José, por designio divino, ocupa un lugar destacado en la historia de la salvación, ya que Dios le concedió el privilegio y la bendición incomparables de estar al lado de la Virgen María,
y de criar junto a Ella al Hijo de Dios. En su plan salvífico, Dios Padre le encomendó un 'trabajo' muy importante: ser cabeza de la Sagrada Familia.
En virtud de la elevada responsabilidad que recibió, cumplida a cabalidad, San José ha recibido innumerables patronazgos. El más importante de ellos es el que ejerce sobre toda la
Iglesia: el Papa Beato Pío IX proclamó a San José "Patrono de la Iglesia Católica" mediante el decreto Quemadmodum
Deus, el 8 de diciembre de 1870. Y es que él fue el custodio de la semilla misma de la Iglesia, el hogar de Nazaret.
A este patronazgo se suman los incontables que posee sobre comunidades religiosas, instituciones, tanto eclesiales como civiles, e incluso sobre naciones enteras -como en el caso de
Perú-. Además, muchas ciudades alrededor del globo llevan su nombre.
Por otro lado, quien fuera Padre de Jesús en la tierra es también el 'santo patrono de la buena muerte', un patronazgo quizás menos conocido, pero que vale la pena tener presente.
Una misión
Quiso Dios que el amor de José de Nazaret se volcara sobre María al punto de elegirla como esposa. Ese amor que Dios inspiró se fue perfeccionando poco a poco a lo largo de la
vida adulta del santo, incluso en momentos muy difíciles, llenos de incertidumbre, en los que tuvo que aferrarse a la Providencia.
Dice la Escritura que el ángel le habló en sueños: "José, hijo de David, no temas recibir a María, tu esposa, pues lo que en ella ha sido concebido es obra del Espíritu Santo.
Dará a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados" (Mt 1,20-21).
Así, el humilde carpintero se vio impulsado a abrirse paso a través de un mar de dudas, acogiéndose con confianza a la gracia divina. José, una vez de la mano del que todo lo
puede, no miró más atrás.
Ser la sombra del Padre
La misión confiada a San José fue inmensa, capaz de desbordar cualquier cálculo humano. Frente a ella, él respondió con obediencia, valor y sencillez; no hizo aspavientos,
ni buscó reconocimientos. Muy por el contrario, confió en Dios y puso manos a la obra. ¡Vaya que le costó! ¡Hubo esfuerzo sin duda!
Al mismo tiempo, lo suyo no fue ocupar un lugar protagónico: su puesto recuerda lo contemplativo, razón por la cual se le conoce como el "Santo del silencio". Con todo,
siempre llamará la atención el contraste entre lo que le fue requerido y lo 'poco' que aparece en el relato bíblico; por ejemplo, no se conoce palabra alguna que haya
salido de su boca -los Evangelios no recogen nada-.
Eso sí, quedan de manera prístina sus obras, su fe y su amor, las que influenciaron en Jesús y forjaron su carácter, las que cimentaron su santo matrimonio.
Esposo y custodio
Junto a Santa María, San José sufrió las vicisitudes que rodearon el nacimiento del Mesías.
Basta recordar que la acompañó embarazada, a poco de dar a luz, con la angustia de que no los quisieran recibir en Belén en aquella noche fría en la que nacería el
Salvador.
Basta contemplar el misterio por el que el Hijo de Dios, encomendado a sus cuidados, vino al mundo en un establo y, a los pocos días, tuvo que salir fuera del país rumbo a
Egipto.
Fue José quien tuvo que organizar la huida -como si hubiese cometido un delito-, luchando por pensar sólo en su objetivo: poner a Jesús a buen recaudo, lejos de la mano
asesina de Herodes. ¡Qué gozo debe de haber sentido al ver cómo la Providencia coronaba su esfuerzo manteniendo a su familia a salvo!
Paternidad real y ejercida
Como José era carpintero, no pudo darle lujos a Jesús y tuvo que hacerlo convivir con la estrechez económica. Por supuesto, eso no fue límite alguno para entregar su amor:
José le dedicó todo el tiempo que pudo para atender a su hijo y enseñarle su profesión.
Seguramente, las atenciones del santo carpintero fueron más que suficientes para que el Señor conociera el cariño y la guía de un padre. José no se guardaría nada para sí
y entregaría todo por su hijo. Supo comprender a Jesús cuando su misión lo apremiaba, como aquella vez en que se extravió y lo encontró enseñando en el Templo. ¡Hasta en
eso José fue desprendido y generoso!
El hogar de Nazaret era, pues, un auténtico cenáculo de amor, vivido en perfecta presencia divina. José pasó allí sus mejores años, en contacto directo con la fuente de
todo amor posible. ¡Dios conviviendo con él bajo el mismo techo! ¡Cuántas veces su mirada debe de haberse cruzado con la de Jesús! ¡Cuántas veces debe de haberse quedado
contemplando la grandeza de Dios presente en Jesús niño, o adolescente, o mientras se hacía hombre pleno! ¡Cuántas veces deben de haber hablado de padre a hijo y
compartido experiencias!
Y es que Dios, en su humildad infinita, quiso dejarse educar mansamente por el santo carpintero, mientras éste se dejaba también educar por su propio hijo a través de sus
palabras y sus gestos.
¡Asísteme en la hora de la muerte!
Hay mucho de maravilloso y ejemplar en San José para cualquier padre que quiera amar como Dios manda. Sin embargo, por ahora valdrá la pena resaltar un último aspecto: San
José ha sido llamado "patrono de la buena muerte".
La razón es profunda y no deja de estar envuelta por el misterio; el carpintero de Nazaret tuvo la dicha de morir acompañado y consolado por Jesús, Dios hecho hombre, y
María, su esposa y Madre de Dios.
