Signo grandioso de nuestra esperanza, te invocamos.
Oh Virgen del Perpetuo Socorro, Madre Santa del Redentor,
socorre a tu pueblo, que anhela resurgir.
Da a todos el gozo de trabajar por la construcción del Reino
en consciente y activa solidaridad con los más pobres,
anunciando de modo nuevo y valiente el Evangelio de tu Hijo.
Él es fundamento y cima de toda convivencia humana,
que aspira a una paz verdadera, estable y justa.
Como el Niño Jesús,
que admiramos en este venerado Icono,
también nosotros queremos estrechar tu mano derecha.
A ti no te falta poder ni bondad para socorrernos,
en las más diversas necesidades y circunstancias de la vida.
¡La hora actual es tu hora!
Ven, pues, en ayuda nuestra y sé para todos socorro,
refugio y esperanza. Amén”.
INVOCACIONES A LA VIRGEN DEL PERPETUO SOCORRO
¡Oh Madre del Perpetuo Socorro! ¡Oh Vos, cuyo solo nombre inspira confianza!
¡Venid en mi socorro, oh Madre de bondad!
En el momento peligroso de la tentación, para que yo resista.
¡Venid en mi socorro, oh Madre de bondad!
Cuando haya tenido la desgracia de pecar, para que vuelva a levantarme.¡Venid en mi socorro, oh Madre de
bondad!
Si algún lazo funesto me encadena al servicio del demonio, para romperlo.
¡Venid en mi socorro, oh Madre de bondad!
Contra las seducciones del mundo, las compañías peligrosas y los libros
perniciosos.
¡Venid en mi socorro, oh Madre de bondad!
Si vivo en la tibieza, para reanimarme.
¡Venid en mi socorro, oh Madre de bondad!
En la recepción de los sacramentos y en el cumplimiento de los deberes da la piedad
cristiana.
¡Venid en mi socorro, oh Madre de bondad!
En todas las pruebas y trabajos de la vida.
¡Venid en mi socorro, oh Madre de bondad!
Contra mi propia inconstancia y para perseverar hasta el fin.
¡Venid en mi socorro, oh Madre de bondad!
Para que incline al prójimo a amarte, a servirte y a invocarte.
¡Venid en mi socorro, oh Madre de bondad!
Para que os ame, os sirva y os invoque siempre.
¡Venid en mi socorro, oh Madre de bondad!
Oh Madre mía, hasta mi último día, hasta mi último suspiro.
¡Venid en mi socorro, oh Madre de bondad!
¡Oh Madre del Perpetuo Socorro! Tú conoces todos los dolores de mi vida y sobre todo la horrible pena que
hoy me trae a Tus
Plantas maternales.
Adoro la Divina Voluntad y beso resignado la Mano de mi Dios que me prueba; y hoy, como ayer y como
siempre, confío en Su Infinito
Poder y en Su Misericordia Infinita.
Pero Él puso en Tu Corazón las riquezas de Su Bondad y en Tus Manos los tesoros de Su Omnipotencia. Por
eso acudo a Ti, Madre
Mía del Perpetuo Socorro.
Señora y Madre mía, las sombras del dolor me envuelven por todas partes, y no sé a que puerta llamar para
tener algún consuelo en
esta amargura que me ahoga. Los hombres,unos me son adversos, otros me persiguen, otros me olvidan, los
más me miran con
indiferencia. Los pocos que parecen compadecerse de mí se declaran impotentes para remediar mi
mal.
Sólo me quedas Tú, Madre mía del Perpetuo Socorro. Por eso a Ti acudo lleno de confianza y amor. ¡Eres la
Madre de Dios! ¡Eres mi
Madre! Jesús aprieta Tus Manos para depositar en Ellas Su Misericordia y Su Amor. El primer milagro que
obró en Su vida mortal lo
obró movido por Tus súplicas. ¿No puedes hacer ahora otra súplica como aquélla en favor
mío?
Madre mía del Perpetuo Socorro vengo a pedirte un milagro, y que este milagro sea para gloria de Dios,
alabanza Tuya y santificación
de mi alma.
(Se hace la petición).
Aquí vendré nueve días seguidos a Tus Plantas. ¿Quedará Tu Maternal Corazón insensible a mis ardientes y
humildes súplicas? Porque
eres buena, porque eres fiel, porque eres según el plan Divino, Dueña de todos los tesoros de Dios, por
eso confío en Ti.
Sin embargo, que ahora y siempre se haga la voluntad de Dios, así en la tierra como en el Cielo. Tú, Madre
mía, hallarás en Tu Maternal
Corazón recursos poderosos para que descienda el bálsamo del consuelo ahí donde siga el dolor purificando
mi vida
¡Oh, Madre del Perpetuo Socorro, en Ti confío!
Primer gesto de misericordia: una mirada atenta. La mirada de la Virgen es especial, no son pocas las veces que me he podido perder en su mirada y encontrar paz, serenidad. Es curioso, pero no importa dónde te coloques, el Perpetuo Socorro siempre parece mirarte. María mira con atención al que se coloca frente a ella en este Icono, sin palabras. Además, está siempre atenta sin importar en la posición que estés su mirada ya te ha encontrado. Puedes probar: colócate a su derecha, a su izquierda, cerca o lejos… siempre te estará mirando.
Segundo gesto de misericordia: una mano tendida. El Icono nos muestra a María tendiendo su mano a su hijo. Es la mano de una madre que ofrece seguridad a su criatura. La mano de María se coloca sobre su corazón. No hay pliegues, no hay dobleces, entre lo que hacen sus manos y lo que dicta su corazón. Es ahí donde se produce el tierno encuentro del pequeño y su madre, sobre su corazón.
Tercer gesto de misericordia: ofrecer a Dios. María en este Icono del Perpetuo Socorro parece ofrecer a su hijo. El artista no quiso ofrecer una imagen de María acaparadora, que retiene a su hijo o que lo quiere sólo para ella. El gesto de la mano izquierda del Icono parece dar a entender que María nos ofrece a Jesús, no lo acapara sólo para ella. Lo sostiene y nos lo presenta y ofrece.
Cuarto gesto de misericordia: ser estrella que guía. Sobre el manto de María vemos colocada una estrella. María es la nueva estrella que nos guía a encontrarnos con su hijo. Es luz en el camino de otros, ofrece claridad en la noche. Ofrece la luz que recibe para poder iluminar el camino de los que andan perdidos.
Quinto gesto de misericordia: una sandalia que cae. Son muchas las explicaciones que se han dado a este gesto del Icono, desde las más piadosas: el niño corriendo hacia los brazos de su madre perdió su zapato, hasta las más técnicas: símbolo realizado al sellar un contrato por algunos pueblos antiguos. A mí me gusta pensar este gesto que nos ofrece el Icono como un desafío: llamados a ponernos en los zapatos del otro y recorrer el camino abierto por Jesús. Llamadas y llamados a recoger sus sandalias y andar sus caminos. Ponernos en los zapatos de Jesús nos haría ver el mundo desde perspectivas distintas, nuevas.
Sexto gesto de misericordia: un Icono sin pies. Sólo apreciamos los pies de Jesús, pero no los de María. Parece una imagen inacabada. Al mirarlo me gusta pensar que nosotros somos los pies de ese Icono hoy. Somos la comunidad que nos ponemos bajo la imagen la que termina la historia que nos quiso dejar el artista. El Icono no está completo sin el pueblo que bajo el Icono lo mira y ora. La imagen no está terminada sin la comunidad.
Séptimo gesto de misericordia: una mujer con un niño en brazos. La mayor parte del Icono lo ocupa María, una mujer. Los rasgos femeninos están bastante marcados, el artista quiso mostrar, rompiendo con algunos cánones de la iconografía la feminidad de María. Es una mujer, madre, vecina de Nazaret, la que sostiene entre sus brazos al hijo de Dios. Dios se nos manifiesta siendo niño en los brazos de en una mujer hebrea.
Octavo gesto de misericordia: anunciar la redención. Dos ángeles se colocan como custodios de este Icono y anuncian ya, con los instrumentos, la muerte de Jesús. Con ellos se sella una lectura teológica completa: el Hijo de María por su muerte y resurrección es Jesús el Cristo, como nos indica la inscripción.
Noveno gesto de misericordia: una ventana a lo divino. Los Iconos son como ventanas hacia la realidad divina. Símbolo de esto en los Iconos es el color dorado que se les da a las realidades divinas. Este Icono busca que se produzca un encuentro quiere ser símbolo que al mirarlo lleve más allá de él mismo.
Espero que ahora te sientes frente al Icono unos minutos, lo observes, lo leas y ores. Tras ello, no te olvides: “dadla a conocer”.
¡Madre Mía, socorre a mis hijos! Qué esta palabra sea el grito de mi corazón desde la aurora. ¡Oh María! que tu bendición los acompañe, los guarde, los defienda, los anime, los sostenga en todas partes y en todas las cosas.
Cuando postrados ante la presencia del Señor le ofrezcan sus tributos de alabanza y oración, cuando le presenten sus necesidades o imploren sus Divinas Misericordias, ¡Madre Mía socorre a mis hijos!
Cuando se dirijan al trabajo o al estudio donde el deber los llama; cuando pasen de una ocupación a otra, a cada movimiento que ejecuten, a cada paso que den y a cada nueva acción ¡Madre Mía, socorre a mis hijos!
Cuando la prueba venga a ejercitar su debilísima virtud y el cáliz de sufrimiento se muestre ante sus ojos; cuando la Divina Misericordia y purificarlos por el sufrimiento, ¡Madre Mía, socorre a mis hijos!
Cuando el infierno desencadenado contra ellos, se esfuerce en seducirlos con los atractivos del placer, las violencias de las tentaciones y los malos ejemplos, ¡Madre Mía, socorre y preserva de todo mal a mis hijos!
Cuando en la noche se dispongan al descanso a fin de continuar con nuevo fervor al día siguiente su camino hacia la patria eterna ¡Madre Mía, socorre a mis hijos!
Qué tu bendición Madre Mía, descienda sobre ellos, en el día, en la noche, en el consuelo, en la tristeza, en el trabajo, en el descanso, en la salud y en la enfermedad, en la vida y en la muerte.Amén
Primer Día
¡Oh Madre del Perpetuo Socorro — esos tus ojos! Me miran fijamente. No quiero dejar de mirarlos. Aunque sepan todo de mi no me molestan. No, todo lo contrario, me animan. Dame la gracia de mirarte siempre a los ojos, especialmente cuando estoy desalentado y soy tentado. Estoy seguro que tú nunca te avergüenzas de mí.
Dios te salve Maria. Llena eres de gracia. El Señor es contigo. Bendita tú eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre Jesus. Santa Maria Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Jesucristo quiere que en nuestros trabajos acudamos a Nuestra Señora del Perpetuo Socorro.
Levanta la vista ¡oh cristiano! y contempla a la Virgen del Perpetuo Socorro. Mira al Niño Jesús, que con sus manecitas temblorosas toma y estrecha la mano de su tierna Madre. ¿Que ha sucedido? Que dos ángeles le presentan los instrumentos de su futura Pasión, y que al verlos el adorable infante se llena de espanto, y busca en su dulce Madre protección y amparo. Con lo cual quiere decirte que, a imitación suya, debes tu también buscar siempre en María el socorro perpetuo en medio de las aflicciones de la vida presente. (Medítese y pídase con 9 Avemarías la gracia que se quiera alcanzar en esta Novena.)
Oración. ¡Oh Salvador mío, Jesucristo! Al contemplaros en brazos de vuestra Madre, veo que en medio de vuestro santo temor os estrecháis con Ella y me decís a mi que os imite, recurriendo yo también a la que es mi perpetuo socorro. Quiero, pues, entregar-me a Ella sin restricción alguna. ¡Oh María! Dios ha querido honraros, comunicando al culto de vuestras imágenes virtud milagrosa. Inspiradme ¡oh Madre del Perpetuo Socorro! confianza ilimitada en vuestra poderosa bondad.
Practica. Hacer esta Novena con fervor.
Por la señal de la Santa cruz, de nuestros enemigos, líbranos, Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
ORACIÓN PREPARATORIA PARA TODOS LOS DÍAS
¡Oh Madre del Perpetuo Socorro! Tú conoces todos los dolores de mi vida y sobre todo la horrible pena que hoy me trae a Tus Plantas maternales.
Adoro la Divina Voluntad y beso resignado la Mano de mi Dios que me prueba; y hoy, como ayer y como siempre, confío en Su Infinito Poder y en Su Misericordia Infinita.
Pero Él puso en Tu Corazón las riquezas de Su Bondad y en Tus Manos los tesoros de Su Omnipotencia. Por eso acudo a Ti, Madre Mía del Perpetuo Socorro.
Señora y Madre mía, las sombras del dolor me envuelven por todas partes, y no sé a que puerta llamar para tener algún consuelo en esta amargura que me ahoga. Los hombres, unos me son adversos, otros me persiguen, otros me olvidan, los más me miran con indiferencia. Los pocos que parecen compadecerse de mí se declaran impotentes para remediar mi mal.
Sólo me quedas Tú, Madre mía del Perpetuo Socorro. Por eso a Ti acudo lleno de confianza y amor. ¡Eres la Madre de Dios! ¡Eres mi Madre! Jesús aprieta Tus Manos para depositar en Ellas Su Misericordia y Su Amor. El primer milagro que obró en Su vida mortal lo obró movido por Tus súplicas. ¿No puedes hacer ahora otra súplica como aquélla en favor mío?
Madre mía del Perpetuo Socorro vengo a pedirte un milagro, y que este milagro sea para gloria de Dios, alabanza Tuya y santificación de mi alma. (Se hace la petición).
Aquí vendré nueve días seguidos a Tus Plantas. ¿Quedará Tu Maternal Corazón insensible a mis ardientes y humildes súplicas? Porque eres buena, porque eres fiel, porque eres según el plan Divino, Dueña de todos los tesoros de Dios, por eso confío en Ti.
Sin embargo, que ahora y siempre se haga la voluntad de Dios, así en la tierra como en el Cielo. Tú, Madre mía, hallarás en Tu Maternal Corazón recursos poderosos para que descienda el bálsamo del consuelo ahí donde siga el dolor purificando mi vida
¡Oh, Madre del Perpetuo Socorro, en Ti confío!
DÍA PRIMERO
Comenzar con la oración preparatoria para todos los días.
¿Qué me dice Tu Santa Imagen, oh Madre del Perpetuo Socorro? Que eres Madre de Dios. Ese Niño que descansa en Tus Brazos y que te llama con inefable cariño Madre, es Dios, el Hijo de Dios, Tu Verdadero Hijo….. Así lo declaran esas letras misteriosas que están al lado de las mejillas del Divino Infante.
Te lo anunció el Arcángel San Gabriel cuando te saludó llena de gracia y bendita entre las mujeres…. Lo viste por primera vez cuando en la cueva de Belén salió de Tus Purísimas Entrañas como un rayo de la Divinidad… Tuviste la dicha inefable de llevarlo en Tus Brazos y vivir toda Tu vida en Su compañía. Ni en la cruz quiso que te apartaras de Él….
¡Madre de Dios! A cada hora, a cada instante, en todos los climas y bajo todos los siglos, la Santa Iglesia cae rendida a Tus Plantas y proclama este título excelso que es la base de todas Tus grandezas y el fundamento de todos Tus privilegios: Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros.
Ante la gran Madre de Dios, ¿puede presentarse una ruin y pecadora criatura de este mundo? Las puertas del palacio de los reyes y de los poderosos cerradas están para los mendigos…, pero abiertas están de par en par las puertas del palacio de María para todos los pecadores y desgraciados. Y cuando más pecadores y desgraciados son con más piedad y ternura son recibidos.
Por eso, ¡oh Madre del Perpetuo Socorro!, de la tierra vengo y sin más títulos que mis miserias me he atrevido a presentarme ante Tu solio maternal…. Aquí te traigo escrito con lágrimas y con sangre el memorial de todas mis amarguras. Fíjate, Señora y Madre mía, en la pena que hoy me trae hasta aquí y verás que todo está perdido, que se han desvanecido todas las esperanzas humanas. Sólo me quedas Tú.
También un día la reina Ester, que era tu figura, se presentó triste y llorosa ante el rey Asuero. "Señor -le dijo- si he hallado gracia en tu presencia, te pido gracia para mi pueblo injustamente condenado a muerte…." Y la compasiva reina fue escuchada….
Y yo te digo también a Ti, Madre de Dios, Señora y Madre mía, ten piedad de mí…. Estoy condenado al dolor, al hambre, al trabajo y a las garras de las injusticias humanas.
Madre del Perpetuo Socorro, nadie Te llamó y lo desamparaste. En Ti confío.
Rezar 3 avemarías.
ORACIONES FINALES
Invocaciones para todos los días
¡Oh Madre mía, Perpetuo Socorro de todos los que sufren y de todos los que lloran! Permíteme que recostada mi frente abatida sobre Tu Corazón de Madre, te diga mis penas y te exponga mis deseos,
porque sólo Tú eres mi esperanza en esta hora tristísima en que me acosan todos los males.
Oración final para todos los días
¡Oh María! Ya que para inspirarme confianza, te quisiste llamar Madre del Perpetuo Socorro, yo (mencionar su nombre), aunque indigno de ser inscrito en el afortunado número de Tus
siervos, deseando no obstante participar de los benéficos efectos de Tu Misericordia, postrado ante Tu trono te consagro mi entendimiento, para que piense siempre en el amor que mereces; te
consagro mi lengua, para que ensalce Tus grandes prerrogativas y propague Tu devoción; te consagro mi corazón, para que después de Dios, te ame sobre todas las cosas.
Recíbeme ¡oh Gran Reina!, en el venturoso número de Tus siervos; acógeme bajo Tu protección; socórreme en todas mis necesidades espirituales y temporales, especialmente en el peligroso trance de mi agonía. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro! Sé que me amas más de lo que yo puedo amarme a mí mismo; por eso, te constituyo Señora y Árbitro de mis intereses y de todas mis cosas. Dispon, pues, libremente de mí y de cuanto me pertenece conforme Te agrade.
Bendíceme, ¡oh Madre mía!, y con Tu poderosa intercesión fortalece mi flaqueza, a fin de que, sirviéndote fielmente en esta vida, pueda alabarte, amarte y darte gracias en la otra eternamente.
Jaculatoria
¡Oh Madre, Madre del Perpetuo Socorro, ruega por mí!
¡Seas amada, seas alabada, seas invocada, seas eternamente bendita, ¡oh Virgen del Perpetuo Socorro!, mi esperanza, mi amor, mi Madre, mi refugio y mi vida. Amén.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Segundo Día
¡Oh Madre del Perpetuo Socorro — esa tu boca! Es callada y pequeña. Pero aun así te escucho rezando por mí en la quietud de tu corazón. Mantenme alejado del ruido ensordecedor y las quejas continuas. Guíame a la intimidad conmigo mismo donde contigo encuentre al Dios que esta siempre conmigo.
Dios te salve Maria. Llena eres de gracia. El Señor es contigo. Bendita tú eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre Jesus. Santa Maria Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
DÍA SEGUNDO
Nuestra Señora del Perpetuo Socorro quiere que acudamos a Ella en todas nuestras necesidades.
