Enséñanos San José:
- Cómo se es "no protagonista";
- Cómo se avanza sin pisotear;
- Cómo se colabora, sin imponerse;
- Cómo se ama, sin reclamar.
Dínos, San José:
- Cómo se vive siendo "número dos";
- Como se hacen cosas fenomenales desde un segundo puesto.
Explícanos, San José:
- Cómo se es grande, sin exhibirse;
- Cómo se lucha, sin aplausos;
- Cómo se avanza, sin publicidad;
- Cómo se persevera y se muere, sin esperar un homenaje. Amén.
Señora y Madre mía, por la conversión y por el perdón de los pecadores; para desagraviar y glorificar tu Inmaculado Corazón, y para que pronto veáis cumplido tu deseo de que todos los pueblos de la tierra se consagren a él, he aquí que yo me entrego por completo a Ti, Virgen Santísima, y te ruego que te dignes aceptar mi inteligencia y mis facultades, mis pensamientos y mis deseos, mis palabras y mis obras, mi cuerpo y mi alma, en una palabra: todo mi ser, pues a tu Inmaculado Corazón consagro todo lo que soy, todo lo que tengo, y con ello me consagro yo mismo para siempre, Madre mía
¡Yo me quedo en casa, Señor!
Y caigo en la cuenta de que, también esto, me lo enseñaste Tú viviendo, obediente al Padre, durante
treinta años en la casa de Nazaret esperando la gran misión.
¡Yo me quedo en casa, Señor!
Y en la carpintería de José, tu custodio y el mío, aprendo a trabajar, a obedecer, para lijar las
asperezas de mi vida y preparar una obra de arte para Ti.
¡Yo me quedo en casa, Señor!
Y sé que no estoy solo porque María, como cada madre, está ahí detrás haciendo las tareas de casa y
preparando la comida para nosotros, todos familia de Dios.
¡Yo me quedo en casa, Señor!
Y responsablemente lo hago por mi bien, por la salud de mi ciudad, de mis seres queridos, y por el bien
de mi hermano, el que Tú has puesto a mi lado pidiéndome que vele por él en el jardín de la vida.
¡Yo me quedo en casa, Señor!
Y, en el silencio de Nazaret, trato de orar, de leer, de estudiar, de meditar, y ser útil con pequeños
trabajos para hacer más bella y acogedora nuestra casa.
¡Yo me quedo en casa, Señor!
Y por la mañana Te doy gracias por el nuevo día que me concedes, tratando de no estropearlo, de acogerlo
con asombro como un regalo y una sorpresa de Pascua.
¡Yo me quedo en casa, Señor!
Y a mediodía recibiré de nuevo el saludo del Ángel, me haré siervo por amor, en comunión Contigo que te
hiciste carne para habitar en medio de nosotros; y, cansado por el viaje, Te encontraré sediento junto al pozo de Jacob, y ávido de amor sobre la Cruz.
¡Yo me quedo en casa, Señor!
Y si al atardecer me atenaza un poco de melancolía, te invocaré como los discípulos de Emaús: "Quédate
con nosotros, porque atardece y el día va de caída".
¡Yo me quedo en casa, Señor!
Y en la noche, en comunión orante con tantos enfermos y personas solas, esperaré la aurora para volver a
cantar tu misericordia y decir a todos que, en las tempestades, Tú eres mi refugio.
¡Yo me quedo en casa, Señor!
Y no me siento solo ni abandonado, porque Tú me dijiste: Yo estoy con vosotros todos los
días.
Sí, y sobre todo en estos días de desamparo, Señor, en los que, si mi presencia no es necesaria,
alcanzaré a todos con las únicas alas de la plegaria. Amén.
¡Oh alto y glorioso Dios! ilumina las tinieblas de mi corazón. y dame fe recta, esperanza cierta y caridad perfecta, sentido y conocimiento, Señor, para que cumpla tu santo y veraz mandamiento.
Salve, Señora y Reina, Santa María, Madre de Dios, Virgen que se convirtió en la Iglesia, elegido por el Padre en el cielo, consagrado por su amado Hijo su Espíritu, el Consolador: en ti estaba y sigue estando, toda la plenitud de la gracia y todo lo que es bueno.
Salve, su palacio, Salve, su tabernáculo, granizo, su morada, granizo, su bata, Salve, su sirvienta, ¡Salve, su madre!
Oh, Santa Madre, dulce y justo a la vista, para nosotros suplicar al Rey, tu querido hijo, nuestro Señor Jesucristo, a la muerte por nosotros entregados: que, en su piadosa clemencia, y en virtud de su santísima encarnación y una muerte amarga, puede perdonar nuestros pecados.
Santa Virgen María, entre todas las mujeres del mundo, no hay nadie como tú. Eres la hija y la sirvienta del más alto rey, Padre del cielo.
Eres la madre de nuestro sagradísimo Señor Jesucristo. Eres la señora del Espíritu Santo.
Implora por nosotros, con el arcángel San Miguel, y todos los poderes del cielo y todos los santos, a tu santísimo y amado Hijo, nuestro Señor y Maestro, Amén.
Te bendecimos, Corazón de Jesús, te glorificamos unidos a la alabanza perenne del cielo, te damos gracias con todos los ángeles y santos, te amamos junto con Santa María del Carmelo y San José, su esposo. Te ofrecemos nuestros corazón. Dígnate acogerlo, llenarlo de tu amor y hacerlo contigo ofrenda agradable al Padre. Inflámanos con tu Espíritu Santo para que podamos alabar dignamente tu nombre y anunciar tu salvación a las gentes. En un prodigio de amor, nos has redimido con tu sangre preciosa. Corazón de Jesús, nos confiamos a tu perenne misericordia. En ti nuestra esperanza: no seamos confundidos para siempre.
Señor Jesús, acoge la ofrenda de nosotros mismos y preséntanos al Padre en unión a tu oblación de amor, en reparación de nuestros pecados y de los de todo el mundo, y por las benditas ánimas del purgatorio. Concédenos tener en nosotros los sentimientos de tu Corazón, imitar sus virtudes y recibir sus gracias. Tú, que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.
Acordaos, oh purísimo Esposo de María, oh dulce protector mío San José, que jamás se oyó decir que haya dejado de ser consolado uno solo de cuantos han acudido a vuestra protección e implorado vuestro auxilio. Con esta confianza vengo a vuestra presencia y me encomiendo a Vos fervorosamente, oh padre nutricio del Redentor. No desechéis mis súplicas, antes bien, escuchadlas piadosamente. Amén.
Oh Dios, que por providencia inefable os dignásteis escoger al bienaventurado José para esposo de vuestra Santísima Madre, os suplicamos nos concedáis la gracia de que, venerándole en la tierra como a nuestro protector, merezcamos tenerle por intercesor en los cielos. Amén.
¡Oh, Santísimo Jesús, que aquí sois verdaderamente Dios escondido!, concededme:
desear ardientemente,
buscar prudentemente,
conocer verdaderamente
y cumplir perfectamente en alabanza, y gloria de vuestro nombre todo lo que os agrada.
Ordenad, ¡oh Dios mío!, el estado de mi vida; concededme que conozca lo que de mí queréis y que lo
cumpla como es menester y conviene a mi alma.
Dadme, ¡oh Señor Dios mío!, que no desfallezca entre las prosperidades y adversidades, para que ni en
aquellas me ensalce, ni en éstas me abata.
De ninguna cosa tenga gozo ni pena, sino de lo que lleva a Vos o aparta de Vos.
A nadie desee agradar o tema desagradar sino a Vos.
Séanme viles, Señor, todas las cosas transitorias y preciosas todas las eternas.
Disgústeme, Señor, todo gozo sin Vos, y que no ambicione cosa ninguna fuera de Vos.
Séame deleitoso, Señor, cualquier trabajo por Vos, y enojoso el descanso sin Vos.
Dadme, oh Dios mío, levantar a Vos mi corazón frecuente y fervorosamente, hacerlo todo con amor, tener
por muerto lo que no pertenece a vuestro servicio, hacer mis obras no por rutina, sino refiriéndolas a Vos con devoción.
Hacedme, oh Jesús, amor mío y mi vida,
obediente sin contradicción,
pobre sin rebajamiento,
casto sin corrupción,
paciente sin disipación,
maduro sin pesadumbre,
diligente sin inconstancia,
temeroso de Vos sin desesperación,
veraz sin doblez.
Haced, Señor Jesucristo,
que practique el bien sin presunción,
que corrija al prójimo sin soberbia,
que le edifique con palabras y obras sin fingimientos.
Dadme, oh Señor Dios mío, un corazón vigilante que por ningún pensamiento curioso se aparte de
Vos;
dadme un corazón noble que por ninguna intención siniestra se desvíe de Vos;
dadme un corazón firme que por ninguna tribulación se quebrante;
dadme un corazón libre que ninguna pasión violenta le domine.
Otorgadme, oh Señor Dios mío,
entendimiento que os conozca,
diligencia que os busque,
sabiduría que os halle,
comportamiento que os agrade,
perseverancia que confiadamente os espere,
y esperanza que, finalmente, os abrace.
Dadme que me aflija con vuestras penas aquí por la penitencia, y en el camino de mi vida use de vuestros
beneficios por gracia, y en la patria goce de vuestras alegrías por gloria.
Señor que vivís y reináis, Dios por todos los siglos de los siglos. Amén.
Señor, ten misericordia de nosotros.
!Oh Cristo! ten misericordia de nosotros.
Señor, ten misericordia de nosotros.
!Oh Cristo!, óyenos.
Señor, ten misericordia de nosotros.
!Oh Cristo!, escúchanos.
Dios Padre celestial, ten misericordia de nosotros.
Dios Hijo, Redentor del mundo, ten misericordia de nosotros.
Dios Espíritu Santo, ten misericordia de nosotros.
Santísima Trinidad, un solo Dios, ten misericordia de nosotros.
Pan vivo que bajaste del Cielo, ten misericordia de nosotros.
Dios escondido y Salvador, ten misericordia de nosotros.
Comida de los escogidos, ten misericordia de nosotros.
Vino que engendras vírgenes, ten misericordia de nosotros.
Pan substancioso y de los reyes regalo, ten misericordia de nosotros.
Sacrificio continuo, ten misericordia de nosotros.
Ofrenda pura, ten misericordia de nosotros.
Cordero sin mancha, ten misericordia de nosotros.
Mesa purísima, ten misericordia de nosotros.
Comida de los ángeles, ten misericordia de nosotros.
Maná escondido, ten misericordia de nosotros.
Memorial de las maravillas de Dios, ten misericordia de nosotros.
Pan sobresubstancial, ten misericordia de nosotros.