San José, motivo de veneración
La Iglesia Católica tiene a San José como 'santo patrono' y protector desde siempre. Esa misión especial fue explicitada oficialmente por el Papa Pío IX en 1847.
Ya Santa Teresa de Ávila había profundizado y difundido la devoción al Santo Custodio a consecuencia del milagro de la recuperación de su salud, obtenido por su
intercesión. Teresa solía decir: "Otros santos parecen que tienen especial poder para solucionar ciertos problemas. Pero a San José le ha concedido Dios un gran poder para
ayudar en todo".
En otro momento la santa continúa: "Durante 40 años, cada año en la fiesta de San José le he pedido alguna gracia o favor especial, y no me ha fallado ni una sola vez. Yo
les digo a los que me escuchan que hagan el ensayo de rezar con fe a este gran santo, y verán que grandes frutos van a conseguir".
La varita de San José
Una tradición popular cuenta que doce jóvenes pretendieron casarse con María y se presentaron ante Ella cada uno con un bastón de madera en la mano, a la usanza de la
época. De pronto, cuando la Virgen debía escoger entre todos ellos, el bastón de José -uno de los pretendientes- floreció milagrosamente.
Los ojos de María, en ese momento, se fijaron en él. Se dice que esta es la razón por la que al santo se le suele representar con una 'vara florecida' en las manos.
Cada 19 de marzo la Iglesia Católica conmemora un santo muy especial, considerado el patrón de la Iglesia universal: San José.
Es considerado uno de los santos que representa el papel sagrado y modélico que ejercen los padres, como protectores y guías de sus familias.Por ello, el 19 de marzo se
celebra el Día del Padre.
Fue el esposo de la Virgen María y el padre adoptivo del Niño Jesús. Es el santo custodio de la Sagrada Familia, junto a Jesús y la Virgen María.
¿Quién fue San José?
José de Nazareth es conocido en la historia bíblica y la tradición cristiana por ser un "escogido de Dios", recibiendo la
gracia de discernir los mandatos de Dios. Simboliza las virtudes de la fe cristiana inquebrantable en Dios, la honestidad y el amor al trabajo.
Los hechos relativos a su vida se reflejan en los Evangelios de las Sagradas Escrituras. Según el Evangelio de San Mateo era de condición humilde, de oficio artesano y
carpintero.
Acogió amorosamente a Jesús como su hijo, quién fue engendrado en el vientre virginal de la Virgen María por obra del Espíritu Santo, considerado el Hijo de Dios.
Se estima que José de Nazaret murió cuando Jesucristo tenía unos 12 años de edad. No se conoce la fecha exacta de su muerte.
La devoción a San José se sustenta en la escogencia de este hombre justo por Dios, para convertirse en el casto esposo de María Santísima y ser el padre de Jesús en la
Tierra.
Se estima que el culto a San José surgió probablemente entre las comunidades cristianas de Egipto. En Occidente, en el transcurso del siglo XIV se comenzó a festejar el
día 19 de marzo como la fecha de la muerte de San José.
Posteriormente, esta devoción fue impulsada por el papa Sixto IV y Santa Teresa de Jesús. En el año 1870 fue proclamado patrón de la Iglesia universal, por el papa Pío IX.
En el año 1955 el papa Pío XII instituyó la fiesta de San José Obrero, a celebrarse cada 1 de mayo. Actualmente esta fecha se denomina Día Internacional de los
Trabajadores.
Curiosidades y Leyendas sobre San José
Conoce algunos datos curiosos e interesantes sobre San José de Nazareth:
Es considerado el patrono de los carpinteros, de los migrantes, de los trabajadores, de los
artesanos, de los ingenieros, de los padres, de los niños por nacer y de los moribundos.
Es conocido como el "Santo del Silencio", debido a
que no se evidencian registros acerca de citas bíblicas expresadas por este santo. Solo se conocen sus actos de fe, amor y de protección.
El 8 de diciembre de 2020 el Papa Francisco convocó el Año
de San José para conmemorar los 150 años de su declaración como patrono de la Iglesia universal. Publicó su carta apostólica Patris Corde (Corazón de Padre), haciendo un llamamiento a los católicos a emular las virtudes de San José, así como profundizar en su devoción.
No se ha establecido la edad de San José. Se estima que fue un hombre de edad avanzada, estuvo
casado anteriormente, tuvo hijos y quedó viudo.
Uno de los primeros títulos utilizados para honrar a San José fue "nutritor Domini", que significa "Guardián del Señor".
San José cuenta con dos festividades: la solemnidad de San
José (19 de marzo) y la Fiesta de San José Obrero o Día Internacional del
Trabajo (1 de mayo). Se incluye la Fiesta de la Sagrada Familia (30 de diciembre).
Es el patrón de las Américas, Austria, Bélgica, Canadá, China, Corea, Croacia, Filipinas,
México, Perú y Vietnam.
La "Josefología" es una subdisciplina de la
teología, encargada de realizar estudios teológicos acerca de este santo.
En la década de 1950 se conformaron tres centros dedicados al estudio de San José, ubicados en
Canadá, España e Italia.
Filmografía sobre San José
A continuación compartimos algunos títulos de películas, documentales y videos sobre San José:
Corazón de Padre (España. Director: Andrés Garrigó. Año: 2022): documental que muestra algunos lugares
emblemáticos en el mundo, mostrando festividades, testimonios de personas, santuarios y devociones en honor a San José.
La Vida de San José - Según los Evangelios de la Biblia y los Apócrifos (Youtube. José de Jesús Aguilar Valdés. Año
2022): video que muestra la vida y muerte de San José, según los Evangelios Bíblicos, los Apócrifos y la tradición judía.