Vemos que la Virgen Santísima del Perpetuo Socorro, cuando el Niño Jesús estrecha su mano, en vez de volver sus miradas a Él las vuelve a nosotros. Sin duda quiere así mostrarnos su ardiente deseo de que acudamos a Ella. Con esta tierna y amorosa mirada nos esta, pues diciendo a todos: Yo soy Madre de Dios, pero también soy Madre vuestra. ¿Que mayor deseo puede tener una madre que el de ayudar y so-correr a sus hijos? Venid, pues, hijos míos, a mi. Acudid a mi en todas vuestras necesidades y miserias; en vuestras penas, en vuestros desfallecimientos, en vuestras dudas; y si alguna vez llegareis, por desgracia, a caer, después de vuestra caída venid: yo soy la Madre del Perpetuo Socorro; yo os consolare, yo os confirmare, os defenderé, y os conduciré a la Patria bienaventurada del cielo. (Medítese y pídase con 9 Avemarías)
Oración. ¡Oh dulce Madre mía! Si en Vos no viese yo mi perpetuo socorro, mis pecados me inducirían a temer que no había misericordia para mi. Pero Vos sois la misericordia perpetua: después de Dios en Vos quiero poner toda mi confianza, y desde ahora, me propongo acudir siempre a Vos en todas mis necesidades. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro. Dignaos socorrerme en todo tiempo y en todo lugar, en mis tentaciones y dificultades, en todas las miserias de esta vida, y sobre todo en la hora de la muerte.
Practica. Invocar con frecuencia a Nuestra Señora del Perpetuo Socorro durante la Novena
Por la señal de la Santa cruz, de nuestros enemigos, líbranos, Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
ORACIÓN PREPARATORIA PARA TODOS LOS DÍAS
¡Oh Madre del Perpetuo Socorro! Tú conoces todos los dolores de mi vida y sobre todo la horrible pena que hoy me trae a Tus Plantas maternales.
Adoro la Divina Voluntad y beso resignado la Mano de mi Dios que me prueba; y hoy, como ayer y como siempre, confío en Su Infinito Poder y en Su Misericordia Infinita.
Pero Él puso en Tu Corazón las riquezas de Su Bondad y en Tus Manos los tesoros de Su Omnipotencia. Por eso acudo a Ti, Madre Mía del Perpetuo Socorro.
Señora y Madre mía, las sombras del dolor me envuelven por todas partes, y no sé a que puerta llamar para tener algún consuelo en esta amargura que me ahoga. Los hombres, unos me son adversos, otros me persiguen, otros me olvidan, los más me miran con indiferencia. Los pocos que parecen compadecerse de mí se declaran impotentes para remediar mi mal.
Sólo me quedas Tú, Madre mía del Perpetuo Socorro. Por eso a Ti acudo lleno de confianza y amor. ¡Eres la Madre de Dios! ¡Eres mi Madre! Jesús aprieta Tus Manos para depositar en Ellas Su Misericordia y Su Amor. El primer milagro que obró en Su vida mortal lo obró movido por Tus súplicas. ¿No puedes hacer ahora otra súplica como aquélla en favor mío?
Madre mía del Perpetuo Socorro vengo a pedirte un milagro, y que este milagro sea para gloria de Dios, alabanza Tuya y santificación de mi alma. (Se hace la petición).
Aquí vendré nueve días seguidos a Tus Plantas. ¿Quedará Tu Maternal Corazón insensible a mis ardientes y humildes súplicas? Porque eres buena, porque eres fiel, porque eres según el plan Divino, Dueña de todos los tesoros de Dios, por eso confío en Ti.
Sin embargo, que ahora y siempre se haga la voluntad de Dios, así en la tierra como en el Cielo. Tú, Madre mía, hallarás en Tu Maternal Corazón recursos poderosos para que descienda el bálsamo del consuelo ahí donde siga el dolor purificando mi vida
¡Oh, Madre del Perpetuo Socorro, en Ti confío!
DÍA SEGUNDO
¿Qué me dice Tu Santa Imagen, oh Madre del Perpetuo Socorro? Que eres mi Madre. El Hijo de Dios, que es a la vez Hijo Tuyo, descansa en Tus Brazos…. El hijo pecador, que es el hombre, que en el dolor y en el amor fue engendrado al pie de la cruz, reza a Tus Pies. ¡Soy yo! Jesús busca Su consuelo y socorro en Tu Corazón y aprieta Tus Manos maternales, y Tú, en Ellas, lo recibes y lo llevas con amorosa complacencia…. ¡Es Tu Hijo! Pero al verme rezando a Tus Plantas, cargado de pecados y abatido bajo el peso de tantos males, me miras a mí….¡y que mirada la Tuya tan dulce y misericordiosa! Sólo las madres miran así….. No lo extraño…. ¡También yo soy tu hijo!
Madre mía, si no tienes brazos donde puedas llevarme, déjame que arrime mi frente a Tu Corazón, que entre en Él y que allí te cuente mis penas y te ofrezca mis plegarias. Los hijos no necesitan emplear muchas palabras para que las madres se den cuenta de los dolores que los matan y de las penas que los ahogan. Mira, Madre mía, a este hijo tuyo, a quien las lágrimas han arrastrado hasta Ti. Mírame y verás en la pupila de mis ojos que estoy triste, que me asfixio entre sombras, que estoy completamente solo, y que sin Ti la vida será imposible….. Nunca con más verdad que hoy te he dicho: Madre mía, sólo Tú me puedes salvar.
¿Me oyes? La fe me afirma que sí y mi corazón halla en este pensamiento un consuelo inefable. Me oyes, y Tu Corazón maternal se compadece de mis miserias. Ahí tienes en Tus Brazos a Tu Hijo y hermano mío Jesús; pídele por mí…. Las oraciones de las madres siempre hallan eco en Su Corazón…. Una madre, sólo con las lágrimas silenciosas, le pidió que le devolviera al hijo que llevaban a enterrar…. y volvió a la vida el muchacho. Otra madre se echó a Sus Pies y le pidió piedad para su pobre hija, que estaba atormentada del demonio…. En aquel momento Satanás dejaba aquella alma que fieramente atormentaba.
¿Serás Tú, Madre del Perpetuo Socorro, menos oída que aquellas madres desoladas? Sólo pensarlo me parece un crimen. Di, pues, a Tu Hijo: Hijo mío, esta alma está atormentada de muchos males. Un dolor muy grande, sobre todo en estos momentos, tortura su corazón. Óyela, cúrala, sálvala.
Madre mía, estoy en Tus Manos y en las Manos de Jesús.
Rezar 3 avemarías.
ORACIONES FINALES
Invocaciones para todos los días
¡Oh Madre mía, Perpetuo Socorro de todos los que sufren y de todos los que lloran! Permíteme que recostada mi frente abatida sobre Tu Corazón de Madre, te diga mis penas y te exponga mis deseos,
porque sólo Tú eres mi esperanza en esta hora tristísima en que me acosan todos los males.
Oración final para todos los días
¡Oh María! Ya que para inspirarme confianza, te quisiste llamar Madre del Perpetuo Socorro, yo (mencionar su nombre), aunque indigno de ser inscrito en el afortunado número de Tus
siervos, deseando no obstante participar de los benéficos efectos de Tu Misericordia, postrado ante Tu trono te consagro mi entendimiento, para que piense siempre en el amor que mereces; te
consagro mi lengua, para que ensalce Tus grandes prerrogativas y propague Tu devoción; te consagro mi corazón, para que después de Dios, te ame sobre todas las cosas.
Recíbeme ¡oh Gran Reina!, en el venturoso número de Tus siervos; acógeme bajo Tu protección; socórreme en todas mis necesidades espirituales y temporales, especialmente en el peligroso trance de mi agonía. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro! Sé que me amas más de lo que yo puedo amarme a mí mismo; por eso, te constituyo Señora y Árbitro de mis intereses y de todas mis cosas. Dispon, pues, libremente de mí y de cuanto me pertenece conforme Te agrade.
Bendíceme, ¡oh Madre mía!, y con Tu poderosa intercesión fortalece mi flaqueza, a fin de que, sirviéndote fielmente en esta vida, pueda alabarte, amarte y darte gracias en la otra eternamente.
Jaculatoria
¡Oh Madre, Madre del Perpetuo Socorro, ruega por mí!
¡Seas amada, seas alabada, seas invocada, seas eternamente bendita, ¡oh Virgen del Perpetuo Socorro!, mi esperanza, mi amor, mi Madre, mi refugio y mi vida. Amén.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Tercer Día
¡Oh Madre del Perpetuo Socorro — esa tu mano derecha! Sostiene y consuela al Nino agarrado fuertemente a ella con sus dos manos. Que siempre recuerde que esas pequeñas manos del Nino, son mis manos sostenidas por ti. Yo también soy tu hijo ó hija y tú eres verdaderamente mi Madre.
Dios te salve Maria. Llena eres de gracia. El Señor es contigo. Bendita tú eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre Jesus. Santa Maria Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
DÍA TERCERO
Venerar a nuestra Señora del Perpetuo Socorro es medio seguro para conseguir todos los tesoros del cielo.
Consideremos cada una de las palabras de esta advocación: Nuestra Señora del Perpetuo Socorro. María es Señora es decir, Madre de Dios, Reina poderosa del cielo y de la tierra. María es nuestra:
nuestra, por ser Madre del Redentor de los hombres, Abogada de los peca-dores, Madre de misericordia y Corredentora; y nuestra, sobre todo, por su maravillosa ternura de Madre. Maria es nuestro
socorro, porque con el nos libra de la mayor de las desgracias de esta vida, o sea del pecado María vela por nosotros, quita las ocasiones y disminuye la vehemencia de las tentaciones; María
conserva en sus hijos, la gracia santificante y el amor de Dios, y les consigue la perseverancia; María suaviza nuestras penas temporales y espirituales.
Por ultimo, es María nuestro socorro perpetuo, porque nos socorre a todas horas y en todos los instantes. Es nuestro socorro en el momento oportuno, en el formidable trance de la muerte y en
medio de las llamas del Purgatorio. (Medítese y pídase con 9 Avemarías)
Oración. ¡Oh Señora Nuestra, Madre del Perpetuo Socorro! ¡Cuantos tesoros de gracias y bendiciones proporcionáis a los individuos y a las familias que a Vos se consagran ¡Oh Madre mía! Dignaos recibirnos a todos como a hijos vuestros y derramar sobre todas las familias de los que estamos aquí vuestros insignes favores.
Practica. Introducir cada vez mas en la respectiva familia la costumbre de recurrir familiar y continuamente a Nuestra Señora del Perpetuo Socorro.
Por la señal de la Santa cruz, de nuestros enemigos, líbranos, Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
ORACIÓN PREPARATORIA PARA TODOS LOS DÍAS
¡Oh Madre del Perpetuo Socorro! Tú conoces todos los dolores de mi vida y sobre todo la horrible pena que hoy me trae a Tus Plantas maternales.
Adoro la Divina Voluntad y beso resignado la Mano de mi Dios que me prueba; y hoy, como ayer y como siempre, confío en Su Infinito Poder y en Su Misericordia Infinita.
Pero Él puso en Tu Corazón las riquezas de Su Bondad y en Tus Manos los tesoros de Su Omnipotencia. Por eso acudo a Ti, Madre Mía del Perpetuo Socorro.
Señora y Madre mía, las sombras del dolor me envuelven por todas partes, y no sé a que puerta llamar para tener algún consuelo en esta amargura que me ahoga. Los hombres, unos me son adversos, otros me persiguen, otros me olvidan, los más me miran con indiferencia. Los pocos que parecen compadecerse de mí se declaran impotentes para remediar mi mal.
Sólo me quedas Tú, Madre mía del Perpetuo Socorro. Por eso a Ti acudo lleno de confianza y amor. ¡Eres la Madre de Dios! ¡Eres mi Madre! Jesús aprieta Tus Manos para depositar en Ellas Su Misericordia y Su Amor. El primer milagro que obró en Su vida mortal lo obró movido por Tus súplicas. ¿No puedes hacer ahora otra súplica como aquélla en favor mío?
Madre mía del Perpetuo Socorro vengo a pedirte un milagro, y que este milagro sea para gloria de Dios, alabanza Tuya y santificación de mi alma. (Se hace la petición).
Aquí vendré nueve días seguidos a Tus Plantas. ¿Quedará Tu Maternal Corazón insensible a mis ardientes y humildes súplicas? Porque eres buena, porque eres fiel, porque eres según el plan Divino, Dueña de todos los tesoros de Dios, por eso confío en Ti.
Sin embargo, que ahora y siempre se haga la voluntad de Dios, así en la tierra como en el Cielo. Tú, Madre mía, hallarás en Tu Maternal Corazón recursos poderosos para que descienda el bálsamo del consuelo ahí donde siga el dolor purificando mi vida
¡Oh, Madre del Perpetuo Socorro, en Ti confío!
DÍA TERCERO
¿Qué me dice Tu Santa Imagen, oh Madre del Perpetuo Socorro? Que eres Corredentora del mundo. En la magna procesión conmemorativa de la Redención del linaje humano, avanzan los ángeles con los instrumentos de la Pasión, y en medio, escoltados por todos los siglos y por todos los hombres, amados, aclamados, venerados, avanzan los dos únicos héroes de esta empresa divina: Cristo Jesús y Tú, Madre mía.
No vivo entre sombras; camino a la luz de los resplandores de la fe. Por eso, creo y confieso que solo mi Dios y Padre Jesucristo me podía redimir.
Creo y confieso que, por glorificarte a Ti y por otros fines altísimos dignos de la Sabiduría Divina, te asoció a esta gran obra de la Redención del mundo.
Creo y confieso que, habiendo escogido Jesús, la cruz como instrumento de salvación, no hay para nadie redención sin cruz.
Creo y confieso que mis dolores y penas, las angustias del alma y los tormentos del cuerpo, son los instrumentos benditos que la Providencia Amorosa emplea para purificar mi alma, para expiar mis pecados, para labrar mi corona eterna y para acercarme más a Jesús.
Pero también creo y confieso que Dios en la vida sabe mezclar y santificar las tristezas y las alegrías, y que nos lleva al cielo, a veces derramando lágrimas, a veces cantando himnos de gratitud y de amor.
Adoro, Madre mía, los planes divinos sobre mí. Permite, sin embargo, que te diga como decía Mi Redentor en el Huerto de Getsemaní: "Aparta de mí este cáliz…, cura mis dolores…, remedia mis penas. Mira que el cáliz de mi corazón rebosa de amargura……"
Madre mía, cúrame, sálvame, y cantaré Tus Misericordias por los siglos de los siglos.
Rezar 3 avemarías.
ORACIONES FINALES
Invocaciones para todos los días
¡Oh Madre mía, Perpetuo Socorro de todos los que sufren y de todos los que lloran! Permíteme que recostada mi frente abatida sobre Tu Corazón de Madre, te diga mis penas y te exponga mis deseos,
porque sólo Tú eres mi esperanza en esta hora tristísima en que me acosan todos los males.
Oración final para todos los días
¡Oh María! Ya que para inspirarme confianza, te quisiste llamar Madre del Perpetuo Socorro, yo (mencionar su nombre), aunque indigno de ser inscrito en el afortunado número de Tus
siervos, deseando no obstante participar de los benéficos efectos de Tu Misericordia, postrado ante Tu trono te consagro mi entendimiento, para que piense siempre en el amor que mereces; te
consagro mi lengua, para que ensalce Tus grandes prerrogativas y propague Tu devoción; te consagro mi corazón, para que después de Dios, te ame sobre todas las cosas.
Recíbeme ¡oh Gran Reina!, en el venturoso número de Tus siervos; acógeme bajo Tu protección; socórreme en todas mis necesidades espirituales y temporales, especialmente en el peligroso trance de mi agonía. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro! Sé que me amas más de lo que yo puedo amarme a mí mismo; por eso, te constituyo Señora y Árbitro de mis intereses y de todas mis cosas. Dispon, pues, libremente de mí y de cuanto me pertenece conforme Te agrade.
Bendíceme, ¡oh Madre mía!, y con Tu poderosa intercesión fortalece mi flaqueza, a fin de que, sirviéndote fielmente en esta vida, pueda alabarte, amarte y darte gracias en la otra eternamente.
Jaculatoria
¡Oh Madre, Madre del Perpetuo Socorro, ruega por mí!
¡Seas amada, seas alabada, seas invocada, seas eternamente bendita, ¡oh Virgen del Perpetuo Socorro!, mi esperanza, mi amor, mi Madre, mi refugio y mi vida. Amén.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Cuarto Día
¡Oh Madre del Perpetuo Socorro — esa tu mano izquierda! Sostiene cómodamente sentado a tu hijo. Nunca se podrá caer de allí.
Tampoco yo caeré si a ti encomiendo mi cuidado. Ayúdame a que no caiga en la tontería de buscar las cosas perjudiciales que tanto daño me han causado en el pasado.
Tampoco yo caeré si a ti encomiendo mi cuidado. Ayúdame a que no caiga en la tontería de buscar las cosas perjudiciales que tanto daño me han causado en el pasado. Contigo Madre Santísima, estaré a salvo.
Dios te salve Maria. Llena eres de gracia. El Señor es contigo. Bendita tú eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre Jesus. Santa Maria Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
DÍA CUARTO
Nuestra Señora del Perpetuo Socorro ayuda a sus devotos a salir del pecado.
Uno de los principales oficios en que ejercita su solicitud Nuestra Señora del Perpetuo Socorro es el de sacar a las almas del pecado. A la manera como una madre llora y gime sobre el cadáver de su hijo, a quien desearía poder resucitar, María siente ardentísimos deseos de que vuelvan los pecadores a la vida de la gracia. Su grande ocupación consiste en interceder por ellos sin cesar; y Ella se gloria en ser su infatigable Abogada y en alcanzarles la gracia de la verdadera conversión, con tal que tengan a lo menos el deseo sincero de salir del pecado y que acudan a Ella pidiéndole la fuerza necesaria para romper las cadenas con que los tiene esclavizados la culpa. (Medítese y pídase con 9 Avemarías)
Oración. ¡Oh misericordiosa Abogada y refugio de los pecadores ¡Mucho he ofendido a Dios. En vuestras manos pongo mi salvación eterna. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro! Haced que no vuelva ya a tener la inmensa desgracia de corresponder con vil ingratitud a vuestros continuos favores. Alcanzadme de vuestro Hijo la gracia de una conversión sincera, para que en adelante le ame con todo mi corazón.
Practica. Rogar a Nuestra Señora del Perpetuo Socorro que nos veamos libres de todo pecado y que no reincidamos en nuestras culpas.
Por la señal de la Santa cruz, de nuestros enemigos, líbranos, Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
ORACIÓN PREPARATORIA PARA TODOS LOS DÍAS
¡Oh Madre del Perpetuo Socorro! Tú conoces todos los dolores de mi vida y sobre todo la horrible pena que hoy me trae a Tus Plantas maternales.
Adoro la Divina Voluntad y beso resignado la Mano de mi Dios que me prueba; y hoy, como ayer y como siempre, confío en Su Infinito Poder y en Su Misericordia Infinita.
Pero Él puso en Tu Corazón las riquezas de Su Bondad y en Tus Manos los tesoros de Su Omnipotencia. Por eso acudo a Ti, Madre Mía del Perpetuo Socorro.
Señora y Madre mía, las sombras del dolor me envuelven por todas partes, y no sé a que puerta llamar para tener algún consuelo en esta amargura que me ahoga. Los hombres, unos me son adversos, otros me persiguen, otros me olvidan, los más me miran con indiferencia. Los pocos que parecen compadecerse de mí se declaran impotentes para remediar mi mal.
Sólo me quedas Tú, Madre mía del Perpetuo Socorro. Por eso a Ti acudo lleno de confianza y amor. ¡Eres la Madre de Dios! ¡Eres mi Madre! Jesús aprieta Tus Manos para depositar en Ellas Su Misericordia y Su Amor. El primer milagro que obró en Su vida mortal lo obró movido por Tus súplicas. ¿No puedes hacer ahora otra súplica como aquélla en favor mío?
Madre mía del Perpetuo Socorro vengo a pedirte un milagro, y que este milagro sea para gloria de Dios, alabanza Tuya y santificación de mi alma. (Se hace la petición).