Verbo hecho carne, ten misericordia de nosotros.
Dios con nosotros, ten misericordia de nosotros.
Hostia Santa, ten misericordia de nosotros.
Cáliz de Bendición, ten misericordia de nosotros.
Misterio de fe, ten misericordia de nosotros.
Preexcelxo y venerable Sacramento, ten misericordia de nosotros.
Sacrificio, el más santo de todos, ten misericordia de nosotros.
Verdadero propiciatorio por los vivos y difuntos, ten misericordia de nosotros.
Remedio celestial, con el que nos preservamos de todos los pecados, ten misericordia de
nosotros.
Milagro asombroso sobre todos los milagros, ten misericordia de nosotros.
Memoria sacratísima de la Pasión del Señor, ten misericordia de nosotros.
Don que excedes a toda riqueza, ten misericordia de nosotros.
Memorial principal del amor divino, ten misericordia de nosotros.
Abundancia de liberalidad divina, ten misericordia de nosotros.
Sacrosanto y augustísimo misterio, ten misericordia de nosotros.
Medicamento de inmortalidad, ten misericordia de nosotros.
Sacramento vivífico digno de todo respeto, ten misericordia de nosotros.
Pan hecho carne por el Todopoderoso, ten misericordia de nosotros.
Sacrificio incruento, ten misericordia de nosotros.
Comida y fuente de vida, ten misericordia de nosotros.
Convite dulcísimo en el que sirven los ángeles, ten misericordia de nosotros.
Sacramento de piedad, ten misericordia de nosotros.
Vínculo de caridad. ten misericordia de nosotros.
Oferente y ofrecido, ten misericordia de nosotros.
Espiritual dulzura gustada en la misma fuente, ten misericordia de nosotros.
Sustento de las almas santas, ten misericordia de nosotros.
Viático de los que mueren en el Señor, ten misericordia de nosotros.
Prenda de la gloria que esperamos, ten misericordia de nosotros.
Sé para nosotros propicio, perdónanos, Señor.
Sé para nosotros propicio, escúchanos, Señor.
De la comunión sacrílega, líbranos, Señor.
De la concupiscencia de la carne, líbranos, Señor.
Del deseo desordenado de los ojos, líbranos Señor.
De las soberbia de la vida, líbranos, Señor.
De toda ocasión de pecar, líbranos , Señor.
Por aquel deseo con que deseaste comer esta pascua con tus discípulos, líbranos, Señor.
Por la encendida caridad con que instituiste este divino Sacramento, líbranos, Señor.
Por tu sangre preciosa, que nos dejaste en el altar, líbranos, Señor.
Por las cinco llagas de tu cuerpo sacratísimo, que por nosotros recibiste, líbranos,
Señor.
Nosotros pecadores, te rogamos óyenos.
Que te dignes aumentar y conservar en nosotros la fe, reverencia y devoción de este admirable
Sacramento, te rogamos óyenos.
Que te dignes guiarnos por la verdadera confesión de los pecados, a la frecuente comunión, te rogamos,
óyenos.
Que te dignes librarnos de toda herejía, infidelidad y ceguedad de corazón, te rogamos
óyenos.
Que te dignes hacernos participantes de los frutos preciosos y celestiales de este Santísimo Sacramento,
te rogamos óyenos.
Que te dignes confortarnos y fortalecernos en la hora de nuestra muerte con este Viático celestial, te
rogamos óyenos.
!Oh Hijo de Dios! te rogamos óyenos.
Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo, ten misericordia de nosotros.
!Oh Cristo, óyenos!
!Oh Cristo, escúchanos!
!Señor, ten misericordia de nosotros!
!Señor, ten misericordia de nosotros!
(Padre nuestro, Avemaría, Gloria).
v/ El pan del cielo les has dado.
r/ Que contiene en sí todo el deleite.
v/ Bendito eres, Señor, en los Cielos.
r/ Digno de todas las alabanzas, y de ser exaltado y glorificado en todos los siglos.
v/ Señor, oye gustoso mi súplica.
r/ Y llegue a tu oído mi clamor.
v/ El Señor esté con vosotros.
r/ Y con tu espíritu.
Oración:
Oh Dios, que nos dejaste la memoria de tu Pasión en este admirable Sacramento, concédenos que de tal
suerte veneremos los sagrados misterios de tu cuerpo y sangre, que experimentemos continuamente en nosotros el fruto de nuestra redención. Tú que vives y reinas con Dios Padre, en unidad del
Espíritu Santo, Dios, por todos los siglos de los siglos. Amén.
1. Canta, lengua, el misterio del cuerpo glorioso y de la sangre preciosa que el Rey de las naciones,
fruto de un vientre generoso, derramó como rescate del mundo.
2. Nos fue dado, nos nació de una Virgen sin mancilla; y después de pasar su vida en el mundo, una vez
esparcida la semilla de su palabra, terminó el tiempo de su destierro dando una admirable disposición.
3. En la noche de la última cena, recostado a la mesa con los hermanos, después de observar plenamente
la ley sobre la comida legal, se da con sus propias manos como alimento para los Doce.
4. El Verbo hecho carne convierte con su palabra el pan verdadero en su carne, y el vino puro se
convierte en la sangre de Cristo. Y aunque fallan los sentidos, basta la sola fe para confirmar al corazón recto en esa verdad.
5. Veneremos, pues, inclinados tan gran Sacramento; y la antigua figura ceda el puesto al nuevo rito; la
fe supla la incapacidad de los sentidos.
6. Al Padre y al Hijo sean dadas alabanza y júbilo, salud, honor, poder y bendición; una gloria igual
sea dada al que de uno y de otro procede. Amén.
Oremos:
Oh Dios, que en este admirable Sacramento nos dejaste el memorial de tu pasión; te pedimos nos concedas
venerar de tal modo los sagrados misterios de tu cuerpo y de tu sangre, que experimentemos constantemente el fruto de tu redención. Tú que vives y reinas por los siglos de los
siglos.Amén.
"Dios te Salve María mi espejo y mi luz que sola te hallaste al píe de la Cruz, María te llaman de gran Soledad, Socorre Señora el Alma de los Fieles difuntos para que descansen en paz, Dios te Salve Maria, llena eres de Gracia el Señor es contigo, Bendita tu Entre las Mujeres y Bendito es el fruto de tu vientre Jesús . Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén
Dios te Salve María, mi espejo y mi luz, que sola te hallaste al pie de la cruz, María te llaman de La Soledad, socorre Señora nuestra necesidad.
¡Oh Señora y Madre mía! Con filial cariño vengo a ofrecerte en este día cuanto soy y cuanto tengo. Mi boca para cantarte, mi voz para bendecirte, mi corazón para amarte, mi vida para servirte. Acepta, Madre, este don, que te ofrenda mi cariño, y guárdame como a un niño cerca de tu Corazón. Que nunca sea traidor al amor que hoy me enajena y que desprecie sin pena los halagos de otro amor. Que, aunque el dolor me taladre y haga de mí un crucifijo, que yo sepa ser tu hijo y sienta que eres mi Madre. En la dicha, en la aflicción, en la pena, en la alegría, ¡mírame con compasión, no me dejes, Madre mía! Dios te salve, María, llena de gracia, el Señor es contigo. Bendita eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Oh! Dios, que escogiste a María como Hija Predilecta Tuya, Esposa del Espíritu Santo y Madre de Tu Hijo Divino. Y una vez llevada al Cielo en Cuerpo y Alma glorioso, la proclamaste Reina Universal. Haz que vivamos la grandeza cristiana de ser Templos tuyos por la Gracia Santificante, y sintamos la experiencia gozosa de tener a María como Madre y Señora, que quiere y puede siempre ayudarnos. Por Jesucristo Nuestro Señor. Amén.
Toda hermosura eres, María.
Y la mancha original no está en ti.
Tú eres la gloria de Jerusalén.
Tú, la alegría de Israel.
Tú eres el honor de nuestro pueblo.
Tú eres la abogada de los pecadores.
¡Oh, Maria. Virgen prudentísima.
Madre clementísima.
Ruega por nosotros.
Intercede por nosotros ante Nuestro Señor, Jesucristo.
En tu concepción fuiste inmaculada.
Ruega por nosotros al Padre cuyo Hijo diste a luz.
Señora protege mi oración.
Y llegue a ti mi clamor. Amén.
Oh Dios, que por medio de la Inmaculada Concepción de la Virgen, preparaste a Vuestro Hijo una digna habitación, te suplicamos que, así por la muerte prevista de Vuestro mismo Unigénito, preservasteis a ella de toda mancha, , así nos concedas por su intercesión llegar a Vos, con un corazón puro y adornado. Hacedlo por los méritos del mismo Jesucristo, Vuestro Hijo, que con Vos y el Espíritu Santo vive y reina, Dios, por los siglos de los siglos. Amén
1.- Dios te salve, Maria, hija de Dios Padre:
2.- Dios te salve, Maria, Madre de Dios Hijo:
3.- Dios te salve, Maria, esposa del Espíritu santo:
4.- Dios te salve, Maria, templo y sagrario de la santísima Trinidad:
5.- Dios te salve, Reina de los ángeles, Maria santísima, concebida sin pecado original.
ORACIONES PARA FINALIZAR ESTE SANTO ROSARIO
¡Oh! Soberano santuario, sagrario del verbo eterno, libra Virgen del infierno a los que rezamos tu santo rosario. Emperatriz poderosa de los mortales consuelos, ábrenos Virgen el cielo con una muerte dichosa y danos pureza de alma ya que eres tan poderosa.
Dios te salve María Santísima hija de Dios Virgen purísima, antes del parto en tus manos ponemos nuestra fe para que la ilumines, llena eres de gracia el Señor es contigo bendita eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre Jesús.
Dios te salve, María; llena eres de gracia; el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús.Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén
Dios te salve María Santísima, Madre de Dios hijo, Virgen purísima, en el parto en tus manos ponemos nuestra esperanza para que la alientes, llena eres de gracia el Señor es contigo bendita eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre Jesús.
Dios te salve, María; llena eres de gracia; el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús.Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén
Dios te salve María Santísima, esposa de Dios Espíritu Santo Virgen purísima, después del parto en tus manos ponemos nuestra caridad para que la inflames, llena eres de gracia el Señor es contigo bendita tu eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre Jesús.