Lo que no sabías sobre San José (Youtube. Heraldos del Evangelio San Salvador. Año: 2022): una emotiva charla para
conocer acerca de San José, patrono de la Santa Iglesia.
Biografía de San José (Youtube. Buena Noticia. Año: 2021): video que muestra una profunda reflexión en la
solemnidad de San José.
José de Nazareth (Italia. Director: Raffaele Mertes. Año: 2000): largometraje que muestra una faceta poco conocida
de José de Nazareth como tutor de sus sobrinos, hasta que recibe el llamado celestial a acompañar a María en el nacimiento y crianza de Jesucristo.
Jesús, María y José (México. Director: Miguel Zacarías. Año: 1971): en esta película José de Nazareth, María y el
niño Jesús huyen del Rey Herodes de Judea, en una larga travesía por el desierto de Egipto.
José, Santo
Solemnidad Litúrgica,
19 de marzo
Esposo de la Virgen María
Martirologio Romano:Solemnidad de san José, esposo de la bienaventurada Virgen María, varón justo, nacido de la estirpe de David, que
hizo las veces de padre al Hijo de Dios, Cristo Jesús, el cual quiso ser llamado hijo de José y le estuvo sujeto como un hijo a su padre. La Iglesia lo venera con especial honor como patrón,
a quien el Señor constituyó sobre su familia.
Etimológicamente;José = Aquel al que Dios ayuda, es de origen hebreo.
Las fuentes biográficas que se refieren a san José son, exclusivamente, los pocos pasajes de los Evangelios de Mateo y de Lucas. Los evangelios apócrifos no nos sirven,
porque no son sino leyendas. “José, hijo de David”, así lo llama el ángel. El hecho sobresaliente de la vida de este hombre “justo” es el matrimonio con María. La tradición popular imagina a
san José en competencia con otros jóvenes aspirantes a la mano de María. La elección cayó sobre él porque, siempre según la tradición, el bastón que tenía floreció prodigiosamente, mientras
el de los otros quedó seco. La simpática leyenda tiene un significado místico: del tronco ya seco del Antiguo Testamento refloreció la gracia ante el nuevo sol de la
redención.
El matrimonio de José con María fue un verdadero matrimonio, aunque virginal. Poco después del compromiso, José se percató de la maternidad de María y,
aunque no dudaba de su integridad, pensó “repudiarla en secreto”. Siendo “hombre justo”, añade el Evangelio -el adjetivo usado en esta dramática situación es como el relámpago deslumbrador
que ilumina toda la figura del santo-, no quiso admitir sospechas, pero tampoco avalar con su presencia un hecho inexplicable. La palabra del ángel aclara el angustioso dilema. Así él “tomó
consigo a su esposa” y con ella fue a Belén para el censo, y allí el Verbo eterno apareció en este mundo, acogido por el homenaje de los humildes pastores y de los sabios y ricos magos; pero
también por la hostilidad de Herodes, que obligó a la Sagrada Familia a huir a Egipto. Después regresaron a la tranquilidad de Nazaret, hasta los doce años, cuando hubo el paréntesis de la
pérdida y hallazgo de Jesús en el templo.
Después de este episodio, el Evangelio parece despedirse de José con una sugestiva imagen de la Sagrada Familia: Jesús obedecía a María y a José y crecía
bajo su mirada “en sabiduría, en estatura y en gracia”. San José vivió en humildad el extraordinario privilegio de ser el padre putativo de Jesús, y probablemente murió antes del comienzo de
la vida pública del Redentor.
Su imagen permaneció en la sombra aun después de la muerte. Su culto, en efecto, comenzó sólo durante el siglo IX. En 1621 Gregorio V declaró el 19 de marzo
fiesta de precepto (celebración que se mantuvo hasta la reforma litúrgica del Vaticano II) y Pío IX proclamó a san José Patrono de la Iglesia universal. El último homenaje se lo tributó Juan
XXIII, que introdujo su nombre en el canon de la misa.
San José, el santo de la simplicidad, del sentido común, de la sencillez y del
silencio
Celebremos el
encuentro cariñoso, afectuoso y generoso de este hombre, que Dios llamó a vivir de una manera sencilla.
José, como padre del recién nacido, le circuncida al octavo día y le
impone el nombre de Jesús, que era un derecho inherente a la misión del padre.
José es quien transmite a Cristo su ascendencia y genealogía y con ello la
descendencia de Abraham y la de David junto a las promesas del reino mesiánico y eterno. (cf Rm 1,3; 2 Tm 2,8; Ap 22,16).
Hablar o escribir sobre San José suele ser algo paradójico, ya que por un
lado resulta ser algo muy simple, y por la misma simplicidad muchas veces se nos complica.
Pero San José es el santo de la simplicidad, el santo del sentido común,
el santo de la sencillez, el santo del silencio. Y se podría seguir enumerando los calificativos de su santidad y todos sus atributos, y no se trata de hacer eso en esta pequeña meditación,
sino que reflexionemos sobre la fiesta de San José y celebremos el encuentro cariñoso, afectuoso y generoso, de este hombre que Dios llamó a vivir de una manera sencilla y su respuesta total
a la realización del proyecto de salvación de Dios.
Para hablar de San José, es necesario hablar del silencio, pues es el
santo del silencio, porque desde ahí supo contemplar el misterio del plan de Dios y porque solo en el silencio se encuentra lo que se ama. Solo en el silencio amoroso es desde donde se puede
contemplar el misterio más trascendente de la redención, de un Dios que por amor se ha hecho hombre como nosotros.