Aquí vendré nueve días seguidos a Tus Plantas. ¿Quedará Tu Maternal Corazón insensible a mis ardientes y humildes súplicas? Porque eres buena, porque eres fiel, porque eres según el plan Divino, Dueña de todos los tesoros de Dios, por eso confío en Ti.
Sin embargo, que ahora y siempre se haga la voluntad de Dios, así en la tierra como en el Cielo. Tú, Madre mía, hallarás en Tu Maternal Corazón recursos poderosos para que descienda el bálsamo del consuelo ahí donde siga el dolor purificando mi vida
¡Oh, Madre del Perpetuo Socorro, en Ti confío!
DÍA CUARTO
¿Qué me dice Tu Santa Imagen, oh Madre del Perpetuo Socorro? Que eres por disposición divina Dueña de todos los bienes de Dios y Dispensadora de todas Sus gracias.
Cuando la Iglesia te llama Madre de la Divina Gracia proclama que eres Madre de Jesús, que es la Gracia y Vida del mundo… Cuando te dice Auxilio de los cristianos, confiesa que eres amparo del pueblo cristiano en los momentos más angustiosos de su historia.
Cuando Te llamamos Madre del Perpetuo Socorro, reconocemos y confesamos que eres la Depositaria de todos los bienes de Dios. No lo pudieras ser si Tu Misericordia y Tu Poder no abarcaran todos los momentos de todos los hombres hasta el fin del mundo.
Por eso vengo a Tus Plantas y te suplico con todo mi corazón. Si acudo a los Santos, ellos tienen que acudir a Tu Poder Omnipotente, si acudo a Jesús, Jesús me envía a Ti, porque Él mismo Te ha constituido Dispensadora de todos Sus bienes…
Aquí estoy, aquí me tienes llamando con fe y confianza a las puertas de Tu Misericordia.
Óyeme y exclamaré con Tu gran siervo San Alfonso: "Todo lo bueno que de Dios recibimos, lo recibimos por la intercesión de María".
Óyeme y mi corazón agradecido repetirá con el Santo Pontífice Pío X: "Confesemos que es Madre de Misericordia, porque todos los bienes y todas las gracias que Dios concede a los desgraciados hijos de Adán, dispuso la Divina Providencia que pasaran por las Manos de la Virgen Santísima".
Óyeme y suspenderé mi corazón al pie de Tu Santa Imagen, y mi lengua dirá a todos los hombres: "Con la Virgen del Perpetuo Socorro me vinieron todos los bienes. Bendita y glorificada sea, por los siglos de los siglos".
Rezar 3 avemarías.
ORACIONES FINALES
Invocaciones para todos los días
¡Oh Madre mía, Perpetuo Socorro de todos los que sufren y de todos los que lloran! Permíteme que recostada mi frente abatida sobre Tu Corazón de Madre, te diga mis penas y te exponga mis deseos,
porque sólo Tú eres mi esperanza en esta hora tristísima en que me acosan todos los males.
Oración final para todos los días
¡Oh María! Ya que para inspirarme confianza, te quisiste llamar Madre del Perpetuo Socorro, yo (mencionar su nombre), aunque indigno de ser inscrito en el afortunado número de Tus
siervos, deseando no obstante participar de los benéficos efectos de Tu Misericordia, postrado ante Tu trono te consagro mi entendimiento, para que piense siempre en el amor que mereces; te
consagro mi lengua, para que ensalce Tus grandes prerrogativas y propague Tu devoción; te consagro mi corazón, para que después de Dios, te ame sobre todas las cosas.
Recíbeme ¡oh Gran Reina!, en el venturoso número de Tus siervos; acógeme bajo Tu protección; socórreme en todas mis necesidades espirituales y temporales, especialmente en el peligroso trance de mi agonía. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro! Sé que me amas más de lo que yo puedo amarme a mí mismo; por eso, te constituyo Señora y Árbitro de mis intereses y de todas mis cosas. Dispon, pues, libremente de mí y de cuanto me pertenece conforme Te agrade.
Bendíceme, ¡oh Madre mía!, y con Tu poderosa intercesión fortalece mi flaqueza, a fin de que, sirviéndote fielmente en esta vida, pueda alabarte, amarte y darte gracias en la otra eternamente.
Jaculatoria
¡Oh Madre, Madre del Perpetuo Socorro, ruega por mí!
¡Seas amada, seas alabada, seas invocada, seas eternamente bendita, ¡oh Virgen del Perpetuo Socorro!, mi esperanza, mi amor, mi Madre, mi refugio y mi vida. Amén.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Quinto Día
¡Oh Madre del Perpetuo Socorro — esa tu vestimenta roja y azul! Estos colores te presentan como la Virgen Madre. Hermoso pero imposible, pero con excepción de Ti que eres las dos cosas: Virgen y Madre. Tu Hijo lo hizo posible y cuido que te mantuvieras en esos dos estados: Madre y Virgen. Purifique mis ojos al mirar en los tuyos Virgen Madre. Ayúdame a creer en lo bueno y bonito
Dios te salve Maria. Llena eres de gracia. El Señor es contigo. Bendita tú eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre Jesus. Santa Maria Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
DÍA QUINTO
Nuestra Señora del Perpetuo Socorro defiende a sus devotos en las tentaciones.
La vida del cristiano sobre la tierra es una lucha constante. Rodeados estamos de enemigos por doquiera; de enemigos de todas clases, que se conjuran contra nosotros, maquinando nuestra perdición y ruina; ¿quien nos defenderá en medio de tantos peligros? La que continua-mente vela por sus hijos: Nuestra Señora del Perpetuo Socorro, que por si sola es mas terrible que un ejercito puesto en orden de batalla; la que es torre de David, fortaleza inexpugnable, de la cual penden mil escudos, armadura de los fuertes, y al mismo tiempo Madre nuestra; Madre tan tierna y amo-rosa, que mas desea Ella concedernos su so-corro, que nosotros alcanzarlo. (Medítese y pídase con 9 Avemarías)
Oración. ¡Oh María! Si he tenido la des-gracia de pecar, yo mismo he sido el autor de esta desgracia. ¡Ah! Si yo os hubiera invocado, Vos hubierais acudido en mi socorro y yo no hubiera caído. Haced, Madre mía, que en la hora del peligro me acuerde de Vos y os invoque diciendo: ¡Madre mía, socorredme! Así saldré con la victoria.
Practica. Recurrir a Nuestra Señora del Perpetuo Socorro en cuanto asome la tentación.
Por la señal de la Santa cruz, de nuestros enemigos, líbranos, Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
ORACIÓN PREPARATORIA PARA TODOS LOS DÍAS
¡Oh Madre del Perpetuo Socorro! Tú conoces todos los dolores de mi vida y sobre todo la horrible pena que hoy me trae a Tus Plantas maternales.
Adoro la Divina Voluntad y beso resignado la Mano de mi Dios que me prueba; y hoy, como ayer y como siempre, confío en Su Infinito Poder y en Su Misericordia Infinita.
Pero Él puso en Tu Corazón las riquezas de Su Bondad y en Tus Manos los tesoros de Su Omnipotencia. Por eso acudo a Ti, Madre Mía del Perpetuo Socorro.
Señora y Madre mía, las sombras del dolor me envuelven por todas partes, y no sé a que puerta llamar para tener algún consuelo en esta amargura que me ahoga. Los hombres, unos me son adversos, otros me persiguen, otros me olvidan, los más me miran con indiferencia. Los pocos que parecen compadecerse de mí se declaran impotentes para remediar mi mal.
Sólo me quedas Tú, Madre mía del Perpetuo Socorro. Por eso a Ti acudo lleno de confianza y amor. ¡Eres la Madre de Dios! ¡Eres mi Madre! Jesús aprieta Tus Manos para depositar en Ellas Su Misericordia y Su Amor. El primer milagro que obró en Su vida mortal lo obró movido por Tus súplicas. ¿No puedes hacer ahora otra súplica como aquélla en favor mío?
Madre mía del Perpetuo Socorro vengo a pedirte un milagro, y que este milagro sea para gloria de Dios, alabanza Tuya y santificación de mi alma. (Se hace la petición).
Aquí vendré nueve días seguidos a Tus Plantas. ¿Quedará Tu Maternal Corazón insensible a mis ardientes y humildes súplicas? Porque eres buena, porque eres fiel, porque eres según el plan Divino, Dueña de todos los tesoros de Dios, por eso confío en Ti.
Sin embargo, que ahora y siempre se haga la voluntad de Dios, así en la tierra como en el Cielo. Tú, Madre mía, hallarás en Tu Maternal Corazón recursos poderosos para que descienda el bálsamo del consuelo ahí donde siga el dolor purificando mi vida
¡Oh, Madre del Perpetuo Socorro, en Ti confío!
DÍA QUINTO
¿Qué me dice Tu Santa Imagen, oh Madre del Perpetuo Socorro? Que eres Reina de todos los ángeles. Por eso, ahí tienes a Tu lado a los dos grandes príncipes de la corte celestial. En actitud de religiosa veneración esperan Tus órdenes, al mismo tiempo que reconocen Tu excelsa autoridad. He ido llamando de puerta en puerta. Todas se me cerraron: la puerta de la riqueza, la puerta de la amistad, la puerta de la gratitud, la puerta de la ciencia, la puerta del poder… hasta la puerta de la caridad y de la misericordia…
Solo una puerta me queda abierta, la puerta donde Tu Perpetuo Socorro aguarda con los infinitos tesoros de Tu Poder y Tu Misericordia.
Madre mía, un ángel guió a Tobías en un escabroso viaje y llevó a su familia de parte de Dios, la curación, la felicidad y el amor. Otro ángel descendió sobre la obscura cueva donde el profeta Daniel estaba encerrado, para darle la comida del cuerpo y los consuelos del alma. Ahí a Tu lado están esos dos Arcángeles de la corte del cielo: San Rafael y San Gabriel. Diles que me ayuden y me salven, y al punto se acabaran los amargos dolores que me atormentan.
¿Es Satanás el que, por permisión de Dios, me persigue y me acosa como al Santo Job? ¿Son los hombres los que, ingratos e injustos, se ensañan implacables conmigo? Hay momentos, Madre mía, en que la tristeza, el desaliento y la desesperación me ahogan.
Madre mía, si a Ti y a Tu Hijo presentaron esos Arcángeles los instrumentos de dolor, que me traigan a mi el bálsamo de Tu Misericordia.
Pero… que no se haga mi voluntad, sino la voluntad de Dios.
Rezar 3 avemarías.
ORACIONES FINALES
Invocaciones para todos los días
¡Oh Madre mía, Perpetuo Socorro de todos los que sufren y de todos los que lloran! Permíteme que recostada mi frente abatida sobre Tu Corazón de Madre, te diga mis penas y te exponga mis deseos,
porque sólo Tú eres mi esperanza en esta hora tristísima en que me acosan todos los males.
Oración final para todos los días
¡Oh María! Ya que para inspirarme confianza, te quisiste llamar Madre del Perpetuo Socorro, yo (mencionar su nombre), aunque indigno de ser inscrito en el afortunado número de Tus
siervos, deseando no obstante participar de los benéficos efectos de Tu Misericordia, postrado ante Tu trono te consagro mi entendimiento, para que piense siempre en el amor que mereces; te
consagro mi lengua, para que ensalce Tus grandes prerrogativas y propague Tu devoción; te consagro mi corazón, para que después de Dios, te ame sobre todas las cosas.
Recíbeme ¡oh Gran Reina!, en el venturoso número de Tus siervos; acógeme bajo Tu protección; socórreme en todas mis necesidades espirituales y temporales, especialmente en el peligroso trance de mi agonía. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro! Sé que me amas más de lo que yo puedo amarme a mí mismo; por eso, te constituyo Señora y Árbitro de mis intereses y de todas mis cosas. Dispon, pues, libremente de mí y de cuanto me pertenece conforme Te agrade.
Bendíceme, ¡oh Madre mía!, y con Tu poderosa intercesión fortalece mi flaqueza, a fin de que, sirviéndote fielmente en esta vida, pueda alabarte, amarte y darte gracias en la otra eternamente.
Jaculatoria
¡Oh Madre, Madre del Perpetuo Socorro, ruega por mí!
¡Seas amada, seas alabada, seas invocada, seas eternamente bendita, ¡oh Virgen del Perpetuo Socorro!, mi esperanza, mi amor, mi Madre, mi refugio y mi vida. Amén.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Sexto Día
¡Oh Madre del Perpetuo Socorro, ese tu nombre — Madre de Dios! Eso es lo que significan las extrañas letras que aparecen en la parte superior de tu imagen. ¡Pero Jesus, el Hijo de Dios te ha dado para que también seas mi Madre! Lo hizo desde la cruz y así lo quiso hacer. Ayúdame a creerlo.
Dios te salve Maria. Llena eres de gracia. El Señor es contigo. Bendita tú eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre Jesus. Santa Maria Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
DÍA SEXTO
Nuestra Señora del Perpetuo Socorro asiste a sus devotos en todas las necesidades y trabajos de la vida.
Nuestra naturaleza tiene horror a las contradicciones y trabajos de esta vida los cuales son, empero, favores señalados que Dios hace a las almas que le aman. La verdadera sabiduría consiste en descubrir los tesoros inestimables de méritos que se hallan encerrados en las humillaciones y en los trabajos. ¿Quién, pues, nos dará a conocer este tesoro? María Santísima, la Reina de los mártires. Nuestra Señora del Perpetuo Socorro, que pasó toda su vida entre penas y dolores, nos enseñará, con su ejemplo, que en esta valle de lagrimas la cruz es la herencia de los elegidos y nos hará mas llevaderos los trabajos de este penoso destierro. (Medítese y pídase con 9 Avemarías)
Oración. ¡Oh María, Madre y Señora nuestra del Perpetuo Socorro! ¿Cómo quejarme de mis trabajos, cuando considero vuestros acerbos dolores? Vos sois verdadera Madre de Dios, y vuestra vida fue vida de dolor y sufrimiento: quiero, pues, aceptar con resignación, a lo menos, todas las penas que Dios me envíe. Alcanzadme, Madre mía, la gracia de no quejarme nunca en mis trabajos.
Practica. Recurrir en todas mis penas a Nuestra Señora del Perpetuo Socorro.
Por la señal de la Santa cruz, de nuestros enemigos, líbranos, Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
ORACIÓN PREPARATORIA PARA TODOS LOS DÍAS
¡Oh Madre del Perpetuo Socorro! Tú conoces todos los dolores de mi vida y sobre todo la horrible pena que hoy me trae a Tus Plantas maternales.
Adoro la Divina Voluntad y beso resignado la Mano de mi Dios que me prueba; y hoy, como ayer y como siempre, confío en Su Infinito Poder y en Su Misericordia Infinita.
Pero Él puso en Tu Corazón las riquezas de Su Bondad y en Tus Manos los tesoros de Su Omnipotencia. Por eso acudo a Ti, Madre Mía del Perpetuo Socorro.
Señora y Madre mía, las sombras del dolor me envuelven por todas partes, y no sé a que puerta llamar para tener algún consuelo en esta amargura que me ahoga. Los hombres, unos me son adversos, otros me persiguen, otros me olvidan, los más me miran con indiferencia. Los pocos que parecen compadecerse de mí se declaran impotentes para remediar mi mal.
Sólo me quedas Tú, Madre mía del Perpetuo Socorro. Por eso a Ti acudo lleno de confianza y amor. ¡Eres la Madre de Dios! ¡Eres mi Madre! Jesús aprieta Tus Manos para depositar en Ellas Su Misericordia y Su Amor. El primer milagro que obró en Su vida mortal lo obró movido por Tus súplicas. ¿No puedes hacer ahora otra súplica como aquélla en favor mío?
Madre mía del Perpetuo Socorro vengo a pedirte un milagro, y que este milagro sea para gloria de Dios, alabanza Tuya y santificación de mi alma. (Se hace la petición).
Aquí vendré nueve días seguidos a Tus Plantas. ¿Quedará Tu Maternal Corazón insensible a mis ardientes y humildes súplicas? Porque eres buena, porque eres fiel, porque eres según el plan Divino, Dueña de todos los tesoros de Dios, por eso confío en Ti.
Sin embargo, que ahora y siempre se haga la voluntad de Dios, así en la tierra como en el Cielo. Tú, Madre mía, hallarás en Tu Maternal Corazón recursos poderosos para que descienda el bálsamo del consuelo ahí donde siga el dolor purificando mi vida
¡Oh, Madre del Perpetuo Socorro, en Ti confío!
DÍA SEXTO
¿Qué me dice Tu Santa Imagen, oh Madre del Perpetuo Socorro? Que eres de verdad lo que Tu Nombre consolador encierra: Perpetuo Socorro de todos los hombres, y por tanto, Perpetuo Socorro mío…
Eres Perpetuo Socorro de todos los hombres. Eva, dice San Bernardo, fue la maldición para todos sus hijos. Desde aquel día aciago, todos los hombres arrastraban desde la cuna, la cadena de la maldición Divina. Pero, Tú Madre mía, has sido nuestra bendición… Todos al nacer levantan los ojos a Ti y ven en Ti la Madre querida, que ha de aplastar la cabeza de la infernal serpiente, que quiere inocularnos el veneno de la culpa y de la muerte.
Eres Perpetuo Socorro en todos los tiempos… Todos los días, desde el primer día del mundo, sale el sol y sus rayos espléndidos comunican al mundo la fecundidad, la belleza y la vida… No hay nadie que se esconda de Tu Luz bienhechora… Desde que Tú, ¡oh Madre mía!, fuiste predestinada para ser Madre de Dios y Madre nuestra, Tus Manos benditas han dejado caer sobre el mundo las lluvia de las gracias Divinas… Y se apagará el sol en el alto Cielo, y aún seguirás Tú derramando sobre todos los predestinados las alegrías de la gloria de Dios.
Eres Perpetuo Socorro en todas las edades de la vida… El niño te envía besos de amor; el joven te cuenta sus luchas; el hombre de edad madura te consulta sus empresas; las familias crecen, viven y rezan a Tus Plantas; y los ancianos entran confiados a la eternidad, cuando al morir han podido dirigirte una última mirada.
Eres Perpetuo Socorro en todas las penas. Cuando el cuerpo siente las mordeduras del dolor…, cuando la conciencia se agita entre las sombras de los remordimientos…, cuando la tristeza se mete en el alma y clava sus garras despiadadas…, cuando falta el pan y cuando huye la paz…, cuando la familia nos abandona y el mundo nos persigue…, cuando todas las criaturas parece que se conjuran contra nosotros, y cuando el infierno mismo nos rodea con sus olas de fuego…, aún entonces hay un lugar en el mundo donde estamos seguros, donde podemos cantar y bendecir a Dios: Tu Corazón, ¡oh Madre del Perpetuo Socorro!
Por eso a Ti acudo, y te llamo y te invoco; te llamaré y te invocaré hasta que al fin oigas mi angustiosa voz. Nueve días hace que vengo a Tus Plantas a pedirte un milagro porque sólo Tú me puedes salvar de este apurado trance… Que no se diga que Tu Perpetuo Socorro no se ha compadecido de mi miseria.
Adoro la Voluntad Divina, pero confío en Ti… Si es necesario que venga mil veces a Tus Pies, aquí me verías. Resiste, si puedes a mis lágrimas…, vuelve de lado Tu Rostro si Tu Corazón no me mira.
¡Oh Madre del Perpetuo Socorro! Para gloria de Tu Nombre, que llena el mundo, y que tantos tristes ha consolado, y a tantos enfermos ha curado, y a tantos huérfanos ha recogido, y a tantas víctimas ha glorificado, mírame y sálvame.
Rezar 3 avemarías.
