Oh Dios bondadoso, tu hijo Jesús vino a este mundo para hacer tu voluntad y para dejarnos Su paz. Por la intercesión de nuestra Bendita Madre María, Reina de la Paz, concédenos sabiduría y humildad a fin de dar a conocer esa paz en el mundo. Inspira nuestros pensamientos, palabras y acciones para ser testigos de Tu presencia en nuestros corazones. Que el Espíritu Santo nos colme con todas sus gracias y bendiciones, de modo que podamos seguir en el camino que conduce a lograr la paz para toda la humanidad. Amén.
Señor, Padre Santo,que en Jesús nos diste tu paz y por Él nos quisiste conducir a tu corazón
– en este lugar en el que la Virgen María nos invita a la oración por la paz del mundo
Y en el que el Ángel de la Paz nos exhorta a adorar solamente a Dios –,
Nosotros te pedimos que entre los pueblos reine la concordia;
que los responsables de las naciones encuentren caminos de justicia,que todos alcancemos la paz del corazón y que, por intercesión de la Reina de la Paz,seamos constructores de un
mundo más fraterno.Por Cristo, Nuestro Señor.Amén.
Oh, Santísima Virgen, Madre de Dios, Mi Madre, Reina
de la Paz,
pide a tu hijo Jesús que me haga el don de su Paz,
reza por mí, para que reencuentre la Paz,
la paz en mi corazón, mis pensamientos y mi alma,
la paz en mi familia,
la paz en mis seres queridos,
la paz de Jesús.
Oh, Jesús, mi Dios y mi Salvador, mi hermano, Príncipe de la Paz,
vengo a Ti con María, Reina de la Paz,
para pedirte con toda humildad que me concedas un poco de tu paz.
Dame, oh Jesús, la paz interior,
la paz en mi familia,
la paz en mi vida cotidiana.
Da la paz a mi pueblo, a todos los pueblos,
la paz a todos los humanos, la paz al mundo entero.
Oh, Jesús, que estás tan cerca del Padre,
llévame cerca tuyo para recibir tu Paz.
Oh, Padre, Padre de Jesús, nuestro Padre, mi Padre,
vengo a ti con tu hijo Jesús para permanecer en Paz.Amén.
Espíritu de Cristo: despiértame; Espíritu de Cristo: muéveme;
Espíritu de Cristo: lléname; Espíritu de Cristo: séllame. Oh Padre
Celestial, conságrame a tu Corazón y Voluntad; se en mí una fuente de virtudes, sella mi alma como la tuya para que tu reflejo en mí sea una luz que todos vean».
NOVENA DE LAS TRES AVEMARÍAS
Esta novena consiste en rezar tres veces el Avemaría a la Santísima Virgen, Madre de Dios y Señora nuestra, bien para honrarla, bien para alcanzar algún favor por su mediación. Tiene como fin honrar tres principales atributos de María Santísima, a saber: el poder que le otorgó Dios Padre, por ser su Hija predilecta; la sabiduría de que la adornó Dios Hijo, al elegirla por su Madre; y la misericordia de que la llenó Dios Espíritu Santo, al escogerla por su inmaculada Esposa.
La Novena consiste en rezar tres veces el Avemaría durante nueve días. Como hemos indicado en su lugar, la Santísima Virgen prometió a Santa Matilde asistirla en la hora de la muerte si rezaba cada día en su honor tres Avemarías para celebrar los atributos de Poder, Sabiduría y Misericordia con que la enriqueció la Beatísirna Trinidad.
Mas los devotos de María, entendiendo con esto cuán de su agrado es este obsequio, juzgaron que repitiéndolo durante nueve días, quizás alcanzarían para sus necesidades el eficaz socorro de su poderosa intercesión. Este es el origen de la Novena eficaz de las Tres Avemarías.
Esas Tres Avemarías son como otras tantas aldabadas que damos a las puertas del misericordioso y compasivo corazón de Nuestra Señora; son como tres aclamaciones angustiosas con que el alma implora su Poder, Sabiduría y Misericordia para el remedio de las múltiples necesidades que la aquejan.
Cuán del agrado de Nuestra Señora sea este piadoso ejercicio, dícenlo muy elocuentemente los muchos y diversos favores, tanto espirituales como materiales, que cuentan haber alcanzado por semejante práctica las personas que se han servido de ella para implorar la protección de la Santísima Virgen.
Pero lo más consolador son los beneficios espirituales que dispensa la Santísima Virgen por medio de esta Novena. Diríamos que esa bendita devoción es el anzuelo con que María Santísima pesca innumerables almas para el cielo; muchas, ciertamente, serán deudoras de su eterna felicidad en la gloria a la eficacia de esa devota práctica.
Conversiones extraordinarias de pecadores moribundos que se logró recibieran los últimos Sacramentos, a lo que se resistían; jóvenes extraviados, devueltos al camino del bien y al hogar, de donde los había arrancado la perversión; matrimonios que han recuperado el tesoro de la paz y unión, que hacia tiempo habían perdido; almas atormentadas por los escrúpulos y otras penas interiores, que recobraron la paz de conciencia y el sosiego de su espíritu; en fin, devoto lector, que esta Novena parece la panacea de todos los males, así del cuerpo como del alma.
Si quieres convencerte de ello, pruébalo; haz una Novena o varias para el remedio de tus necesidades o las de tu familia; pero hazla con fe y confianza, y purifica tu alma con una buena confesión; acude en los trances apurados a este piadoso ejercicio, y no dudo de que experimentarás su eficacia y encontrarás hartos motivos para ser devoto de la Madre de Dios y admirarte de su benignidad, que a cambio de tan corto servicio tan regaladas mercedes dispensa al que se lo hace.
ORACIÓN PRIMERA
Oh María, Virgen poderosa, a quien nada es imposible! Os suplico, por el poder con que os distinguió Dios Padre Omnipotente, que me socorráis en la presente necesidad. ¡Oh Abogada de las
causas más desesperadas, ayudadme! En ello están interesados la gloria de Dios, vuestra honra y el bien de mi alma.
Si la gracia que pido está conforme con la amabilísima y santísima voluntad de Dios, interceded, omnipotencia suplicante, interced por mí ante vuestro Hijo, que nada os puede negar. Os lo pido
por ese poder ilimitado que os comunicó el Padre Celestial, ya que, para celebrarlo, os digo con Santa Matilde a quien revelasteis la práctica saludable de las Tres Avemarías:
Dios te salve, María,
llena eres de gracia;
el Señor es contigo;
bendita Tú eres
entre todas las mujeres,
y bendito es el fruto
de tu vientre, Jesús.
Santa María, Madre de Dios,
ruega por nosotros, pecadores,
ahora y en la hora de nuestra muerte.
Amén. (3 veces)
ORACIÓN SEGUNDA
Purísima Virgen, justamente llamada Trono de la sabiduría, porque en Vos moró la Sabiduría increada, el Verbo de Dios, y os comunicó toda la plenitud de su divina ciencia en la medida que
podía participarla a la más perfecta de las criaturas. Vos sabéis bien cuán grande es mi miseria y la necesidad que tengo de vuestro auxilio.
Me abandono del todo en vuestras manos, confiando en que vuestra divina Sabiduría lo ordenará todo con fuerza y suavidad a mayor gloria de Dios y provecho de mi alma, y que, por los medios más
convenientes, acudiréis a socorrer mi necesidad.
¡Oh María, Madre de la divina sabiduría! Dignaos alcanzarme el favor que solicito. Os lo pido por esa inefable sabiduría con que el Verbo, Hijo vuestro, ilustró vuestra inteligencia, ya que,
para celebrarla, os digo con San Antonio de Padua y San Leonardo de Puerto Mauricio, celosísimos propagadores de las Tres Avemarías:
Dios te salve, María,
llena eres de gracia;
el Señor es contigo;
bendita Tú eres
entre todas las mujeres,
y bendito es el fruto
de tu vientre, Jesús.
Santa María, Madre de Dios,
ruega por nosotros, pecadores,
ahora y en la hora de nuestra muerte.
Amén. (3 veces)
ORACIÓN TERCERA
¡Oh tierna y verdadera Madre de Misericordia, que en estos últimos tiempos os habéis llamado Vos misma “Madre la más misericordiosa”! A Vos acudo para que uséis conmigo de compasión y bondad, con
tanta mayor razón cuanto es mayor mi miseria.
No soy acreedor a la gracia que de Vos espero, ya que tantas veces os he contristado, ofendiendo a vuestro divino Hijo; pero estoy sinceramente arrepentido de haber traspasado con mis
pecados el amante Corazón de Jesús y el vuestro. ¿No sois Vos, según lo revelasteis a vuestra sierva Santa Brígida, la “Madre de los pecadores arrepentidos”? Perdonadme, pues, mis
pasadas ingratitudes; y teniendo sólo en cuenta vuestra misericordiosa bondad y la gloria que de ello resultará para Dios y para Vos misma, obtenedme la gracia que os pido.
¡Oh Vos, a quien nadie ha implorado en vano! ¡Oh clementísima, oh piadosa, oh dulce Virgen María! Dignaos socorrerme. Os lo pido por esa misericordiosa bondad de que en favor nuestro os ha
llenado el Espíritu Santo, ya que, para celebrarla, os digo con San Alfonso María de Ligorio, incomparable Apóstol de vuestra misericordia y doctor de las Tres Avemarías:
Dios te salve, María,
llena eres de gracia;
el Señor es contigo;
bendita Tú eres
entre todas las mujeres,
y bendito es el fruto
de tu vientre, Jesús.
Santa María, Madre de Dios,
ruega por nosotros, pecadores,
ahora y en la hora de nuestra muerte.
Amén. (3 veces)
JACULATORIA: María, Madre mía, preservadme de pecado mortal. (3 veces)
La siguiente oración se reza cada día al terminar la Novena de las Tres Avemarías.
ORACIÓN FINAL
Acordaos, ¡oh clementísima Virgen María!, que jamás se ha oído decir que ninguno de los que han acudido a vuestra protección invocando vuestro Poder, vuestra Sabiduría y vuestra Misericordia para el remedio de sus males, haya visto defraudadas sus esperanzas. Animado con esta confianza a Vos también acudo, ¡oh Poderosísima Reina!, ¡oh Sapientísima Virgen!, ¡oh Misericordiosísima Madre!, os suplico vengáis a socorrerme con estos tres atributos de que os adornó la Beatísima Trinidad para consuelo de los desvalidos. ¡Oh piadosísima Señora! ¡Oh trono de la Sabiduría! ¡Oh clementísima Abogada!, no despreciéis las súplicas de este pobre pecador, que implora vuestro poder para que le defendáis y protejáis, vuestra sabiduría para que le guiéis y enseñéis y vuestra misericordia para que, benigna, le amparéis en todo peligro y le favorezcáis en sus necesidades.