Bien podemos decir que San José es el santo modelo de la fe, porque supo
esperar contra toda desesperanza, por la fe aceptó a María y por la fe aceptó ser padre en esta tierra de Jesús hecho niño.
Llama la atención que no escribió nada, no se tiene referencia que haya
dicho algo, simplemente obedeció con gran docilidad. Siempre a la escucha de la voz de Dios, siempre dispuesto a obedecer a Dios, a pesar de que, más de una vez, las cosas que se le mandaban
no eran fáciles de aceptar.
La simplicidad de vida, el sentido común vivido con amor, haciendo
ordinarias las cosas más extraordinarias… y viviendo extraordinariamente lo ordinario, porque todo lo vivió en referencia al Padre.
Hoy que hemos avanzado en el conocimiento de las ciencias naturales o en
las ciencias humanas, parece que hemos perdido el sentido común también en la vida espiritual y nos cuestionamos cómo hemos de vivir el Evangelio, como se puede tener certeza de que estoy
obrando bien, y llegamos a reducir la vida del Evangelio con portarse bien… y nos olvidamos que lo importante es amar y como consecuencia del amor está el portarse bien.
Sentido común en la vida espiritual es vivir con docilidad la Voluntad del
Padre, es vivir con corazón agradecido por las bendiciones que de Dios hemos recibido, es ser concientes de la misión personal que se nos ha encomendado y ser fieles a ese
llamamiento.
Ser cristiano con sentido común, es vivir la fe sin buscar protagonismos,
vivir nuestra esperanza con la confianza de las promesas que se nos han hecho y vivir cada instante de vida en el amor, sabedores que solo el amor hace eterno el instante.
Ser cristiano con sentido común, es vivir la simplicidad de vida con la
madurez del realismo, que se traduce en esa conciencia de que se es capaz de amar y de ser amado. Para hacer de cada acción, de cada instante, el punto de llegada y el punto de partida de la
realización de la promesa.
San José es Patrono de la Iglesia Universal porque a él se le encomendó el
cuidado de Jesús hecho hombre y el cuidado de la Virgen María, y es patrono de todos los bautizados porque cuida desde el cielo por cada uno de nosotros que le hemos sido
confiados.
Si bien es cierto que a Cristo se llega por María, por San José nos
acercamos a contemplar el misterio de la Iglesia que a él se le ha encomendado.
Es la presencia de San José en la Iglesia de Dios, destacada por San
Mateo, como varón justo, Esposo verdadero de María y Padre singular y virginal de Jesús.
Pío IX lo declaró Patrono de la Iglesia Universal el 8 de diciembre de
1870; aunque la fiesta fue suprimida más tarde. Actualmente le recordamos y celebramos el 19 de marzo.
Oración
¡Glorioso
Patriarca San José!, animado de una gran confianza en vuestro gran valor, a Vos acudo para que seáis mi protector durante los días de mi destierro en este valle de lágrimas.
Vuestra altísima dignidad de Padre adoptivo de mi amante Jesús hace que nada se os niegue de cuanto pidáis en el cielo.
Sed mi abogado, especialmente en la hora de mi muerte, y alcanzadme la gracia de que mi alma, cuando se desprenda de la carne, vaya a descansar en las manos del Señor. Amén.
¡Oh Divina Providencia, ¡Concédeme tu clemencia y tu infinita bondad! Arrodillado a tus plantas, a Ti caridad portento. Te pido para los míos casa, vestido y sustento. Concédeles la salud,
llévalos por buen camino. Que sea siempre la virtud la que los guíe en su destino. Tú eres toda mi esperanza. Tú eres el consuelo. En lo que a mi mente alcanza, en Ti creo, en Ti espero y en. Ti
confió. , Divina Providencia se extiende a cada momento. Para que nunca nos falte casa, vestido y sustento.
Divina Providencia, que riges los destinos del mundo, sin cuya voluntad no se mueve la hoja de un árbol, y cuya solicitud viste a los lirios del campo y no desampara ni al más pequeño gusano:
míranos con ojos de misericordia y guárdanos siempre bajo tu paternal cuidado.
Derrama sobre nosotros y sobre los nuestros, presentes y ausentes, sobre nuestro hogar, sobre nuestra familia, sobre nuestra casa, sobre nuestros bienes, proyectos y trabajos, la eficacia de tus
bendiciones y favores.
Danos el pan, el techo, el abrigo y la salud, provee a todas nuestras necesidades del cuerpo y del alma. Conserva la unión, la paz y tranquilidad entre nuestra familia; procúranos el trabajo
honrado y suficiente para satisfacer las necesidades nuestras y las de aquellos que nos han confiado.
Apártanos del mal; defiéndenos en los peligros. Protege nuestra honra, presérvanos del pecado. Asístenos en toda hora, principalmente en el trance de la muerte: Guíanos en la vida y más tarde
recíbenos en la eternidad
Que tu Divina Providencia se extienda a cada momento para que nunca nos falte tu gracia, salud, casa, vestido y sustento.
Encomendamos a tu Providencia Divina a todos los Enfermos dales la salud. Te rogamos por todos los Agonizantes, no permitas que mueran sin tu auxilio.
Ten Misericordia, Oh Providencia Divina, de todas las almas del Purgatorio, en especial de nuestros familiares, Bienhechores y amigos, haz que pronto gocen de la felicidad eterna.
Te pedimos por todos los que Viajan, haz que regresen felices a sus hogares.
Te pedimos que concedas el Arrepentimiento a los que viven en pecado por todos los que se encuentran agobiados por las aflicciones o sufren calumnias o se encuentran
perseguidos, te rogamos no les niegues tu ayuda, haz que se sientan protegidos y consolados por tú Providencia Divina.