ORACIONES FINALES
Invocaciones para todos los días
¡Oh Madre mía, Perpetuo Socorro de todos los que sufren y de todos los que lloran! Permíteme que recostada mi frente abatida sobre Tu Corazón de Madre, te diga mis penas y te exponga mis deseos,
porque sólo Tú eres mi esperanza en esta hora tristísima en que me acosan todos los males.
Oración final para todos los días
¡Oh María! Ya que para inspirarme confianza, te quisiste llamar Madre del Perpetuo Socorro, yo (mencionar su nombre), aunque indigno de ser inscrito en el afortunado número de Tus
siervos, deseando no obstante participar de los benéficos efectos de Tu Misericordia, postrado ante Tu trono te consagro mi entendimiento, para que piense siempre en el amor que mereces; te
consagro mi lengua, para que ensalce Tus grandes prerrogativas y propague Tu devoción; te consagro mi corazón, para que después de Dios, te ame sobre todas las cosas.
Recíbeme ¡oh Gran Reina!, en el venturoso número de Tus siervos; acógeme bajo Tu protección; socórreme en todas mis necesidades espirituales y temporales, especialmente en el peligroso trance de mi agonía. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro! Sé que me amas más de lo que yo puedo amarme a mí mismo; por eso, te constituyo Señora y Árbitro de mis intereses y de todas mis cosas. Dispon, pues, libremente de mí y de cuanto me pertenece conforme Te agrade.
Bendíceme, ¡oh Madre mía!, y con Tu poderosa intercesión fortalece mi flaqueza, a fin de que, sirviéndote fielmente en esta vida, pueda alabarte, amarte y darte gracias en la otra eternamente.
Jaculatoria
¡Oh Madre, Madre del Perpetuo Socorro, ruega por mí!
¡Seas amada, seas alabada, seas invocada, seas eternamente bendita, ¡oh Virgen del Perpetuo Socorro!, mi esperanza, mi amor, mi Madre, mi refugio y mi vida. Amén.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Séptimo Día
¡Oh Madre del Perpetuo Socorro — ese tu asustado Nino! ¡Hasta perdió una de las sandalias del pie corriendo hacia Ti! Ver la cruz y la lanza lo horrorizaron. Un día serán los objetos usados para matarlo. ¡Madre, yo quiero vivir! No dejes que ni el mal ni el pecado me engañen, pues solo traen muerte consigo.
Dios te salve Maria. Llena eres de gracia. El Señor es contigo. Bendita tú eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre Jesus. Santa Maria Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
DÍA SÉPTIMO
Nuestra Señora del Perpetuo Socorro ampara a sus devotos en la hora de la muerte.
El instante solemne en que morimos decide de nuestra suerte feliz o desgraciada por toda una eternidad. Esa es la hora en que el demonio despliega toda su astucia y todas sus fuerzas para ver de ganar una nueva alma. Pero no desmayemos: tengamos con-fianza, porque esa también es la hora de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro. No en balde dice tan a menudo todo fiel cristiano: Santa María Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Allí estará, pues, a nuestro lado, a la hora de la muerte, para que podamos pasar felizmente del tiempo a la eternidad. (Medítese y pídase con 9 Avemarías)
Oración. ¡Oh María! cuando pienso en las angustias de mi última hora tiemblo y me siento lleno de confusión. No me abandonéis, Madre mía, en tan críticos momentos: con-cededme la gracia de que os invoque entonces con mas fervor que nunca, a fin de expirar con vuestro dulcísimo nombre y el de vuestro Santísimo Hijo en los labios.
Practica.Encomendar cada uno su muerte a Nuestra Señora del Perpetuo Socorro.
Por la señal de la Santa cruz, de nuestros enemigos, líbranos, Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
ORACIÓN PREPARATORIA PARA TODOS LOS DÍAS
¡Oh Madre del Perpetuo Socorro! Tú conoces todos los dolores de mi vida y sobre todo la horrible pena que hoy me trae a Tus Plantas maternales.
Adoro la Divina Voluntad y beso resignado la Mano de mi Dios que me prueba; y hoy, como ayer y como siempre, confío en Su Infinito Poder y en Su Misericordia Infinita.
Pero Él puso en Tu Corazón las riquezas de Su Bondad y en Tus Manos los tesoros de Su Omnipotencia. Por eso acudo a Ti, Madre Mía del Perpetuo Socorro.
Señora y Madre mía, las sombras del dolor me envuelven por todas partes, y no sé a que puerta llamar para tener algún consuelo en esta amargura que me ahoga. Los hombres, unos me son adversos, otros me persiguen, otros me olvidan, los más me miran con indiferencia. Los pocos que parecen compadecerse de mí se declaran impotentes para remediar mi mal.
Sólo me quedas Tú, Madre mía del Perpetuo Socorro. Por eso a Ti acudo lleno de confianza y amor. ¡Eres la Madre de Dios! ¡Eres mi Madre! Jesús aprieta Tus Manos para depositar en Ellas Su Misericordia y Su Amor. El primer milagro que obró en Su vida mortal lo obró movido por Tus súplicas. ¿No puedes hacer ahora otra súplica como aquélla en favor mío?
Madre mía del Perpetuo Socorro vengo a pedirte un milagro, y que este milagro sea para gloria de Dios, alabanza Tuya y santificación de mi alma. (Se hace la petición).
Aquí vendré nueve días seguidos a Tus Plantas. ¿Quedará Tu Maternal Corazón insensible a mis ardientes y humildes súplicas? Porque eres buena, porque eres fiel, porque eres según el plan Divino, Dueña de todos los tesoros de Dios, por eso confío en Ti.
Sin embargo, que ahora y siempre se haga la voluntad de Dios, así en la tierra como en el Cielo. Tú, Madre mía, hallarás en Tu Maternal Corazón recursos poderosos para que descienda el bálsamo del consuelo ahí donde siga el dolor purificando mi vida
¡Oh, Madre del Perpetuo Socorro, en Ti confío!
DÍA SÉPTIMO
¿Qué me dice Tu Santa Imagen, oh Madre del Perpetuo Socorro? Que eres la última Esperanza del hombre en esta vida. Que cuando todos los nombres se despiertan con el alma sombría y desesperada sin rayo de luz, sólo Tu Nombre del Perpetuo Socorro brilla en el fondo del alma como la última sonrisa de la Misericordia de Dios.
Ese Hijo Divino que llevas en Tus Brazos ha visto los tormentos que le prepara el pueblo judío. Ese pueblo implacable pedirá que Su Sangre caiga sobre él. Jesús ve con pena como se arranca de Sus Brazos y se aleja. Eso indica la sandalia que cuelga de Su Pie. No ha podido desprenderse del todo…, porque Dios nunca abandona completamente al hombre
¡Qué gran lección nos dan la Justicia y la Misericordia Divinas! ¡Hemos pecado! La Justicia Divina nos condena, nos rechaza… Nuestro pecado contra un Dios que ha muerto por nosotros es demasiado grande. ¡No merecemos perdón!.… Y huimos ante la Infinita Justicia.
Pero no hemos podido separarnos del todo de Dios… No nos resolvemos a darle el postrer adiós de despedida a Su Madre y nuestra Madre María… Su Amor y Su Nombre lo llevamos muy metido dentro del alma… Sólo una débil correa nos une a Jesús: la devoción a Su Madre…
La Santa Iglesia, ante el lecho de los moribundos, para alcanzar para ellos perdón y gracia en esa hora tremenda, reza: "Acuérdate, Señor, que a pesar de los pecados de su juventud, no negó tu fe".
Y yo te digo: "Madre mía, dos cosas guardo en mi alma como suprema esperanza: la fe en mi Jesús… y tu amor, Madre mía del alma".
Por eso vengo hoy a Tus Plantas… El mundo me rechaza…, los hombres me abandonan…, la familia se olvida de mí…, hasta la misma conciencia me persigue…. Y, entre tanto, los males me asedian y los dolores me atormentan… Mi corazón y mi cuerpo sangran por todos los poros.
Madre mía, Tú eres mi última esperanza. A Ti acudo. Necesito un milagro y te lo pido.
Te lo pido y lo espero, y mi lengua Te alabará toda la vida.
Rezar 3 avemarías.
ORACIONES FINALES
Invocaciones para todos los días
¡Oh Madre mía, Perpetuo Socorro de todos los que sufren y de todos los que lloran! Permíteme que recostada mi frente abatida sobre Tu Corazón de Madre, te diga mis penas y te exponga mis deseos,
porque sólo Tú eres mi esperanza en esta hora tristísima en que me acosan todos los males.
Oración final para todos los días
¡Oh María! Ya que para inspirarme confianza, te quisiste llamar Madre del Perpetuo Socorro, yo (mencionar su nombre), aunque indigno de ser inscrito en el afortunado número de Tus
siervos, deseando no obstante participar de los benéficos efectos de Tu Misericordia, postrado ante Tu trono te consagro mi entendimiento, para que piense siempre en el amor que mereces; te
consagro mi lengua, para que ensalce Tus grandes prerrogativas y propague Tu devoción; te consagro mi corazón, para que después de Dios, te ame sobre todas las cosas.
Recíbeme ¡oh Gran Reina!, en el venturoso número de Tus siervos; acógeme bajo Tu protección; socórreme en todas mis necesidades espirituales y temporales, especialmente en el peligroso trance de mi agonía. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro! Sé que me amas más de lo que yo puedo amarme a mí mismo; por eso, te constituyo Señora y Árbitro de mis intereses y de todas mis cosas. Dispon, pues, libremente de mí y de cuanto me pertenece conforme Te agrade.
Bendíceme, ¡oh Madre mía!, y con Tu poderosa intercesión fortalece mi flaqueza, a fin de que, sirviéndote fielmente en esta vida, pueda alabarte, amarte y darte gracias en la otra eternamente.
Jaculatoria
¡Oh Madre, Madre del Perpetuo Socorro, ruega por mí!
¡Seas amada, seas alabada, seas invocada, seas eternamente bendita, ¡oh Virgen del Perpetuo Socorro!, mi esperanza, mi amor, mi Madre, mi refugio y mi vida. Amén.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Octavo Día
¡Oh Madre del Perpetuo Socorro — esos tus Arcángeles Miguel y Gabriel! Ellos cargan la cruz que un día tendrá que enfrentar tu Hijo. Nosotros sabemos que los Ángeles son buenos mensajeros. Por medio de la cruz de Jesus tenemos esperanza y vida. Ayúdame a comprender mejor que hay una bendición en cada sufrimiento.
Dios te salve Maria. Llena eres de gracia. El Señor es contigo. Bendita tú eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre Jesus. Santa Maria Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
DÍA OCTAVO
Nuestra Señora del Perpetuo Socorro auxilia a sus devotos en el Purgatorio.
Muy dignas son de compasión las almas del Purgatorio, porque padecen tormentos atroces y no pueden ayudarse a si mismas; pero María las socorre con la mas tierna misericordia. La Santísima Virgen alivia a aquellas almas tan queridas, rogando por ellas, y a veces hasta desciende a aquel lugar de tormentos para consolar y confortar a sus fieles siervos; mas aun: su poderosa y maternal intercesión se emplea en abreviar el tiempo de sus penas y en librarlas de aquel fuego purificador. (Medítese y pídase con 9 Avemarías)
Oración. Oh María! ¡Cuantos pecados he cometido en todo el curso de mi vida, y cuan escasa ha sido mi penitencia! ¡Oh cuan largo y cuan terrible habrá de ser para mi el Purgatorio, si Vos no me otorgáis vuestro auxilio! En Vos pongo toda mi confianza. ¡Oh Virgen del Perpetuo Socorro! postrado a vuestros pies os suplico me obtengáis la gracia de no caer ni aun en las mas leves faltas, y la de expiar todos mis pecados en esta vida. Espero que no me negareis esta merced.
Practica. Rogar a Nuestra Señora del Perpetuo Socorro por las almas del Purgatorio.
Por la señal de la Santa cruz, de nuestros enemigos, líbranos, Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
ORACIÓN PREPARATORIA PARA TODOS LOS DÍAS
¡Oh Madre del Perpetuo Socorro! Tú conoces todos los dolores de mi vida y sobre todo la horrible pena que hoy me trae a Tus Plantas maternales.
Adoro la Divina Voluntad y beso resignado la Mano de mi Dios que me prueba; y hoy, como ayer y como siempre, confío en Su Infinito Poder y en Su Misericordia Infinita.
Pero Él puso en Tu Corazón las riquezas de Su Bondad y en Tus Manos los tesoros de Su Omnipotencia. Por eso acudo a Ti, Madre Mía del Perpetuo Socorro.
Señora y Madre mía, las sombras del dolor me envuelven por todas partes, y no sé a que puerta llamar para tener algún consuelo en esta amargura que me ahoga. Los hombres, unos me son adversos, otros me persiguen, otros me olvidan, los más me miran con indiferencia. Los pocos que parecen compadecerse de mí se declaran impotentes para remediar mi mal.
Sólo me quedas Tú, Madre mía del Perpetuo Socorro. Por eso a Ti acudo lleno de confianza y amor. ¡Eres la Madre de Dios! ¡Eres mi Madre! Jesús aprieta Tus Manos para depositar en Ellas Su Misericordia y Su Amor. El primer milagro que obró en Su vida mortal lo obró movido por Tus súplicas. ¿No puedes hacer ahora otra súplica como aquélla en favor mío?
Madre mía del Perpetuo Socorro vengo a pedirte un milagro, y que este milagro sea para gloria de Dios, alabanza Tuya y santificación de mi alma. (Se hace la petición).
Aquí vendré nueve días seguidos a Tus Plantas. ¿Quedará Tu Maternal Corazón insensible a mis ardientes y humildes súplicas? Porque eres buena, porque eres fiel, porque eres según el plan Divino, Dueña de todos los tesoros de Dios, por eso confío en Ti.
Sin embargo, que ahora y siempre se haga la voluntad de Dios, así en la tierra como en el Cielo. Tú, Madre mía, hallarás en Tu Maternal Corazón recursos poderosos para que descienda el bálsamo del consuelo ahí donde siga el dolor purificando mi vida
¡Oh, Madre del Perpetuo Socorro, en Ti confío!
DÍA OCTAVO
¿Qué me dice Tu Santa Imagen, oh Madre del Perpetuo Socorro? Que en la noche obscura de la tormenta, Tú eres la Estrella que brilla en el cielo de la vida, como rayo de luz, como guía de los navegantes.
Por eso el artista que pintó Tu devota Imagen dibujó sobre Tu Frente una estrella. Desde entonces, la Santa Iglesia, en la Letanía, que es la poesía del amor, Te invoca y Te dice: Estrella de la mañana, ruega por nosotros.
Desde entonces San Bernardo, el heraldo de Tus Grandezas, a todos los que en la nave de Pedro van bogando hacia el Cielo, les dice: "Cuando los envuelvan las nieblas, cuando bramen los vientos, cuando los abismos abran sus fauces inmensas, cuando las olas se levanten como montañas de hirviente espuma, amenazándolos con una muerte cierta, miren esta Estrella, llamen a María…"
Desde entonces, todos los marineros que surcan los mares Te invocan en medio de los horrores de la tempestad. En medio de una loca tempestad apareciste Tú, Madre del Perpetuo Socorro. Te colgaron de un mástil roto, Te invocaron y se calmaron las olas y renació la calma.
Aquí tienes a Tus Plantas, ¡oh Madre del Perpetuo Socorro!, a un alma que va bogando por el mar de la vida hacia el puerto del Cielo..… y la tormenta me ha sorprendido.
¡Soy un náufrago! Estoy bebiendo las aguas salobres de todas las amarguras humanas… Me ahogan ya las olas de las tentaciones del infierno.
Los vientos locos del dolor y del hambre me lanzan contra los escollos de la desesperación.
Sólo me queda una tabla, a la cual me agarro con desesperadas angustias, Tu Nombre Bendito… Sólo en el Cielo obscuro, que por todas partes me rodea, veo una estrella: es la que brilla en Tu Frente.… La vi de niño como una sonrisa de Tu Amor…. La veo ahora como una mirada de Tu Misericordia. Parece que en esta tempestad horrenda que me ahoga me dices: "Ten esperanza; los míos no se hunden jamás en los abismos. Naufragan, pero los recogen Mis Brazos amorosos"….
Lo sé, Madre mía; lo creo… Lo he experimentado mil veces en mi vida. Sálvame una vez más. Estrella bendita, que luces en la frente de mi Madre del Perpetuo Socorro, guíame…. Voy a Ti…, voy a Dios…, voy al Cielo… Madre mía ¡gracias!
Rezar 3 avemarías.
ORACIONES FINALES
Invocaciones para todos los días
¡Oh Madre mía, Perpetuo Socorro de todos los que sufren y de todos los que lloran! Permíteme que recostada mi frente abatida sobre Tu Corazón de Madre, te diga mis penas y te exponga mis deseos,
porque sólo Tú eres mi esperanza en esta hora tristísima en que me acosan todos los males.
Oración final para todos los días
¡Oh María! Ya que para inspirarme confianza, te quisiste llamar Madre del Perpetuo Socorro, yo (mencionar su nombre), aunque indigno de ser inscrito en el afortunado número de Tus
siervos, deseando no obstante participar de los benéficos efectos de Tu Misericordia, postrado ante Tu trono te consagro mi entendimiento, para que piense siempre en el amor que mereces; te
consagro mi lengua, para que ensalce Tus grandes prerrogativas y propague Tu devoción; te consagro mi corazón, para que después de Dios, te ame sobre todas las cosas.
Recíbeme ¡oh Gran Reina!, en el venturoso número de Tus siervos; acógeme bajo Tu protección; socórreme en todas mis necesidades espirituales y temporales, especialmente en el peligroso trance de mi agonía. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro! Sé que me amas más de lo que yo puedo amarme a mí mismo; por eso, te constituyo Señora y Árbitro de mis intereses y de todas mis cosas. Dispon, pues, libremente de mí y de cuanto me pertenece conforme Te agrade.
Bendíceme, ¡oh Madre mía!, y con Tu poderosa intercesión fortalece mi flaqueza, a fin de que, sirviéndote fielmente en esta vida, pueda alabarte, amarte y darte gracias en la otra eternamente.
Jaculatoria
¡Oh Madre, Madre del Perpetuo Socorro, ruega por mí!
¡Seas amada, seas alabada, seas invocada, seas eternamente bendita, ¡oh Virgen del Perpetuo Socorro!, mi esperanza, mi amor, mi Madre, mi refugio y mi vida. Amén.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Noveno Día
¡Madre del Perpetuo Socorro — ese color dorado que te rodea y te envuelve en el icono donde vives! El dorado simboliza el cielo donde tú vives ahora como Reina del Cielo y de la Tierra. Sé que un día moriré, como cualquier otro. Nadie puede vivir para siempre en este mundo. Ayúdame a recordar que hay un cielo que me espera.
Dios te salve Maria. Llena eres de gracia. El Señor es contigo. Bendita tú eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre Jesus. Santa Maria Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
DÍA NOVENO
Consagrarse a Nuestra Señora del Perpetuo Socorro y servirla con fidelidad es hacer cierta la perseverancia.
En este día consagrémonos a María; y para esto hagamos por Ella lo que Ella hace por nosotros. María nos ama; pues amémosla nosotros. ¡Que honra la nuestra amar a la Madre de Dios! Amémosla, entregándonos a Ella con entera confianza, por ser nuestra verdadera Madre. María es nuestra bienhechora; es nuestro perpetuo socorro. Por nuestra parte, prometámosle recurrir constantemente a su misericordia; prometámosle sinceramente perseverar en nuestros el ejercicios o practicas diarias de devoción en honor suyo, y experimentaremos cuan cierta es esta sentencia: que el verdadero devoto de María no puede condenarse. (Medítese y pídase con 9 Avemarías)
Consagración a María. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro! Yo os consagro mi cuerpo con todos sus sentidos, y mi alma con sus potencias. De aquí en adelante quiero serviros con fervor, invocaros sin cesar y trabajar por ganar corazones que os amen. ¡Oh Madre mía! Haced que no pase día alguno de mi vida sin que os invoque con amor filial.