¡Oh María, Hija del Padre, Madre del Verbo Encarnado y Esposa del Espíritu Santo!, no despreciéis mi humilde oración; antes bien, acogedla piadosa, interceded para que sea despachada favorablemente y brille más a los ojos de todos vuestro gran poder, vuestra admirable sabiduría y vuestra inagotable misericordia, y sea todo a gloria de la adorabilísima Trinidad, que os enriqueció con tan preciosos dones. Amén.
Que Dios les conceda a todos, por la intercesión de Nuestra Señora, las Gracias que necesiten.
Una Madre como tú no se cansa:
De esperar al que se aleja
De abrazar al que llora
De acariciar al que está herido
De consolar al que es débil
De sonreír al triste
De fortalecer al que es tentado
No te canses Madre mía, no te canses
Que en mí hay un niño que te necesita
No te canses, Madre santa
Que en mí hay un peregrino que sigue tus pasos
No te canses, Madre Pura
Que en mí hay un corazón inquieto por amar
No te canses, Madre fiel
Que en mí hay un discípulo que quiere aprender
Una petición, una sola, no te canses:
María vela mis pasos con paciencia
Entre tantas espinas que encuentro en mi camino
Si te miro, brotan con tus lágrimas de Madre
Rosas bellas que adornan tu corazón
Gracias Madre por enseñarme que el dolor con amor
es perfume que se eleva a Dios.
Oración a Nuestra Señora de la Sonrisa.
Tierna Madre, sonríe en nuestros corazones y sánanos!
Tu sonrisa nos sana porque es un reflejo de tu amor inmaculado y materno.
Sonríe Madre, para que conozcamos el amor, para recibir el amor,para experimentar el amor.
Ella sonríe a lo más profundo de nuestros corazones, a las profundidades de nuestras heridas...a las carencias y sufrimientos más ocultos.
Ella nos sonríe , y conocemos su amor por nosotros!
Ella sonríe y todo se transforma en paz, en calma en el océano de nuestras almas...
Ella sonríe y el amor florece en todo nuestro ser.
Ella sonríe y el vacío de nuestras vidas repentinamente es llenado...
Ella sonríe y la senda de la Gracia se abre en nuestros corazones con una nueva libertad.
Ella sonríe y sabemos que somos amados , profundamente amados por el amor de una Madre!
Ella sonríe y nuestros miedos se disipan.
Ella sonríe y las dudas son iluminadas con su bondad...
Ella sonríe y nuestros corazones saben que hay mucho más...
mucho más...
Hay dulzura , hay valentía,
hay libertad, hay fecundidad,
hay comunión...
Hay vida, hay amor... Y el amor nos hace fuertes, libres,alegres y gozosos.
Ella sonríe y somos sanados...
sanados en lo más profundo de nuestros corazones!
Sonríe , Santísima Madre...
Sonríenos y sonríe por nosotros.
Una sola sonrisa de tu Corazón materno sanará nuestros corazones !!!
Lirio frágil y esbelto tan fragante quiero verte a mi lado,mi ternura de Madre por ti vela con amor exquisito, dulce amparo.Si peligros te cercan por doquiera
con permitido halago, y el mundo te presenta su hechizos,que encierran brillo falso.
Acude a mí. Mi velo te cobija con maternal cuidado, y este velo de virgen sabrá darte de la pureza los divinos rasgos.
En contra del demonio y sus ardides cubrirte he con mi manto. Este manto de reina es poderoso, y defender sabré tu débil tallo.
Y si las amarguras de la vida te causaran quebranto, ven a mi corazón, nido de amores, que consuelo te brinda de antemano.
Mi corazón de Madre siempre escucha, a aquél, que suspirando, acude a mi, nadie ha podido decir, que me invocó sin resultado.
Mi corazón de Madre es el tesoro que da tierno descanso, esa paz abundosa, reposada, para las luchas y dolores arduos.
Mi corazón de Madre quiere darte un don, el más preciado,que conozcas, que ames a mi hijo,y que grabes en ti todos sus rasgos.
Es el Amigo Fiel que no abandona, su amor es soberano. Con ternura especial por ti vela, como nadie jamás habría velado. Y aunque todos te olviden, te desprecien, o te sean ingratos, Jesús por siempre te amará con creces, como nadie jamás te hubiera amado.
No olvides pues su amor ni lo desdeñes, y en El siempre confiando, hallarás fuerza invicta en la ardua lucha por conservar tu brillo siempre intacto.
Y con mi velo virginal cubierto, y con mi regio manto, vivirás, lirio fiel, cabe tu Madre su corazón por ti siempre velando.
Querida Madre y Reina: Vengo a tu Santuario a buscar el silencio que afuera en el mundo lleno de ruidos , no es facil encontrar.
En mi ambiente muchas veces se vive la intranquilidad y en mi familia no siempre se vive la alegría, por eso a veces la vida se me hace dificil.
Hoy junto a Ti, quiero encontrar la paz; quisiera silenciar mi corazón ya que muchas veces no puedo rezar porque mi alma no puede descansar en Ti.
Ahora no sé que decirte pues mi corazón está lleno de tantas cosas...deseo renovarme interiormente en tu presencia, aquí ante tu trono, ante tu Hijo vivo y presente en el Sagrario. Con mucha esperanza he venido a tu Santuario, quisiera quedarme aquí espiritualmente para siempre y recibir con el corazón abierto todo lo que tú me tienes preparado.
Madre, al mirar tu imagen, descubro que tu me miras como si hubieras estado esperándome. Yo sé que quieres ser mi madre; Cristo tu Hijo te dio esta gran misión desde la cruz cuando dijo a Juan: "He aquí a tu Madre". Y Tú me aceptas tal cual soy; con todo lo que me preocupa y alegra, con mis deseos y necesidades, con mis talentos y miserias y en tu corazón encuentro hogar, seguridad y paz.
Allí me siento cobijado. Madre, escribe mi nombre en tu corazón y no lo borres jamás; desde allí enséñame el arte de descubrir el amor Misericordioso del Padre en todas las circunstancias de mi vida. Edúcame para que siempre pueda dar un sí dispuesto a la voluntad de Dios. Transforma mi pequeño corazón, dame la fortaleza en el dolor, paciencia y valor en las adversidades de la vida y dame la gracia que me impulse a colaborar en la construcción del Reino de Dios en mi ambiente.
Por eso hoy me entrego a Ti:
Oh Señora mía. Oh Madre mía, yo me ofrezco todo a Ti y en prueba de mi filial afecto te consagro en este día: mis ojos, mis oídos, mi lengua, mi corazón, en una palabra todo mi ser; ya que soy todo tuyo oh Madre de bondad, guárdame, defiéndeme y utilízame como instrumento y posesión tuya. Amén.
La más amable, tierna y cuidadora; nuestra piadosa madre espiritual, Virgencita Santa a ti asisto con toda mi confianza para pedir tu milagrosa ayuda; pues tú eres el sendero seguro entre mi corazón y tu hijo Jesús y estás presurosa a consolar a quien te implora.
Tus brazos en todo momento están abiertos para dar firmeza, ofrecen descanso y reparación cuando todo aparenta que está perdido; Santa María colmada de amor, Virgen vigorosa te reverenciamos con el prometedor título de Nuestra Señora de lo imposible.
Porque eres la divina Cima, madre de Dios te dedicamos esta Oración a la virgen de los imposibles.
Santa María de muy pura fecundación; designación que no se han otorgado a ninguna otra criatura, solo a ti.
Hoy me presento a tus pies, solicitando tu resguardo divino; ya
que no soy nadie sin el soporte de Dios y
el tuyo, mi tierna y prociosa Señora que con tu resplandor resplandeces en lo alto.
Cuídame fortaléceme, tú que calmas y alivias a las almas que padecen; apiádate de mí y dame tu auxilio; recurro a tu gran y buen corazón materno; para que pidas por mi, a tu piadoso hijo Jesús.
Mujer Virgen venerada, genuina y bendita, por el poder infinito que Dios le entregó le suplico con humildad, me otorgue su ayuda e intercesión en este favor que con toda confianza y modestia entrego en tus apacibles y benditas manos.
Madre consagra mi vida; no dejes de guiarme por los senderos de la fe y haz que con sencillez y entrega total sepa ser digno de Dios; así sea amén.
MARÍA AGRADECIDA
La virtud de la gratitud en María está transversalizada por otra virtud: la humildad. María ha aprendido a agradecer en todo momento y aquí viene la lección más importante de la Madre: las veces que más profundamente agradece son aquellas en que la prueba y la adversidad le crucifican el Corazón.
Agradecer cuando todo sale bien es muy natural, es muy fácil, pero elevar un cántico de agradecimiento en la noche del dolor, es realmente el acto heroico de la virtud. Agradecer en lugar de renegar, bendecir a Dios porque Él sabe lo que hace y cómo lo hace.
“La gratitud es la memoria del corazón” y María tiene muy buena memoria de todo lo que el Padre ha hecho en ella… y aquí hay
Otro detalle importante, María no peca porque no olvida. El pecado es consecuencia del olvido de Dios, es perder la memoria de su Amor.
Agradecer nos hará leer nuestra historia desde la fe para reconocer todo lo que Dios ha hecho a favor nuestro, agradecer nos
Hará recordar cuánto nos ha amado para no querer entristecerle ni ofenderle.
Madre de Corazón agradecido, ayúdanos a vivir siempre esta virtud, que nunca olvidemos o pasemos por alto lo que el Señor con
Tanta generosidad nos da.
Recemos con el Salmo de la gratitud, Salmo 103: “Bendice, alma mía, al Señor, y bendiga todo mi ser su Santo Nombre. Bendice,
Alma mía, al Señor, y no olvides ninguno de sus beneficios…” Pronuncia despacio cada palabra, con conciencia y desde el corazón
1. El más excelso de los ángeles fue enviado desde el Cielo para
decir «Ave» a la Madre de Dios. Al transmitir su incorpóreo saludo,
viéndote hecho hombre en Ella, Señor, extasiado el ángel, de este
modo a la Madre aclamó:
Ave, por ti resplandecen los gozos,
Ave, por ti se disuelve el dolor,
Ave, rescate del llanto de Eva,
Ave, salud de Adán que cayó.
