volver a caer.
Azahar
Mes de mayo
Día 25
"Dad y se os dará: os verterán una medida generosa, colmada, remecida, rebosante; porque con la medida con que midáis, Dios os medirá a vosotros" (Lc 6, 38). Este es el consejo que Jesús nos da a sus seguidores. Se trata de una llamada a salir de nosotros mismos, a ir despojándonos de toda forma de egoísmo y abrir nuestro corazón a la generosidad.
La generosidad de Dios no tiene límites. Podemos comprobarlo sólo con mirar a la creación. Todo cuanto existe está dando testimonio de un Creador espléndido, generoso y magnánimo.
La creación es obra de un Dios que sale de Sí mismo para volcarse en sus criaturas haciéndolas participar de su bondad, de su sabiduría, de su belleza; en definitiva de su felicidad.
Pero esta generosidad de Dios adquiere una dimensión insospechada cuando el Verbo de Dios se hace hombre. El eterno entra en el tiempo y se somete a la muerte. El Creador se hace criatura. El que es rico se hace pobre.
“Cristo, a pesar de su condición divina, no hizo alarde de su categoría de Dios; al contrario, se despojó de su rango y tomó la condición de esclavo, pasando por uno de tantos. Y así, actuando como un hombre cualquiera, se rebajó hasta someterse incluso a la muerte, y una muerte de cruz” (Fil 2, 6-8).
La infinita generosidad de Dios brilla con claridad ante nuestros ojos al contemplar la encarnación del Hijo.
La creación y la encarnación redentora tienen su razón de ser en el misterio del amor de Dios que estalla en generosidad infinita al obrar todo ello por nosotros y por nuestra salvación.
Creados a imagen y semejanza de Dios nuestra verdadera naturaleza es tener un corazón generoso, alejado de todo egoísmo, libre de egocentrismo, vacío de intereses y actitudes mezquinas. Pero no es así, ya que como consecuencia del pecado original nuestra naturaleza ha quedado corrompida, enferma y malherida.
A pesar de ello, la voz de Dios sigue resonando en la conciencia de todo ser humano llamándonos al bien, a la bondad y a la generosidad.
La gracia de Dios viene en nuestra ayuda para disponernos y fortalecernos en la senda del bien. Es así, que colaborando con la ayuda medicinal de la gracia, nuestro corazón herido puede ir abriéndose cada vez más por la senda de la generosidad y del don de sí mismo a Dios y a los hermanos.
¡Podemos dar tantas cosas! Comenzando por las posibilidades que cada día nos va ofreciendo. Comenzando por saber entregar y compartir nuestro tiempo; prestar nuestra atención y nuestra ayuda a quien nos necesita; poner al servicio de los otros nuestras capacidades; compartir nuestros bienes con los necesitados.
Podemos dispensar con generosidad nuestro perdón a quienes nos ofenden; saber disculpar y ser comprensivos; no juzgar al prójimo y desterrar de nuestro corazón la vanidad, la soberbia, el rencor y la envidia.
Este ejercicio cotidiano posibilita el parecernos cada vez más a Dios. Progresivamente iremos escalando por la senda de la perfección, que es la senda del amor, e iremos alcanzando la cima de la auténtica generosidad que consiste en darnos y entregarnos a nosotros mismos.
No es necesario más que abrir los santos evangelios para descubrir en Jesús y en María, también en San José, la perfección lograda de unos corazones generosos que se entregaron por completo, sin reservas, a la causa de Dios y a la causa de los hombres: la causa del amor.
Con la medida con que midáis, Dios os medirá a vosotros, nos dice Jesús. Advertencia necesaria para quien opta por vivir desde los cálculos humanos, desde una prudencia egoísta o desde el quedarse siempre en el cuarto de la salud. Cada uno sabe con que medida Dios le medirá.
Pero, quien opta por vivir desde el crecimiento permanente en la entrega de sí mismo y en la generosidad sin cálculos hacia los demás, puede aguardar confiado una medida generosa, colmada, remecida, rebosante.
Fruto: La generosidad
25 de Mayo
En este día elevamos nuestra súplica por los jóvenes llamados al Matrimonio; tú que viviste castamente tu amor con San José, y fuiste siempre y en toda circunstancia inspiradora de Castidad para él, te pedimos para que los varones sepan respetar a toda mujer como lo hizo San José contigo, y a ellas, la dignidad necesaria para proceder como tú, con tu Prometido: con absoluta Pureza.
Obsequio: Si caminamos hacia el Matrimonio, vivir tan unidos a Cristo, que la persona que nos busque para servir a Dios formando un hogar, entre en nuestra existencia a través de tu Hijo, que dijo que Él era la Puerta y que el que no entrara por Él era un salteador y un bandido.
Día veinticinco
I. La yerba-luisa
1. Esta planta no tiene flor, ni en su ramaje pompa ni vanidad; pero su fragancia es muy fina y de un olor muy agudo y delicado; y además para la salud del cuerpo, tiene virtud especial. Aunque no tenga en sí la belleza de una flor , suple esta falta su principal que es la viola y la rosa.
