Santa María, Reina de los Cielos Madre de Nuestro Señor Jesucristo y Soberana del mundo que no abandonáis y no rechazáis a nadie. Enviad sobre mí ¡oh Señora mía! una mirada de misericordia y de ternura y obtenedme de Vuestro Hijo bien amado el perdón de todos mis pecados; a fin de que honorando en este mundo con un corazón devoto Vuestra Santa Inmaculada Concepción reciba un día la palma de la beatitud eterna de manos de aquel que habéis concebido, quedando siempre Virgen, Nuestro Señor Jesucristo que vive y reina con el Padre y el Santo Espíritu en la unidad perfecta, siendo Dios por los siglos de los siglos. Amén
¡oh mi Soberana escuchad mi plegaria y que me gritó llegue hasta Vos! bendigamos al Señor, demos gracias a Dios.
Que las almas de los fieles difuntos por la misericordia de Dios descansen en paz así sea.
3 AVEMARÍA.-
1 «Oh Virgen poderosísima: así como Dios Padre, en su munificencia omnipotente, levantó tu alma sobre un trono de gloria sin igual, hasta el punto de que, después de él, eres la más poderosa en el cielo y en la tierra, así también te suplico que me asistas en la hora de la muerte, para fortificarme y rechazar de mí toda potestad enemiga.
Ave María
Dios te salve, María; llena eres de gracia; el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús.
Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
2 «Oh Virgen sapientísima: así como el Hijo de Dios, conforme a los tesoros de su sabiduría, te adornó y llenó maravillosamente de ciencia y entendimiento, de tal modo que gozas del conocimiento de la Santísima Trinidad más que todos los santos juntos, y como sol brillante, con la claridad de que te ha embellecido, adornas todo el cielo, así también te ruego me asistas en la hora de la muerte, para llenar mi alma de las luces de la fe y de la verdadera sabiduría, para que no la oscurezcan las tinieblas de la ignorancia y del error.
Ave María
Dios te salve, María; llena eres de gracia; el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús.
Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
3 «Oh Virgen amantísima: así como el Espíritu Santo te llenó por completo de las dulzuras de su amor y te hizo tan amable y tan amante que, después de Dios, eres la más dulce y la más misericordiosa, así también te ruego me asistas en la hora de la muerte, llenando mi alma de tal suavidad de amor divino, que toda pena y amargura de muerte se cambie para mí en delicias.»
Ave María
Dios te salve, María; llena eres de gracia; el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús.
Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Un Gloria al Padre, en honor de la Santísima Trinidad.
Un Gloria al Padre, en honor de la Santísima Trinidad.
Nada te turbe, nada te espante todo se pasa,
Dios no se muda; la paciencia todo lo alcanza
Quien a Dios tiene nada le falta;
solo Dios basta.
Si en las tristezas que te combaten acaso alguna
te acongojare, sé valerosa,no te acobardes,
que si son humo,las lleva el aire.
Por eso dijo la Santa Madre:
Nada te turbe, nada te espante.
Si ellas porfían como importunas, a más combates
sé más robusta. Dirás que hay noche; lo sé, no dudes,
que a su despecho la luz madruga.
No ames ni temas lo que no dura:
todo se pasa, Dios no se muda.
¡Oh qué risueña es la mañana,
si asoma el día lleno de gracia!
Sí porque vibra, rayos que apartan
las que antes eran sombras del alma.
Así es; ten pecho, aguarda, aguarda,
que la paciencia todo lo alcanza.
La luz hermosa d e esta alborada, luz que no alteran sombras opacas,
es Dios, que a impulsos de afecto, calma, cuando amanece,
nuestras borrascas; búscale ansiosa,
mira si le hallas. Quien a Dios tiene nada le falta.
Si a tanta dicha subes, repara, que aunque haya bienes sólo Dios basta.