Ave, Tú cima sublime a humano intelecto,
Ave, Tú abismo insondable a mirada de ángel,
Ave, Tú llevas a Aquél que todo sostiene,
Ave, Tú eres la sede del trono real.
Ave, oh estrella que al Astro precedes,
Ave, morada del Dios que se encarna,
Ave, por ti se renueva el creado,
Ave, por ti se hace niño el Señor.
¡Ave, Virgen y Esposa!
2. Bien sabía María que era Virgen sagrada, y por eso respondió
a Gabriel: «Tu singular mensaje se muestra incomprensible a mi
alma, pues anuncias un parto de virginal seno, exclamando:
¡Aleluya!»
Aleluya, aleluya, aleluya!
3. Ansiaba la Virgen comprender el misterio, y preguntaba al
Mensajero divino: «¿Podrá mi seno virginal dar a luz un hijo?
¡Dímelo!». Y aquél, reverente, aclamándola, así respondió:
Ave, presagio de excelsos designios,
Ave, Tú prueba de arcano misterio,
Ave, prodigio primero de Cristo,
Ave, compendio de toda verdad.
Ave, oh escala celeste que baja el Eterno,
Ave, oh puente que llevas los hombres al Cielo,
Ave, de coros celestes cantado portento,
Ave, oh azote que ahuyenta a la horda infernal.
Ave, la Luz inefable has portado,
Ave, Tú el «modo» a nadie has contado,
Ave, la ciencia de sabios trasciendes,
Ave, Tú enciendes al fiel corazón.
¡Ave, Virgen y esposa!
4. La Virtud del Altísimo cubrió con su sombra e hizo Madre a la
Virgen que no conocía varón: aquel seno, hecho fecundo desde lo
Alto, se convirtió en campo ubérrimo para todos los que quieren
alcanzar la salvación, cantando de esta manera: ¡Aleluya!
¡Aleluya, aleluya, aleluya!
5. Con el Señor en su seno, presurosa, María subió a la
montaña y habló con Isabel. El pequeño Juan, en el vientre de su
madre, oyó el virginal saludo y exultó; saltando de gozo, cantaba a
la Madre de Dios:
Ave, sarmiento del más santo Brote,
Ave, renuevo de un Fruto sin mancha,
Ave, das vida al Autor de la vida,
Ave, cultivas a tu Agricultor.
Ave, Tú campo que muestras las más ricas gracias,
Ave, Tú mesa que ofreces los dones mejores,
Ave, un pronto refugio a los fieles preparas,
Ave, un pasto agradable Tú haces brotar.
Ave, Tú incienso agradable de súplicas,
Ave, del mundo suave perdón,
Ave, clemencia de Dios con el hombre,
Ave, confianza del hombre con Dios.
¡Ave, Virgen y Esposa!
6. Con el corazón turbado y encontrados pensamientos, el sabio
José se agitaba en la duda; admirándote intacta, sospecha
esponsales secretos, oh Inmaculada! Y cuando te supo Madre por
obra de Espíritu Santo, exclamó: ¡Aleluya!
¡Aleluya, aleluya, aleluya!
7. Los pastores oyeron los coros de los ángeles que cantaban a
Cristo, bajado entre nosotros. Corriendo a ver al Pastor, lo
contemplan como cordero inocente, que se nutre al pecho de la
Virgen, y cantan así:
Ave, Tú Madre del Pastor-Cordero,
Ave, recinto del rebaño fiel,
Ave, defensa de fieras malignas,
Ave, guardiana de la eternidad.
Ave, por ti con la tierra exultan los cielos,
Ave, por ti con los cielos se goza la tierra,
Ave, voz eres perenne de Apóstoles santos,
Ave, de Mártires fuertes invicto valor.
Ave, potente sustento de fe,
Ave, de gracia esplendente pendón,
Ave, por ti fue expoliado el infierno,
Ave, por ti nos vestimos de honor.
¡Ave, Virgen y Esposa!
8. Observando la estrella que guiaba al Eterno, los Magos
siguieron su fulgor. Fue luminaria segura para ir en busca del
Poderoso, del Señor. Y alcanzando al Dios inalcanzable, lo
aclaman felices: ¡Aleluya!
¡Aleluya, aleluya, aleluya!
9. Los Magos contemplaron en los brazos maternos al Sumo
Hacedor del hombre. Sabiendo que era el Señor, aunque bajo la
apariencia de siervo, premurosos le ofrecieron sus dones, diciendo
a la Madre bienaventurada:
Ave, oh Madre del Astro perenne,
Ave, aurora del místico día,
Ave, las fraguas de errores Tú apagas,
Ave, conduces con tu brillo a Dios.
Ave, al odioso tirano arrojaste del trono,
Ave, Tú a Cristo nos das, clemente Señor,
Ave, rescate Tú eres de ritos nefandos,
Ave, Tú eres quien salvas del cieno opresor.
Ave, Tú el culto del fuego destruyes,
Ave, Tú extingues la llama del vicio,
Ave, Tú enseñas la ciencia al creyente,
Ave, Tú gozo de todas las gentes.
¡Ave, Virgen y Esposa!
10. Pregoneros de Dios fueron los Magos en el camino de
vuelta. Cumplieron tu vaticinio y te predicaban, oh Cristo, a todos,
sin preocuparse de Herodes, el necio, que era incapaz de cantar:
¡Aleluya!
¡Aleluya, aleluya, aleluya!
11. Iluminando Egipto con el esplendor de la verdad, arrojaste
las tinieblas del error, porque los ídolos de entonces, Señor,
debilitados por la fuerza divina, cayeron. Y los hombres, salvados,
aclamaban a la Madre de Dios:
Ave, desquite del género humano,
Ave, derrota del reino infernal,
Ave, Tú aplastas mentiras y errores,
Ave, Tú muestras la gran falsedad.
Ave, Tú mar que devoras al gran Faraón,
Ave, Tú roca que manas el Agua de Vida,
Ave, columna de fuego que guías de noche,
Ave, refugio del mundo cual nube sin par.
Ave, dadora del maná celeste,
Ave, nodriza de los gozos santos,
Ave, Tú místico hogar prometido,
Ave, de leche y de miel manantial.
¡Ave, Virgen y Esposa!
12. El viejo e inspirado Simeón estaba a punto de dejar este
mundo engañoso. Fuiste dado a él como párvulo, pero en ti
reconoció al perfecto Señor; y estupefacto, admirando la divina
Sabiduría, exclamó: ¡Aleluya!
¡Aleluya, aleluya, aleluya!
Oh Rosario tu eres un libro,breve si, pero que enseña lo más Santo y lo más sagrado de nuestra religión,
tu eres un arca que ocultas un tesoro riquísimo digno de que todos los hombres lo busquen con gran ansia,tu eres un regalo del cielo que nos descubre los elementos de la religión, los principios,
los motivos, y la práctica de todas las virtudes, tu nos enciendes en Caridad y amor hacia aquel Dios que tanto se digno hacer y padecer por nosotros
tu despiertas a los somnolientos, caldeas a los tibios, empujas a los perezosos, sostienes a los justos
conviertes a los pecadores, reduces o confundes a los herejes, espantas al demonio, haces templar al infierno o por decirlo mejor eres una devoción que incluyes y contienes todas las demás
devociones.Amen
Alegría de María
Porque necesitamos de una razón para estar alegres:
QUE SEAS TU, MARIA, NUESTRA SONRISA
Porque queremos vivir con más ilusión:
QUE SEAS TU, MARIA, LA RAZÓN DE NUESTRO JUBILO
Porque queremos amar con más tesón:
QUE SEAS TU, MARIA, EL MODELO DE LA ENTREGA
Porque anhelamos buscar a Dios:
QUE SEAS TU, MARIA, UNA
PISTA PARA LLEGAR A EL
Porque aspiramos a la auténtica alegría:
QUE NOS LA TRAIGAS TU , MARIA, DESDE EL CIELO
Porque ambicionamos lo que no es importante:
QUE SEAS TU, MARIA, EL SENTIDO COMÚN
DE NUESTROS DESEOS
Porque el desconsuelo nos visita con frecuencia:
QUE SEAS TU, MARIA, VIENTO QUE LO ALEJE
Porque constantemente caemos abatidos:
QUE SEAS TU, MARIA, ALIENTO PARA LEVANTARNOS
Porque no manifestamos el estar contentos con nuestra fe:
INYÉCTANOS VITAMINAS DE ENTUSIASMO
Dios te Salve María ....