Practica. Encomendar nuestra perseverancia a Nuestra Señora del Perpetuo Socorro.
Por la señal de la Santa cruz, de nuestros enemigos, líbranos, Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
ORACIÓN PREPARATORIA PARA TODOS LOS DÍAS
¡Oh Madre del Perpetuo Socorro! Tú conoces todos los dolores de mi vida y sobre todo la horrible pena que hoy me trae a Tus Plantas maternales.
Adoro la Divina Voluntad y beso resignado la Mano de mi Dios que me prueba; y hoy, como ayer y como siempre, confío en Su Infinito Poder y en Su Misericordia Infinita.
Pero Él puso en Tu Corazón las riquezas de Su Bondad y en Tus Manos los tesoros de Su Omnipotencia. Por eso acudo a Ti, Madre Mía del Perpetuo Socorro.
Señora y Madre mía, las sombras del dolor me envuelven por todas partes, y no sé a que puerta llamar para tener algún consuelo en esta amargura que me ahoga. Los hombres, unos me son adversos, otros me persiguen, otros me olvidan, los más me miran con indiferencia. Los pocos que parecen compadecerse de mí se declaran impotentes para remediar mi mal.
Sólo me quedas Tú, Madre mía del Perpetuo Socorro. Por eso a Ti acudo lleno de confianza y amor. ¡Eres la Madre de Dios! ¡Eres mi Madre! Jesús aprieta Tus Manos para depositar en Ellas Su Misericordia y Su Amor. El primer milagro que obró en Su vida mortal lo obró movido por Tus súplicas. ¿No puedes hacer ahora otra súplica como aquélla en favor mío?
Madre mía del Perpetuo Socorro vengo a pedirte un milagro, y que este milagro sea para gloria de Dios, alabanza Tuya y santificación de mi alma. (Se hace la petición).
Aquí vendré nueve días seguidos a Tus Plantas. ¿Quedará Tu Maternal Corazón insensible a mis ardientes y humildes súplicas? Porque eres buena, porque eres fiel, porque eres según el plan Divino, Dueña de todos los tesoros de Dios, por eso confío en Ti.
Sin embargo, que ahora y siempre se haga la voluntad de Dios, así en la tierra como en el Cielo. Tú, Madre mía, hallarás en Tu Maternal Corazón recursos poderosos para que descienda el bálsamo del consuelo ahí donde siga el dolor purificando mi vida
¡Oh, Madre del Perpetuo Socorro, en Ti confío!
DÍA NOVENO
¿Qué me dice Tu Santa Imagen, oh Madre del Perpetuo Socorro? Que eres de verdad lo que Tu Nombre consolador encierra: Perpetuo Socorro de todos los hombres, y por tanto, Perpetuo Socorro mío…
Eres Perpetuo Socorro de todos los hombres. Eva, dice San Bernardo, fue la maldición para todos sus hijos. Desde aquel día aciago, todos los hombres arrastraban desde la cuna, la cadena de la maldición Divina. Pero, Tú Madre mía, has sido nuestra bendición… Todos al nacer levantan los ojos a Ti y ven en Ti la Madre querida, que ha de aplastar la cabeza de la infernal serpiente, que quiere inocularnos el veneno de la culpa y de la muerte.
Eres Perpetuo Socorro en todos los tiempos… Todos los días, desde el primer día del mundo, sale el sol y sus rayos espléndidos comunican al mundo la fecundidad, la belleza y la vida… No hay nadie que se esconda de Tu Luz bienhechora… Desde que Tú, ¡oh Madre mía!, fuiste predestinada para ser Madre de Dios y Madre nuestra, Tus Manos benditas han dejado caer sobre el mundo las lluvia de las gracias Divinas… Y se apagará el sol en el alto Cielo, y aún seguirás Tú derramando sobre todos los predestinados las alegrías de la gloria de Dios.
Eres Perpetuo Socorro en todas las edades de la vida… El niño te envía besos de amor; el joven te cuenta sus luchas; el hombre de edad madura te consulta sus empresas; las familias crecen, viven y rezan a Tus Plantas; y los ancianos entran confiados a la eternidad, cuando al morir han podido dirigirte una última mirada.
Eres Perpetuo Socorro en todas las penas. Cuando el cuerpo siente las mordeduras del dolor…, cuando la conciencia se agita entre las sombras de los remordimientos…, cuando la tristeza se mete en el alma y clava sus garras despiadadas…, cuando falta el pan y cuando huye la paz…, cuando la familia nos abandona y el mundo nos persigue…, cuando todas las criaturas parece que se conjuran contra nosotros, y cuando el infierno mismo nos rodea con sus olas de fuego…, aún entonces hay un lugar en el mundo donde estamos seguros, donde podemos cantar y bendecir a Dios: Tu Corazón, ¡oh Madre del Perpetuo Socorro!
Por eso a Ti acudo, y te llamo y te invoco; te llamaré y te invocaré hasta que al fin oigas mi angustiosa voz. Nueve días hace que vengo a Tus Plantas a pedirte un milagro porque sólo Tú me puedes salvar de este apurado trance… Que no se diga que Tu Perpetuo Socorro no se ha compadecido de mi miseria.
Adoro la Voluntad Divina, pero confío en Ti… Si es necesario que venga mil veces a Tus Pies, aquí me verías. Resiste, si puedes a mis lágrimas…, vuelve de lado Tu Rostro si Tu Corazón no me mira.
¡Oh Madre del Perpetuo Socorro! Para gloria de Tu Nombre, que llena el mundo, y que tantos tristes ha consolado, y a tantos enfermos ha curado, y a tantos huérfanos ha recogido, y a tantas víctimas ha glorificado, mírame y sálvame.
Rezar 3 avemarías.
ORACIONES FINALES
Invocaciones para todos los días
¡Oh Madre mía, Perpetuo Socorro de todos los que sufren y de todos los que lloran! Permíteme que recostada mi frente abatida sobre Tu Corazón de Madre, te diga mis penas y te exponga mis deseos,
porque sólo Tú eres mi esperanza en esta hora tristísima en que me acosan todos los males.
Oración final para todos los días
¡Oh María! Ya que para inspirarme confianza, te quisiste llamar Madre del Perpetuo Socorro, yo (mencionar su nombre), aunque indigno de ser inscrito en el afortunado número de Tus
siervos, deseando no obstante participar de los benéficos efectos de Tu Misericordia, postrado ante Tu trono te consagro mi entendimiento, para que piense siempre en el amor que mereces; te
consagro mi lengua, para que ensalce Tus grandes prerrogativas y propague Tu devoción; te consagro mi corazón, para que después de Dios, te ame sobre todas las cosas.
Recíbeme ¡oh Gran Reina!, en el venturoso número de Tus siervos; acógeme bajo Tu protección; socórreme en todas mis necesidades espirituales y temporales, especialmente en el peligroso trance de mi agonía. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro! Sé que me amas más de lo que yo puedo amarme a mí mismo; por eso, te constituyo Señora y Árbitro de mis intereses y de todas mis cosas. Dispon, pues, libremente de mí y de cuanto me pertenece conforme Te agrade.
Bendíceme, ¡oh Madre mía!, y con Tu poderosa intercesión fortalece mi flaqueza, a fin de que, sirviéndote fielmente en esta vida, pueda alabarte, amarte y darte gracias en la otra eternamente.
Jaculatoria
¡Oh Madre, Madre del Perpetuo Socorro, ruega por mí!
¡Seas amada, seas alabada, seas invocada, seas eternamente bendita, ¡oh Virgen del Perpetuo Socorro!, mi esperanza, mi amor, mi Madre, mi refugio y mi vida. Amén.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Virgen del Perpetuo Socorro, Madre de Dios y Madre nuestra, en esta novena, tus devotos, venimos a tus pies, para pedirte tu protección y ponernos en tus manos. Te damos gracias por habernos dado el conocerte mejor. Sabemos que eres la mujer fuerte en el dolor, la mujer sencilla que siempre dijo Sí al Señor, el modelo perfecto para todos de fe, de esperanza y de amor.
Tú eres nuestro Perpetuo Socorro, cuyo solo nombre inspira confianza. Queremos imitarte en toda nuestra vida. Danos un corazón grande y humilde como el tuyo, para que todos tengan cabida en él. Un corazón limpio, donde no brote el mal. Un corazón fuerte en la dificultad. Queremos vivir siempre tu devoción y propagarla.
Ayúdanos a decir siempre Sí a Jesús y a cumplir la voluntad del Señor en nuestra vida. En estos momentos te consagramos nuestros desvelos, nuestros miedos, nuestros sufrimientos, alegrías y esperanzas. Ponemos en tus manos nuestra parroquia del Perpetuo Socorro, todo cuanto somos y tenemos, nuestros hogares y familias. No nos dejes de tu mano, pues eres Madre de Dios y Madre nuestra. ¡Madre del Perpetuo Socorro, ruega por nosotros que recurrimos a Ti!
Oh Madre del Perpetuo Socorro, gracias a este nombre mi corazón desborda confianza en ti. Vengo aquí, frente a tus pies, a presentar todas las necesidades de mi vida y de mi muerte. Vengo a llamar sobre todas estas miserias tu materno socorro. ¡Oh Madre mía!, dígnate escucharme desde el Cielo y darme una favorable acogida.
En todas mis dificultades y penas, ¡ven en mi socorro, Madre caritativa!
En el momento peligroso de la tentación…
Cuando tenga la desgracia de caer en pecado, para que me levantes…
Si algún lazo funesto me encadena al servicio del demonio, para que pueda romperlo…
Si vivo en la tibieza, para que Jesucristo no me vomite de su boca…
Cuando sea negligente en acudir a Ti, para que en seguida te invoque…
Para recibir dignamente los sacramentos…
En todos los ejercicios de un cristiano fervoroso, sobre todo en la oración y meditación…
Para que conserve o recobre la castidad…
Para que adquiera la humildad…
Para que pueda amar a Dios de todo corazón…
Para que, por amor a Dios, me avenga en todo con su santa voluntad…
Para que cumpla fielmente los deberes de mi estado…
Cuando la enfermedad aflija mi cuerpo y abata mi alma…
Cuando la angustia y la tristeza se apoderen de mí…
Si Dios me sujeta al tormento de las penas interiores…
Si la Providencia me prueba con la pobreza o los reveses de la fortuna…
Si encuentro en mi propia familia motivo de dolor…
Cuando sea humillado, contrariado, maltratado…
Para que obtenga la salud y el bienestar de quienes me son queridos…
Para que logre la liberación de las almas del Purgatorio…
Para que coopere en la salvación de los pecadores…
Para que obtenga la gracia de la perseverancia final…
Cuando sobrevenga mi última enfermedad…
En mi último suspiro…
Cuando me presente ante tu Hijo que ha de ser mi Juez…
Cuando esté en el Purgatorio…
En todo tiempo y lugar…
Para que te sirva, ame e invoque siempre…
Para que te haga amar y servir por muchos cristianos…
Alabada, amada, invocada, bendita seas por siempre, ¡oh Virgen del Perpetuo Socorro!, esperanza mía, amor mío, Madre mía, felicidad y vida mía. Así sea.
Primer Día
He aquí, ¡oh, Madre del Perpetuo Socorro!, un miserable pecador a tus pies, que a Ti acude y en Ti confía. ¡Oh, Madre de Misericordia, ten piedad de mí! Yo escucho que todos te invocan el refugio y la esperanza de los pecadores: sé, entonces, el refugio y la esperanza mía. Socórreme por amor de Jesucristo: da la mano a un mísero caído que a ti se encomienda y se consagra tu siervo para siempre.
Bendigo y agradezco a Dios, que por su misericordia me ha dado esta confianza en Ti, la cual es para mí señal de la eterna salud.
Oh, Madre, que en el pasado he caído miserablemente porque no he recurrido a Ti. Sé que con tu ayuda venceré; sé que me ayudarás si a Ti me encomiendo; pero temo que en las ocasiones de peligro, yo deje de llamarte y así me pierda. Esta gracia, entonces te ruego, te la suplico cuanto sé y puedo: que cuanto me asalten las tentaciones, siempre recurra a Ti y te diga: Madre, ayúdame; Madre del Perpetuo Socorro, no permitas que pierda a mi Dios.
5 Ave María
Antífona: Santa María, socorre a los pobres, ayuda a los temerosos, fortalece a los débiles; ora por el pueblo, protege al clero, intercede por la mujer; sientan todos tu ayuda, en cualquier lugar donde se celebre tu santa conmemoración.
V: Tú eres, Señora Nuestra, nuestro refugio. R: Auxilio en todo acontecimiento o tribulación.
Oremos: Dios omnipotente y misericordioso, que nos diste el venerar con el especial título de Perpetuo Socorro a la imagen de la Bienaventurada Virgen María: concede benigno que contemos siempre, en todo lugar y momento de la vida, de la protección de la Inmaculada Virgen María y merezcamos así, alcanzar los premios de la eterna redención. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.
Segundo Día
¡Oh, Madre del Perpetuo Socorro!, concédeme que yo pueda siempre invocar tu poderoso nombre, porque tu nombre es auxilio de quien vive; salud de quien muere.
¡Oh, Madre purísima, María dulcísimo!, haz que tu nombre sea, de hoy en adelante, el respiro de mi vida. Señora, no tardes en socorrerme siempre que te llamo; ya que en todas las tentaciones que me cercarán y las necesidades que tendré, yo no quiero dejar jamás de llamarte, replicando siempre: ¡María, María!
¡Que consuelo, que dulzura, que confianza, que ternura siente mi alma en solo nombrarte, en solo pensar en Ti1 Agradezco al Señor que me ha dado para mi bien, este nombre tan dulce, tan amable y tan poderoso. Pero no me alegro solamente de llamarte, quiero nombrarte por amor, quiero que el amor me recuerde de llamarte siempre: Madre del Perpetuo Socorro.
5 Ave María
Antífona: Santa María, socorre a los pobres, ayuda a los temerosos, fortalece a los débiles; ora por el pueblo, protege al clero, intercede por la mujer; sientan todos tu ayuda, en cualquier lugar donde se celebre tu santa conmemoración.
V: Tú eres, Señora Nuestra, nuestro refugio. R: Auxilio en todo acontecimiento o tribulación.
Oremos: Dios omnipotente y misericordioso, que nos diste el venerar con el especial título de Perpetuo Socorro a la imagen de la Bienaventurada Virgen María: concede benigno que contemos siempre, en todo lugar y momento de la vida, de la protección de la Inmaculada Virgen María y merezcamos así, alcanzar los premios de la eterna redención. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.
Tercer Día
Oh, Madre del Perpetuo Socorro, Tú eres la dispensadora de todas las gracias que Dios nos concede a nosotros, miserables, y por eso te ha hecho poderosa, rica y buena, a fin de que nos auxilies en nuestras miserias.
Tú eres la abogada de los más pecadores, míseros y abandonados que a Ti acuden, ayúdame, también a mí, que a Ti me encomiendo. En tu mano dejo mi salvación eterna, a Ti te entrego mi alma. Tenme entre tus siervos más especiales, tómame bajo tu protección y eso me basta, sí, porque si tú me socorres, nada temo, no temo a mis pecados, porque tú me obtendrás el perdón; no temo a los demonios, porque
Tú eres más poderosa que todo el infierno, no temo a mi Juez, Jesús, porque a tu oración, El se aplaca. Temo solamente que por mi negligencia deje de encomendarme a Ti, y así, estaré perdido. Señora mía, obtiene el perdón de mis pecados, el amor a Jesús, la perseverancia final y la gracia de recurrir siempre a Ti, ¡oh, Madre del Perpetuo Socorro!
5 Ave María
Antífona: Santa María, socorre a los pobres, ayuda a los temerosos, fortalece a los débiles; ora por el pueblo, protege al clero, intercede por la mujer; sientan todos tu ayuda, en cualquier lugar donde se celebre tu santa conmemoración.
V: Tú eres, Señora Nuestra, nuestro refugio. R: Auxilio en todo acontecimiento o tribulación.
Oremos: Dios omnipotente y misericordioso, que nos diste el venerar con el especial título de Perpetuo Socorro a la imagen de la Bienaventurada Virgen María: concede benigno que contemos siempre, en todo lugar y momento de la vida, de la protección de la Inmaculada Virgen María y merezcamos así, alcanzar los premios de la eterna redención. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.
El 27 de junio es la fiesta de esta hermosa advocación de la Santísima Virgen María relacionada con un antiguo icono oriental, del siglo XIII o XIV, de autor desconocido y que, se estima, reproduce la pintura de Nuestra Señora hecha por San Lucas, el Evangelista, hace casi dos mil años.
En el cuadro se muestra a la Virgen con el Niño Jesús, quien observa a dos ángeles que le muestran los instrumentos de su futura pasión. Se agarra fuerte con las dos manos de su Madre Santísima quien lo sostiene en sus brazos. Esta imagen nos recuerda la maternidad divina de la Virgen y su amor y cuidado por Jesús desde su concepción hasta su muerte. Hoy la Virgen, nuestra Madre, ama, cuida y socorre a todos sus hijos que acudimos a ella con plena confianza.
Durante siglos, la imagen original se veneró en Constantinopla (hoy Estambul, Turquía) como reliquia milagrosa, hasta que fue destruida por los musulmanes en 1453, cuando los turcos conquistaron la ciudad. Tiempo después, durante ese siglo XV, la bella copia de la pintura perdida de Nuestra Señora se encontraba en manos de un comerciante, cristiano piadoso y devoto de la Virgen María, que deseaba evitar a toda costa que el cuadro se destruyera como tantas otras imágenes religiosas que corrieron con esa suerte durante la expansión musulmana hacia occidente.
Para escapar con ella se embarcó rumbo a Roma; pero ya en el mar se desató una violenta tormenta que puso en grave peligro al barco en que viajaba. Cuando ya todos a bordo se preparaban para lo peor, el mercader sostuvo en alto el icono de Nuestra Señora implorando socorro. La Santísima Virgen respondió a su oración con un milagro: la tormenta cesó de inmediato y las aguas se calmaron. Todos llegaron a Roma sanos y salvos. Luego, este devoto comerciante profetizaría que llegaría el tiempo en que en todo el mundo se veneraría a Nuestra Señora del Perpetuo Socorro, tal como sucede hoy.
Pasado un tiempo, el mercader se enfermó de gravedad. Al sentir cercana la muerte, desde su lecho llamó a su amigo de más confianza y le rogó que le prometiera que se encargaría de colocar la pintura de la Virgen en una iglesia ilustre para que fuera venerada públicamente. Aunque el amigo no cumplió la promesa por complacer a su esposa que se había encariñado con la imagen, la Divina Providencia no había llevado la pintura a Roma para que fuese propiedad de una familia, sino para que fuera venerada por todo el mundo.
Nuestra Señora se le apareció al hombre en tres ocasiones, diciéndole que debía poner la pintura en una iglesia. El hombre discutió varias veces con su esposa para cumplir con la Virgen, pero ella se salió con la suya burlándose de él, diciéndole que alucinaba. Un día, después de la muerte del esposo, la hijita de la familia, de seis años, vino hacia su madre apresurada con la noticia de que una hermosa y resplandeciente Señora se le había aparecido mientras estaba mirando la pintura. La Señora le había dicho que le dijera a su madre y a su abuelo que Nuestra Señora del Perpetuo Socorro deseaba ser puesta en una iglesia.