Dios te salve, María; llena eres de gracia; el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén
Dios te salve maría Santísima, templo, trono y sagrario de la Santísima Trinidad, Virgen concebida sin la culpa del pecado original danos tus gracias Señora y haz que con ellas nos salvemos y con pureza te digamos:
Dios te salve, Reina y Madre, Madre de misericordia, vida dulzura y esperanza nuestra, Dios te salve, a ti llamamos los desterrados hijos de Eva, a ti suspiramos gimiendo y llorando en este valle de lágrimas, ¡E ha! Pues Señora abogada nuestra, vuelve a nosotros esos tus ojos misericordiosos y después de este destierro muéstranos a Jesús, fruto bendito de tu vientre ¡Oh clemente! ¡Oh piadosa! ¡Oh dulce siempre Virgen María! Ruega por nosotros santa Madre de Dios para que seamos dignos y alcanzar las divinas gracias y promesas de nuestro Señor Jesucristo. Amén.
Santísima Señora, Madre de Dios; tú eres la más pura de alma y cuerpo, que vives más allá de toda pureza, de toda castidad, de toda virginidad; la única morada de toda la gracia del Espíritu Santo; que sobrepasas incomparablemente a las potencias espirituales en pureza, en santidad de alma y cuerpo; mírame culpable, impuro, manchado en el alma y en el cuerpo por los vicios de mi vida impura y llena de pecado; purifica mi espíritu de sus pasiones; santifica y encamina mis pensamientos errantes y ciegos; regula y dirige mis sentidos; líbrame de la detestable e infame tiranía de las inclinaciones y pasiones impuras; anula en mí el imperio de mi pecado; da la sabiduría y el discernimiento a mi espíritu en tinieblas, miserable, para que me corrija de mis faltas y de mis caídas, y así, libre de las tinieblas del pecado, sea hallado digno de glorificarte, de cantarte libremente, verdadera madre de la verdadera Luz, Cristo Dios nuestro. Pues sólo con Él y por Él eres bendita y glorificada por toda criatura, invisible y visible, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
María, hija de Israel, tú has proclamado la misericordia ofrecida a los hombres, de edad en edad, por el amor misericordioso del Padre.
María, Virgen Santa, Sierva del Señor, tú has llevado en tu seno el fruto precioso de la Misericordia divina.
María, tú que has guardado en tu corazón las palabras de salvación, testimonias ante el mundo la absoluta fidelidad de Dios a su amor.
María, tú que seguiste a tu Hijo Jesús hasta el pie de la cruz con el fiat de tu corazón de madre, te adheriste sin reserva al servicio redentor.
María, Madre de misericordia, muestra a tus hijos el Corazón de Jesús, que tú viste abierto para ser siempre fuente de vida.
María, presente en medio de los discípulos, tú haces cercano a nosotros el amor vivificante de tu Hijo resucitado.
María, Madre atenta a los peligros y a las pruebas de los hermanos de tu Hijo, tú no cesas de conducirles por el camino de la salvación.
¡Madre de Dios y Madre mía María!
Yo no soy digno de pronunciar tu nombre;
pero tú que deseas y quieres mi salvación,
me has de otorgar, aunque mi lengua no es pura,
que pueda llamar en mi socorro
tu santo y poderoso nombre,
que es ayuda en la vida y salvación al morir.
¡Dulce Madre, María!
haz que tu nombre, de hoy en adelante,
sea la respiración de mi vida.
No tardes, Señora, en auxiliarme
cada vez que te llame.
Pues en cada tentación que me combata,
y en cualquier necesidad que experimente,
quiero llamarte sin cesar; ¡María!
Así espero hacerlo en la vida,
y así, sobre todo, en la última hora,
para alabar, siempre en el cielo tu nombre amado:
“¡Oh clementísima, oh piadosa,
oh dulce Virgen María!”
¡Qué aliento, dulzura y confianza,
qué ternura siento
con sólo nombrarte y pensar en ti!
Doy gracias a nuestro Señor y Dios,
que nos ha dado para nuestro bien,
este nombre tan dulce, tan amable y poderoso.
Señora, no me contento
con sólo pronunciar tu nombre;
quiero que tu amor me recuerde
que debo llamarte a cada instante;
y que pueda exclamar con san Anselmo:
“¡Oh nombre de la Madre de Dios,
tú eres el amor mío!”
Amada María y amado Jesús mío,
que vivan siempre en mi corazón y en el de todos,
vuestros nombres salvadores.
Que se olvide mi mente de cualquier otro nombre,
para acordarme sólo y siempre,
de invocar vuestros nombres adorados.
Jesús, Redentor mío, y Madre mía María,
cuando llegue la hora de dejar esta vida,
concédeme entonces la gracia de deciros:
“Os amo, Jesús y María;
Jesús y María,
os doy el corazón y el alma mía”.
Jesús, Tú viniste por los enfermos y los pecadores. Por eso, me vuelvo hacia Ti y quiero pedirte que sanes mi alma y mi cuerpo. Tú sabes, Jesús, que el pecado destroza y desgarra la integridad del ser humano; que destruye las relaciones entre los hombres y nuestra amistad con contigo. Pero no existe pecado ni enfermedad que Tú no puedas curar con Tu Palabra omnipotente. No hay herida alguna que no pueda ser sanada por Ti.
María, Tú me has invitado a orar por mi sanación. Quiero hacerlo ahora y por eso te pido que acompañes mi oración con tu fe. Ora conmigo en estos momentos, para que pueda ser digno de obtener la gracia de la curación, no sólo para mí, sino también para aquellos por quienes deseo interceder.
esús, Tú viniste también a calmar las tempestades del mundo y te haces presente en la barca de toda vida. ¡Lo haces porque tu nombre es Emmanuel… Dios con nosotros, Dios por nosotros! Por tanto, ahora te pido Señor, que entres en mi vida. También mi barca ha comenzado a hundirse, anegando mi conciencia y mi subconsciente. ¡Entra, Jesús, a las profundidades de mi alma! He perdido mi rumbo Señor. ¡Levántate y ordena a mi inquietud que se calme! ¡Ordena a las olas de muerte que me rodean que dejen de amenazarme! Apacigua mi corazón para que pueda escuchar Tu Palabra divina y creadora.
(Permanece en silencio y escucha la voz del Señor en tu corazón)
¡Ven, Jesús, y sube también a la barca de mi familia, de mi comunidad, de mi país y del mundo entero! ¡Permite, Señor, que nuestros gritos te despierten! Extiende tu mano para que llegue la calma. ¡Ven Señor Jesús, ven! Penetra hasta el fondo de mi ser y entra en aquel rincón donde he sido más lastimado.
Ven, Jesús, y sube igualmente en las barcas de aquellas vidas que se encuentran ancladas a los hábitos más perniciosos: al alcohol, a las drogas, a los placeres carnales, y que les impiden continuar navegando de frente. Jesús, calma las tempestades. ¡Haz que todos escuchemos tu voz y que venga a nosotros Tu Paz!
¡Oh Purísima Virgen María!, que en tu inmaculada concepción fuiste hecha por el Espíritu Santo Tabernáculo escogido de la Divinidad, ¡ruega por nosotros!
¡Y haz que el Divino Paráclito, venga pronto a renovar la faz de la tierra!
¡Oh Purísima Virgen María, que en el misterio de la encarnación fuiste hecha por el Espíritu Santo verdadera Madre de Dios, ruega por nosotros!
¡Y haz que el Divino Paráclito, venga pronto a renovar la faz de la tierra!
¡Oh Purísima Virgen María, que estando en oración con los Apóstoles, en el Cenáculo fuiste inundada por el Espíritu Santo, ruega por nosotros!
¡Y haz que el Divino Paráclito, venga pronto a renovar la faz de la tierra!
Ven, Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles y enciende en ellos el fuego de tu amor. Envía tu Espíritu y será una nueva creación. Y renovarás la faz de la tierra.
Contigo voy Virgen pura,y en tu poder voy confiado pues yendo de Ti amparado,
mi alma volverá segura.
Dulce madre no te alejes tu vista de mí no apartes ven conmigo a todas partes
y solo nunca me dejes.Y ya que me protejes tanto como verdadera madre,
haz que me bendiga El Padre, El Hijo, y el Espíritu Santo, amen.
Madre del amor hermoso. Virgen de la Pureza, de la misericordia y de la ternura. Señora del amor limpio y casto; Madre de corazón sensible y apasionado.
Te pedimos que ilumines nuestras vidas, para que podamos ver verdaderamente el ejemplo de amor que eres para nosotros. Danos serenidad, para que podamos tomar un respiro en este mundo enloquecido, y así perdernos largo tiempo en tu humilde corazón, lleno de amor.
Necesitamos de ti Madre, porque muchas veces tenemos miedo de endurecernos frente al dolor de nuestro prójimo, frente a la necesidad de aquellos que no tienen, de aquellos que lloran porque están solos, enfermos, abandonados. Que nos olvidemos de nosotros mismos, y nos volquemos al servicio de los demás, comenzando por los más cercanos.
Tu sabes de eso, Madre de Amor perfecto, tu has dado tu sí por completo, sin seguridades mundanas, en la soledad, en el dolor, siempre tu alma pura, tu alma calma, a dado lo mejor de sí.
Protege a nuestras familias, a los jóvenes, a los niños. Llena de Amor los matrimonios para que pueda llegar a sus hijos.
Intercede ante tu Hijo para que nos de la gracia de parecernos más a ti, lograr la santidad en cada momento de nuestras vidas, y podamos reunirnos juntos en la eternidad.
Por nuestro Señor Jesucristo. Amén.
3 Ave Marías
¡Oh! Soberano santuario, sagrario del verbo eterno, libra Virgen del infierno a los que rezamos tu santo rosario. Emperatriz poderosa de los mortales consuelos, ábrenos Virgen el cielo con una muerte dichosa y danos pureza de alma ya que eres tan poderosa.
1-Dios te salve María Santísima hija de Dios Virgen purísima, antes del parto en tus manos ponemos nuestra fe para que la ilumines, llena eres de gracia el Señor es contigo bendita eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre Jesús.
Dios te salve, María; llena eres de gracia; el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén
2-Dios te salve María Santísima, Madre de Dios hijo, Virgen purísima, en el parto en tus manos ponemos nuestra esperanza para que la alientes, llena eres de gracia el Señor es contigo bendita eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre Jesús.
Dios te salve, María; llena eres de gracia; el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén
3-Dios te salve María Santísima, esposa de Dios Espíritu Santo Virgen purísima, después del parto en tus manos ponemos nuestra caridad para que la inflames, llena eres de gracia el Señor es
contigo bendita tu eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre Jesús.
Dios te salve, María; llena eres de gracia; el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús.
Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén
Dios te salve maría Santísima, templo, trono y sagrario de la Santísima Trinidad, Virgen concebida sin la culpa del pecado original danos tus gracias Señora y haz que con ellas nos salvemos y con pureza te digamos:
Dios te salve, Reina y Madre, Madre de misericordia, vida dulzura y esperanza nuestra, Dios te salve, a ti llamamos los desterrados hijos de Eva, a ti suspiramos gimiendo y llorando en este valle de lágrimas, ¡Ea! Pues Señora abogada nuestra, vuelve a nosotros esos tus ojos misericordiosos y después de este destierro muéstranos a Jesús, fruto bendito de tu vientre
¡Oh clemente! ¡Oh piadosa! ¡Oh dulce siempre Virgen María! Ruega por nosotros santa Madre de Dios para que seamos dignos y alcanzar las divinas gracias y promesas de nuestro Señor Jesucristo. Amén.
Dios te salve, María, Madre de Dios, Virgen
Madre, Estrella de la mañana, Vaso virginal.
Dios te salve, María, Virgen, Madre y Esclava: Virgen, por gracia de Aquél que de ti nació sin menoscabo de tu
virginidad; Madre, por razón de Aquél que llevaste en tus brazos y alimentaste con tu pecho; Esclava, por causa de Aquél que tomó forma de
siervo.
Entró el Rey en tu ciudad, o por decirlo más claramente, en tu seno; y de nuevo salió como quiso, permaneciendo cerradas tus puertas. Has concebido virginalmente, y divinamente has dado a luz.
Dios te salve, María, Templo en el que Dios es recibido, o más aun, Templo santo, como clama el Profeta David diciendo: santo es tu templo, admirable en la equidad Dios te salve, María, la joya más preciosa de todo el orbe; Dios te salve, María, casta paloma; Dios te salve, María, lámpara que nunca se apaga, pues de ti ha nacido el Sol de justicia.
Dios te salve, María, lugar de Aquél que en ningún lugar es contenido; en tu seno encerraste al Unigénito Verbo de Dios, y sin semilla y sin arado hiciste germinar una espiga que no se
marchita.
Dios te salve, María, Madre de Dios, por quien claman
los profetas y los pastores cantan a Dios sus alabanzas, repitiendo con los ángeles el himno tremendo: gloria a Dios en lo más alto
de los cielos, y paz en la tierra a los hombres de buena voluntad.
Dios te salve, María, Madre de Dios, por quien resplandeció la luz
verdadera, Jesucristo Nuestro Señor, que en Evangelio afirma: Yo soy la Luz del mundo (Jn 8,
12).
Dios te salve, María, Madre de Dios, por quien brilló la luz sobre los que yacían en la oscuridad y en la sombra de la muerte: el pueblo que se sentaba en las tinieblas ha visto una gran luz . ¿Y qué luz sino Nuestro Señor Jesucristo, luz verdadera que ilumina a todo hombre que viene a este mundo?.
Dios te salve. María, Madre de Dios, por quien en el Evangelio se predica: bendito el que viene en el
nombre del Señor ; por quien la Iglesia católica ha sido establecida en ciudades,
pueblos y aldeas.
He aquí, oh Madre de Dios, postrada a tus pies un miserable pecador que se vuelve a ti y pone toda su
confianza en ti. No merezco ni una sola mirada tuya, pero sé que desde que viste a tu hijo dar su vida por los pecadores, deseas ardientemente ayudarles.
Oh, Madre de la Misericordia, considera mi miseria y ten piedad de mí. Te escucho llamar a todos nosotros el
Refugio de los pecadores, la Esperanza de los desafortunados que se ven reducidos a la desesperación, la Ayuda de los abandonados: sé pues mi Refugio, mi Esperanza y mi Ayuda; es para que Tú me
salves por Tu intercesión.
Por el amor de Jesucristo, ayúdame, extiende una mano amiga a una persona desafortunada que, después de su
caída, se encomienda a Ti para que le ayudes a levantarse.
Sé que, siempre que sea posible, te complace acudir en ayuda de un pecador; ayúdame, por tanto, ahora que
puedes hacerlo. He perdido tanto la gracia como mi alma por mis pecados; pero he aquí que me pongo en tus manos; dime lo que debo hacer para recuperar la gracia de mi Dios, y lo haré sin demora.
Es Él quien me envía a Ti para que me ayudes; quiere que recurra a Tu Misericordia, para que me ayudes en el gran asunto de mi salvación, no sólo por los méritos de Tu Hijo, sino también por Tus
oraciones. ¡Bueno, entonces! Recurro a Ti; reza por mí a tu Divino Hijo, y manifiesta todo el bien que haces a los que confían en Ti: me atrevo a esperar que seré escuchado.
“¡Oh Santísima Señora, Theotokos, luz de mi pobre alma, mi
esperanza, mi protección, mi refugio, mi consuelo, y mi alegría!
Te agradezco por haberme permitido participar del purísimo cuerpo y de la purísima
sangre de tu Hijo.
Ilumina los ojos de mi corazón, O Bendita Virgen que llevaste la fuente de la inmortalidad.
O tiernísima y amorosa Madre del Dios misericordioso; ten misericordia de mi
y concédeme un corazón arrepentido y contrito con humildad de mente.
Guarda mis pensamientos de que se pierdan en toda clase de distracciones,
y hazme siempre digno, hasta mi último aliento, de recibir los purísimos
misterios de Cristo para la sanación de mi alma y cuerpo.
para que yo pueda cantarte y alabarte todos los días de mi vida,porque tú eres siempre bendita
y alabada. Amén.”
Madre misericordiosísima, nos abres tus brazos y tiendes las manos llenas de toda clase de gracias y dones. Tu corazón de madre desea colmarnos de todo lo que necesitamos. Animados por tu bondad, nos dirigimos a ti con confianza. consíguenos, oh Madre, todo lo que necesitamos y, ante todo, haz con tu poderosa intercesión que guardemos la pureza y la inocencia, que cuidemos con fidelidad y perseverancia el amor de niños hacia ti y que llevemos en nuestros corazones la imagen del Corazón de tu Hijo. Que este Corazón nos proteja, guíe y lleve a la luz eterna. Amén.
Te escojo hoy, Oh María
en presencia de toda la corte Celestial por mi Madre y Señora,
te entrego y consagro con todo amor
y entera sumisión mi cuerpo y mi alma,
mis bienes interiores y exteriores
y aún el valor de mis buenas acciones: pasadas, presentes y futuras,
dejándote en entero y pleno derecho de disponer de mi y de cuanto me pertenece
sin excepción según tu amable beneplácito para mayor gloria de Dios en el tiempo y en la
eternidad.
Madre del Señor acepta mi oblación y preséntala a tu Hijo si El me redimió con tu colaboración debe ahora
recibir de tu mano ahora el don total de mi mismo.
¡Amén!
Bendito seas, Dios, Padre nuestro, que creaste a María tan bella,y
nos la diste por Madre
junto a la Cruz de Jesús.
Bendito seas porque nos llamaste, como a Bernardita, para ver
a María en tu luz
y beber en la fuente de tu Corazón.
Tu conoces, María, las miserias y pecados de nuestras vidas y de nuestro mundo.
Nos confiamos a ti en este día, totalmente y sin reservas.
Queremos renacer de ti cada día por el poder del Espíritu, y
vivir la vida de Jesús como
humildes servidores de nuestros hermanos.
Enséñanos, María, a llevar la vida del Señor. Enséñanos el Sí de tu corazón.
Amado Señor nuestro, Jesús Sacramentado, por aquel amor a las almas que te llevó a humanarte en el purísimo seno de María, nacer en una gruta, sufrir flagelación y coronación de espinas, morir en una cruz e instituir el Santísimo Sacramento, te rogamos que brindes ayuda a las pobres almas que están padeciendo en el Purgatorio. Tú que por su amor abrazaste los mayores tormentos, escucha ahora nuestra oración y aplícales los méritos de tu Preciosísima Sangre.
Te rogamos por todas aquellas almas, pero de modo especial te rogamos que te acuerdes de las almas de los nuestros, amigos y enemigos. Recuerda también, oh Jesús, las almas de nuestros bienhechores, de los sacerdotes, de todos los ministros de la Iglesia Católica y de quienes están más desamparados. Recuerda las almas que están penando por nuestra culpa, y finalmente aquellas a las cuales estamos más obligados. Ten piedad de todas ellas, no las dejes padecer más; llévalas de aquel lugar de tormentos a la Patria de la paz y del descanso eterno prometida a Abrahán y a toda su estirpe en la Fe. Tal esperamos por tus méritos, oh buen Jesús. Así sea.
«Oh Madre de Dios y Madre de todas las gracias: por las muchísimas que te concedió la Santísima Trinidad, y particularmente por tu poder, sabiduría y ardiente caridad, te suplico nos concedas a nosotros participar de estas gracias, como participan los hijos de los bienes de sus padres, y especialmente nos concedas la gracia que te pedimos en esta novena honrando en ti al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo. Amén.
1 «Oh Virgen poderosísima: así como Dios Padre, en su munificencia omnipotente, levantó tu alma sobre un trono de gloria sin igual, hasta el punto de que, después de él, eres la más poderosa en el cielo y en la tierra, así también te suplico que me asistas en la hora de la muerte, para fortificarme y rechazar de mí toda potestad enemiga.
Ave María
2 «Oh Virgen sapientísima: así como el Hijo de Dios, conforme a los tesoros de su sabiduría, te adornó y llenó maravillosamente de ciencia y entendimiento, de tal modo que gozas del conocimiento de la Santísima Trinidad más que todos los santos juntos, y como sol brillante, con la claridad de que te ha embellecido, adornas todo el cielo, así también te ruego me asistas en la hora de la muerte, para llenar mi alma de las luces de la fe y de la verdadera sabiduría, para que no la oscurezcan las tinieblas de la ignorancia y del error.
Ave María
3 «Oh Virgen amantísima: así como el Espíritu Santo te llenó por completo de las dulzuras de su amor y te hizo tan amable y tan amante que, después de Dios, eres la más dulce y la más misericordiosa, así también te ruego me asistas en la hora de la muerte, llenando mi alma de tal suavidad de amor divino, que toda pena y amargura de muerte se cambie para mí en delicias.» Ave María
Santísima Virgen, Madre de Dios, yo aunque indigno pecador postrado a vuestros pies en presencia de Dios omnipotente os ofrezco este mi corazón con todos sus afectos. A vos lo consagro y quiero que sea siempre vuestro y de vuestro hijo Jesús.
Aceptad esta humilde oferta vos que siempre habéis sido la auxiliadora del pueblo cristiano.
Oh María, refugio de los atribulados, consuelo de los afligidos, ten compasión de la pena que tanto me aflige, del apuro extremo en que me encuentro.
Reina de los cielos, en vuestras manos pongo mi causa. Se bien que en los casos desesperados se muestra más potente vuestra misericordia y nada puede resistir a vuestro poder. Alcanzadme Madre mía la gracia que os pido si es del agrado de mi Dios y Señor. Amén.