San Miguel Arcángel Defiéndenos
Madre Santísima, al Santo Padre Envuélvelo en tu Llama de Amor
A los cardenales y delegados Concédeles tu Llama de Amor
A los arzobispos y obispos Ilumínalos con la luz de tu Llama de Amor
A los asesores eclesiásticos Instrúyelos con tu Llama de Amor
A todos los sacerdotes Santifícalo con tu Llama de Amor
A los religiosos de vida consagrada Sostenlos con tu Llama de Amor
A los misioneros Protégelos con tu Llama de Amor
A los seminaristas Fortalécelos con tu Llama de Amor
A las religiosas y novicias Enciéndelas con tu Llama de Amor
A los cenáculos de oración Acompáñales con tu Lama de Amor
A los santuarios familiares Arrópalos con tu Lama de Amor
A los hermanos de la Red mundial Cristiana de Oracion Guárdalos en tu Llama de Amor
A los seglares comprometidos Anímales con tu Llama de Amor
Madre nuestra abrázanos con tu Llama de Amor
Concédenos esta gracia
Madre nuestra ilumina las almas
Concédenos esta gracia
Madre nuestra enciende los corazones
Concédenos esta gracia
Madre nuestra fortalece nuestra fe
Concédenos esta gracia
Madre nuestra alienta nuestra esperanza
Concédenos esta gracia
Madre nuestra inflama nuestra caridad
Concédenos esta gracia
Madre nuestra enséñanos a amar a Dios
Concédenos esta gracia
Madre nuestra danos alegría
Concédenos esta gracia
Madre nuestra danos pureza de corazón
Concédenos esta gracia
Madre nuestra danos tus virtudes
Concédenos esta gracia
Madre nuestra danos fortaleza
Concédenos esta gracia
Madre nuestra indícanos el camino
Concédenos esta gracia
Madre nuestra condúcenos al cielo
Concédenos esta gracia
Madre nuestra líbranos del mal
Concédenos esta gracia
Madre nuestra sostennos en la tribulación
Concédenos esta gracia
Madre nuestra ayúdanos en el sufrimiento
Concédenos esta gracia
Madre nuestra escóndenos en la persecución
Concédenos esta gracia
Madre nuestra protege los matrimonios
Concédenos esta gracia
Madre nuestra enfervoriza las familias
Concédenos esta gracia
Madre nuestra defiende a los niños
Concédenos esta gracia
Madre nuestra salva a los jóvenes
Concédenos esta gracia
Madre nuestra sostén a los ancianos
Concédenos esta gracia
Madre nuestra sana a los enfermos
Concédenos esta gracia
Madre nuestra cobija a los niños no nacidos
Concédenos esta gracia
Madre nuestra bendice a las madres embarazadas
Concédenos esta gracia
Madre nuestra guía a las madres solteras
Concédenos esta gracia
Madre nuestra consuela a las viudas
Concédenos esta gracia
Madre nuestra ampara a los huérfanos
Concédenos esta gracia
Madre nuestra ayuda a los desempleados
Concédenos esta gracia
Madre nuestra une a los cristianos
Concédenos esta gracia
Madre nuestra defiende a nuestra nación
Concédenos esta gracia
Madre nuestra transforma a los gobernantes
Concédenos esta gracia
Madre nuestra aléjanos de vicios y corrupción
Concédenos esta gracia
Madre nuestra quita el materialismo en el mundo
Concédenos esta gracia
Madre nuestra líbranos de falsas creencias
Concédenos esta gracia
Madre nuestra acerca a los alejados
Concédenos esta gracia
Madre nuestra convierte a los incrédulos
Concédenos esta gracia
Madre nuestra calienta a los fríos
Concédenos esta gracia
Madre nuestra impulsa a los tibios
Concédenos esta gracia
Madre nuestra ayuda a los encarcelados
Concédenos esta gracia
Madre nuestra levanta a los caídos
Concédenos esta gracia
Madre nuestra libera a los oprimidos
Concédenos esta gracia
Madre nuestra ilumina a los desesperados
Concédenos esta gracia
Madre nuestra encuentra a los extraviados
Concédenos esta gracia
Madre nuestra salva a los agonizantes
Concédenos esta gracia
Madre nuestra libera a las almas del purgatorio
Concédenos esta gracia
Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo. Como era en un principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos, amén. Madre mía, luz defensora, la Llama de Amor de tu inmaculado corazón, triunfará en medio de nuestros tormentos.
¡Oh Madre del Perpetuo Socorro!, en cuyos brazos el mismo Niño Jesús
Parece buscar seguro refugio; ya que ese mismo Dios hecho Hijo tuyo como tierna
Madre lo estrechas contra tu pecho y sujetas sus manos con tu diestra,
no permitas, Señora, que ese mismo Jesús ofendido por nuestras culpas,
Descargue sobre el mundo el brazo de su irritada justicia; sé tú nuestra poderosa Medianera y Abogada, y detenga tu maternal socorro los castigos que hemos merecido. En especial, Madre mía, concédeme la gracia que te pido. Amén.
REFUGIO DE LOS PECADORES
— La Virgen y el sacramento de la Penitencia.
— Su actitud misericordiosa para con los pecadores.
— Nuestro refugio.
I. Salve, llena de gracia, eres llamada clementísima para los pecadores, porque contemplas misericordiosa nuestra miseria.
Desde muy antiguo fue costumbre en algunos lugares representar a Nuestra Señora con un gran manto debajo del cual se encuentran, con rostros de paz, todo género de gentes: papas y reyes, comerciantes y campesinos, hombres y mujeres... A algunos, que no se cobijaron bien bajo este manto protector, se les ve heridos por alguna flecha: el perezoso es representado sentado y con la flecha en una pierna anquilosada, el goloso con el plato en la mano y la flecha en el vientre.... Refugium peccatorum: desde siempre los cristianos la han visto como amparo y refugio de los pecadores, donde acudimos a protegernos, como por instinto, en momentos de mayor tentación o dificultades más grandes, o cuando quizá no hemos sido fieles al Señor. Ella es el atajo que nos facilita la vuelta rápida a Jesús.
En los primeros siglos de nuestra fe, los Santos Padres, al tratar del misterio de la Encarnación del Verbo, afirmaron con frecuencia que el seno virginal de María fue el lugar donde se realizó la paz entre Dios y los hombres. Ella, por su especialísima unión con Cristo, ejerce una maternidad sobre los hombres que consiste en «contribuir a restaurar la vida sobrenatural en las almas»3; por esta maternidad, forma parte muy especial del plan querido por Dios para librar al mundo de sus pecados. Para eso, «se consagró totalmente como esclava del Señor a la Persona y a la obra de su Hijo, sirviendo bajo Él y con Él al misterio de la redención»; estuvo asociada a la expiación de Cristo por todos los pecados del mundo, padeció con Él y fue corredentora en todos los momentos de la vida de Jesús, y de modo muy particular en el Calvario, donde ofreció a su Hijo al Padre y Ella se ofreció juntamente con Él: «Verdaderamente María se ha convertido en la aliada de Dios en virtud de su maternidad divina en la obra de la reconciliación». Por esto, suelen comentar muchos teólogos que la Virgen está de algún modo presente en la Confesión sacramental, donde se nos conceden particularmente las gracias de la redención. «Si alguien separa del sacramento de la penitencia la coexpiación de María, introduce entre Ella y Cristo una división que ni existió nunca ni puede ser admitida (...), puesto que es Cristo mismo quien asume en su expiación toda la cooperación expiatoria de su Madre».
Muy cerca de la Confesión se encuentra siempre María: está presente en el camino que lleva a este sacramento, disponiendo el alma para que, con humildad, sinceridad y arrepentimiento, se llegue a este sacramento de la misericordia divina. Ella ejerce una labor maternal importantísima, facilitando el camino de la sinceridad y moviendo suavemente a esa fuente de la gracia. En el apostolado de la Confesión, Ella es la primera aliada. Si alguna vez avergüenzan particularmente las faltas cometidas, es el Refugio primero al que hay que acudir. Y Ella, poco a poco, con su gracia maternal, hace fácil lo que al principio quizá resultaba difícil. Si un hijo se ha alejado de la casa paterna, ¿qué madre no estaría dispuesta a facilitarle el regreso? «La Madre de Dios, que buscó afanosamente a su Hijo, perdido sin culpa de Ella, que experimentó la mayor alegría al encontrarle, nos ayudará a desandar lo andado, a rectificar lo que sea preciso cuando por nuestras ligerezas o pecados no acertemos a distinguir a Cristo. Alcanzaremos así la alegría de abrazarnos de nuevo a Él, para decirle que no lo perderemos Más».
Santa María, Refugio de los pecadores, nuestro refugio, danos el instinto certero de acudir a Ti cuando nos hayamos alejado, aunque sea poco, del amor de tu Hijo, Danos el don de la contrición.
II. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores...
Siempre es posible el perdón. El Señor desea nuestra salvación y la limpieza de nuestra alma más que nosotros mismos. Dios es todopoderoso, es nuestro Padre y es Amor. Y Jesús dice a todos, y a nosotros también: no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores. Él nos llama y en esta Novena con más fuerza para que, con la ayuda de su Madre, nos despeguemos del egoísmo, de pequeños rencores quizá, faltas de amor, juicios precipitados sobre los demás, faltas de desprendimiento... Debemos acercarnos a la gran fiesta de Nuestra Señora con un corazón más limpio. En la intimidad del corazón, debemos sentir esa llamada a una mayor pureza interior. Una tradición muy antigua narra la aparición del Señor a San Jerónimo. Jesús le dijo: Jerónimo, ¿qué me vas a dar?, a lo que el Santo respondió: Te ofreceré mis escritos. Y Cristo replicó que no era suficiente. ¿Qué te entregaré entonces?, ¿mi vida de mortificación y de penitencia? La respuesta fue: Tampoco me basta. ¿Qué me queda por dar?, preguntó Jerónimo. Y Cristo le contestó: Puedes darme tus pecados, Jerónimo. A veces puede costar reconocer ante Dios los pecados, las flaquezas y los errores: darlos sin envoltura alguna, como son, sin justificación, con sinceridad de corazón, llamando a cada cosa por su nombre. Dios los toma porque es lo que nos separa de Él y de los demás, lo que nos hace sufrir, lo que impide una verdadera vida de oración. Dios los desea para destruirlos, para perdonarlos, y darnos a cambio una fuente de Vida.
Enseña San Alfonso M.ª de Ligorio que el principal oficio que el Señor encomendó a María es ejercitar la misericordia, y que todas sus prerrogativas las pone María al servicio de la misma.
Resulta sorprendente, gozosamente sorprendente, la insistencia de Jesús en su llamada constante a los pecadores, pues el Hijo del hombre ha venido a salvar lo que estaba perdido. A través del ejercicio de esta actitud misericordiosa para con todos, le conocieron muchos de quienes vivieron cerca de Él: los fariseos y los escribas murmuraban y, decían: éste recibe a los pecadores y come con ellos. Y, ante el asombro de todos, libra a la mujer adúltera de la humillación a que está siendo sometida, y luego la despedirá, perdonada, con estas sencillas palabras: Vete y no peques más. Siempre es así Jesús. Nunca entre en nuestra mente recomendaba el Cardenal Newman la idea de que Dios es un amo duro, severo. Esta imagen es la que se puede formar quien se comportaría de esa manera -con enfado, con dureza, con frialdad; quien se sintiera ofendido por otro. Pero Dios no es así, nos quiere más, nos busca más cuanto peor es nuestra situación.
La misión de María no es ablandar la justicia divina. Dios es siempre bueno y misericordioso. La misión de Nuestra Señora es la de disponer nuestro corazón para que podamos recibir las innumerables gracias que el Señor nos tiene preparadas. «¿No será María un suave y poderoso estímulo para superar las dificultades inherentes a la Confesión sacramental? Más aún, ¿no invita Ella a la aceptación de esas dificultades para transformarlas en medio de expiación de las culpas propias y ajenas?». Acudamos siempre a Ella mientras nos preparamos y disponemos a recibir este sacramento.
Santa María, «Esperanza nuestra, míranos con compasión, enséñanos a ir continuamente a Jesús y si caemos, ayúdanos a levantarnos, a volver a Él, mediante la confesión de nuestras culpas y pecados en el Sacramento de la Penitencia, que trae sosiego al alma».