Padre Nuestro…
Padre nuestro, que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre; venga a nosotros tu reino; hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día perdona nuestras
ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden; no nos dejes caer en la tentación, y líbranos del mal. Amén
Que tu Divina Providencia se extienda a cada momento; para que nunca nos falte tu gracia, salud casa, vestido y sustento.
¡Oh Providencia Divina! Te pedimos humildemente que te compadezcas de todos los que no tienen Trabajo, mira sus necesidades, dales tu ayuda.
¡Oh Providencia Divina! Te rogamos por todos los que no tienen Hogar, concédeles un techo que los cobije.
Te suplicamos en favor de todos los que padecen Hambre, dales el pan que los alimente.
Te rogamos también por todas las Viudas y todos los Huérfanos, se Tú, Providencia Divina, su amparo y su consuelo.
Padre Nuestro…
Padre nuestro, que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre; venga a nosotros tu reino; hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día perdona nuestras
ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden; no nos dejes caer en la tentación, y líbranos del mal. Amén
Que tu Divina Providencia se extienda a cada momento; para que nunca nos falte tu gracia, salud casa, vestido y sustento.
¡Oh
Providencia Divina! Te rogamos por nosotros mismos, Divina Providencia que conoces lo más íntimo de nuestros corazones, tú que conoces todas nuestras necesidades, de nuestros males espirituales y
temporales, por eso humildemente y con toda confianza, te pedimos que vengas en nuestro auxilio, líbranos de las tentaciones y las acechanzas del demonio, líbranos de todos aquellos que quieran
ocasionarnos algún mal;
Te rogamos Oh Providencia Divina que bendigas nuestro hogar, que bendigas nuestro trabajo, y que nunca nos falte tu protección y amparo en todos los días de nuestra vida.
Padre Nuestro…
Padre nuestro, que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre; venga a nosotros tu reino; hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día perdona nuestras
ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden; no nos dejes caer en la tentación, y líbranos del mal. Amén.
Que tu Divina Providencia se extienda a cada momento; para que nunca nos falte tu gracia, salud casa, vestido y sustento ni los Santos Sacramentos en el ultimo momento.(3 vcs)
Omnipotente y sempiterno Dios
que nos has concedido a tus siervos
el don de conocer la gloria de la eterna Trinidad
en la confesión de la verdadera fe,
y la de adorar la unidad en el poder de tu majestad;
te rogamos que por la firmeza de esta misma fe,
y por Cristo nuestro Señor,
nos libres siempre de todas las adversidades,
te pedimos que nunca nos falte Tu Divina Providencia.
Dios y Señor Nuestro,
Padre, Hijo y Espíritu Santo,
cuya Providencia no se equivoca en todo lo que dispone,
y nada acontece que no lo ordene,
rendidamente te pedimos y suplicamos
que apartes de nosotros todo lo que nos pueda separar de Ti,
y nos concedas todo lo que nos conviene
para el bien de nuestra alma
y el bienestar de nuestro cuerpo.
Haz que en toda nuestra vida
busquemos primeramente Tu Reino
y que seamos justos en todo.
Haz que no nos falte un buen trabajo,
un techo bajo el cual nos cobijamos,
ni el pan de cada día,
haz que nuestras vidas estén bendecidas
por tu misericordia, por tu eterna bondad,
en especial concédenos asistencia
cuando nos veamos afligidos
y las carencias y los problemas nos agobien,
que no nos falte tu Divina Providencia en:
(solicitar con gran fe y esperanza lo que se necesita).
Líbranos de las enfermedades y de la miseria;
que ningún mal nos domine.
Sálvanos del pecado, el mayor de todos los males,
y que siempre estemos preparados santamente a la muerte.
Por Tu Misericordia, Señor y Dios Nuestro,
haz que vivamos siempre en Tu Gracia.
Así seremos dignos de adorar Tu amable Providencia
en la eterna bienaventuranza. Amén.
Oración para ganar la Indulgencia del "Perdón de Asís"
¡Santísimo Señor Jesucristo!, creo que estás presente en este santo templo franciscano y de manera especial en el Sagrario. Te adoro con todo mi corazón; me arrepiento sinceramente de todos mis
pecados y con tu amorosa ayuda me propongo no volver a pecar. Te suplico, me concedas la gracia de ganar la santa Indulgencia Plenaria de la Porciúncula o Perdón de Asís, que tú mismo concediste
a tu humilde siervo San Francisco de Asís, por la súplica maternal de tu Madre Santísima y que quiero ganar por mí y por (se dice el nombre del difunto).
Te ruego por las intenciones del Papa Francisco, para que siga confirmando en la fe a sus hermanos bautizados y podamos seguirte como discípulos misioneros. Te suplico por la Iglesia, medio por
el que concedes tus favores, para que siga construyendo tu Reino de paz, justicia y amor. Te pido por la paz del mundo y la conversión de los pecadores.
Y tú, Hija del Padre, Madre del Hijo, Esposa del Espíritu Santo y Reina de los Ángeles, suplica ante tu amado Hijo por mí, ayúdame a seguir tu maternal consejo: hacer lo que Él me dice que haga.
San José, bondadoso y prudente, esposo fiel y padre ejemplar, protégeme. Santos Ángeles, Apóstoles Pedro y Pablo, seráfico y glorioso San Francisco de Asís y todos los Bienaventurados del cielo,
rueguen por mí y por el fiel difunto por el que he orado en este día tan especial. Amén.
Cada año todos los fieles que visiten una iglesia franciscana
en cualquier lugar del mundo desde el mediodía de hoy, 1 de agosto, y todo el 2 de agosto, podrán obtener la llamada indulgencia plenaria de la Porciúncula.