Salve, Estrella del mar, Madre de Dios excelsa, y siempre intacta Virgen,
del cielo feliz puerta.
Aquel Ave tomando que de Gabriel oyeras, en paz nos establece,
mudando el nombre de Eva.
Desata los pecados, alumbra mentes ciegas, aleja nuestros males,
todo bien nos impetra.
Muéstranos que eres Madre, por ti las preces nuestras reciba el que, naciendo,
por Madre te eligiera.
Virgen singularísima, entre todas benévola, libres de culpas, danos mansedumbre y pureza.
Danos vida sin mancha, haz segura la senda, para que, viendo a tu Hijo, gocemos dicha eterna.
A Dios Padre la gloria, a Cristo honra suprema, y al Paráclito santo igual la gloria sea. Amén.
Virgen Santísima Inmaculada y Madre mía María, a Vos, que sois la Madre de mi Señor, la Reina del mundo, la abogada, la esperanza, el refugio de los pecadores, acudo en este día yo, que soy el más miserable de todos. Os venero, ¡oh gran Reina!, y os doy las gracias por todos los favores que hasta ahora me habéis hecho, especialmente por haberme librado del infierno, que tantas veces he merecido. Os amo, Señora amabilísima, y por el amor que os tengo prometo serviros siempre y hacer cuanto pueda para que también seáis amada de los demás. Pongo en vuestras manos toda mi esperanza, toda mi salvación; admitidme por siervo vuestro, y acogedme bajo vuestro manto, Vos, ¡oh Madre de misericordia! Y ya que sois tan poderosa ante Dios, libradme de todas las tentaciones o bien alcanzadme fuerzas para vencerlas hasta la muerte. Os pido un verdadero amor a Jesucristo. Espero de vos tener una buena muerte; Madre mía, por el amor que tenéis a Dios os ruego que siempre me ayudéis, pero más en el último instante de mi vida. No me dejéis hasta que me veáis salvo en el cielo para bendeciros y cantar vuestras misericordias por toda la eternidad. Así lo espero. Amén.
Santa María, Madre de Dios, consérvame un corazón de niño, puro y cristalino como una fuente. Dame un corazón sencillo que no saboree las tristezas; un corazón grande para entregarse, tierno en la compasión; un corazón fiel y generoso que no olvide ningún bien ni guarde rencor por ningún mal. Fórmame un corazón manso y humilde, amante sin pedir retorno, gozoso al desaparecer en otro corazón ante tu divino Hijo; un corazón grande e indomable que con ninguna ingratitud se cierre, que con ninguna indiferencia se canse; un corazón atormentado por la gloria de Jesucristo, herido de su amor, con herida que sólo se cure en el cielo.
María, hija de Israel, tú has proclamado la misericordia ofrecida a los hombres, de edad en edad, por el amor misericordioso del Padre.
María, Virgen Santa, Sierva del Señor, tú has llevado en tu seno el fruto precioso de la Misericordia divina.
María, tú que has guardado en tu corazón las palabras de salvación, testimonias ante el mundo la absoluta fidelidad de Dios a su amor.
María, tú que seguiste a tu Hijo Jesús hasta el pie de la cruz con el fiat de tu corazón de madre, te adheriste sin reserva al servicio redentor.
María, Madre de misericordia, muestra a tus hijos el Corazón de Jesús, que tú viste abierto para ser siempre fuente de vida.
María, presente en medio de los discípulos, tú haces cercano a nosotros el amor vivificante de tu Hijo resucitado.
María, Madre atenta a los peligros y a las pruebas de los hermanos de tu Hijo, tú no cesas de conducirles por el camino de la salvación.
No me desampare tu amparo, no me falte tu piedad, no me olvide tu memoria.
Si tú, Señora, me dejas, ¿quién me sostendrá? Si tú me olvidas, ¿quién se acordará de mí?
Si tú, que eres Estrella de la mar y guía de los errados, no me alumbras, ¿dónde iré a parar?
No me dejes tentar del enemigo, y si me tentare, no me dejes caer, y si cayere, ayúdame a levantar. ¿Quién te llamó, Señora, que no le oyeses? ¿Quién te pidió, que no le otorgases?
¡Oh Virgen naciente, esperanza y aurora de la salvación para todo el mundo!, vuelve benigna tu mirada maternal hacia todos nosotros, reunidos aquí para celebrar y proclamar tus glorias.
¡ Oh Virgen fiel, que fuiste siempre solícita y dispuesta a recibir, conservar y meditar la Palabra de Dios!, haz que también nosotros, en medio de las dramáticas vicisitudes de la historia, sepamos mantener siempre intacta nuestra fe cristiana, tesoro preciado transmitido por nuestros padres.
¡Oh Virgen poderosa, que con tu pie aplastas la cabeza de la serpiente tentadora!, haz que cumplamos, día tras día, nuestras promesas bautismales, con las que hemos renunciado a Satanás, a sus obras y seducciones, y sepamos dar al mundo un gozoso testimonio de esperanza cristiana.
¡ Oh Virgen clemente, que siempre has abierto tu corazón maternal a las invocaciones de la humanidad, a veces lacerada por el desamor y hasta, desgraciadamente, por el odio y la guerra! enséñanos a crecer, todos juntos, según las enseñanzas de tu Hijo, en la unidad y en la paz, para ser dignos hijos del único Padre celestial. Amén.
ORACIÓN EN TIEMPO DE FRAGILIDAD
Oh, Dios todopoderoso y eterno, alivio en la fatiga, fortaleza en la debilidad; de Ti todas las criaturas reciben aliento y vida. Venimos a Ti para invocar tu misericordia porque hoy conocemos de nuevo la fragilidad de nuestra condición humana al vivir la experiencia de una nueva epidemia viral.
Te confiamos a los enfermos y sus familias, sana su cuerpo, mente y espíritu. Ayuda a todos los miembros de la sociedad a hacer lo que deben y a reforzar el espíritu de caridad entre ellos. Cuida y conforta a los médicos y profesionales de la salud en el desempeño de su servicio.
Tú que eres la fuente de todo bien, bendice con abundancia a la familia humana, aleja todo mal de nosotros y concede una fe firme a todos los cristianos. Libéranos de esta epidemia que nos golpea para que podamos volver en paz a nuestras ocupaciones habituales para así alabarte y darte gracias con un corazón renovado.
En ti, Padre santo, confiamos y a ti dirigimos nuestra súplica porque tú eres el autor de la vida, con tu Hijo, nuestro Señor Jesucristo, y en la unidad del Espíritu Santo, vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.
¡María, salud de los enfermos, ruega por nosotros!
SÚPLICA A LA VIRGEN MARÍA, SALUD DE LOS ENFERMOS
Virgen María, Madre de Cristo y de la Iglesia, por generaciones nos dirigimos confiados a ti con el nombre de salud de los enfermos. Mira a tus hijos en esta hora de preocupación y sufrimiento por un contagio que siembra temor y aprensión en nuestros hogares, en los lugares de trabajo y descanso.
Tú que conociste la incertidumbre ante el presente y el futuro, y con tu Hijo también recorriste los caminos del exilio, recuérdanos que él es nuestro camino, verdad y vida y que solo él, que venció nuestra muerte con su muerte, puede liberarnos de todo mal.
Madre dolorosa junto a la cruz del Hijo, tú que también has conocido el sufrimiento: calma nuestros dolores con tu mirada maternal y tu protección.
Bendice a los enfermos y a quien vive estos días con el miedo, a las personas que se dedican a ellos con amor y coraje, a las familias con jóvenes y ancianos, a la Iglesia y a toda la humanidad. Enséñanos de nuevo, oh, Madre, a hacer cada día lo que tu Hijo dice a su Iglesia.
Recuérdanos hoy y siempre, en la prueba y la alegría, que Jesús cargó con nuestros sufrimientos y asumió nuestros dolores, y que con su sacrificio ha traído al mundo la esperanza de una vida que no muere. Salud de los enfermos, Madre nuestra y de todos los hombres, ruega por nosotros
ORACIÓN [Y VOTO] AL BENDITO CRISTO DE LOS AFLIGIDOS ¡Bendito Cristo de los Afligidos! Confiadamente dirigimos a Ti nuestra mirada y nuestra voz. Tú nos has dicho: “Tened valor: Yo he vencido al mundo”. En esta hora de dificultad, nosotros creemos y sabemos que Tú eres el Santo de Dios y que, fuera de Ti, no hay salvación.
Santísimo Cristo, que calmaste la tempestad, curaste al leproso y devolviste la vista al ciego; que perdonaste a la adúltera y devolviste la vida a Lázaro, atiende a nuestra humilde súplica confiada: conforta a los enfermos y a los que sufren, fortalece a quienes los atienden y cuidan, y da el eterno descanso a los que han muerto.
A nosotros, haznos fuertes y firmes en la fe, y generosos con quienes necesitan nuestra ayuda. [Por eso, libremente, y para mayor gloria de Dios, hacemos VOTO de que, tras hacer examen de nuestra vida y recibir el perdón de nuestros pecados, proclamaremos en pública celebración de acción de gracias, cuando llegue el tiempo oportuno, que sólo Tú eres nuestra salvación y nuestra esperanza.
Este gran don tuyo lo recordaremos, de ahora en adelante y siempre que haya ocasión, rezando ante tu imagen la oración del “Padre nuestro” que Tú nos enseñaste y el “Ave María”, porque Ella también está, ahora y siempre, rogándote por nosotros.] Amén.
¡Oh, morada de Nazareth, casa del “hijo del carpintero”
La Iglesia nos enseña acerca de la Sagrada Familia:
La vida oculta de Nazareth permite a todo hombre y mujer estar en comunión con Jesús en las cosas más ordinarias de la vida cotidiana.
Nazareth es la escuela donde se empieza a comprender la vida de Jesús, es decir, es la escuela del Evangelio.
En primer lugar nos enseña el silencio, atmósfera admirable e indispensable para el espíritu.
En ella aprendemos también una lección de trabajo.
Ayúdame, Señor, a ser como la Sagrada Familia:
Como JESÚS
Dispuesto a darlo todo, aun a riesgo, de no recibir nada
Silencioso, cuando todos hablan, y amando cuando todos callan o traicionan
- Desnudo de las riquezas que el mundo añora y, por dentro, lleno del Misterio del amor de Dios,
- Pobre, pero con el corazón inmensamente rico con el gran tesoro de Dios,
- Pequeño, frente a todo empeño y pretensión de ser grande y poderoso.