III. Sancta María, refugium nostrum et virtus... Refugio y fortaleza nuestra.
La palabra refugio viene del latín lugere, huir de algo o de alguien... Cuando se acude a un refugio se huye del frío, de la oscuridad de la noche, de una tormenta; y se busca seguridad, abrigo y resguardo. Cuando acudimos a Nuestra Señora, encontramos la única protección verdadera contra las tentaciones, el desánimo, la soledad... Muchas veces solo el hecho de comenzar a rezarle es suficiente para que la tentación desaparezca, para recuperar la paz y el optimismo. Si en algún momento encontramos más dificultades y las tentaciones aprietan, hemos de acudir con prontitud a guarecernos bajo el manto de Nuestra Señora. «Todos los pecados de tu vida parece como si se pusieran de pie. No desconfíes. Por el contrario, llama a tu Madre Santa María, con fe y abandono de niño. Ella traerá el sosiego a tu alma».
En Ella siempre encontraremos cobijo y protección. Ella «consuela nuestro temor, mueve nuestra fe, fortalece nuestra esperanza, disipa nuestros temores y anima nuestra pusilanimidad». Sus hijos, percibiendo su amor de madre, se refugian en Ella implorando perdón, y «al contemplar su espiritual belleza se esfuerzan por librarse de la fealdad del pecado, y al meditar sus palabras y ejemplos se sienten llamados a cumplir los mandatos de su Hijo».
Madre mía, Refugio de los pecadores, enséñanos a reconocer nuestros pecados y a arrepentirnos de ellos. Sal a nuestro encuentro cuando nos resulte difícil el camino de vuelta hasta tu Hijo, cuando nos sintamos perdidos.
PUERTA DEL CIELO
— A través de María encontramos siempre a Jesús.
— La intercesión de Nuestra Señora.
— La devoción a la Virgen, señal de predestinación.
I. Ave, maris stella, // Dei Mater alma, // atque semper Virgo, // felix caeli porta. Dios te salve, estrella del mar, // Madre santa de Dios, // y siempre Virgen, // dichosa puerta del Cielo.
Ianua caeli, Puerta del Cielo, así la hemos invocado tantas veces en las letanías del Santo Rosario. Ella es la entrada y el acceso a Dios, es la Puerta oriental del Templo de la que habla el Profeta, porque por allí nos llegó Jesús, el Sol de justicia. Y es, a la vez, «la puerta dorada del Cielo por la que confiamos entrar algún día en el descanso de la eterna bienaventuranza». A través de María encontramos siempre a Jesús.
Los hombres han recorrido a veces mil caminos extraviados, buscando a Dios con nostalgia; han intentado llegar a Él a fuerza de brazos, de complicadas especulaciones, y han olvidado esta entrada sencilla que es María, «que nos conduce al interior del Cielo de la convivencia con Dios».
Se cuenta de fray León, un lego que acompañaba siempre a San Francisco de Asís, que después de morir el santo depositaba todos los días sobre su tumba hierbas y flores y meditaba sobre las verdades eternas. Un día se quedó dormido y tuvo una visión del día del Juicio. Vio que se abría una ventana en el Cielo y aparecía Jesús, el amable Juez, acompañado de San Francisco. Descolgaron una escala roja, que tenía los peldaños muy espaciados, de tal manera que era imposible subir por ella. Todos lo intentaron y poquísimos consiguieron subir. Al cabo de un tiempo, y como llegara de la tierra un gran clamor, se abrió otra ventana, en la que apareció de nuevo San Francisco, y la Virgen al lado de Jesús. Tiraron otra escala, pero esta era blanca y con los peldaños mucho más juntos. Y todos, con inmensa alegría, iban subiendo. Cuando alguno de ellos se sentía especialmente débil, Santa María le animaba llamándole por su nombre y enviando a alguno de los ángeles que la servían para que le echase una mano. Y así subieron uno tras otro. No deja de ser una leyenda piadosa, que nos enseña una verdad esencial y consoladora, conocida desde siempre por el pueblo cristiano: con la Virgen es más fácil la santidad y la salvación. Sin la Virgen no solo se hace todo más difícil, sino que quizá se vuelve imposible, pues Dios mismo ha querido que fuera «la dispensadora de todos los tesoros que Jesús nos conquistó con su Sangre y su Muerte».
La Virgen no solo es la Puerta del Cielo Ianua caeli, sino una ayuda poderosísima para que lleguemos a él. Pues, «asunta a los cielos, no ha dejado esta misión salvadora, sino que con su múltiple intercesión continúa obteniéndonos los dones de la salvación eterna. Con su amor materno se cuida de los hermanos de su Hijo, que todavía peregrinan y se hallan en peligros y ansiedad hasta que sean conducidos a la Patria bienaventurada. Por este motivo, la Santísima Virgen es invocada en la Iglesia con los títulos de Abogada, Auxiliadora, Socorro, Mediadora».
Por voluntad divina, la Santísima Virgen es la Mediadora ante el Mediador, como enseña San Bernardo, y subordinada a Él. Todas las gracias nos vienen de manos de María, de tal manera, afirman muchos teólogos, que Cristo no nos otorga nada sino a través de Nuestra Señora. Y Ella está siempre bien dispuesta a concedernos lo que le pidamos y nos ayude en nuestra salvación. No nos quedemos cortos durante esta Novena en la petición. Con motivo de la gran fiesta que estamos preparando, Ella otorga sus dones con largueza.
II. San Alfonso M.ª de Ligorio afirma que María es Puerta del Cielo porque, de la misma forma que toda gracia e indulto que otorga el Rey pasa por la puerta de su palacio, de igual modo ninguna gracia desciende del Cielo a la tierra sin pasar por las manos de María
Desde su vida terrena, aparece Nuestra Señora como la dispensadora de las gracias. Por Ella, Jesús santifica al Precursor, cuando visita a su pariente Isabel. En Caná, a instancias de María realizó Jesús su primer milagro, convirtiendo el agua en vino; allí también, por este milagro, sus discípulos creyeron en Él. La Iglesia comienza su camino, a través de la historia de los hombres y de los pueblos, el día de Pentecostés, y «se sabe que al comienzo de este camino está presente María, que vemos en medio de los Apóstoles en el cenáculo “implorando con sus ruegos el don del Espíritu Santo”».
Por la intercesión ante su Hijo, María nos alcanza y distribuye todas las gracias, con ruegos que no pueden quedar defraudados. Esta intercesión es aún mayor después de su Asunción al Cielo y de haber sido elevada en dignidad por encima de los ángeles y de los arcángeles. Ella nos distribuye el agua de la fuente, no toda de una vez afirma San Bernardo-, sino que hace caer la gracia gota a gota sobre nuestros corazones resecos, a unos más, a otros menos. De la fuente que brota del corazón del Padre, nos distribuye enseguida a nosotros todo cuanto somos capaces de recibir. Ella conoce perfectamente nuestras necesidades y nos distribuye las gracias que necesitamos. Solo nuestra mala voluntad puede impedir que esas gracias lleguen al alma.
Por el conocimiento que tiene de las necesidades espirituales y materiales de cada uno de sus hijos, Nuestra Señora, llevada por su inmensa caridad, intercede constantemente por nosotros. Mucho más cuando se lo pedimos con insistencia, como hacemos estos días. Otras veces dejaremos en sus manos la solución de los problemas que nos agobian, con el claro convencimiento de que Ella sabe mejor que nosotros lo que nos conviene: «Madre mía... ya ves que necesito esto y aquello... que este amigo, este hermano, este hijo... están lejos de la Casa paterna...». En Ella se dan con toda plenitud las palabras de Jesús en el Evangelio: quien busca, encuentra: quien pide, recibe: al que llama, se le abrirá. ¿Cómo nos va a dejar en la puerta cuando le pedimos que nos abra? ¿Cómo no nos va a socorrer si nos ve tan necesitados?
III. Ianua caeli, ora por eis... ora pro me.
El título de Puerta del Cielo le conviene a la Virgen por su íntima unión con su Hijo y por cierta participación en la plenitud de poder y de misericordia que deriva de Cristo, Nuestro Señor. Él es, por derecho propio y principal, el camino y la entrada a la gloria, ya que con su Pasión y Muerte nos abrió las puertas del Cielo, antes cerradas. A María la llamamos Puerta del Cielo porque, con su intercesión omnipotente, nos procura los auxilios necesarios para llegar al Cielo y entrar hasta el mismo trono de Dios, donde nos espera nuestro Padre.
Además, ya que por esa puerta celestial nos llegó Jesús, vayamos a Ella para encontrarle, pues «María es siempre el camino que conduce a Cristo. Cada encuentro con Ella se resuelve necesariamente en un encuentro con Cristo mismo. ¿,Qué otra cosa significa el continuo recurso a María, sino un buscar entre sus brazos, en Ella y por Ella y con Ella, a Cristo, nuestro Salvador». Siempre, como los Magos en Belén, encontramos a Jesús con María, su Madre16. Por eso se ha dicho en tantas ocasiones que la devoción a la Virgen es señal de predestinación. Ella cuida de que sus hijos acierten con la senda que lleva a la Casa del Padre. Y si alguna vez nos desviamos, utilizará sus recursos poderosos para que retornemos al buen camino, y nos dará su mano como las madres buenas para que no nos desviemos de nuevo. Y si hemos caído, nos levantará; y nos arreglará una vez más para que estemos presentables ante su Hijo.
La intercesión de la Virgen es mayor que la de todos los santos juntos, pues los demás santos nada obtienen sin Ella. La mediación de los santos depende de la de María, que es universal y siempre subordinada a la de su Hijo. Además, las gracias que nos obtiene la Virgen ya las ha merecido por su honda identificación con la Pasión y Muerte de Cristo. Con su ayuda entraremos en la Casa del Padre.