La mamá de la niñita prometió obedecer a la Señora; pero una vecina ridiculizó todo lo ocurrido e intentó convencer a su amiga de que se quedara con el cuadro, animándola a no hacer caso de sueños y visiones. En cuanto terminó de decir esto, comenzó a sufrir dolores tan terribles, que creyó que moriría allí mismo. Entonces invocó a Nuestra Señora pidiendo perdón y ayuda. La vecina tocó la pintura con corazón contrito, la Virgen escuchó su oración y fue sanada instantáneamente. Ahora urgía a la viuda para que obedeciera a Nuestra Señora de una vez por todas.
Con la intención de cumplir, ahora sí, con el mandato de Nuestra Señora, la viuda se preguntaba en qué iglesia debería poner la pintura, cuando volvió a aparecérsele la Virgen a la niña y le dijo que quería que la pintura fuera colocada en la iglesia que queda entre la basílica de Santa María la Mayor y la de San Juan de Letrán. Esa iglesia romana era la de San Mateo Apóstol.
Los monjes Agustinos, encargados de dicho templo, después de investigar todos los milagros y circunstancias relacionadas con la imagen, dispusieron que fuera llevada a la iglesia en procesión solemne el 27 de marzo de 1499. Durante la procesión, un hombre tocó la pintura y le fue devuelto el uso de un brazo que tenía paralizado. Colocaron la pintura sobre el altar mayor de la iglesia, en donde permaneció casi trescientos años. Amada y venerada por todos los fieles de Roma, sirvió como medio de incontables milagros, curaciones y gracias.
En 1798, Napoleón y su ejército tomaron la ciudad de Roma. Con soberbia satánica, exilió al Papa Pío VII y destruyó treinta iglesias, entre ellas la de San Mateo, que quedó completamente arrasada. Junto con la iglesia, se perdieron muchas reliquias y estatuas venerables. Uno de los Padres Agustinos, justo a tiempo, logró poner a salvo el cuadro.
La imagen permaneció sesenta y cuatro años, casi olvidada, en una pequeña capilla de los Padres Agustinos hasta que, a instancias del Papa Pio IX, se trasladó en entusiasta y multitudinaria procesión solemne a la iglesia de San Alfonso, construida por los Padres Redentoristas sobre lo que había sido la iglesia de San Mateo, atendiéndose así el deseo de Nuestra Señora de que esta imagen suya del Perpetuo Socorro fuera venerada entre la Iglesia de Santa María la Mayor y la de San Juan de Letrán. Y allí se encuentra hasta el día de hoy.
Más que solo rezar, cuando le pedimos a María que venga a nosotros, que interceda, ella estará dispuesta, como Madre y protectora, siempre capaz de interceder por nosotros ante Jesucristo, por eso le rezamos a Nuestra Señora del Perpetuo Socorro.
Mientras oramos con fe y verdadera conversión ante Nuestra Señora del Perpetuo Socorro, recordamos el gran amor que María tiene por toda la humanidad, y que por aquellos de verdadera fe, ella siempre estará allí para ayudar.
Madre, porque tú ganarás ”(Sierva de Dios, Madre María José de Jesús)
Oh Madre del Perpetuo Socorro, aquí está ante tus pies un pobre
pecador que se vuelve hacia ti y confía en ti. Oh Madre de la Misericordia, ten piedad de mí. Sé que todos ustedes son llamados refugio y esperanza de los pecadores. Sé también mi refugio y mi esperanza. Ayúdame, por el amor de
Jesucristo.
Alabo y agradezco a Dios que, por su misericordia, me inspiró una
gran confianza en ti. Confieso que a menudo he caído en pecado, porque no me volví hacia ti, pero con tu ayuda siempre
saldré victorioso. Sé que me ayudarás si te recomiendo; pero en ocasiones peligrosas temo no invocarlo y así causar la pérdida de mi alma. Te pido mucho, concédeme la gracia de invocarte en necesidades y tribulaciones.
Nuestra Señora, ruega por nosotros. Amén
Orar ante Nuestra Señora del Perpetuo Socorro es pedir la intercesión directa de María, que viene con la humanidad para proteger, para sanar los males del alma y el cuerpo.
La Santísima Virgen como nuestra madre y protectora siempre está dispuesta a ayudar a cualquiera que le reza con verdadera fe.
Te saludo, María, Madre del Perpetuo Socorro. Te saludo, Reina del cielo y de la tierra, a cuyo imperio, todo lo que está debajo de Dios está sujeto. Te saludo, Refugio de los pecadores, cuya misericordia nunca ha fallado. Responda a mi voluntad de poseer el Amor Eterno, la gracia de Dios, la salvación eterna.
Dame la gracia de ser un discípulo de Jesús en la santidad de las costumbres, en el desempeño de los deberes, en el celo por la salvación de las almas. Transformé mi vida en un santuario de virtud donde Jesús es el centro. Recibe mis votos y deseos, oh María, y ofrécelos a Jesús. Quiero que reciba, a través de tus manos, mis dones, y a través de tu corazón, mi corazón.
Por lo tanto, me consagro completamente a Ti y me coloco completamente en Tus manos. En tus manos renuevo las promesas de mi bautismo; Renuncio al diablo, sus obras, su pompa. En tus manos, me comprometo a llevar mi cruz, obligándome a imitarte. En tus manos pongo el propósito de ser fiel a Jesús, más fiel de lo que he sido hasta ahora.
Oh María, te elijo por mi Madre y Amo. Consagro todo lo que tengo y todo lo que soy. Te entrego mi cuerpo, mi alma, mis bienes, mi pasado, mi presente, mi futuro, mis alegrías, mis dolores, mi vida, mi muerte, mi eternidad. Haz uso de mí como mejor te parezca. Recibe mi acto de amor: quiero ser tuyo para ser de Jesús. Santa Madre del Perpetuo Socorro, ¡bendíceme! Amén
Examina el cuadro de la derecha. Atemorizado por la visión de dos ángeles que le muestran los instrumentos de la Pasión, el Niño Jesús ha corrido hacia su Madre, perdiendo casi una de sus pequeñas sandalias en su precipitada huida. María lo sostiene en sus brazos de manera protectora y amorosa. Pero presta atención a sus ojos. Su mirada esta fija no en Jesús sino en nosotros. ¿No es este detalle un toque de genialidad? ¿Qué mejor manera de expresar el interés de Nuestra Señora en nuestras vidas y crecimiento espiritual?
Las pequeñas manos de Jesús también están sujetas a las de María como una forma de recordarnos a nosotros que, así como en la tierra él se puso enteramente en su manos buscando protección, así ahora en el cielo él nos confía a cada uno de nosotros en sus tiernos y amorosos cuidados.
Este es el mensaje principal del cuadro, un icono bizantino, que no obstante, esta repleto de otros símbolos. He aquí algunos de ellos:
1. Iniciales en griego para "Madre de Dios"
2. Corona. Fue añadida al cuadro original por orden de la Santa Sede en 1867. Es un tributo a los muchos milagros obrados por Nuestra Señora bajo la advocación del "Perpetuo Socorro".
3. Estrella en el velo de la Virgen. Ella es la Estrella del Mar… que trajo la luz de la luz al mundo en tinieblas… la estrella que nos conduce al puerto seguro del Cielo.
4. Inicial griega para "San Miguel, el arcángel". Sostiene la lanza y la esponja de la Pasión de Cristo.
5. Inicial griega para "San Gabriel, el arcángel". Sostiene la cruz y los clavos.
6. La boca de María. Es pequeña para significar un recogimiento silencioso. Ella habla poco.
7. Los ojos de María. Son grandes para todos nuestros problemas. Están vueltos siempre hacia nosotros.
8. Túnica roja. Los colores que llevaban la vírgenes en los tiempos de Cristo.
9. Iniciales griegas para "Jesucristo".
10. Las manos de Cristo. Con las palmas boca abajo y dentro de las de su madre, indican que las gracias de la redención están bajo su custodia.
11. Fondo amarillo. Es el símbolo del cielo, donde Jesús y María están ahora entronizados. El amarillo también brilla a través de sus ropas, mostrando así la felicidad celestial que puede traer a los cansados corazones humanos.
12. Manto azul oscuro. Es el color que usaban la madres en Palestina. María es las dos cosas a la vez: virgen y Madre.
13. Mano izquierda de María. Sostiene de manera posesiva a Cristo. Ella es su madre. Es una mano consoladora para todo el que acuda a ella.
14. Sandalia caída. ¿Ha casi perdido Jesús su sandalia corriendo hacia María en busca de consuelo ante el pensamiento de su Pasión?
Más que solo rezar, cuando le pedimos a María que venga a nosotros, que interceda, ella estará dispuesta, como Madre y protectora, siempre capaz de interceder por nosotros ante Jesucristo, por eso le rezamos a Nuestra Señora del Perpetuo Socorro.
Mientras oramos con fe y verdadera conversión ante Nuestra Señora del Perpetuo Socorro, recordamos el gran amor que María tiene por toda la humanidad, y que por aquellos de verdadera fe, ella siempre estará allí para ayudar.
Madre, porque tú ganarás ”(Sierva de Dios, Madre María José de Jesús)
Oh Madre del Perpetuo Socorro, aquí está ante tus pies un pobre
pecador que se vuelve hacia ti y confía en ti. Oh Madre de la Misericordia, ten piedad de mí. Sé que todos ustedes son llamados refugio y esperanza de los pecadores. Sé también mi refugio y mi esperanza. Ayúdame, por el amor de
Jesucristo.
Alabo y agradezco a Dios que, por su misericordia, me inspiró una
gran confianza en ti. Confieso que a menudo he caído en pecado, porque no me volví hacia ti, pero con tu ayuda siempre
saldré victorioso. Sé que me ayudarás si te recomiendo; pero en ocasiones peligrosas temo no invocarlo y así causar la pérdida de mi alma. Te pido mucho, concédeme la gracia de invocarte en necesidades y tribulaciones.
Nuestra Señora, ruega por nosotros. Amén
ORACIÓN A LA MADRE DEL PERPETUO SOCORRO (para hacer al inicio de la novena) Tú fuiste elegida por Dios como Madre para su Hijo, Yo te pido hoy que seas mi socorro perpetuo. Así como confiaste en la palabra del ángel, enséñame a creer en las promesas del Señor. Que, como tú con Isabel, pueda salir presuroso, a servir a aquel que lo necesita. En los momentos de amenaza e inseguridad, guíanos a puerto seguro. Cuando nos alejemos y nos sintamos perdidos, no descanses hasta hacernos volver a casa. Al faltar el vino de la alegría, que sepamos escucharte para recuperarnos en Jesús. En los días de enfermedad, en el dolor, en la muerte, que tu firmeza en la cruz nos sostenga. Ayúdanos a permanecer unidos en la oración, recibe junto a tus hijos el Espíritu Santo. Que tu mirada tierna, cercana, dulce, no se aparte de nosotros. Y al final de nuestros días, Madre, llévanos hacia la Casa del Padre misericordioso. Amén.
LETANÍAS A LA MADRE DEL PERPETUO SOCORRO
(después de las peticiones de cada día)
María hija del Eterno Padre Ven siempre en nuestro socorro
María receptora del Espíritu Santo
María Madre de Jesús
Madre de la Iglesia
Madre de la mirada protectora
Madre que ruega ante su Hijo por nosotros
Madre refugio de atribulados
Madre que nos conduce al buen camino
Madre misericordiosa
Madre fiel en la cruz
Discípula siempre dispuesta a servir
Mujer atenta a la voluntad de Dios
Auxiliadora de las causas difíciles
Fortaleza de los débiles y caídos
Intercesora de los pecadores
Esperanza de los alejados
Misionera de la abundante redención
Estrella que nos guía hacia Jesús
Ejemplo de solidaridad
Instrumento de la gracia de Dios
Compañía de los migrantes
Modelo de creyente
Maestra de oración
Perpetuo Socorro nuestro
ORACIÓN FINAL ¡Feliz es el que se acoge a tu protección! Nos unimos a las plegarias de tantos santos, hombres y mujeres que durante generaciones encontraron en ti refugio y consuelo. Con la confianza que nos da tu socorro volvemos a nuestras labores cotidianas, llenos de alegría, fe y esperanza, rebosantes del amor de Dios. En tus manos quedan nuestras preocupaciones, las lágrimas y el dolor que traíamos, tu Hijo Redentor nos da a cambio la paz y la fortaleza que necesitamos. Como humilde ofrenda recibe nuestra buena acción de este día, que sea semilla de bendición para otros y compromiso con el Evangelio de Jesús. (Ofrecer una “buena acción” en silencio) Nota: esta acción puede ser bien una obra de misericordia, una limosna, un gesto de perdón, el acceso al sacramento de la reconciliación, una visita al Santísimo o a un santuario mariano, etc. Es poner en acción nuestra fe y al mismo tiempo sentirnos instrumentos del amor de Dios hacia otras personas
Primer día
LOS OJOS DE UNA MADRE
¿Acaso olvida una mujer a su niño de pecho, sin compadecerse del hijo
de sus entrañas? Pues aunque esas llegasen a olvidar, yo no te olvido
(Is49, 15).
Cuando contemplamos el icono de Perpetuo Socorro, es imposible no
detenernos en su mirada. Ella nos ve a nosotros. Así es una madre,
pendiente siempre de sus hijos. Ella gusta vernos llenos de salud, de
alegría, de paz en el corazón. Y ruega para que esto suceda. De la misma
manera, cuando una mamá ve que su hijo enferma, entristece o tiene
dificultades, le brinda especial cariño y atención. Así es María con sus
hijos.
Dice San Alfonso María de Ligorio: “no en vano los devotos de María le
llaman Madre; no saben darle otro nombre, y no se cansan de invocarla
con el título de Madre”. Y es que la presencia de la madre da seguridad
a los hijos. Siendo niños es motivo de confianza, garantía de cariño,
refugio en el dolor. Así es también María con sus hijos.
PETICIONES
• Por la Iglesia, para que podamos encontrar en la fe la fuerza para
vivir como auténticos hermanos, hijos todos del mismo Padre,
roguemos al Señor…
Escúchanos, Jesús misericordioso.
• Por el Papa, para que siga siendo instrumento de unión y nos
confirme en la esperanza, roguemos al Señor…
• Por las familias, para que sepamos cultivar el amor, el respeto, el
perdón, la alegría y la ternura, roguemos al Señor…
• Por los responsables eclesiales, delegados de la Palabra, ministros
de la comunión, catequistas y todos aquellos que sirven en la
Iglesia, para que sepamos colaborar juntos en la construcción del
Reino, roguemos al Señor…
• Por los que se han alejado de Dios y de nuestras comunidades,
para que el Padre bueno siga manifestándoles su amor y podamos
reencontrarnos pronto, roguemos al Señor…
“Los ojos de María -repite San Alfonso- son ojos de madre, y la madre no
solo mira porque su hijo no caiga, sino para que, habiendo caído, lo
pueda levantar.” Acerquémonos con confianza a la que está siempre
dispuesta a socorrernos. Y que al ver sus ojos podamos repetir con el
Cantar de los Cantares: “me robaste el corazón con una mirada tuya”
(Cantar4,9).
Jaculatoria (repetimos todos)
Que tus ojos, Madre, no nos dejen nunca de mirar…
Segundo día
LAS MANOS DE LA MADRE
Cuando le vieron, quedaron sorprendidos, y su madre le dijo: Hijo, ¿por
qué nos has hecho esto? Mira, tu padre y yo, angustiados, te
andábamos buscando (Lc2,48).
Detengamos la mirada en la mano izquierda de María: con ella sostiene
al Niño Jesús. Es una mano fuerte, que da soporte, que acerca y protege.
Una madre no deja a la deriva a su hijo, incluso cuando este se pierde o
se aleja. Sale a buscarlo, no descansa, pide ayuda. Eso hizo con Jesús
siendo apenas un muchacho y eso hace hoy con nosotros. De la misma
forma, la Madre nos interpela, nos pide volver al camino del bien.
La mano derecha de Perpetuo Socorro también sujeta, pero acá la fuerza
se manifiesta desde la ternura. Acoge las manos del Niño y dirige nuestra
mirada hacia Él. María nos sostiene llevándonos a Jesús. Con la mirada
nos busca, con la mano nos guía.
En el libro “Las Glorias de María”, San Alfonso nos recuerda en más de
quince ocasiones que todas las gracias de Dios se dispensan por manos
de tan dulce Madre. Pidamos al Señor que no se canse de bendecirnos a
través de María del Perpetuo Socorro.
Jaculatoria (repetimos todos)
Acógenos, Madre, y condúcenos a tu Hijo Jesús.
PETICIONES
• Por todas las naciones, por los que luchan por la paz, para que
podamos conseguir pronto un mundo más justo y fraterno, roguemos
al Señor…
Atiende, Padre amoroso, nuestras plegarias.
• Para que con la solidaridad, podamos colaborar para vencer el hambre,
la desnutrición y la pobreza, roguemos al Señor…
• Por los países que están en guerra, para que encuentren soluciones
prontas para el cese a la violencia y acabe así tanto dolor, roguemos al
Señor…
• Por los pueblos que sufren a causa de la corrupción, la injusticia, la
inseguridad y el abuso de poder, para que encontremos pronto la
senda de la conversión social, roguemos al Señor…
• Por los que rigen a los pueblos, para que luchen por mejorar sus países
y velen especialmente por los jóvenes, los vulnerables y los
descartados, roguemos al Señor…
Tercer día
LOS ÁNGELES
He aquí que yo voy a enviar un ángel delante de ti, para
que te guarde en el camino y te conduzca al lugar que te
tengo preparado (Ex23,20).
La palabra “ángel” significa “mensajero”. Son emisarios de
Dios, encargados de transmitir su mensaje y hacer su
voluntad. Un ángel del Señor pide a Abrahán no sacrificar
la vida de su hijo. La noche del nacimiento de Jesús, varios
dan gloria en el cielo. El día de la resurrección, también es
uno de ellos quien dice a las mujeres que no tengan
miedo. Comparten la alegría de Dios cuando un pecador
se arrepiente.
Entre todos los ángeles hay unos que tienen mayor
importancia. Son los llamados “arcángeles”. Diversos
libros hablan de siete. Sin embargo, en la Biblia solamente
son nombrados tres: Miguel, Gabriel y Rafael. Los dos
primeros se encuentran en el icono del Perpetuo Socorro.
Miguel, a la derecha de María, sostiene en un vaso, la
lanza y la esponja. Gabriel, en el lado opuesto, porta una
cruz y los clavos de la crucifixión.
San Alfonso llama a Gabriel afortunado embajador, porque trajo el anuncio más
venturoso a María. Y siguiendo las palabras de San Buenaventura, afirma que
Miguel es enviado por la Madre del Redentor en auxilio de sus siervos en la hora
de la muerte, para que defienda de las asechanzas de Satanás y les conduzca en
triunfo al cielo. ¿Qué mensaje de Dios tienen para nosotros hoy? ¿Qué nos quiere
decir a través de estos enviados?
Jaculatoria (repetimos todos)
Que tus santos ángeles, Señor, sean siempre nuestros compañeros de camino.
PETICIONES
• Para que podamos sentirnos corresponsables en la ayuda a los más
necesitados de nuestra sociedad y estemos siempre dispuestos a
colaborar, roguemos al Señor…
Haznos, Señor, instrumentos de tu amor.