Ayúdame, Señor, a ser como la Sagrada Familia: Como MARIA
- Mirando hacia el cielo, buscando la voz de Dios y, no olvidando el clamor de los que llaman en la tierra.
Cultivando la sencillez, para disfrutar con lo poco.
Recibiendo, a Aquel que es rostro del Dios vivo y, alejándome de los falsos dioses que me esclavizan.
Abrazando a Jesús que sana y salva y poniendo en su justo sitio a todo aquello que de El me aleja.
Ayúdame, Señor, a ser como la Sagrada Familia:
Como SAN JOSÉ
- Con mis dudas, pero buscando respuestas en ti Con mis silencios, pero optando por Ti Dios mío
mi pobreza callada, pero apoyado en Ti
- Con mi esfuerzo en aquello que me gusta y en aquello otro que no me atrae, buscando y añorando cumplir tu voluntad Dios mío
Salve, Oh Sagrada Familia de Nazareth, Jesús, María y José bendita eres y bendito es el Hijo de Dios que en ti ha nacido, Jesús.
Sagrada Familia de Nazareth, a ti nos consagramos: guía, sostén y protege en el amor a nuestras familias. Amén.
¡María, Madre de la escucha, de la apertura de corazón, de la humildad extrema, del servicio amoroso, concédeme la gracia de seguir tu ejemplo y ayúdame a abrir mis oídos y mi corazón para que sea capaz de escuchar la voz de Dios cuando me habla, cuando se dirige a mi, cuando quiere que haga su voluntad! ¡María, como hiciste tu, concédeme la ayuda para intentar entender Su Palabra! ¡Concédeme la gracia, Madre, de aprender a escuchar con confianza lo que me dicta el Espíritu Santo! ¡Contágiame, María, de tu fe firme y esperanzada, de tu fe fuerte, serena y confiada para que yo sea capaz de responder con alegría y con un sí decidido a todo lo que Dios me pida en la vida! ¡Muéstrame, Madre del corazón siempre abierto a acoger la voluntad de Dios, a disponer el mío para que se abra al amor, a la compasión, a la generosidad, al servicio, a la escucha, y recibir con entera entrega todo lo que Él me propone en mi vida! ¡Concédeme la gracia, María, medianera de todas las gracias, de mantenerme como Tu fiel a lo que me pida tu Hijo! ¡Totus tuus, María! ¡Todo tuyo, María!
Si alguien sufrió un dolor profundo fue María. Padeció la peor de las tribulaciones. A los pies de la Cruz vio morir a su Hijo, el Hijo de Dios. Sufrió viendo como Aquel que hacía el bien, Aquel al que había criado y amamantado, educado y compartido su vida, era crucificado. Y jamás dudó de la presencia de Dios. María me enseña a no dudar nunca de la presencia de Dios en mi vida aunque por algún momento me acechen las incertidumbres, como cuando uno pudo pensar que Dios se ausentó por un momento en la cruz. María me enseña a ser recio ante las dificultades, a soportar el dolor y el sufrimiento. Y por encima de todo a reconocer la voz de Dios en mi vida. A escuchar la voz de Cristo. A comprender Su Palabra, a vivirla, a hacerla mía, a seguirla y a obedecerla. El hágase en mi según tu Palabra no es algo perecedero, es un sí permanente en la vida cristiana. Es ser sensible a la llamada divina y a la capacidad de discernir y descubrir las diferentes formas con las que Dios se manifiesta, habla y actúa.
María me enseña a abrir mi corazón para estar abierto a la voluntad del Padre, a hacer lo que Él os diga, a sensibilizarme para comprender que Dios me habla y ser capaz de discernir su voz. María, que oraba y lo guardaba todo en su corazón, me enseña a vivir mi vida a través de la Palabra revelada y a seguir la inspiración del Espíritu Santo para entender lo que Dios quiere de mi, lo que Dios me quiere decir, lo que Dios espera de mi vida aunque por algún momento no lo comprenda.
María me muestra en su propia vida como Dios es capaz de cambiar la propia historia de las personas. Como de una persona corriente puede hacer maravillas. Como de una persona corriente como yo, puede obrar milagros siempre que sea capaz de discernir cuál es su voluntad para mi. María me enseña que basta la fe, la confianza, la humildad y un corazón abierto para que Dios pueda hacer cosas extraordinarias en su corazón. No ocurre solo con María. Lo hizo también con san José, al que le otorgó en sueños el privilegio de ser padre del Salvador o con Pablo, que la luz cegadora en el camino lo convirtió en el más aguerrido de los apóstoles.
Hoy, en el sí de mi vida, Dios también me habla. Se dirige a mi para que transforme lo que deba ser cambiado. Me habla y quiere que sea capaz de reconocer su voz. A través de la Palabra. A través de un familiar o de un amigo. A través de un suceso. A través de una situación concreta. Y para ello María me enseña que tengo que abrir el corazón, tenerlo limpio, abrirme a la acción del Espíritu, renunciar a mis propios egos, intereses y pensamientos y comprometerme con Él para ser transformado, renovado y sanado. María me invita a pensar como piensa Dios, desear lo que desea Dios, amar como ama Dios. Y dejarme guiar siempre por el Espíritu de la verdad que todo lo hace nuevo.
¡María, Madre de la escucha, de la apertura de corazón, de la humildad extrema, del servicio amoroso, concédeme la gracia de seguir tu ejemplo y ayúdame a abrir mis oídos y mi corazón para que sea capaz de escuchar la voz de Dios cuando me habla, cuando se dirige a mi, cuando quiere que haga su voluntad! ¡María, como hiciste tu, concédeme la ayuda para intentar entender Su Palabra! ¡Concédeme la gracia, Madre, de aprender a escuchar con confianza lo que me dicta el Espíritu Santo! ¡Contágiame, María, de tu fe firme y esperanzada, de tu fe fuerte, serena y confiada para que yo sea capaz de responder con alegría y con un sí decidido a todo lo que Dios me pida en la vida!
¡Muéstrame, Madre del corazón siempre abierto a acoger la voluntad de Dios, a disponer el mío para que se abra al amor, a la compasión, a la generosidad, al servicio, a la escucha, y recibir con entera entrega todo lo que Él me propone en mi vida! ¡Concédeme la gracia, María, medianera de todas las gracias, de mantenerme como Tu fiel a lo que me pida tu Hijo! ¡Totus tuus, María! ¡Todo tuyo, María!
Tú eres, Maria, la experiencia más bella del Evangelio.
En ti Dios se ha hecho Noticia Buena para el hombre.
Eres como la luz del alba que abre camino al Sol;
eres esa estrella matutina que anuncia el día.
Eres la mujer creyente que acoge y guarda la Palabra;
la Mujer joven que entra en el plan de Dios libre y gozosa.
Eres estilo de vida, nuevo y fascinante en la Historia;
eres, Maria, la virgen bella y fecunda de Nazareth.
Gracias, Maria, por tu corazón bueno y disponible.
Gracias, Maria, por tu corazón de ojos limpios y puros.
Gracias, Maria, por tu corazón sincero y transparente.
Gracias, Maria, por tu corazón claro y luminoso.
Gracias, Maria, por tu corazón sencillo y humilde.
Gracias, Maria, por tu corazón lleno de luz y de amor.
Gracias, Maria, por tu corazón abierto al infinito.
Gracias, Maria, por tu corazón joven; sencillamente, joven.
Aquí me tienes, en busca de un camino libre de fe
Aquí me tienes, en busca de un proyecto de vida.
Aquí me tienes, en busca de Alguien en quien dejar mi amor.
Aquí me tienes, en busca de semillas de alegría.
Aquí me tienes, en busca de la paz y el bien.
Aquí me tienes, en busca de un sendero de justicia.
Aquí me tienes, en busca del rostro del Dios vivo.
Aquí me tienes, en busca de la libertad perdida.
Gloria a ti, Maria, Casa donde Dios moral
Gloria a ti, Maria, Madre de Cristo y Madre mía.
¡Oh María, Madre de Jesús, nuestro Salvador y nuestra buena Madre!
Nosotros venimos a ofrecerte, con estos obsequios que colocamos a tus pies, nuestros corazones deseosos de serte agradable y a solicitar de tu bondad un nuevo ardor en tu santo servicio. Dígnate presentarnos a tu Divino Hijo, que en vista de sus méritos y a nombre de su santa Madre, dirija nuestros pasos por el sendero de la virtud.
Que haga lucir con nuevo esplendor la luz de la fe sobre los infortunados pueblos que gimen por tanto tiempo en las tinieblas del error; que vuelvan hacia Él y cambien tantos corazones rebeldes, cuya penitencia regocijará su corazón y el tuyo.
Que convierta a los enemigos de su Iglesia y que, en fin, encienda por todas partes el fuego de su ardiente caridad; que nos colme de alegría en medio de las tribulaciones de esta vida y de esperanzas en el porvenir. Amén
MARIA DEL MAGNÍFICAT
Maria, creemos como tú,
que la actitud más bella del creyente
es ponerse a cantar y agradecer
el don maravilloso del Señor
que llega hasta nosotros hecho gracia...
Maria, creemos como tú,
que abrirse a la Palabra y decir Si
es salir al encuentro del Señor
que nos sigue llamando cada día
a la hora de la tarde y de la brisa...
Maria, creemos como tú,
que el Dios de los humildes y los pobres
compromete a su Hijo
con todos los que sufren en sus carnes
el llanto del desprecio y la opresión...
Maria, creemos corno tú,
que el brazo del Señor
acoge a los sencillos
y niega al poderoso las razones
para hacer del dominio y la riqueza explotación.
Maria, creemos como tú,
que el dichoso y feliz del Nuevo Reino
descubre en el servicio
el camino que ensalza la grandeza
del pobre y del hermano ...
Maria, creemos como tú,
que el Dios de la promesa
se hizo en ti realidad y plenitud
y vive desde entonces nuestra historia
cogido de tu mano y nuestra mano
Ayúdanos Madre, a penetrar en el misterio de tu Concepción Inmaculada; haz que con nuestras vidas, seamos en verdad la presencia tuya para nuestro mundo.
Concédenos tu gracia para vivir en fidelidad el Carisma que el Espíritu Santo depositó en nuestra Madre Fundadora, como nuestra misión en la Iglesia.
Madre Inmaculada, dirige tu mirada de amor sobre todos aquellos que han recibido y reciben nuestra acción apostólica. Bendice a cuantos colaboran con nosotras en la tarea educativa y haz que sean fieles a sus compromisos cristianos.
A Ti, Madre de los hombres y de las Naciones, con confianza entregamos la humanidad entera, con sus temores y esperanzas. No dejes que les falte la luz de la verdadera sabiduría. Guíala en la búsqueda de la verdadera libertad y de la justicia. Dirige sus pasos por los caminos de la paz y la armonía.