Este don requiere además las condiciones habituales de confesión sacramental, comunión eucarística y la oración por las intenciones del Papa.
En declaraciones para ACI Prensa, el Hno. Gonzalo Cateriano, exprovincial de los Franciscanos Capuchinos en el Perú, resaltó el "gran deseo de San Francisco de Asís de que todas las almas se
salven" y que los fieles "con piedad y devoción" reciban la indulgencia cumpliendo las disposiciones de la Iglesia.
Señaló además que "antiguamente era muy difícil que la Iglesia conceda indulgencias" ya que solo se obtenían en peregrinación a algunos lugares como Tierra Santa, por tanto es un gran regalo que San Francisco
obtuvo por su amor a las almas.
"Ahora el Perdón de Asis se puede obtener en todas las iglesias franciscanas del mundo desde la víspera de la fiesta central" e invitó que todas las personas se acerquen para recibirla.
La concesión de la Indulgencia de la Porciúncula se dio en 1216, cuando San Francisco partió para Perusa junto al hermano Maseo para ver al Papa Honorio III, luego que una noche anterior el mismo
Cristo y la Virgen rodeados de ángeles se le habían aparecido en la capilla de Santa María de los Ángeles en Asís.
En este aparición, el santo le pidió al Señor le concediese una indulgencia a cuantos visitasen la Iglesia dedicada a la Virgen bajo la advocación de María de los Ángeles. El Señor aceptó y le
ordenó que se dirigiese a Perusa, para obtener del Papa el favor deseado. El Santo Padre concedió la gracia.
En 1966 el Papa Pablo VI publicó la Carta Apostólica "Sacrosancta Portiunculae ecclesia" con ocasión del 750º aniversario de la concesión de la indulgencia de la Porciúncula, donde expresó que
"la institución de esta indulgencia sea celebrado de manera que verdaderamente la Porciúncula sea aquel lugar santo donde se consigue el perdón total y se hace estable la paz con Dios".
Además refiriéndose a las peregrinaciones que los fieles realizan hacia el lugar, indicó que "quiera Dios que la peregrinación, transmitida durante siglos, a la iglesia de la Porciúncula, que
Nuestro mismo Predecesor Juan XXIII emprendió con ánimo piadoso, no termine sino que más bien crezca continuamente la multitud de los fieles que acuden aquí al encuentro con Cristo rico en
misericordia y con su Madre, que intercede siempre ante él".
La pequeña iglesia conocida como Porciúncula que San Francisco de Asís dedicó a Santa María de los Ángeles, se encuentra dentro de la gran Basílica que lleva el mismo nombre de esta advocación
mariana. La Basílica data de los siglos XVI y XVII.
Esta iglesia fue la segunda morada del santo y de sus primeros hermanos, así como el lugar donde la tarde del 3 de octubre de 1226, San Francisco falleció. Aquí también el Domingo de Ramos de 1211 San Francisco recibió la consagración de Santa Clara, dando origen a las
clarisas.
Indulgencia de
la Porciúncula: el Perdón de Asís Francisco, repara mi
Iglesia
Desde el 1 de agosto al
mediodía hasta la medianoche del día 2, se pueden obtener también por los difuntos, visitando una iglesia parroquial o franciscana
En una
noche de Julio del año 1216, un fraile oraba fervientemente en su pequeña cueva del bosque. Pedía a Dios la virtud de la humildad. Le llamaban hermano Francisco y, aunque tenía 34 años, ya
era conocido y amado por miles de personas. Doce años mas tarde y solo 22 meses después de su muerte, la Santa Madre Iglesia lo proclamaría santo. Pero el "poverelo" se consideró siempre el
jefe de los pecadores. En el silencio de la noche, imploraba a Dios todopoderoso que tuviese misericordia de los pobres pecadores, recordando las palabras del Señor: "a menos que hagan
penitencia, todos perecerán". Pensaba en su propia juventud, solo doce años antes había sido inquieto, frívolo, ambicioso, mujeriego, y por último, soldado. Difícilmente le daba algún momento
de su atención a Dios.
Aquella noche el Señor le dijo al poverelo: "Francisco, ¿quien puede hacerte mayor bien, el amo o el siervo?" Francisco guardó esta lección a su corazón y decidió poner de primero lo primero.
Le preguntó al amo como podría servirle, y Jesús, el amado salvador que abrazó la agonía de la cruz por todos los hombres, le miró con ternura y afecto y le dijo: "Repara mi Iglesia". Desde
entonces, cuando Francisco pensaba en lo delicado, bueno, y amoroso que era Jesús, rompía en llanto y exclamaba: "¡El amor no es amado!".
Primero Francisco tomó las palabras del Señor literalmente y con gozo reparó la capilla donde había recibido la visión del Señor. Después bajó al bosque en el valle de Asís y reparó la vieja
capilla de Nuestra Señora de los Angeles, llamada Porciúncula (pequeña porción). Por su devoción a la Santísima Virgen y por su reverencia a los ángeles, tomó la porciúncula como lugar de
vivienda. Los campesinos insistían que ellos muchas veces escuchaban ángeles cantando en la Porciúncula. Ahí fue donde los primeros hermanos se unieron a El, en la vida nueva de santa
pobreza, trabajo manual, cuidando a los leprosos, mendigando y predicando el amor de Cristo. Siendo los benedictinos propietarios de aquel lugar, Francisco pagaba como renta anual una canasta
de pescado.