• Para que con nuestro testimonio podamos contrarrestar la indiferencia,
la apatía y la falta de generosidad de nuestras comunidades, roguemos al
Señor…
• Por nuestro país, para que sepamos vernos y amarnos como hermanos,
que valoremos lo que nos une y no lo que nos divide, roguemos al Señor…
• Por los líderes nacionales, sociales y religiosos, para que busquemos junto
a ellos sendas de solidaridad, roguemos al Señor…
• Para que tengamos mayor conciencia del daño que causamos a la tierra,
nuestra casa común, y sepamos asumir actitudes urgentes de cuidado y
protección, roguemos al Señor…
Cuarto día
EL NIÑO JESÚS
El ángel le dijo: no tengas miedo, María, porque
has hallado gracia delante de Dios; Vas a
concebir en el seno y vas a dar a luz un hijo, a
quien pondrás por nombre Jesús. Él será grande
y será llamado hijo del Altísimo y el Señor Dios le
dará el trono de David, su padre; reinará en la
casa de Jacob por los siglos y su reino no tendrá
fin (Lc1,30-33).
Jesús es el centro del Evangelio y el corazón de nuestra fe. María está unida a Él
y comparte su misión. En el icono de Perpetuo Socorro, la mano derecha de la
Madre nos conduce a su Hijo. Pareciera que nos repite la frase que dice en las
bodas de Caná: “hagan lo que Él les dice”.
San Alfonso dice que Jesús es rey del universo y que por Él, lo es también María.
Si Él es el Padre de nuestras almas, ella es la Madre. Jesús es hijo por la carne,
nosotros por la fe. Nos recuerda que en el momento de la cruz, María recibe el
encargo de amarnos. Y que si hemos sido redimidos por Jesús, por eso ella nos
ama a todos y nos colma de favores.
Así como el Niño descansa en tus brazos, buscando tu protección, acógenos
también a nosotros, Virgen del Perpetuo Socorro. Acércanos a Él, muéstranos el
camino para hacer su voluntad y amarle como tú le amas. Que al contemplar tu
santo icono, nos sintamos llamados por Jesús, invitados a colaborar con Él para
empezar el cielo hoy acá en medio de nosotros.
Jaculatoria (repetimos todos)
Jesús, Redentor nuestro, aumenta nuestra confianza en Ti.
PETICIONES
• Para que unidos al amor de la Madre de Jesús, podamos también ser
nosotros socorro para los más necesitados, roguemos al Señor…
Recibe, Padre bueno, nuestras plegarias.
• Enséñanos, Jesús, a vernos y ayudarnos como hermanos, para formar
familias en la fe y comunidades en misión, roguemos al Señor…
• Para que en nuestros hogares aprendamos a amarnos, perdonarnos,
cuidarnos y ayudarnos siempre, roguemos al Señor…
• Para que no nos falte el pan en la mesa, ni tu Palabra en el corazón, y
sepamos siempre compartir, roguemos al Señor…
• Que aprendamos a velar por los más débiles: en nuestra casa, en la
comunidad, en la nación, roguemos al Señor…
Quinto día
LA CRUZ
Cristo nos rescató de la maldición de
la ley, haciéndose Él mismo
maldición por nosotros, pues dice la
Escritura: maldito todo el que está
colgado en un madero (Gal3,13).
El libro del Deuteronomio nos dice:
“Maldito el que cuelga de un árbol”
(Dt21,23).
La cruz es lugar de sufrimiento, dolor,
vergüenza y muerte. Jesús recibe el
peor de los castigos, siendo inocente.
El lugar de maldición, con su entrega
y amor, lo convierte en sitio de
bendición. El evangelista nos
recuerda algo importante en ese
momento: “Estaba junto a la cruz de
Jesús, su madre” (Jn19,25).
Así, en el icono del Perpetuo Socorro, también se une el amor del Hijo con
María. La cruz se encuentra en tres puntos: en las manos del arcángel Gabriel,
en la aureola del Niño y en la frente de María. Esta imagen nos une de manera
intensa a la redención en Jesucristo.
San Alfonso dirá que María estaba crucificada en la misma cruz que su Hijo. Es
la mujer que vive el dolor de quien ama, la Madre que carga en sus hombros
este sufrimiento. Por eso ella, que ha participado fiel de la pasión de Jesús,
desea consolarnos en nuestros “viernes santos”.
Acompáñanos, Madre, cuando la cruz llegue a nuestra vida. Que podamos,
como tú, unir nuestro sufrimiento al dolor de tu Hijo crucificado. Y que esto
nos conceda la esperanza de participar algún día en el gozo eterno, contigo,
con Jesucristo, en la casa del Eterno Padre.
Jaculatoria (repetimos todos)
Que sepamos ser fieles como tú, Madre, en los momentos de cruz.
PETICIONES
• Que en las dificultades de la vida podamos reconocer tu voluntad y que
no nos dejemos vencer por el miedo, roguemos a nuestro Dios…
En los momentos de prueba, ampáranos siempre, Señor.
• Que la luz de la fe ilumine nuestras vidas cuando llegue la oscuridad del
dolor, la incertidumbre, la enfermedad o la muerte, roguemos a nuestro
Dios…
• Para que encontremos constante apoyo en nuestras familias y que al
mismo tiempo estemos dispuestos a sostener a los que pasan
circunstancias difíciles, roguemos a nuestro Dios…
• Que podamos nutrirnos en Ti, en tu Palabra, en los sacramentos y que
demos testimonio constante de la fe que nos anima, roguemos a nuestro
Dios…
• Para que, como creyentes, siempre estemos dispuestos a cuidar la vida
humana en todas sus etapas, roguemos a nuestro Dios…
Sexto día
LA ESTRELLA
Ellos se pusieron en camino y la estrella que
habían visto en el Oriente iba delante de ellos,
hasta que llegó y se detuvo encima del lugar
donde estaba el niño. Al ver la estrella se
llenaron de inmensa alegría (Mt2,9-10).
La estrella pertenece al cielo, pero su luz la apreciamos desde la tierra. Es
orientación y símbolo de esperanza para los navegantes después de una
tormenta. Una estrella guía a los sabios de oriente al encuentro con Jesús. Así
es María, la que nos pone en camino hacia su Hijo. Es un instrumento de Dios
para acercarnos a Él.
San Alfonso emplea las palabras de San Bernardo y nos recuerda: “Si no
quieres naufragar vuelve los ojos a esta estrella que es María. Mira a la
estrella, llama a María. En los peligros de pecar, en las molestias de las
tentaciones, en las dudas que debas resolver, piensa que María te puede
ayudar; y tú llámala pronto, que ella te socorrerá”.
La estrella en la frente de la Virgen del Perpetuo Socorro nos invita a no perder
el rumbo cuando la tormenta nos amenace. Cuando sintamos la tentación de
encerrarnos en nosotros mismos por causa de la dificultad, alcemos la mirada
al cielo, al encuentro de María y pidamos con confianza su intercesión. Que la
inmensa alegría que sintieron los magos de oriente al ver la estrella, la
encontremos nosotros al contemplar a la que nos conduce a Jesús.
Jaculatoria (repetimos todos)
Que tu estrella nos conduzca siempre a buen puerto, Señor.
PETICIONES
• Oremos por aquellos que tienen dificultades económicas, para que se
mantengan fuertes en la esperanza y encuentren pronto una salida
favorable, roguemos al Señor…
Que nuestra oración sea incienso en tu presencia.
• Por las personas que han abandonado su país en busca de mejores
condiciones, que encuentren trabajo, bienestar y prosperidad, roguemos
al Señor…
• Por nuestros momentos de debilidad en la fe, para que el buen Padre Dios
nos aliente de manera constante y nos sintamos fortalecidos, roguemos al
Señor…
• Pidamos por los que luchan por la justicia, por los que rehúsan la
corrupción, por los que trabajan por la paz, para que sus esfuerzos den
fruto en la sociedad, roguemos al Señor…
• Por los que sufren, por los que lloran, por los que experimentan
desesperación, para que la intercesión de la Madre del Perpetuo Socorro
sea su consuelo constante, roguemos al Señor…
Séptimo día
LA CRUZ Y LOS CLAVOS
Nosotros proclamamos un Mesías
crucificado: para los judíos ¡qué escándalo! Y
para los griegos ¡qué locura! Pero para los que
Dios ha llamado, judíos o griegos, este Mesías
es fuerza de Dios y sabiduría de Dios.
(1Cor1,23-24).
El arcángel Gabriel sostiene en un paño la cruz y los clavos de la pasión del Señor.
El sufrimiento, el dolor, sigue siendo un misterio para el ser humano. A veces
quisiéramos que Dios acudiera con poder y suprimiera toda angustia y dificultad.
Sin embargo, su respuesta es vivir en carne propia nuestros padecimientos y
dolencias. En el árbol de la cruz Jesús se une a nosotros, para que en nuestras
angustias acudamos a Él como fuente de consuelo. Juntos traspasamos el
sendero del dolor.
En el Monte de los Olivos vemos a Jesús sufriendo al punto de la agonía. Llega a
rogarle al Padre que aleje el cáliz que está por venir, pero le pide que se haga su
voluntad y no lo que Él desea. En el icono del Perpetuo Socorro, el Niño
experimenta temor al ver los instrumentos que el ángel le muestra. Se aleja de
esa visión tan dura y busca refugio en la Madre. El Niño que hoy se aparta con
temor del sufrimiento es después el hombre que asume la cruz por amor.
Oremos junto a San Alfonso: “Madre dolorosa, por el mérito del dolor que
sentiste al ver a tu amado Jesús condenado a muerte, alcánzame la gracia de
llevar con paciencia las cruces que Dios me manda”. Pidamos al Señor que junto
a su Hijo Jesús y con la intercesión de nuestra Madre, podamos avanzar y vencer
en todo camino de sufrimiento en nuestra vida. Que logremos descubrir ahí la
fuerza y sabiduría que viene de lo alto.
Jaculatoria (repetimos todos)
Que tu fuerza, Señor, nos anime en el dolor.
PETICIONES
• Pidamos por la gran familia de la Iglesia Católica, que aprendamos
a dar testimonio de amor, misericordia y esperanza en el mundo,
roguemos al Señor…
Padre Santo, haznos familia en tu amor.
• Por todos los que creen en Cristo, para que sepamos abandonar las
diferencias y propiciemos todo lo que nos une, roguemos al Señor…
• Por los que creen en Dios, pero al mismo tiempo sirven a la
violencia y la división, para que a todos el buen Padre nos enseñe
a trabajar por la paz, roguemos al Señor…
• Para que no haya más guerra, odio o discriminación a causa de la
fe, para que encontremos el camino de la tolerancia y el diálogo
interreligioso, roguemos al Señor…
• Así como todos vivimos el dolor y el sufrimiento, que sepamos
también compartir el consuelo y el apoyo en medio de la
adversidad, roguemos al Señor…
Octavo día
LA LANZA Y LA ESPONJA
Uno de ellos fue corriendo a tomar una esponja,
la empapó en vinagre y, sujetándola a una caña,
le ofrecía de beber (Mt27,48).
Uno de los soldados le atravesó el costado con
una lanza y al instante salió sangre y agua
(Jn19,34).
Es difícil comprender cómo desde el sufrimiento se puede manifestar el amor y la
vida. El cariño no es solamente vivir tiempos alegres, sino saber sostenerse y
apoyarse en la dificultad. El auténtico amor conoce el gozo, el regocijo y la fiesta,
pero también sabe mucho de renuncias, sufrimientos y dificultades juntos. Del
costado abierto de Jesús, desde donde se certifica la muerte, brota agua y sangre,
símbolo de su amor, lo que da vida a la Iglesia.
San Alfonso afirma que el corazón de María se vio traspasado por la espada del
dolor de la pasión de su Hijo. Te pedimos, Madre Santa, que así como
acompañaste fiel a Jesús en su sufrimiento, también nos consueles con tu
presencia en la hora de la aflicción. Pide para que nosotros también sepamos ser
solidarios con los hermanos que pasan dificultades.
Jaculatoria (repetimos todos)
Ven siempre en nuestro socorro, oh Madre de bondad.
PETICIONES
• Oremos por los cristianos perseguidos, por los que no pueden
manifestar su fe, por los que están entregando su vida por seguir a
Cristo, roguemos a nuestro Dios…
Que baje a nosotros tu misericordia, Señor.
• Por las personas que se encuentran lastimados por la enfermedad,
por los pacientes en hospitales, por los que luchan contra
padecimientos crónicos, para que sientan la fortaleza que solo
viene de lo alto, roguemos a nuestro Dios…
• Pidamos por las familias que no tienen pan en su mesa, por los que
no encuentran trabajo para su sustento, para que no desmayen en
la esperanza y encuentren salida a su dificultad, roguemos a
nuestro Dios…
• Por aquellos que no logran salir de los vicios, por los que sufren por
distintas adicciones, para que logren encontrar la salida a sus
males, roguemos a nuestro Dios…
• Oremos con insistencia por los hogares donde hay violencia, odio,
división y resentimiento, para que sea posible reconstruir el amor
y la unión, roguemos a nuestro Dios…
Noveno día
LA SANDALIA CAÍDA
Vayan. No lleven monedero, ni bolsón, ni
sandalias (Lc10,4).
Jesús les dijo: Cuando les envié sin bolso ni
equipaje ni calzado, ¿les hizo falta algo? Ellos
contestaron: nada (Lc22,35).
Pablo dice a los filipenses que Jesús no se aferró a su categoría de Dios, sino que
se empequeñeció, haciéndose uno de nosotros. Reducirse, rebajarse, tomar la
condición de servidor, son actitudes del Señor. Es despojo que se hace por amor.
Él lava los pies de sus discípulos, comparte la comida con pecadores, brinda
misericordia a los que otros quieren apedrear, pide perdón incluso para aquellos
que lo están asesinando.
En el icono del Perpetuo Socorro, el Niño muestra la planta del pie, con la
sandalia caída. ¿Nos está pidiendo soltar las falsas seguridades, las actitudes de
grandeza, la soberbia y el engreimiento? Solo se enseña la planta del pie a quien
se tiene mucha confianza. Dos que discuten desde el orgullo no llegan a
acuerdo. Los que dialogan empleando la humildad, fácilmente encuentran
salida. ¿Estará pidiéndonos Jesús desde el icono un cambio de actitud ante la
vida?
Al finalizar la novena a la Madre del Perpetuo Socorro, pidamos que interceda
por estos devotos suyos, que durante este tiempo nos hemos reunido en
oración. Que sintamos su maternal protección y al mismo tiempo nosotros nos
mostremos disponibles para amar y servir a los demás.
,
Jaculatoria (repetimos todos)
Que no olvidemos nunca el mandamiento del amor, Señor.
PETICIONES
• Oremos por toda la Iglesia, por el Papa, nuestros pastores y personas
en puestos de responsabilidad, por todos los que la conformamos,
que podamos seguir los pasos de Jesús hoy en medio de nuestra
realidad, roguemos al Señor…
Que tu Santa Madre interceda por nosotros.
• Por la familia redentorista, que sepamos continuar la senda que inició
San Alfonso, para anunciar la abund ante redención de Jesucristo,
roguemos al Señor…
• Por los devotos de la Madre del Perpetuo Socorro y por todos
aquellos que confían en su protección, que nos sintamos siempre bajo
la mirada de la Toda Santa, roguemos al Señor…
• Para que nuestro buen Dios no s ayude a formar familias santas,
matrimonios llenos de amor y alegría, donde podamos compartir la
fe y custodiar la vida, roguemos al Señor…
• Pidamos al Dueño de la mies que envíe más operarios a su mies:
hombres y mujeres llenos de santidad, dispuestos a seguir
respondiendo con generosidad el llamado de Dios y sirviendo con
alegría a su Santo Pueblo, roguemos al Señor…
,
ORACIÓN AL FINALIZAR LA NOVENA
Hemos estado cerca de ti durante nueve días,
Madre del Perpetuo Socorro.
Contemplamos tus detalles
y nos dejamos endulzar por tu mirada.
Alabamos y bendecimos a Dios,
porque su salvación la manifiesta a través de Jesús.
Él no se cansa de decirnos cuánto nos ama
y quePrimer día
LOS OJOS DE UNA MADRE
¿Acaso olvida una mujer a su niño de pecho, sin compadecerse del hijo
de sus entrañas? Pues aunque esas llegasen a olvidar, yo no te olvido
(Is49, 15).
Cuando contemplamos el icono de Perpetuo Socorro, es imposible no
detenernos en su mirada. Ella nos ve a nosotros. Así es una madre,
pendiente siempre de sus hijos. Ella gusta vernos llenos de salud, de
alegría, de paz en el corazón. Y ruega para que esto suceda. De la misma
manera, cuando una mamá ve que su hijo enferma, entristece o tiene
dificultades, le brinda especial cariño y atención. Así es María con sus
hijos.
Dice San Alfonso María de Ligorio: “no en vano los devotos de María le
llaman Madre; no saben darle otro nombre, y no se cansan de invocarla
con el título de Madre”. Y es que la presencia de la madre da seguridad
a los hijos. Siendo niños es motivo de confianza, garantía de cariño,
refugio en el dolor. Así es también María con sus hijos.
PETICIONES
• Por la Iglesia, para que podamos encontrar en la fe la fuerza para
vivir como auténticos hermanos, hijos todos del mismo Padre,
roguemos al Señor…
Escúchanos, Jesús misericordioso.
• Por el Papa, para que siga siendo instrumento de unión y nos
confirme en la esperanza, roguemos al Señor…
• Por las familias, para que sepamos cultivar el amor, el respeto, el
perdón, la alegría y la ternura, roguemos al Señor…
• Por los responsables eclesiales, delegados de la Palabra, ministros
de la comunión, catequistas y todos aquellos que sirven en la
Iglesia, para que sepamos colaborar juntos en la construcción del
Reino, roguemos al Señor…
• Por los que se han alejado de Dios y de nuestras comunidades,
para que el Padre bueno siga manifestándoles su amor y podamos
reencontrarnos pronto, roguemos al Señor…
“Los ojos de María -repite San Alfonso- son ojos de madre, y la madre no
solo mira porque su hijo no caiga, sino para que, habiendo caído, lo
pueda levantar.” Acerquémonos con confianza a la que está siempre
dispuesta a socorrernos. Y que al ver sus ojos podamos repetir con el
Cantar de los Cantares: “me robaste el corazón con una mirada tuya”
(Cantar4,9).
Jaculatoria (repetimos todos)
Que tus ojos, Madre, no nos dejen nunca de mirar…
Segundo día
LAS MANOS DE LA MADRE
Cuando le vieron, quedaron sorprendidos, y su madre le dijo: Hijo, ¿por
qué nos has hecho esto? Mira, tu padre y yo, angustiados, te
andábamos buscando (Lc2,48).
Detengamos la mirada en la mano izquierda de María: con ella sostiene
al Niño Jesús. Es una mano fuerte, que da soporte, que acerca y protege.
Una madre no deja a la deriva a su hijo, incluso cuando este se pierde o
se aleja. Sale a buscarlo, no descansa, pide ayuda. Eso hizo con Jesús
siendo apenas un muchacho y eso hace hoy con nosotros. De la misma
forma, la Madre nos interpela, nos pide volver al camino del bien.
La mano derecha de Perpetuo Socorro también sujeta, pero acá la fuerza
se manifiesta desde la ternura. Acoge las manos del Niño y dirige nuestra
mirada hacia Él. María nos sostiene llevándonos a Jesús. Con la mirada
nos busca, con la mano nos guía.
En el libro “Las Glorias de María”, San Alfonso nos recuerda en más de
quince ocasiones que todas las gracias de Dios se dispensan por manos
de tan dulce Madre. Pidamos al Señor que no se canse de bendecirnos a
través de María del Perpetuo Socorro.
Jaculatoria (repetimos todos)
Acógenos, Madre, y condúcenos a tu Hijo Jesús.
PETICIONES
• Por todas las naciones, por los que luchan por la paz, para que
podamos conseguir pronto un mundo más justo y fraterno, roguemos
al Señor…
Atiende, Padre amoroso, nuestras plegarias.