Con esos pequeños actos de amor que le estamos ofreciendo estos días, no podemos ni siquiera imaginar la lluvia de gracias que está derramando sobre cada uno de nosotros y sobre las personas que le encomendamos, y sobre toda la Iglesia. «Las madres no contabilizan los detalles de cariño que sus hijos les demuestran; no pesan ni miden con criterios mezquinos. Una pequeña muestra de amor la saborean como miel, y se vuelcan concediendo mucho más de lo que reciben. Si así reaccionan las madres buenas de la tierra, imaginaos lo que podremos esperar de Nuestra Madre Santa María». No nos separemos de su lado; no dejemos un solo día de acudir a su protección materna
Acordaos, ¡oh clementísima Virgen María!, que jamás se ha oído decir que ninguno de los que han acudido a vuestra protección invocando vuestro Poder, vuestra Sabiduría y vuestra Misericordia para el remedio de sus males, haya visto defraudadas sus esperanzas. Animado con esta confianza a Vos también acudo, ¡oh Poderosísima Reina!, ¡oh Sapientísima Virgen!, ¡oh Misericordiosísima Madre!, os suplico vengáis a socorrerme con estos tres atributos de que os adornó la Beatísima Trinidad para consuelo de los desvalidos. ¡Oh piadosísima Señora! ¡Oh trono de la Sabiduría! ¡Oh clementísima Abogada!, no despreciéis las súplicas de este pobre pecador, que implora vuestro poder para que le defendáis y protejáis, vuestra sabiduría para que le guiéis y enseñéis y vuestra misericordia para que, benigna, le amparéis en todo peligro y le favorezcáis en sus necesidades.
¡Oh María, Hija del Padre, Madre del Verbo Encarnado y Esposa del Espíritu Santo!, no despreciéis mi humilde oración; antes bien, acogedla piadosa, interceded para que sea despachada favorablemente y brille más a los ojos de todos vuestro gran poder, vuestra admirable sabiduría y vuestra inagotable misericordia, y sea todo a gloria de la adorabilísima Trinidad, que os enriqueció con tan preciosos dones. Amén.
Que Dios les conceda a todos, por la intercesión de Nuestra Señora, las Gracias que necesiten.
NOVENA DE LAS TRES AVEMARÍAS
Esta novena consiste en rezar tres veces el Avemaría a la Santísima Virgen, Madre de Dios y Señora nuestra, bien para honrarla, bien para alcanzar algún favor por su mediación. Tiene como fin honrar tres principales atributos de María Santísima, a saber: el poder que le otorgó Dios Padre, por ser su Hija predilecta; la sabiduría de que la adornó Dios Hijo, al elegirla por su Madre; y la misericordia de que la llenó Dios Espíritu Santo, al escogerla por su inmaculada Esposa.
La Novena consiste en rezar tres veces el Avemaría durante nueve días. Como hemos indicado en su lugar, la Santísima Virgen prometió a Santa Matilde asistirla en la hora de la muerte si rezaba cada día en su honor tres Avemarías para celebrar los atributos de Poder, Sabiduría y Misericordia con que la enriqueció la Beatísirna Trinidad.
Mas los devotos de María, entendiendo con esto cuán de su agrado es este obsequio, juzgaron que repitiéndolo durante nueve días, quizás alcanzarían para sus necesidades el eficaz socorro de su poderosa intercesión. Este es el origen de la Novena eficaz de las Tres Avemarías.
Esas Tres Avemarías son como otras tantas aldabadas que damos a las puertas del misericordioso y compasivo corazón de Nuestra Señora; son como tres aclamaciones angustiosas con que el alma implora su Poder, Sabiduría y Misericordia para el remedio de las múltiples necesidades que la aquejan.
Cuán del agrado de Nuestra Señora sea este piadoso ejercicio, dícenlo muy elocuentemente los muchos y diversos favores, tanto espirituales como materiales, que cuentan haber alcanzado por semejante práctica las personas que se han servido de ella para implorar la protección de la Santísima Virgen.
Pero lo más consolador son los beneficios espirituales que dispensa la Santísima Virgen por medio de esta Novena. Diríamos que esa bendita devoción es el anzuelo con que María Santísima pesca innumerables almas para el cielo; muchas, ciertamente, serán deudoras de su eterna felicidad en la gloria a la eficacia de esa devota práctica.
Conversiones extraordinarias de pecadores moribundos que se logró recibieran los últimos Sacramentos, a lo que se resistían; jóvenes extraviados, devueltos al camino del bien y al hogar, de donde los había arrancado la perversión; matrimonios que han recuperado el tesoro de la paz y unión, que hacia tiempo habían perdido; almas atormentadas por los escrúpulos y otras penas interiores, que recobraron la paz de conciencia y el sosiego de su espíritu; en fin, devoto lector, que esta Novena parece la panacea de todos los males, así del cuerpo como del alma.
Si quieres convencerte de ello, pruébalo; haz una Novena o varias para el remedio de tus necesidades o las de tu familia; pero hazla con fe y confianza, y purifica tu alma con una buena confesión; acude en los trances apurados a este piadoso ejercicio, y no dudo de que experimentarás su eficacia y encontrarás hartos motivos para ser devoto de la Madre de Dios y admirarte de su benignidad, que a cambio de tan corto servicio tan regaladas mercedes dispensa al que se lo hace.
NOVENA DE LAS TRES AVEMARÍAS
La novena puede comenzarse en cualquier día del año, si se desea puede comenzarla nueve días antes de una fiesta mariana de su preferencia para terminarla en el día de dicha fiesta.
Se conforma de tres oraciones y en cada una ser reza tres avemarías, terminando con una jaculatoria tres veces y una oración final.
ORACIÓN PRIMERA
Oh María, Virgen poderosa, a quien nada es imposible! Os suplico, por el poder con que os distinguió Dios Padre Omnipotente, que me socorráis en la presente necesidad. ¡Oh Abogada de las
causas más desesperadas, ayudadme! En ello están interesados la gloria de Dios, vuestra honra y el bien de mi alma.
Si la gracia que pido está conforme con la amabilísima y santísima voluntad de Dios, interceded, omnipotencia suplicante, interced por mí ante vuestro Hijo, que nada os puede negar. Os lo pido
por ese poder ilimitado que os comunicó el Padre Celestial, ya que, para celebrarlo, os digo con Santa Matilde a quien revelasteis la práctica saludable de las Tres Avemarías:
Dios te salve, María,
llena eres de gracia;
el Señor es contigo;
bendita Tú eres
entre todas las mujeres,
y bendito es el fruto
de tu vientre, Jesús.
Santa María, Madre de Dios,
ruega por nosotros, pecadores,
ahora y en la hora de nuestra muerte.
Amén. (3 veces)
ORACIÓN SEGUNDA
Purísima Virgen, justamente llamada Trono de la sabiduría, porque en Vos moró la Sabiduría increada, el Verbo de Dios, y os comunicó toda la plenitud de su divina ciencia en la medida que
podía participarla a la más perfecta de las criaturas. Vos sabéis bien cuán grande es mi miseria y la necesidad que tengo de vuestro auxilio.
Me abandono del todo en vuestras manos, confiando en que vuestra divina Sabiduría lo ordenará todo con fuerza y suavidad a mayor gloria de Dios y provecho de mi alma, y que, por los medios más
convenientes, acudiréis a socorrer mi necesidad.
¡Oh María, Madre de la divina sabiduría! Dignaos alcanzarme el favor que solicito. Os lo pido por esa inefable sabiduría con que el Verbo, Hijo vuestro, ilustró vuestra inteligencia, ya que,
para celebrarla, os digo con San Antonio de Padua y San Leonardo de Puerto Mauricio, celosísimos propagadores de las Tres Avemarías:
Dios te salve, María,
llena eres de gracia;
el Señor es contigo;
bendita Tú eres
entre todas las mujeres,
y bendito es el fruto
de tu vientre, Jesús.
Santa María, Madre de Dios,
ruega por nosotros, pecadores,
ahora y en la hora de nuestra muerte.
Amén. (3 veces)
ORACIÓN TERCERA
¡Oh tierna y verdadera Madre de Misericordia, que en estos últimos tiempos os habéis llamado Vos misma “Madre la más misericordiosa”! A Vos acudo para que uséis conmigo de compasión y bondad, con
tanta mayor razón cuanto es mayor mi miseria.
No soy acreedor a la gracia que de Vos espero, ya que tantas veces os he contristado, ofendiendo a vuestro divino Hijo; pero estoy sinceramente arrepentido de haber traspasado con mis
pecados el amante Corazón de Jesús y el vuestro. ¿No sois Vos, según lo revelasteis a vuestra sierva Santa Brígida, la “Madre de los pecadores arrepentidos”? Perdonadme, pues, mis
pasadas ingratitudes; y teniendo sólo en cuenta vuestra misericordiosa bondad y la gloria que de ello resultará para Dios y para Vos misma, obtenedme la gracia que os pido.
¡Oh Vos, a quien nadie ha implorado en vano! ¡Oh clementísima, oh piadosa, oh dulce Virgen María! Dignaos socorrerme. Os lo pido por esa misericordiosa bondad de que en favor nuestro os ha
llenado el Espíritu Santo, ya que, para celebrarla, os digo con San Alfonso María de Ligorio, incomparable Apóstol de vuestra misericordia y doctor de las Tres Avemarías:
Dios te salve, María,
llena eres de gracia;
el Señor es contigo;
bendita Tú eres
entre todas las mujeres,
y bendito es el fruto
de tu vientre, Jesús.
Santa María, Madre de Dios,
ruega por nosotros, pecadores,
ahora y en la hora de nuestra muerte.
Amén. (3 veces)
JACULATORIA: María, Madre mía, preservadme de pecado mortal. (3 veces)
La siguiente oración se reza cada día al terminar la Novena de las Tres Avemarías.
María, mujer de la escucha, haz que se abran nuestros oídos; que sepamos escuchar la Palabra de tu Hijo Jesús entre las miles de palabras de este mundo; haz
que sepamos escuchar la realidad en la que vivimos, a cada persona que encontramos, especialmente a quien es pobre, necesitado, tiene dificultades.
María, mujer de la decisión, ilumina nuestra mente y nuestro corazón, para que sepamos obedecer a la Palabra de tu Hijo Jesús sin vacilaciones; danos la
valentía de la decisión, de no dejarnos arrastrar para que otros orienten nuestra vida.
María, mujer de la acción, haz que nuestras manos y nuestros pies se muevan “deprisa” hacia los demás, para llevar la caridad y el amor de tu Hijo Jesús,
para llevar, como tú, la luz del Evangelio al mundo. Amén.
Madre del silencio, que custodia el misterio de Dios,
líbranos de la idolatría del presente, a la que se condena quien olvida.
Purifica los ojos de los Pastores con el colirio de la memoria: volveremos a la lozanía de los orígenes, por una Iglesia orante y
penitente.
Madre de la belleza, que florece de la fidelidad al trabajo cotidiano,
despiértanos del torpor de la pereza, de la mezquindad y del derrotismo.