Oprimido por el pensamiento de ser indigno ante la misión de fundar la orden religiosa, subió a una cueva en las montañas. Ahí, durante una tormenta se echó al piso y, con una perfecta
contricción, rogó a su Salvador que le perdonara los pecados de su vida pasada. En la angustia de su alma el gritaba: "¿Quien eres tu mi querido Señor y Dios, y quien soy yo vuestro miserable
gusano de siervo? Mi querido Señor quiero amarte. Mi Señor y mi Dios, te entrego mi corazón y mi cuerpo y yo quisiera, si tan solo supiera como, hacer mas por amor a ti!. Repetía: "Señor ten
misericordia de mi que soy un pobre pecador."
Luego, una dulce y gentil paz, la maravillosa paz del Señor llegó a su pura y penitente alma y le dijo: "Francisco, tus pecados has sido borrados." Desde entonces, por la gratitud que sentía,
ardía en un deseo apasionado de obtener el mismo favor celestial por todos los pecadores arrepentidos. Y por eso oraba y pedía fervientemente esa noche en la cueva del bosque.
De repente el sintió un impulso irresistible de ir a la pequeña Iglesia, la Porciúncula. En cuanto entró, como siempre, se arrodillo, inclinó su cabeza y dijo esta oración: "Te alabamos,
Señor Jesucristo, en todas las iglesias del mundo entero. Y te bendecimos porque por tu santa cruz redimiste al mundo." Luego al alzar su mirada, en su asombro Francisco vio una luz brillante
arriba del pequeño altar y en unos rayos misteriosos el vio al Señor con su Santísima Madre con muchos ángeles.
Con pleno gozo y profunda reverencia, Francisco se postró en el piso ante esta gloriosa visión y Jesús le dijo: "Francisco pide lo que quieras para la salvación de los hombres". Sobrecogido
al escuchar estas palabras inesperadas y consumido por un amor angelical por su misericordioso Salvador y por su Santísima Madre, Francisco exclamo: "Aunque yo soy un miserable pecador, yo te
ruego querido Jesús, que le des esta gracia a la humanidad: dale a cada uno de los que vengan a esta Iglesia con verdadera contricción y confiesen sus pecados, el perdón completo e
indulgencias de todos sus pecados".
Viendo que el Señor se mantenía en silencio, Francisco se dirigio con un confiado amor a Maria, refugio de los pecadores, y le suplicó: "Te ruego, a Ti, Santísima Madre, la abogada de la raza
humana, que intercedas conmigo, por esta petición". Entoces Jesús miro a Maria, y Francisco se alegró al ver a Ella sonreir a su Divino Hijo, como que si dijera: "por favor, concedele a
Francisco lo que te pide, ya que esa petición me hace feliz a mi".
Inmediatamente Nuestro Señor le dijo a Francisco: "Te concedo lo que pides, pero debes de ir a mi Vicario, el Papa, y pídele que apruebe esta indulgencia". La visión, entonces, se desvaneció
dejando a Francisco en el piso de la capilla, llorando de alegría, con profundo amor y agradecimiento.
Temprano en la mañana, Francisco salio con el Hermano Maceo, a la cercana ciudad de Perugia, donde un nuevo Papa había sido electo, Honorio III. En el camino, Francisco empezó a preocuparse,
ya que iba a pedirle al Papa, un privilegio muy grande para una capilla desconocida. Ese tipo de indulgencia solo se le había concedido a la tumba de Cristo, a la de San Pedro y San Pablo y a
los que participaban en las cruzadas. Entonces Francisco oró arduamente a Nuestra Señora de los Angeles.
Cuando llegó el turno de hablar con el Papa, Francisco se dirigió con gran humildad: "Su santidad, unos años atrás reparé una pequeña Iglesia en honor a la Santísima Virgen. Le suplico le
conceda recibir indulgencias, pero sin tener que dar ninguna ofrenda" (Francisco pensaba en los pobres).
-El Papa replicó:"No es muy razonable lo que pides, pues quien desea una indulgencia debe hacer un sacrificio. Pero, bueno, ¿de cuantos años quieres que sea esta indulgencia?
-Francisco respondió: "Santo Padre, podría usted no darle años específicos, sino almas?
-¿Que significa eso de almas, Francisco?
Ahora
Francisco tuvo que elevar una oración ferviente a Nuestra Señora, ya que debía explicarle al Papa lo que significaba su petición. Con mucha humildad pero con firmeza hizo su extraordinaria
petición, la que ha sido conocida como la indulgencia de la Porciúncula.
-"Yo deseo, si le parece a su Santidad, por las gracias que Dios concede en esa pequeña Iglesia, que todo el que entre en ella, habiéndose arrepentido sinceramente, confesado y habiendo
recibido la absolución, que se le borren todos los pecados y las penas temporales de ellos en este mundo y en el purgatorio, desde el día de su Bautismo hasta la hora en que entren en esa
iglesia."
Impresionado por esta firme y sincera petición, el Papa exclamo: "Estas pidiendo algo muy grande Francisco, ya que no es la costumbre de la Corte Romana conceder ese tipo de
indulgencia"
Reconociendo que esta oportunidad de traer gracias a la humanidad, podía desvanecerse en aquel instante, Francisco añadió con fervor y vehemencia, y con una serenidad devastadora:
"Reverendísimo Santo Padre, yo no le pido esto por mi mismo, lo pido en nombre de Aquel que me ha enviado, Nuestro Señor Jesucristo".
En ese momento el Papa recordó que su gran predecesor Inoceno III, estaba convencido que Cristo se le aparecía y guiaba de manera especial a este pequeño y santo poverelo. Movido, por el
Espíritu Santo, el vicario de Cristo solemnemente declaró tres veces: es mi deseo que se te sea concedida tu petición. Pero los cardenales que estaban presente al escuchar esta innovación
revolucionaria, protestaron y reclamaron al Papa que esta rica y nueva indulgencia debilitaría las cruzadas. En términos fuertísimos le exigieron que la cancelara. Pero el Papa les dijo, "yo
no cancelo lo que he concedido". -"Entonces restríngela lo mas posible".