Danos tu fuerza para caminar en la vida por los caminos de la fe y la esperanza y consíguenos la gracia de la eterna salvación.
Te lo pedimos por tu hijo y hermano nuestro. Amén.
OH MARÍA, MADRF, DE LA IGLESIA
Oh María, Madre de la Iglesia,
inspiradora y guía de nuestra Congregación:
nos acogemos a tu protección materna,
y fieles a nuestra vocación y misión
te prometemos trabajar siempre
por la mayor gloria de Dios,
por nuestra propia santificación
y por la salvación de las almas.
Con la confianza de hijos,
te rogamos por la Iglesia y por la Congregación
y por todos los redimidos por Cristo, tu Hijo,
sobre todo por los más pobres y abandonados.
Tú que fuiste la maestra de nuestra Fundadora,
enséñanos a imitarle fielmente,
sobre todo en su unión con Dios
en su vida virginal, humilde y pobre,
en su amor al trabajo y en su generosa entrega
al servicio de la Iglesia y de los hombres.
Concédenos que nuestro servicio al Señor,
siguiendo tu ejemplo de discípula y primera testigo suyo,
sea fiel y generoso hasta el final de nuestra vida,
para que podamos, así, llegar a la comunión plena
en la casa del Padre común. Amén.
Madre de Jesús y Madre de la Iglesia,
María, qué intima y misteriosa relación
guardas con estos hijos tuyos,
llamados a seguir más de cerca, como tú, a Jesús
Tu vida escondida, siempre sencilla y disponible,
llena de gracia y rebosando ternura y compasión,
nos estimula a la contemplación y al servicio,
a la acogida y al desprendimiento
y a estar junto a la cruz.
Por tu fecunda virginidad
somos hermanos y somos apóstoles de Cristo
Nuestra vida consagrada intenta reflejar, así,
los rasgos de tu acción materna entre los hombres.
Conscientes de cómo llegó hasta ti la plenitud de la vida
y de cómo la comunicaste al mundo sin tardanza,
queremos ser también sus transmisores
a través de la acogida y el compromiso.
Porque, compasiva, adelantaste la hora de tu Hijo,
queremos, como tú, ser solidarios:
con los pobres, con los que sufren, con los humildes.
Porque supiste de dolores y soledad,
queremos, como tú, mantenernos vigilantes
para que a ningún crucificado
le falte nunca una compañía maternal.
Porque fuiste siempre dócil
y confiaste en la acción transformante del Espíritu,
queremos someter, como tú, nuestras vidas
la permanente tarea de renovación;
propiciando así para la Iglesia un nuevo Pentecostés.
Tu incondicional entrega a Dios y a los hombres,
tu humildad, tu gratitud, tu fidelidad,
son otras tantas urgencias en nuestros corazones,
fácilmente expuestos a pactar con el egoísmo,
con la comodidad y la rutina.
Tú que fuiste la primera discípula y primera testigo de Jesús
y que vives ya glorificada en el cielo,
tú que eres la esperanza y guía de los que aún peregrinamos,
tú que eres la estrella y guía de la evangelización,
ilumina nuestro camino en pos de tu Hijo Jesús;
ayúdanos a configurarnos con Cristo,
para irradiar por el mundo la alegría de la salvación.
Tú que eres la más perfecta imagen de la Iglesia
y la figura acabada de la nueva humanidad,
aviva en nosotros tus sentimientos y tu generosidad
para ser celosos servidores del Reino. Amén.
Abre nuestro oído a la Palabra, para que reconozcamos la voz de Dios y su llamada.
Aviva en nosotros el deseo de seguir sus pasos, saliendo de nuestra tierra y confiando en su
promesa.
Ayúdanos a dejarnos tocar por su amor, para que podamos tocarlo en la fe.
Ayúdanos a fiarnos plenamente de él, a creer en su amor, sobre todo en los momentos de tribulación y de cruz, cuando
nuestra fe es llamada a crecer y a madurar.
Siembra en nuestra fe la alegría del Resucitado.
Recuérdanos que quien cree no está nunca solo.
Enséñanos a mirar con los ojos de Jesús, para que él sea luz en nuestro camino.
Y que esta luz de la fe crezca continuamente en nosotros, hasta que llegue el día sin ocaso, que es el
mismo Cristo, tu Hijo, nuestro Señor.
María, mujer de la escucha, haz que se abran nuestros oídos; que sepamos escuchar la Palabra de tu Hijo Jesús entre
las miles de palabras de este mundo; haz que sepamos escuchar la realidad en la que vivimos, a cada persona que encontramos, especialmente a quien es pobre, necesitado, tiene
dificultades.
María, mujer de la decisión, ilumina nuestra mente y nuestro corazón, para que sepamos obedecer a la Palabra de tu
Hijo Jesús sin vacilaciones; danos la valentía de la decisión, de no dejarnos arrastrar para que otros orienten nuestra vida.
María, mujer de la acción, haz que nuestras manos y nuestros pies se muevan “deprisa” hacia los demás, para llevar
la caridad y el amor de tu Hijo Jesús, para llevar, como tú, la luz del Evangelio al mundo. Amén.
Madre del silencio, que custodia el misterio de Dios,
líbranos de la idolatría del presente, a la que se condena quien olvida.
Purifica los ojos de los Pastores con el colirio de la memoria: volveremos a la lozanía de los orígenes, por una Iglesia orante y penitente.
Madre de la belleza, que florece de la fidelidad al trabajo cotidiano,
despiértanos del torpor de la pereza, de la mezquindad y del derrotismo.
Reviste a los Pastores de esa compasión que unifica e integra: descubriremos la alegría de una Iglesia sierva,
humilde y fraterna.
Madre de la ternura, que envuelve de paciencia y de misericordia,
ayúdanos a quemar tristezas, impaciencias y rigidez de quien no conoce pertenencia.
Intercede ante tu Hijo para que sean ágiles nuestras manos, nuestros pies y nuestro corazón: edificaremos la Iglesia
con la verdad en la caridad.
Madre, seremos el Pueblo de Dios, peregrino hacia el Reino. Amén.
Virgen y Madre María,
tú que, movida por el Espíritu,
acogiste al Verbo de la vida
en la profundidad de tu humilde fe,
totalmente entregada al Eterno,
ayúdanos a decir nuestro “sí”
ante la urgencia, más imperiosa que nunca,
de hacer resonar la Buena Noticia de Jesús.
Tú, llena de la presencia de Cristo,
llevaste la alegría a Juan el Bautista,
haciéndolo exultar en el seno de su madre.
Tú, estremecida de gozo,
cantaste las maravillas del Señor.
Tú, que estuviste plantada ante la Cruz
con una fe inquebrantable
y recibiste el alegre consuelo de la resurrección,
recogiste a los discípulos en la espera del Espíritu
para que naciera la Iglesia evangelizadora.
Consíguenos ahora un nuevo ardor de resucitados
para llevar a todos el Evangelio de la vida
que vence a la muerte.
Danos la santa audacia de buscar nuevos caminos
para que llegue a todos
el don de la belleza que no se apaga.
Tú, Virgen de la escucha y la contemplación,
madre del amor, esposa de las bodas eternas,
intercede por la Iglesia, de la cual eres el icono purísimo,
para que ella nunca se encierre ni se detenga
en su pasión por instaurar el Reino.
Estrella de la nueva evangelización,
ayúdanos a resplandecer en el testimonio de la comunión,
del servicio, de la fe ardiente y generosa,
de la justicia y el amor a los pobres,
para que la alegría del Evangelio
llegue hasta los confines de la tierra
y ninguna periferia se prive de su luz.
Madre del Evangelio viviente,
manantial de alegría para los pequeños,
ruega por nosotros.
Amén. Aleluya.
¡Oh Corazón divinísimo de mi amado Jesús, en quien la Santísima Trinidad depositó tesoros inmensos de celestiales gracias! Concededme un corazón semejante a vos mismo, y la gracia que os pido en esta novena, si es para mayor gloria de Dios, vuestro sagrado culto y bien de mi alma. Amén.
Ábreme, oh Jesús, tu Sagrado Corazón. Muéstrame sus encantos. Úneme a Él para siempre. Que todas las respiraciones y palpitaciones de mi corazón, aun cuando esté durmiendo, te sirvan de testimonio de mi amor y te digan sin cesar: Señor, te amo.
Recibe el poco bien que hago, dame tu gracia para reparar el mal que he hecho y para que te ame en el tiempo y te alabe por toda la eternidad. Amén.
¡Oh Corazón divinísimo de mi amado Jesús, en quien la Santísima Trinidad depositó tesoros inmensos de celestiales gracias! Concededme un corazón semejante a vos mismo, y la gracia que os pido , si es para mayor gloria de Dios, vuestro sagrado culto y bien de mi alma. Amén.
Oh! Soberano santuario, sagrario del verbo eterno, libra Virgen del infierno a los que rezamos tu santo rosario. Emperatriz poderosa de los mortales consuelos, ábrenos Virgen el cielo con una muerte dichosa y danos pureza de alma ya que eres tan poderosa.
Dios te salve María Santísima hija de Dios Virgen purísima, antes del parto en tus manos ponemos nuestra fe para que la ilumines, llena eres de gracia el Señor es contigo bendita eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre Jesús.
TODOS: Santa María…
Dios te salve María Santísima, Madre de Dios hijo, Virgen purísima, en el parto en tus manos ponemos nuestra esperanza para que la alientes, llena eres de gracia el Señor es contigo bendita eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre Jesús.
TODOS: Santa María…
Dios te salve María Santísima, esposa de Dios Espíritu Santo Virgen purísima, después del parto en tus manos ponemos nuestra caridad para que la inflames, llena eres de gracia el Señor es contigo bendita tu eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre Jesús.
TODOS: Santa María…
Dios te salve maría Santísima, templo, trono y sagrario de la Santísima Trinidad, Virgen concebida sin la culpa del pecado original danos tus gracias Señora y haz que con ellas nos salvemos y con pureza te digamos:
Dios te salve, Reina y Madre, Madre de misericordia, vida dulzura y esperanza nuestra, Dios te salve, a ti llamamos los desterrados hijos de Eva, a ti suspiramos gimiendo y llorando en este valle de lágrimas, ¡E ha! Pues Señora abogada nuestra, vuelve a nosotros esos tus ojos misericordiosos y después de este destierro muéstranos a Jesús, fruto bendito de tu vientre ¡Oh clemente! ¡Oh piadosa! ¡Oh dulce siempre Virgen María! Ruega por nosotros santa Madre de Dios para que seamos dignos y alcanzar las divinas gracias y promesas de nuestro Señor Jesucristo. Amén.