Reviste a los Pastores de esa compasión que unifica e integra: descubriremos la alegría de una Iglesia sierva, humilde y fraterna.
Madre de la ternura, que envuelve de paciencia y de misericordia,
ayúdanos a quemar tristezas, impaciencias y rigidez de quien no conoce pertenencia.
Intercede ante tu Hijo para que sean ágiles nuestras manos, nuestros pies y nuestro corazón: edificaremos la Iglesia con la verdad en la
caridad.
Madre, seremos el Pueblo de Dios, peregrino hacia el Reino. Amén.
¡Madre, ayuda nuestra fe!
Abre nuestro oído a la Palabra, para que reconozcamos la voz de Dios y su llamada.
Aviva en nosotros el deseo de seguir sus pasos, saliendo de nuestra tierra y confiando en su promesa.
Ayúdanos a dejarnos tocar por su amor, para que podamos tocarlo en la fe.
Ayúdanos a fiarnos plenamente de él, a creer en su amor, sobre todo en los momentos de tribulación y de cruz, cuando nuestra fe es llamada a crecer y a
madurar.
Siembra en nuestra fe la alegría del Resucitado.
Recuérdanos que quien cree no está nunca solo.
Enséñanos a mirar con los ojos de Jesús, para que él sea luz en nuestro camino.
Y que esta luz de la fe crezca continuamente en nosotros, hasta que llegue el día sin ocaso, que es el mismo Cristo, tu Hijo, nuestro Señor.
Virgen y Madre María,
tú que, movida por el Espíritu,
acogiste al Verbo de la vida
en la profundidad de tu humilde fe,
totalmente entregada al Eterno,
ayúdanos a decir nuestro “sí”
ante la urgencia, más imperiosa que nunca,
de hacer resonar la Buena Noticia de Jesús.
Tú, llena de la presencia de Cristo,
llevaste la alegría a Juan el Bautista,
haciéndolo exultar en el seno de su madre.
Tú, estremecida de gozo,
cantaste las maravillas del Señor.
Tú, que estuviste plantada ante la cruz
con una fe inquebrantable
y recibiste el alegre consuelo de la resurrección,
recogiste a los discípulos en la espera del Espíritu
para que naciera la Iglesia evangelizadora.
Consíguenos ahora un nuevo ardor de resucitados
para llevar a todos el Evangelio de la vida
que vence a la muerte.
Danos la santa audacia de buscar nuevos caminos
para que llegue a todos
el don de la belleza que no se apaga.
Tú, Virgen de la escucha y la contemplación,
madre del amor, esposa de las bodas eternas,
intercede por la Iglesia, de la cual eres el icono purísimo,
para que ella nunca se encierre ni se detenga
en su pasión por instaurar el Reino.
Estrella de la nueva evangelización,
ayúdanos a resplandecer en el testimonio de la comunión,
del servicio, de la fe ardiente y generosa,
de la justicia y el amor a los pobres,
para que la alegría del Evangelio
llegue hasta los confines de la tierra
y ninguna periferia se prive de su luz.
Madre del Evangelio viviente,
manantial de alegría para los pequeños,
ruega por nosotros.
Amén. Aleluya.
“Inmaculada, reina del cielo y de la tierra, refugio de los pecadores y madre nuestra amorosísima, a quien Dios confió la economía de la misericordia. Yo, pecador indigno, me postro ante ti, suplicando que aceptes todo mi ser como cosa y posesión tuya.
A ti, Madre, ofrezco todas las dificultades de mi alma y mi cuerpo, toda la vida, muerte y eternidad. Dispón también, si lo deseas, de todo mi ser, sin ninguna reserva, para cumplir lo que de ti ha sido dicho: “Ella te aplastará la cabeza” (Gen 3:15), y también: “Tú has derrotado todas las herejías en el mundo”.
Haz que en tus manos purísimas y misericordiosas me convierta en instrumento útil para introducir y aumentar tu gloria en tantas almas tibias e indiferentes, y, de este modo, aumente en cuanto sea posible el bienaventurado reino del sagrado corazón de Jesús.
Donde tú entras oh inmaculada, obtienes la gracia de la conversión y la santificación, ya que toda gracia que fluye del corazón de Jesús para nosotros, nos llega a través de tus manos. Ayúdame a alabarte, virgen santa y dame fuerza contra tus enemigos. Amén.”
“¡Protégenos madre de Dios!
Madre de Dios y Madre nuestra, luz de Dios que nos llamas siempre a rezar, amar, y perdonar, entra esta noche en nuestros corazones pecadores y afligidos, limpia nuestras conciencias haciéndonos capaz de comprender el infinito amor y Su eterna misericordia .
Regalo del altísimo para la conversión de los hombres, llévanos de la mano como una buena madre, guíanos en la adversidad terrena para conducirnos, con fe y esperanza sincera, hacia la vida y la alegría eterna, promesa del Hijo de Dios y fruto de tu seno Jesús.
«Quien come de este pan vivirá para siempre», «Quien cree en Dios vivirá en su luz». Madre tú nos recuerdas estas palabras y queremos seguir el camino que nos lleva hacia tu Hijo.
Ayúdanos, Madre protectora de la noche, a ponernos sólo en las manos de Dios con confianza para que Él pueda obrar en nosotros. Y siempre hagamos su voluntad como lo hiciste Tú. Repara nuestras fuerzas, alimenta nuestra esperanza, aumenta nuestra capacidad de amar y de servir a los demás. Llénanos de tu dulzura y de tu paz. Amén.”
¡Oh virgen de Inmaculada, Madre del verdadero Dios y Madre de la Iglesia! Tú, que desde este lugar manifiestas tu clemencia y tu compasión a todos los que solicitan tu amparo; escucha la oración que con filial confianza te dirigimos, y preséntala ante tu Hijo Jesús, único Redentor nuestro.
Madre de misericordia, maestra del sacrificio escondido y silencioso, a Ti, que sales al encuentro de nosotros, los pecadores, te consagramos también nuestra vida, nuestros trabajos, nuestras alegrías, nuestras enfermedades y nuestros dolores.
Da la paz, la justicia y la prosperidad a nuestros pueblos;ya que todo lo que tenemos y somos lo ponemos bajo tu cuidado,
Señora y Madre nuestra. Queremos ser totalmente tuyos y recorrer contigo el camino De una plena fidelidad a Jesucristo a su Iglesia:
No nos sueltes de tu mano amorosa. Amén.”
Santa María de la vista.
Tú que trasmites gracia al que se acerca
a contemplar tu mirada.
Tu rostro nos da nueva luz.
Préstame tus ojos para ver bien lo que está lejos y
lo que está cerca, para superar esa ceguera voluntaria
que me dificulta mirar el dolor y la alegría de los demás,
aquello que me interpela y me pide
generosidad y servicio.
Santa María del oído.
Tú que fuiste una profesional de la escucha atenta.
Préstame tus oídos para escuchar el silencio y
la Palabra y para descubrir en medio del mucho ruido,
la hermosa melodía que Dios pone cada día en mi
Corazón.
Santa María del olfato.
Tú que pasaste por este mundo, desprendiendo el
aroma inconfundible del amor.
Préstame tu nariz para conservar la fragancia
de las cosas hechas con amor y evitar así
que los olores de la indiferencia y la tolerancia
impregnen mi vida y mi corazón.
Santa María del gusto.
Tú que saboreaste las cosas pequeñas,
esas a las que yo doy tan poca importancia,
préstame tu lengua para gustar cada segundo
que paso al lado de un hijo o hija tuya
o de un hermano o hermana mía,
y que una sonrisa, un abrazo, un “perdona”
o un “te quiero”, se convierta en el manjar
más exquisito que pueda llevarme cada día a la
boca y saborearlo agradecido.
Santa María del tacto,
Tú que estuviste cuerpo a cuerpo con las mujeres
y los hombres de tu tiempo, y lo sigues estando
en cada uno de nosotros, tus hijas e hijos.
Préstame tu cuerpo para que sienta en cada instante
la vida, la pasión, la belleza, la fecundidad,
el crecimiento y las necesidades de quienes sufren
por la enfermedad y el hambre y vaya en su ayuda.
Santa María de todos los sentidos,
Concédeme la gracia de poderte ver,oir, oler,
Gustar y tocar.
Te pido especial gracia para que lo haga no solo
con los ojos, los oídos, la nariz, la lengua o las manos,
sino sobre todo con un corazón puro, sano
y generoso. Amén
Oh María, Madre de Jesús y Madre mía, al
comenzar el nuevo día, regalo del Señor,
me dirijo a ti, para ponerme en tus manos
y en tu corazón.
Condúceme a Jesús, para que le
pertenezca enteramente, con mi voluntad,
pensamiento y corazón, con mi cuerpo y con
mis obras. Ayúdame a vivir en la gracia y
en el amor que el Padre me ha dado con la
efusión del Espíritu Santo, y hazme ser
acogedor con todos.
Reina del cielo,
guía y acompaña con tu materna inspiración hasta
mis menores acciones, para que todo sea hoy
una ofrenda espiritual agradable a Dios y
promueva un mundo más justo y fraterno.
Intercede por mí, Madre, y despierta el
corazón de hijo que duerme en todo hombre,
para que todos juntos
caminemos al encuentro del Padre. Amén.
“Virgen María, madre de Dios, dame un corazón de niños, puro y transparente como el agua de una fuente. Un corazón sencillo que no se goce en la amargura de las tristezas. Un corazón grande para darse y compasivo. Un corazón fiel y generoso que no olvide ningún beneficio ni guarde ningún rencor.
Dame un corazón bondadoso y humilde, que sepa amar sin esperar recompensa alguna, que se alegra de ser pospuesto por los hombres, cuando tu voluntad lo exija.
Dame un corazón grande y valiente, que no se cierre por ninguna ingratitud, ni se canse por ninguna indiferencia. Dame un corazón atormentado sólo por la gloria de Jesús, tu Hijo, herido por su amor con una herida que no sane, sino en el cielo. Amén”.
Oh María, Madre de Dios y Madre nuestra, nosotros, en esta hora de tribulación, recurrimos a ti. Tú eres nuestra Madre, nos amas y nos conoces, nada de lo que nos preocupa se te oculta. Madre de misericordia, muchas veces hemos experimentado tu ternura providente, tu presencia que nos devuelve la paz, porque tú siempre nos llevas a Jesús, Príncipe de la paz.