• Para que con la solidaridad, podamos colaborar para vencer el hambre,
la desnutrición y la pobreza, roguemos al Señor…
• Por los países que están en guerra, para que encuentren soluciones
prontas para el cese a la violencia y acabe así tanto dolor, roguemos al
Señor…
• Por los pueblos que sufren a causa de la corrupción, la injusticia, la
inseguridad y el abuso de poder, para que encontremos pronto la
senda de la conversión social, roguemos al Señor…
• Por los que rigen a los pueblos, para que luchen por mejorar sus países
y velen especialmente por los jóvenes, los vulnerables y los
descartados, roguemos al Señor…
Tercer día
LOS ÁNGELES
He aquí que yo voy a enviar un ángel delante de ti, para
que te guarde en el camino y te conduzca al lugar que te
tengo preparado (Ex23,20).
La palabra “ángel” significa “mensajero”. Son emisarios de
Dios, encargados de transmitir su mensaje y hacer su
voluntad. Un ángel del Señor pide a Abrahán no sacrificar
la vida de su hijo. La noche del nacimiento de Jesús, varios
dan gloria en el cielo. El día de la resurrección, también es
uno de ellos quien dice a las mujeres que no tengan
miedo. Comparten la alegría de Dios cuando un pecador
se arrepiente.
Entre todos los ángeles hay unos que tienen mayor
importancia. Son los llamados “arcángeles”. Diversos
libros hablan de siete. Sin embargo, en la Biblia solamente
son nombrados tres: Miguel, Gabriel y Rafael. Los dos
primeros se encuentran en el icono del Perpetuo Socorro.
Miguel, a la derecha de María, sostiene en un vaso, la
lanza y la esponja. Gabriel, en el lado opuesto, porta una
cruz y los clavos de la crucifixión.
San Alfonso llama a Gabriel afortunado embajador, porque trajo el anuncio más
venturoso a María. Y siguiendo las palabras de San Buenaventura, afirma que
Miguel es enviado por la Madre del Redentor en auxilio de sus siervos en la hora
de la muerte, para que defienda de las asechanzas de Satanás y les conduzca en
triunfo al cielo. ¿Qué mensaje de Dios tienen para nosotros hoy? ¿Qué nos quiere
decir a través de estos enviados?
Jaculatoria (repetimos todos)
Que tus santos ángeles, Señor, sean siempre nuestros compañeros de camino.
PETICIONES
• Para que podamos sentirnos corresponsables en la ayuda a los más
necesitados de nuestra sociedad y estemos siempre dispuestos a
colaborar, roguemos al Señor…
Haznos, Señor, instrumentos de tu amor.
• Para que con nuestro testimonio podamos contrarrestar la indiferencia,
la apatía y la falta de generosidad de nuestras comunidades, roguemos al
Señor…
• Por nuestro país, para que sepamos vernos y amarnos como hermanos,
que valoremos lo que nos une y no lo que nos divide, roguemos al Señor…
• Por los líderes nacionales, sociales y religiosos, para que busquemos junto
a ellos sendas de solidaridad, roguemos al Señor…
• Para que tengamos mayor conciencia del daño que causamos a la tierra,
nuestra casa común, y sepamos asumir actitudes urgentes de cuidado y
protección, roguemos al Señor…
Cuarto día
EL NIÑO JESÚS
El ángel le dijo: no tengas miedo, María, porque
has hallado gracia delante de Dios; Vas a
concebir en el seno y vas a dar a luz un hijo, a
quien pondrás por nombre Jesús. Él será grande
y será llamado hijo del Altísimo y el Señor Dios le
dará el trono de David, su padre; reinará en la
casa de Jacob por los siglos y su reino no tendrá
fin (Lc1,30-33).
Jesús es el centro del Evangelio y el corazón de nuestra fe. María está unida a Él
y comparte su misión. En el icono de Perpetuo Socorro, la mano derecha de la
Madre nos conduce a su Hijo. Pareciera que nos repite la frase que dice en las
bodas de Caná: “hagan lo que Él les dice”.
San Alfonso dice que Jesús es rey del universo y que por Él, lo es también María.
Si Él es el Padre de nuestras almas, ella es la Madre. Jesús es hijo por la carne,
nosotros por la fe. Nos recuerda que en el momento de la cruz, María recibe el
encargo de amarnos. Y que si hemos sido redimidos por Jesús, por eso ella nos
ama a todos y nos colma de favores.
Así como el Niño descansa en tus brazos, buscando tu protección, acógenos
también a nosotros, Virgen del Perpetuo Socorro. Acércanos a Él, muéstranos el
camino para hacer su voluntad y amarle como tú le amas. Que al contemplar tu
santo icono, nos sintamos llamados por Jesús, invitados a colaborar con Él para
empezar el cielo hoy acá en medio de nosotros.
Jaculatoria (repetimos todos)
Jesús, Redentor nuestro, aumenta nuestra confianza en Ti.
PETICIONES
• Para que unidos al amor de la Madre de Jesús, podamos también ser
nosotros socorro para los más necesitados, roguemos al Señor…
Recibe, Padre bueno, nuestras plegarias.
• Enséñanos, Jesús, a vernos y ayudarnos como hermanos, para formar
familias en la fe y comunidades en misión, roguemos al Señor…
• Para que en nuestros hogares aprendamos a amarnos, perdonarnos,
cuidarnos y ayudarnos siempre, roguemos al Señor…
• Para que no nos falte el pan en la mesa, ni tu Palabra en el corazón, y
sepamos siempre compartir, roguemos al Señor…
• Que aprendamos a velar por los más débiles: en nuestra casa, en la
comunidad, en la nación, roguemos al Señor…
Quinto día
LA CRUZ
Cristo nos rescató de la maldición de
la ley, haciéndose Él mismo
maldición por nosotros, pues dice la
Escritura: maldito todo el que está
colgado en un madero (Gal3,13).
El libro del Deuteronomio nos dice:
“Maldito el que cuelga de un árbol”
(Dt21,23).
La cruz es lugar de sufrimiento, dolor,
vergüenza y muerte. Jesús recibe el
peor de los castigos, siendo inocente.
El lugar de maldición, con su entrega
y amor, lo convierte en sitio de
bendición. El evangelista nos
recuerda algo importante en ese
momento: “Estaba junto a la cruz de
Jesús, su madre” (Jn19,25).
Así, en el icono del Perpetuo Socorro, también se une el amor del Hijo con
María. La cruz se encuentra en tres puntos: en las manos del arcángel Gabriel,
en la aureola del Niño y en la frente de María. Esta imagen nos une de manera
intensa a la redención en Jesucristo.
San Alfonso dirá que María estaba crucificada en la misma cruz que su Hijo. Es
la mujer que vive el dolor de quien ama, la Madre que carga en sus hombros
este sufrimiento. Por eso ella, que ha participado fiel de la pasión de Jesús,
desea consolarnos en nuestros “viernes santos”.
Acompáñanos, Madre, cuando la cruz llegue a nuestra vida. Que podamos,
como tú, unir nuestro sufrimiento al dolor de tu Hijo crucificado. Y que esto
nos conceda la esperanza de participar algún día en el gozo eterno, contigo,
con Jesucristo, en la casa del Eterno Padre.
Jaculatoria (repetimos todos)
Que sepamos ser fieles como tú, Madre, en los momentos de cruz.
PETICIONES
• Que en las dificultades de la vida podamos reconocer tu voluntad y que
no nos dejemos vencer por el miedo, roguemos a nuestro Dios…
En los momentos de prueba, ampáranos siempre, Señor.
• Que la luz de la fe ilumine nuestras vidas cuando llegue la oscuridad del
dolor, la incertidumbre, la enfermedad o la muerte, roguemos a nuestro
Dios…
• Para que encontremos constante apoyo en nuestras familias y que al
mismo tiempo estemos dispuestos a sostener a los que pasan
circunstancias difíciles, roguemos a nuestro Dios…
• Que podamos nutrirnos en Ti, en tu Palabra, en los sacramentos y que
demos testimonio constante de la fe que nos anima, roguemos a nuestro
Dios…
• Para que, como creyentes, siempre estemos dispuestos a cuidar la vida
humana en todas sus etapas, roguemos a nuestro Dios…
Sexto día
LA ESTRELLA
Ellos se pusieron en camino y la estrella que
habían visto en el Oriente iba delante de ellos,
hasta que llegó y se detuvo encima del lugar
donde estaba el niño. Al ver la estrella se
llenaron de inmensa alegría (Mt2,9-10).
La estrella pertenece al cielo, pero su luz la apreciamos desde la tierra. Es
orientación y símbolo de esperanza para los navegantes después de una
tormenta. Una estrella guía a los sabios de oriente al encuentro con Jesús. Así
es María, la que nos pone en camino hacia su Hijo. Es un instrumento de Dios
para acercarnos a Él.
San Alfonso emplea las palabras de San Bernardo y nos recuerda: “Si no
quieres naufragar vuelve los ojos a esta estrella que es María. Mira a la
estrella, llama a María. En los peligros de pecar, en las molestias de las
tentaciones, en las dudas que debas resolver, piensa que María te puede
ayudar; y tú llámala pronto, que ella te socorrerá”.
La estrella en la frente de la Virgen del Perpetuo Socorro nos invita a no perder
el rumbo cuando la tormenta nos amenace. Cuando sintamos la tentación de
encerrarnos en nosotros mismos por causa de la dificultad, alcemos la mirada
al cielo, al encuentro de María y pidamos con confianza su intercesión. Que la
inmensa alegría que sintieron los magos de oriente al ver la estrella, la
encontremos nosotros al contemplar a la que nos conduce a Jesús.
Jaculatoria (repetimos todos)
Que tu estrella nos conduzca siempre a buen puerto, Señor.
PETICIONES
• Oremos por aquellos que tienen dificultades económicas, para que se
mantengan fuertes en la esperanza y encuentren pronto una salida
favorable, roguemos al Señor…
Que nuestra oración sea incienso en tu presencia.
• Por las personas que han abandonado su país en busca de mejores
condiciones, que encuentren trabajo, bienestar y prosperidad, roguemos
al Señor…
• Por nuestros momentos de debilidad en la fe, para que el buen Padre Dios
nos aliente de manera constante y nos sintamos fortalecidos, roguemos al
Señor…
• Pidamos por los que luchan por la justicia, por los que rehúsan la
corrupción, por los que trabajan por la paz, para que sus esfuerzos den
fruto en la sociedad, roguemos al Señor…
• Por los que sufren, por los que lloran, por los que experimentan
desesperación, para que la intercesión de la Madre del Perpetuo Socorro
sea su consuelo constante, roguemos al Señor…
Séptimo día
LA CRUZ Y LOS CLAVOS
Nosotros proclamamos un Mesías
crucificado: para los judíos ¡qué escándalo! Y
para los griegos ¡qué locura! Pero para los que
Dios ha llamado, judíos o griegos, este Mesías
es fuerza de Dios y sabiduría de Dios.
(1Cor1,23-24).
El arcángel Gabriel sostiene en un paño la cruz y los clavos de la pasión del Señor.
El sufrimiento, el dolor, sigue siendo un misterio para el ser humano. A veces
quisiéramos que Dios acudiera con poder y suprimiera toda angustia y dificultad.
Sin embargo, su respuesta es vivir en carne propia nuestros padecimientos y
dolencias. En el árbol de la cruz Jesús se une a nosotros, para que en nuestras
angustias acudamos a Él como fuente de consuelo. Juntos traspasamos el
sendero del dolor.
En el Monte de los Olivos vemos a Jesús sufriendo al punto de la agonía. Llega a
rogarle al Padre que aleje el cáliz que está por venir, pero le pide que se haga su
voluntad y no lo que Él desea. En el icono del Perpetuo Socorro, el Niño
experimenta temor al ver los instrumentos que el ángel le muestra. Se aleja de
esa visión tan dura y busca refugio en la Madre. El Niño que hoy se aparta con
temor del sufrimiento es después el hombre que asume la cruz por amor.
Oremos junto a San Alfonso: “Madre dolorosa, por el mérito del dolor que
sentiste al ver a tu amado Jesús condenado a muerte, alcánzame la gracia de
llevar con paciencia las cruces que Dios me manda”. Pidamos al Señor que junto
a su Hijo Jesús y con la intercesión de nuestra Madre, podamos avanzar y vencer
en todo camino de sufrimiento en nuestra vida. Que logremos descubrir ahí la
fuerza y sabiduría que viene de lo alto.
Jaculatoria (repetimos todos)
Que tu fuerza, Señor, nos anime en el dolor.
PETICIONES
• Pidamos por la gran familia de la Iglesia Católica, que aprendamos
a dar testimonio de amor, misericordia y esperanza en el mundo,
roguemos al Señor…
Padre Santo, haznos familia en tu amor.
• Por todos los que creen en Cristo, para que sepamos abandonar las
diferencias y propiciemos todo lo que nos une, roguemos al Señor…
• Por los que creen en Dios, pero al mismo tiempo sirven a la
violencia y la división, para que a todos el buen Padre nos enseñe
a trabajar por la paz, roguemos al Señor…
• Para que no haya más guerra, odio o discriminación a causa de la
fe, para que encontremos el camino de la tolerancia y el diálogo
interreligioso, roguemos al Señor…
• Así como todos vivimos el dolor y el sufrimiento, que sepamos
también compartir el consuelo y el apoyo en medio de la
adversidad, roguemos al Señor…
Octavo día
LA LANZA Y LA ESPONJA
Uno de ellos fue corriendo a tomar una esponja,
la empapó en vinagre y, sujetándola a una caña,
le ofrecía de beber (Mt27,48).
Uno de los soldados le atravesó el costado con
una lanza y al instante salió sangre y agua
(Jn19,34).
Es difícil comprender cómo desde el sufrimiento se puede manifestar el amor y la
vida. El cariño no es solamente vivir tiempos alegres, sino saber sostenerse y
apoyarse en la dificultad. El auténtico amor conoce el gozo, el regocijo y la fiesta,
pero también sabe mucho de renuncias, sufrimientos y dificultades juntos. Del
costado abierto de Jesús, desde donde se certifica la muerte, brota agua y sangre,
símbolo de su amor, lo que da vida a la Iglesia.
San Alfonso afirma que el corazón de María se vio traspasado por la espada del
dolor de la pasión de su Hijo. Te pedimos, Madre Santa, que así como
acompañaste fiel a Jesús en su sufrimiento, también nos consueles con tu
presencia en la hora de la aflicción. Pide para que nosotros también sepamos ser
solidarios con los hermanos que pasan dificultades.
Jaculatoria (repetimos todos)
Ven siempre en nuestro socorro, oh Madre de bondad.
PETICIONES
• Oremos por los cristianos perseguidos, por los que no pueden
manifestar su fe, por los que están entregando su vida por seguir a
Cristo, roguemos a nuestro Dios…
Que baje a nosotros tu misericordia, Señor.
• Por las personas que se encuentran lastimados por la enfermedad,
por los pacientes en hospitales, por los que luchan contra
padecimientos crónicos, para que sientan la fortaleza que solo
viene de lo alto, roguemos a nuestro Dios…
• Pidamos por las familias que no tienen pan en su mesa, por los que
no encuentran trabajo para su sustento, para que no desmayen en
la esperanza y encuentren salida a su dificultad, roguemos a
nuestro Dios…
• Por aquellos que no logran salir de los vicios, por los que sufren por
distintas adicciones, para que logren encontrar la salida a sus
males, roguemos a nuestro Dios…
• Oremos con insistencia por los hogares donde hay violencia, odio,
división y resentimiento, para que sea posible reconstruir el amor
y la unión, roguemos a nuestro Dios…
Noveno día
LA SANDALIA CAÍDA
Vayan. No lleven monedero, ni bolsón, ni
sandalias (Lc10,4).
Jesús les dijo: Cuando les envié sin bolso ni
equipaje ni calzado, ¿les hizo falta algo? Ellos
contestaron: nada (Lc22,35).
Pablo dice a los filipenses que Jesús no se aferró a su categoría de Dios, sino que
se empequeñeció, haciéndose uno de nosotros. Reducirse, rebajarse, tomar la
condición de servidor, son actitudes del Señor. Es despojo que se hace por amor.
Él lava los pies de sus discípulos, comparte la comida con pecadores, brinda
misericordia a los que otros quieren apedrear, pide perdón incluso para aquellos
que lo están asesinando.
En el icono del Perpetuo Socorro, el Niño muestra la planta del pie, con la
sandalia caída. ¿Nos está pidiendo soltar las falsas seguridades, las actitudes de
grandeza, la soberbia y el engreimiento? Solo se enseña la planta del pie a quien
se tiene mucha confianza. Dos que discuten desde el orgullo no llegan a
acuerdo. Los que dialogan empleando la humildad, fácilmente encuentran
salida. ¿Estará pidiéndonos Jesús desde el icono un cambio de actitud ante la
vida?
Al finalizar la novena a la Madre del Perpetuo Socorro, pidamos que interceda
por estos devotos suyos, que durante este tiempo nos hemos reunido en
oración. Que sintamos su maternal protección y al mismo tiempo nosotros nos
mostremos disponibles para amar y servir a los demás.
,
Jaculatoria (repetimos todos)
Que no olvidemos nunca el mandamiento del amor, Señor.
PETICIONES
• Oremos por toda la Iglesia, por el Papa, nuestros pastores y personas
en puestos de responsabilidad, por todos los que la conformamos,
que podamos seguir los pasos de Jesús hoy en medio de nuestra
realidad, roguemos al Señor…
Que tu Santa Madre interceda por nosotros.
• Por la familia redentorista, que sepamos continuar la senda que inició
San Alfonso, para anunciar la abund ante redención de Jesucristo,
roguemos al Señor…
• Por los devotos de la Madre del Perpetuo Socorro y por todos
aquellos que confían en su protección, que nos sintamos siempre bajo
la mirada de la Toda Santa, roguemos al Señor…
• Para que nuestro buen Dios no s ayude a formar familias santas,
matrimonios llenos de amor y alegría, donde podamos compartir la
fe y custodiar la vida, roguemos al Señor…
• Pidamos al Dueño de la mies que envíe más operarios a su mies:
hombres y mujeres llenos de santidad, dispuestos a seguir
respondiendo con generosidad el llamado de Dios y sirviendo con
alegría a su Santo Pueblo, roguemos al Señor…
,
ORACIÓN AL FINALIZAR LA NOVENA
Hemos estado cerca de ti durante nueve días,
Madre del Perpetuo Socorro.
Contemplamos tus detalles
y nos dejamos endulzar por tu mirada.
Alabamos y bendecimos a Dios,
porque su salvación la manifiesta a través de Jesús.
Él no se cansa de decirnos cuánto nos ama
y que quiere lo mejor para nosotros.
En ese canto de amor por nuestra salvación,
también te encuentras tú, Virgen María:
sirviendo con generosidad, bendiciendo,
acercándonos al Redentor constantemente.
No te apartes de nosotros, Madre,
aunque caigamos en la ingratitud del enfriamiento;
ven en nuestro auxilio, alcánzanos la perseverancia,
haz arder de fe nuestro corazón una vez más.
Y en el último de nuestros días,
danos tu dulce socorro,
conduciéndonos cerca de ti,
en compañía de nuestro amado Jesús. Amén. quiere lo mejor para nosotros.
En ese canto de amor por nuestra salvación,
también te encuentras tú, Virgen María:
sirviendo con generosidad, bendiciendo,
acercándonos al Redentor constantemente.
No te apartes de nosotros, Madre,
aunque caigamos en la ingratitud del enfriamiento;
ven en nuestro auxilio, alcánzanos la perseverancia,
haz arder de fe nuestro corazón una vez más.
Y en el último de nuestros días,
danos tu dulce socorro,
conduciéndonos cerca de ti,
en compañía de nuestro amado Jesús. Amén.