¡Oh Padre Eterno! Por medio del Corazón de Jesús, mi vida, mi verdad y mi camino, llego a Vuestra Majestad; por medio de este adorable Corazón, os adoro por todos los hombres que no os adoran; os amo por todos los que no os aman; os conozco por todos los que, voluntariamente ciegos, no quieren conoceros.
Por este divinísimo Corazón deseo satisfacer a Vuestra Majestad todas las obligaciones que os tienen todos los hombres; os ofrezco todas las almas redimidas con la preciosa sangre de vuestro divino Hijo, y os pido humildemente la conversión de todas por el mismo suavísimo Corazón. No permitáis que sea por más tiempo ignorado de ellas mi amado Jesús; haced que vivan por Jesús, que murió por todas. Presento también a Vuestra Majestad, sobre este santísimo Corazón, a vuestros siervos, mis amigos, y os pido los llenéis de su espíritu, para que, siendo su protector el mismo deífico Corazón, merezcan estar con vos eternamente. Amén.
Santa María, Madre Nuestra
que en cada misterio del santo rosario
nos brindas al Salvador.
Acudimos a ti necesitados.
Nos alegramos que desde la cruz
el Señor te halla encomendado la misión
de acercarnos a El y a su Iglesia
por la conversión y la penitencia.
Alentado por la confianza que nos inspiras
ponemos en tus manos maternales
nuestras preocupaciones y temores.
Pero, deseamos imitar tu fidelidad a Dios
aceptando con amor y humildad
todas las pruebas.
Madre Nuestra del Rosario
que tu presencia renueve nuestra vida,
alivie nuestro ser agobiado por
sufrimiento y la enfermedad,
sostenga nuestra docilidad a la gracia
y fortalezca nuestro Amor a los demás,
convirtiéndonos así en testigos del amor
del Padre que no vaciló, por tu intermedio,
en darnos a Jesús. Amén.
Letanías a la Llama de Amor del Inmaculado Corazón
Santísima trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo Ten piedad de nosotros
Santa María Ruega por nosotros
Señor San José Protégenos
San Miguel Arcángel Defiéndenos
Madre Santísima, al Santo Padre Envuélvelo en tu Llama de Amor
A los cardenales y delegados Concédeles tu Llama de Amor
A los arzobispos y obispos Ilumínalos con la luz de tu Llama de Amor
A los asesores eclesiásticos Instrúyelos con tu Llama de Amor
A todos los sacerdotes Santifícalo con tu Llama de Amor
A los religiosos de vida consagrada Sostenlos con tu Llama de Amor
A los misioneros Protégelos con tu Llama de Amor
A los seminaristas Fortalécelos con tu Llama de Amor
A las religiosas y novicias Enciéndelas con tu Llama de Amor
A los cenáculos de oración Acompáñales con tu Lama de Amor
A los santuarios familiares Arrópalos con tu Lama de Amor
A los coordinadores, asesores y fieles del movimiento Guárdalos en tu Llama de Amor
A los seglares comprometidos Anímales con tu Llama de Amor
Madre nuestra abrázanos con tu Llama de Amor Concédenos esta gracia
Madre nuestra ilumina las almas Concédenos esta gracia
Madre nuestra enciende los corazones Concédenos esta gracia
Madre nuestra fortalece nuestra fe Concédenos esta gracia
Madre nuestra alienta nuestra esperanza Concédenos esta gracia
Madre nuestra inflama nuestra caridad Concédenos esta gracia
Madre nuestra enséñanos a amar a Dios Concédenos esta gracia
Madre nuestra danos alegría Concédenos esta gracia
Madre nuestra danos pureza de corazón Concédenos esta gracia
Madre nuestra danos tus virtudes Concédenos esta gracia
Madre nuestra danos fortaleza Concédenos esta gracia
Madre nuestra indícanos el camino Concédenos esta gracia
Madre nuestra condúcenos al cielo Concédenos esta gracia
Madre nuestra líbranos del mal Concédenos esta gracia
Madre nuestra sostennos en la tribulación Concédenos esta gracia
Madre nuestra ayúdanos en el sufrimiento Concédenos esta gracia
Madre nuestra escóndenos en la persecución Concédenos esta gracia
Madre nuestra protege los matrimonios Concédenos esta gracia
Madre nuestra enfervoriza las familias Concédenos esta gracia
Madre nuestra defiende a los niños Concédenos esta gracia
Madre nuestra salva a los jóvenes Concédenos esta gracia
Madre nuestra sostén a los ancianos Concédenos esta gracia
Madre nuestra sana a los enfermos Concédenos esta gracia
Madre nuestra cobija a los niños no nacidos Concédenos esta gracia
Madre nuestra bendice a las madres embarazadas Concédenos esta gracia
Madre nuestra guía a las madres solteras Concédenos esta gracia
Madre nuestra consuela a las viudas Concédenos esta gracia
Madre nuestra ampara a los huérfanos Concédenos esta gracia
Madre nuestra ayuda a los desempleados Concédenos esta gracia
Madre nuestra une a los cristianos Concédenos esta gracia
Madre nuestra defiende a nuestra nación Concédenos esta gracia
Madre nuestra transforma a los gobernantes Concédenos esta gracia
Madre nuestra aléjanos de vicios y corrupción Concédenos esta gracia
Madre nuestra quita el materialismo en el mundo Concédenos esta gracia
Madre nuestra líbranos de falsas creencias Concédenos esta gracia
Madre nuestra acerca a los alejados Concédenos esta gracia
Madre nuestra convierte a los incrédulos Concédenos esta gracia
Madre nuestra calienta a los fríos Concédenos esta gracia
Madre nuestra impulsa a los tibios Concédenos esta gracia
Madre nuestra ayuda a los encarcelados Concédenos esta gracia
Madre nuestra levanta a los caídos Concédenos esta gracia
Madre nuestra libera a los oprimidos Concédenos esta gracia
Madre nuestra ilumina a los desesperados Concédenos esta gracia
Madre nuestra encuentra a los extraviados Concédenos esta gracia
Madre nuestra salva a los agonizantes Concédenos esta gracia
Madre nuestra libera a las almas del purgatorio Concédenos esta gracia
Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo. Como era en un principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos, amén. Madre mía, luz defensora, la Llama de Amor de tu inmaculado corazón, triunfará en medio de nuestros tormentos.
¡Oh María! ¡Soberana y Señora nuestra! En vuestro misericordioso seno me arrojo con confianza, y bajo vuestra Santa custodia pongo sin reserva por todos los días de mi vida, y a la hora de mi muerte, mi alma, mi cuerpo, mi esperanza y mi consuelo, mis penas y mis miserias, mi alegría y mi felicidad, para que mis pensamientos, mis palabras y mis obras sean dirigidas según vuestra voluntad y la de vuestro adorable Hijo. Amén.
Vos sois, oh María, la Esposa de la Santísima Trinidad, y el oculto tesoro de los bienes que dispensa; la gracia os ha sido concedida sin límites. Por Vos se ha levantado Eva de su caída y Adán ha sido admitido en el paraíso de donde había sido arrojado por la culpa. Por Vos, Santísima Virgen, y con vuestro socorro se ha concedido al mundo la paz celestial, y contados los hombres, como los ángeles, en el número de los siervos, de los amigos y de los hijos de Dios. Por Vos ha sido rechazada la muerte, despojado el infierno, derribados los ídolos, y propagado el conocimiento del cielo y de vuestro Divino Hijo por toda la tierra. Dignaos, pues, Señora, interceder en nuestro favor para que así tengamos la seguridad de alcanzar algún día el inmenso bien que Vos gozáis en toda su plenitud. Amén.
¡Oh bienaventurada María! Fijos están y estarán siempre en Vos los ojos de los fieles, como en la grande obra que a todos los siglos interesa. En Vos encuentran los ángeles la alegría, los justos la gracia y los pecadores el perdón. Con justicia os invocan todas las criaturas, porque en Vos y por Vos la mano del Omnipotente ha reproducido en cierto modo todo lo que antes había creado. Dignaos admitir lo poco que yo puedo ofrecer a Dios y ofrecédselo por mí, para que por vuestra intercesión no sea rechazado. Amén.
¡Oh Madre del dolor y del sufrimiento! ¡Reina de los mártires! Vos habéis llorado con lágrimas amargas la muerte de vuestro Hijo inmolado por mi salvación; pero ¿de qué me servirán vuestras lagrimas si tengo la desgracia de condenarme? Por los méritos de vuestros dolores, os suplico que os dignéis alcanzarme un verdadero arrepentimiento de mis pecados, un completo cambio de vida y una tierna compasión por los sufrimientos de vuestro divino Hijo y de los vuestros. Puesto que Jesús y Vos, aunque inocentes, habéis sufrido por mí, haced que yo, que por mis pecados merezco el infierno, padezca también algo por Vos. ¡Oh divina Madre mía Por la aflicción que experimentasteis al ver a vuestro divino Hijo inclinar la cabeza y espirar en la Cruz, os suplico que m« concedáis una buena muerte. ¡Ah! No desamparéis en aquel terrible trance a mi alma afligida y combatida por todos sus enemigos. Por si no puedo entonces invocar los dulces nombres de Jesús y de María, los invoco desde ahora y os ruego, oh santo objeto de mi esperanza, que me socorráis en mis últimos momentos. Amén.
Oh piadosa Madre de Dios!, Virgen María, te ruego me seas propicia: cancela todos mis vicios con tus dolores y con tu devotísima intercesión. Carísima María, socorre mi alma en la última hora de mi vida, y acude con la multitud de los ángeles y de los santos a defenderme contra los terrores del enemigo y los sufrimientos del infierno.
Acuérdate de la sangre preciosa e inocente en la muerte de tu amado Hijo Jesucristo, sufrida a causa de mí, pecador; de su costado herido y de todas las lágrimas que derramaste en tu entera vida; y ten compasión de mí. A ti suspiro, en tus méritos confío, "oh clemente, oh piadosa, oh dulce Virgen María", Amén.
"Ave María, piadosa Madre de Dios, llena de gracia, el Señor esté contigo, puerta de la misericordia". A ti, Señor Jesús, y a tu Santísima Madre María, encomiendo mi alma y mi cuerpo para que los guarden para la vida eterna. Oh Jesús y María piadosa Madre de Dios, mi única esperanza, que en toda tribulación y angustia me socorra su piedad. Ustedes son mis poderosísimos patronos, dignos de ser amados más que todos los santos. Yo, pobre y peregrino en esta tierra, no tengo a nadie, entre todos mis amigos y conocidos, que sea tan fiel y tan amado como ustedes, en quienes confío. Amén.