Nosotros hemos perdido la senda de la paz. Hemos olvidado la lección de las tragedias del siglo pasado, el sacrificio de millones de caídos en las guerras mundiales. Hemos desatendido los compromisos asumidos como Comunidad de Naciones y estamos traicionando los sueños de paz de los pueblos y las esperanzas de los jóvenes. Nos hemos enfermado de avidez, nos hemos encerrado en intereses nacionalistas, nos hemos dejado endurecer por la indiferencia y paralizar por el egoísmo. Hemos preferido ignorar a Dios, convivir con nuestras falsedades, alimentar la agresividad, suprimir vidas y acumular armas, olvidándonos de que somos custodios de nuestro prójimo y de nuestra casa común. Hemos destrozado con la guerra el jardín de la tierra, hemos herido con el pecado el corazón de nuestro Padre, que nos quiere hermanos y hermanas. Nos hemos vuelto indiferentes a todos y a todo, menos a nosotros mismos. Y con vergüenza decimos: perdónanos, Señor.
En la miseria del pecado, en nuestros cansancios y fragilidades, en el misterio de la iniquidad del mal y de la guerra, tú, Madre Santa, nos recuerdas que Dios no nos abandona, sino que continúa mirándonos con amor, deseoso de perdonarnos y levantarnos de nuevo. Es Él quien te ha entregado a nosotros y ha puesto en tu Corazón inmaculado un refugio para la Iglesia y para la humanidad. Por su bondad divina estás con nosotros, e incluso en las vicisitudes más adversas de la historia nos conduces con ternura.
Por eso recurrimos a ti, llamamos a la puerta de tu Corazón, nosotros, tus hijos queridos que no te cansas jamás de visitar e invitar a la conversión. En esta hora oscura, ven a socorrernos y consolarnos. Repite a cada uno de nosotros: “¿Acaso no estoy yo aquí, que soy tu Madre?”. Tú sabes cómo desatar los enredos de nuestro corazón y los nudos de nuestro tiempo. Ponemos nuestra confianza en ti. Estamos seguros de que tú, sobre todo en estos momentos de prueba, no desprecias nuestras súplicas y acudes en nuestro auxilio.
Así lo hiciste en Caná de Galilea, cuando apresuraste la hora de la intervención de Jesús e introdujiste su primer signo en el mundo. Cuando la fiesta se había convertido en tristeza le dijiste: «No tienen vino» (Jn 2,3). Repíteselo otra vez a Dios, oh Madre, porque hoy hemos terminado el vino de la esperanza, se ha desvanecido la alegría, se ha aguado la fraternidad. Hemos perdido la humanidad, hemos estropeado la paz. Nos hemos vuelto capaces de todo tipo de violencia y destrucción. Necesitamos urgentemente tu ayuda materna.
Acoge, oh Madre, nuestra súplica.
Tú, estrella del mar, no nos dejes naufragar en la tormenta de la guerra.
Tú, arca de la nueva alianza, inspira proyectos y caminos de reconciliación.
Tú, “tierra del Cielo”, vuelve a traer la armonía de Dios al mundo.
Extingue el odio, aplaca la venganza, enséñanos a perdonar.
Líbranos de la guerra, preserva al mundo de la amenaza nuclear.
Reina del Rosario, despierta en nosotros la necesidad de orar y de amar.
Reina de la familia humana, muestra a los pueblos la senda de la fraternidad.
Reina de la paz, obtén para el mundo la paz.
Que tu llanto, oh Madre, conmueva nuestros corazones endurecidos. Que las lágrimas que has derramado por nosotros hagan florecer este valle que nuestro odio ha secado. Y mientras el ruido de las armas no enmudece, que tu oración nos disponga a la paz. Que tus manos maternas acaricien a los que sufren y huyen bajo el peso de las bombas. Que tu abrazo materno consuele a los que se ven obligados a dejar sus hogares y su país. Que tu Corazón afligido nos mueva a la compasión, nos impulse a abrir puertas y a hacernos cargo de la humanidad herida y descartada.
Santa Madre de Dios, mientras estabas al pie de la cruz, Jesús, viendo al discípulo junto a ti, te dijo: «Ahí tienes a tu hijo» (Jn 19,26), y así nos encomendó a ti. Después dijo al discípulo, a cada uno de nosotros: «Ahí tienes a tu madre» (v. 27). Madre, queremos acogerte ahora en nuestra vida y en nuestra historia. En esta hora la humanidad, agotada y abrumada, está contigo al pie de la cruz. Y necesita encomendarse a ti, consagrarse a Cristo a través de ti. El pueblo ucraniano y el pueblo ruso, que te veneran con amor, recurren a ti, mientras tu Corazón palpita por ellos y por todos los pueblos diezmados a causa de la guerra, el hambre, las injusticias y la miseria.
Por eso, Madre de Dios y nuestra, nosotros solemnemente encomendamos y consagramos a tu Corazón inmaculado nuestras personas, la Iglesia y la humanidad entera, de manera especial Rusia y Ucrania. Acoge este acto nuestro que realizamos con confianza y amor, haz que cese la guerra, provee al mundo de paz. El “sí” que brotó de tu Corazón abrió las puertas de la historia al Príncipe de la paz; confiamos que, por medio de tu Corazón, la paz llegará. A ti, pues, te consagramos el futuro de toda la familia humana, las necesidades y las aspiraciones de los pueblos, las angustias y las esperanzas del mundo.
Que a través de ti la divina Misericordia se derrame sobre la tierra, y el dulce latido de la paz vuelva a marcar nuestras jornadas. Mujer del sí, sobre la que descendió el Espíritu Santo, vuelve a traernos la armonía de Dios. Tú que eres “fuente viva de esperanza”, disipa la sequedad de nuestros corazones. Tú que has tejido la humanidad de Jesús, haz de nosotros constructores de comunión. Tú que has recorrido nuestros caminos, guíanos por sendas de paz. Amén.
Oh Virgen poderosísima: así como Dios Padre, en su munificencia omnipotente, levantó tu alma sobre un trono de gloria sin igual, hasta el punto de que, después de él, eres la más poderosa en el cielo y en la tierra, así también te suplico que me asistas en la hora de la muerte, para fortificarme y rechazar de mí toda potestad enemiga.
Avemaría.
Oh Virgen sapientísima: así como el Hijo de Dios, conforme a los tesoros de su sabiduría, te adornó y llenó maravillosamente de ciencia y entendimiento, de tal modo que gozas del conocimiento de la Santísima Trinidad más que todos los santos juntos, y como sol brillante, con la claridad de que te ha embellecido, adornas todo el cielo, así también te ruego me asistas en la hora de la muerte, para llenar mi alma de las luces de la fe y de la verdadera sabiduría, para que no la oscurezcan las tinieblas de la ignorancia y del error.
Avemaría.
Oh Virgen amantísima: así como el Espíritu Santo te llenó por completo de las dulzuras de su amor y te hizo tan amable y tan amante que, después de Dios, eres la más dulce y la más misericordiosa, así también te ruego me asistas en la hora de la muerte, llenando mi alma de tal suavidad de amor divino, que toda pena y amargura de muerte se cambie para mí en delicias.
Ave maría.
Bendita seas madre María, madre de infinita pureza y bondad.
Madre bendita, hoy te alabo y te bendigo porque has escuchado mi oración cuando acudo a Ti.
Porque has intercedido por mí en muchas ocasiones, aunque no lo merezca.
Y te siento a mi lado cuando me siento sol@, cuando tengo miedo o problemas.
Porque nunca me fallas cuando acudo a Ti con tanta fe, sé en mi corazón que tú me escuchas, me proteges y me asistes en mis necesidades.
Virgencita, ayúdame hoy ante estos problemas que tengo. Tú siempre me escuchas, y en tu mirada de infinita pureza me transmites todo tu amor y tu paz.
Hoy te necesito, acudo a Ti con fervor, con toda mi fe y la certeza de que recibiré de Ti el auxilio que hoy clamo.
Bendita madre, consuélame en este momento en que estoy pasando por dificultades, en que no encuentro el camino para salir de todo esto.
De rodillas te pido que estes a mi lado, que me bendigas y me permitas sentir tu compañía maternal.
Te necesito virgencita, te ruego que me cubras con tu manto de pureza que me protege y me llena de tu amor y tu consuelo.
Intercede por mí, bendita virgen María, para que tenga paz nuevamente en mi vida y gracias a tu misericordia se acaben las preocupaciones para mí.
He intentado muchas cosas para salir de los problemas, pero cada vez me hundo más.
Hoy más que nunca necesito tu presencia en mi vida.
Recibe madre santísima esta oración que te hago con toda mi fe y transforma en mi vida esta situación que me mantiene sumid@ en la depresión, el estrés y la preocupación.
Estoy pasando por momentos difíciles, pero confío plenamente en los milagros que ocurren en la vida de tus fieles.
Apiádate de nosotros, señora nuestra. Apiádate de todos los que acudimos a Ti, llenos de infinita confianza.
Míranos con la bondad de tu corazón y permite que tus bendiciones florezcan en nuestras vidas.
Santísima virgen María, quiero ser dign@ de tu amor y recibir tu compasión como una lluvia de bendiciones en mi vida.
Enséñame a mantenerme fiel a tu hijo, a no fallarle tanto y ser mereced@r de su perdón.
En este día te pido que me libres de todos los peligros y la maldad del mundo.
Te pido por mi familia y amigos, para que los mantengas protegidos en tu corazón y los colmes de bendiciones, salud y prosperidad.
Te pido por la tranquilidad y la armonía en mi hogar. Que estes presente entre nosotros para que sepamos vivir como una familia unida.
Madre de Dios y madre nuestra, ruega por nosotros.
Dulce corazón de María, bríndame tu amor maternal, no me desampares jamás. Tú, eres mi salvación.
En mi aflicción acudo a Ti, mi esperanza y mi consuelo; para que me guíes, renueves mi fe y alivies mis penas.
Bendito sea Dios, que te escogió como nuestra madre, tanto en la tierra como en el cielo.
Madre santísima, ruega por nosotros, por el perdón de nuestros pecados y nuestra ignorancia.
Te encomiendo la salud y la vida de todos mis seres queridos, para que todo el tiempo estén bajo la protección de tu manto sagrado.
Eleva mi alma para estar más cerca de tu corazón y de tu amado hijo.
Ayúdanos a ser dignos de tu amor y del amor de tu amadísimo hijo, nuestro Señor.
Me acojo bajo tu amparo, santa madre de Dios, recibe nuestra oración y el amor con el que me dirijo a ti. Amén.