II. Pobreza 2. Es una virtud la pobreza indispensable para que obre en nosotros la caridad. El amor de Dios vacía y limpia el alma de todo cuanto hay en ella que no sea Dios, y ese vicio, ese desprendimiento interior de toda cosa criada, es una virtud tan necesaria que sin ella la caridad no obra. Si al desprendimiento interior se une el exterior, y la renuncia de todos los bienes y riquezas del mundo, la pobreza toma una mayor perfección. La pobreza en sí y de por sí, ya sea interior o exterior, se presenta sin flores como la yerbaluisa, y sin la templanza a la que pertenece (modera el apetito de bienes y de riquezas) no formaría ramillete digno de ser presentado sobre el altar; mas la caridad la ele va a una alta dignidad y la toma par a embellecerse a sí misma.
III. La pobreza en María
3. María desde su concepción inmaculada tuvo su corazón enteramente vacío de criaturas. Dios y sólo Dios ocupó siempre de lleno todos sus afectos y pensamientos . Hasta la predicación de su Hijo, vivió muy pobremente y, cuando Jesús salió para la predicación, lo renunció todo y le siguió pobre, viviendo, como su Hijo y los Apóstoles, de las limosnas de los benefactores, y en esta pobreza exterior siguió el curso de su vida.
IV. Yerba-luisa
4 . ¿Tienes el corazón lleno? ¿de qué? Míralo bien, te importa mucho. Si le tienes lleno de criaturas, si estás rico con ellas, eres pobre y miserable, porque estás vacío de Dios. El corazón se llena de lo que ama: ¿amas a Dios? ¿a Dios de todo tu corazón? ¿Dios y sólo Dios le llena todo? ¿eres pobre de espíritu? ¡Feliz, feliz si no cabe en él criatura alguna! Si le tienes lleno de amores profanos, vacíale, límpiale y preséntale así pobre en manos de la más rica Reina y al hacer tu ofrenda, dile: La presentación de la flor
ORACIÓN. Señora: Yo os ofrezco hoy la pobreza; yo me comprometo con este presente a un desprendimiento tal como el amor de Dios lo pide. Ahí va, Señora, mi luisa, unida a la rosa: aceptadla y dad fuerza a mis resoluciones.
DÍA 25
Madre nuestra, alcánzanos verdadera enmienda de corazón y el amor de Dios, la perseverancia y el paraíso.
Te pedimos gracias enormes, pero ¿es que no puedes conseguirlo todo? ¿Son demasiadas para el amor que Dios te tiene?
Te basta desplegar los labios y rogar a tu Hijo que nada te niega.
Ruega, María, ruega por nosotros; ruega, que ciertamente serás oída, y nosotros ciertamente nos salvaremos. Amén.
LA DELICADEZA DE MARÍA 25 DE MAYO
1. Saludo A veces hemos instalado tan alto la figura de María que nos cuesta contemplarla en la realidad cotidiana. Lo cierto es que, María, hizo de su hogar lo que tanto de nosotros intentamos con el nuestro: una oportunidad para el trabajo, el afán de superación, el sacrificio, la preocupación o la familia.
¿Qué pensaría María mientras secaba las ropas del Niño? ¿Qué pensaría María mientras, a través de la ventana, veía a José trabajar en la carpintería? María, en su hogar, actuaría como tantas de nuestras madres y padres lo hacen en nuestras familias: con delicadeza y con responsabilidad. -Sufrió, como cualquier madre sufre cuando el hijo no responde o se pierde -Sufrió, cuando escuchó ciertas críticas sobre Jesús -
Sufrió, en la muerte de San José
Sufrió, cuando Jesús se complicaba más y más, su vida por el Reino. Sólo, con la delicadeza que se desprende de lo poco que sabemos de María a través de las Escrituras, podemos concluir que María hizo frente a tantas situaciones buenas o negativas que se le presentaron. María, para nosotros, es ese nombre que produce paz en el que lo pronuncia, calma en el que lo reza o sentimientos de delicadeza en el que lo recuerda.
Por ello mismo, caminando hacia Pentecostés, pidamos a Dios por intercesión de la Virgen María, que sepamos actuar siempre con delicadeza. ¿Cómo tratamos nosotros, por ejemplo, la Eucaristía? ¿Comulgamos conscientes de lo que recibimos? ¿Escuchamos, previamente, y con atención, la Palabra de Dios?
2. ORACIÓN ERES, MARÍA; delicadeza en la dureza delicadeza cuando asoman las pruebas delicadeza cuando llama Dios delicadeza cuando te llaman los hombres.
Eres, María; delicadeza en el trato con Dios delicadeza con las necesidades de los hombres.
Eres, María; delicadeza para embellecer nuestra fe delicadeza para profundizar en nuestra oración delicadeza que nos ayuda en la Eucaristía delicadeza para escuchar la Palabra de Dios.
Eres, María; flor delicada y cortada para Dios flor con aroma de servicio flor sin miedo a la espina de dolor flor que, cuanto más se aprieta, más fragancia ofrece.
Eres, María; delicadeza que se compromete delicadeza que sabe darse delicadeza que sabe respetar delicadeza que sabe amar.
Eres, María; un jardín donde crece la flor del gusto tal vez, por eso mismo, no quiso pasar de largo. Amén.