El Santo Padre llamó a Francisco y le dijo: "nosotros te concedemos esta indulgencia y debe ser válida perpetuamente, pero solo en un día cada año, desde las vísperas, a través de la noche,
hasta las vísperas del siguiente día."
Francisco sumisamente bajo la cabeza y después de agradecer al Papa, se levanto y comenzó a salir. Pero el Papa le llamo: "¿Adonde vas, tu pequeño poverelo? No tienes garantía sobre esta
indulgencia". Francisco se volvió hacia el y con su simpática y confiada sonrisa le dijo: "Santo Padre su Palabra es suficiente para mi, si esta es la obra de Dios es El quien hará su obra
manifiesta. No necesito ningún otro documento. La Santísima Virgen María habrá de ser la garantía, Cristo el notario, y los ángeles los testigos." (recordando la visión)
Francisco escucho estas palabras en su oración: "Francisco quiero que sepas que esta indulgencia, que ha sido concedida a ti en la tierra, ha sido confirmada en el cielo". Con gran gozo
compartió esta revelación al hno. Maceo, y juntos aligeraron el paso para ir a darle gracias a Nuestra Señora de los Angeles en la Porciúncula.
Para la solemne inauguración de este perdón en la Porciúncula, Francisco escogió Agosto 2, porque fue el primer aniversario de la consagración de esta santa capilla, y porque Agosto 1, era la
fiesta de la liberación de San Pedro de las cadenas que tenía en la cárcel (Agosto 2, es el día de Nuestra Señora de los Angeles).
En
presencia de los obispos de Asís, Perugia, Todi, Spoleto, Gubbio, Nocera y Foligno, anunció Francisco a la multitud la gran noticia: «Quiero mandaros a todos al paraíso anunciándoos la
indulgencia que me ha sido otorgada por el Papa Honorio. Sabed, pues, que todos los aquí presentes, como también cuantos vinieren a orar en esta iglesia, obtendrán la remisión de todos sus
pecados».
Jesús y
María confirmaron su aprobación del Gran Perdón de la Porciúncula. Una vez a un santo fraile franciscano, Beato Conrado de Ofida, la Virgen Santísima se le apareció envuelta en un rallo de
luz, con el niño Jesús en sus brazos, en la puerta de la Porciúncula. El niño bendecía a todos los peregrinos que entraban en la capilla de su Madre para adquirir el perdón de los
pecados.
Mas
tarde los obispos de Asis y otros Papas promulgaron documentos confirmando "El gran Perdón de la Porciúncula". La pequeña iglesia dedicada a la Santísima Virgen se convirtió en uno de los mas
famosos santuarios de peregrinación de toda Europa. Mas tarde Gregorio XV hizo extensivo el jubileo de la Porciúncula a todas las Iglesias Franciscanas del mundo. En 1921, el Papa
Benedicto XV canceló la restricción de manera que se pueda obtener indulgencias cualquier día. Según el decreto de la Penitenciaría Apostólica del 15 de julio de 1988 («Portiuncolae sacrae
aedes»), se puede ganar la indulgencia en La Porciúncula durante todo el año, una sola vez al día. Cada año una multitud de fieles acude allí para recibir el «Perdón de Asís» también llamado
«Indulgencia de la Porciúncula».
Condiciones para obtener la indulgencia
El
Perdón de Asís se puede obtener para uno mismo o por los difuntos. Las condiciones son las prescritas para las indulgencias plenarias.
1) Visita al Santuario con la recitación de un Padrenuestro y un Credo
2) Confesión sacramental y Santa Comunión
3) Rezar según las intenciones del Sumo Pontífice.
Los peregrinos pueden obtener la indulgencia todos los días del año.
Virgen de los Ángeles, que desde hace siglos has puesto tu trono de misericordia en la Porciúncula, escucha la oración de
tus hijos que confiados recurren a Ti. Desde este lugar verdaderamente santo y habitado por Dios, especialmente amado por el corazón de San Francisco, has llamado siempre a todos los hombres al
Amor. Tus ojos, llenos de ternura, nos aseguran una continua y materna asistencia y prometen ayuda divina a cuantos se postran a los pies de tu trono o desde lejos se dirigen a Ti, llamándote en
su socorro. Tú eres nuestra dulce Reina y nuestra esperanza. ¡Oh Reina de los Ángeles, obtennos, por la oración san Francisco, el perdón de nuestras culpas, ayuda a nuestra débil voluntad para
que permanezcamos lejos del pecado y de la indiferencia, para ser dignos de llamarte siempre Madre nuestra. Bendice nuestras casas, nuestro trabajo, nuestro descanso, dándonos aquella paz serena
que se saborea entre los viejos muros de la Porciúncula, donde el odio, la culpa, el llanto, por el Amor reencontrado, se transforman en canto de alegría, como el canto de tus Ángeles y del
Seráfico Francisco. Ayuda a quien está desamparado y a quien no tiene pan, a aquellos que están en peligro o en tentación, en la tristeza o en la desolación, en la enfermedad o en la hora de la
muerte.
Bendícenos como a hijos amados tuyos, y con nosotros te rogamos que bendigas, con el mismo gesto materno, a los inocentes
y a los culpables, a los fieles y a los extraviados, a los creyentes y a los que están en la duda. Bendice a toda la Humanidad, para que los hombres, reconociéndose hijos de Dios e hijos tuyos,
encuentren, en el Amor, la verdadera Paz y el verdadero Bien. Amén.