ORACIÓN AL ARCANGEL SAN GABRIEL PARA PEDIR MILAGROS ¡Arcángel Gabriel: embajador de Dios Padre, mensajero de la esperanza, santo Ángel del Señor! Sé tu el mensajero del milagro que espero, sé tu el que solucione mis tristezas y amarguras. Trae hasta mí el amor de mi Padre el Señor nuestro Dios, para que alivie mis carencias sentimentales, mis necesidades físicas y materiales, para prodigarme la compasión del Señor. Alivia mi sensación de abandono y soledad, aplaca mi temor, cura mis miedos, mitiga mi angustia
¡Oh Ángel del Señor! dame el amor de mi Dios. ¡Oh Ángel del Señor!, calma mis penas. ¡Oh Ángel del Señor!, tráeme consuelo. ¡Oh Ángel del Señor!, báñame de luz, ¡oh Ángel del Señor!, cura mi cuerpo, oh Ángel del señor, cura mi corazón, ¡oh Ángel del Señor!, cura mi alma.
¡Oh Ángel del Señor! trae hasta mi el milagro, las gracias y bendiciones que tanto espero: (pedir con fe lo que se desea), porque tú eres el emisario del Señor mi Dios, tu eres su alabanza, tu compartes con nosotros la Creación.
¡Oh Ángel del Señor! ¡fortaleza de Dios! en esta hora aciaga trae los dones del cielo a la tierra y permite que se produzca el milagro. ¿Qué es la compasión del Señor, ante este tu siervo más humilde y necesitado? La verdad engendra verdad, y Dios es verdad; el amor engendra vida, y Dios es vida; el Señor crea amor y el amor es el milagro. Amén. Rezar el Credo y la Salve
Oh, Glorioso Arcángel San Gabriel, Ángel guardián de nuestra Santa Madre, tu nombre significa la “fuerza de Dios”, ven a anunciarnos buenas nuevas a nuestras vidas, noticias de luz que iluminen nuestras penumbras actuales.
Tú que anunciaste al Profeta Daniel, el tiempo en que había de venir el redentor; tú que llevaste a Zacarías, las noticias del nacimiento de San Juan el Bautista, tú que llevaste a María, el anuncio supremo de la encarnación de Dios en su vientre, trae la alegría que viene de la buena nueva a nuestras vidas.
A ti rogamos, protector de todos los niños en el seno materno, patrono de los mensajeros, que tu anuncio nos llegue en plenitud, y que nosotros sepamos recibirlo con corazón de niño.
Te pedimos imitar tus sentimientos cada vez que saludemos a María Santísima, para poder ofrecer a ella nuestra oración con el mismo amor con que tú te dirigiste a nuestra Madre al hacerle el anuncio más importante de toda la historia.
Te pedimos por nuestros seres queridos, por los prójimos que nos aman, y también por nuestros enemigos.
La mayor parte de ellos, no han recibido aún el mensaje de salvación y viven todavía en las tinieblas. Haz que reciban con docilidad el mensaje de Cristo.
Ayúdanos a ser también, un “ángel” para todos nuestros prójimos, y haznos merecer dignamente la particular bendición divina, la gracia de ser apóstoles fieles y eficaces mensajeros del Evangelio.
Santo Arcángel Gabriel, custodio del paraíso, ruega por nosotros ante Dios nuestro Señor, para que el anuncio de su redención, sea nuestra alegría presente, nuestra esperanza futura, y nuestra gratitud eterna por la memoria viva de nuestro Salvador, que es Dios y vive y reina por los siglos de los siglos.Amén.
29 de septiembre (II)
SAN GABRIEL ARCÁNGEL*
Fiesta
— San Gabriel, Fortaleza de Dios.
— Anunciador de la vida que nace. El valor de cada criatura.
— Los hijos, motivo de gozo.
I. El Arcángel Gabriel se aparece a los hombres para transmitirles la Palabra divina. Su nombre significa Servidor de Dios, y también Dios se ha mostrado fuerte. Se presenta siempre como portador de gratas noticias. Sobre todo, es el encargado por Dios para transmitir el más alegre de todos los mensajes: la Encarnación del Hijo de Dios. En el Antiguo Testamento ya había anunciado al profeta Daniel el tiempo de la venida del Mesías. A Nuestra Señora le comunica de parte de Dios el misterio inefable de la Encarnación de su Hijo, que tendrá lugar en su seno purísimo. «Por esto a la Virgen María no le fue enviado un ángel cualquiera, sino el arcángel Gabriel, ya que un mensaje de tal trascendencia requería que fuese transmitido por un ángel de la máxima categoría (...). A María le fue enviado Gabriel, cuyo nombre significa: Fortaleza de Dios, porque venía a anunciar a aquel que, a pesar de su apariencia humilde, había de reducir a los Principados y Potestades. Era, pues, natural que aquel que es la fortaleza de Dios anunciara la venida del que es el Señor de los ejércitos y héroe en las batallas».
Sus palabras son repetidas cada día incontables veces, en una alabanza a Nuestra Señora que ya no tendrá fin: Dios te salve María, llena de gracia, el Señor está contigo, bendita tú entre las mujeres... le decimos también nosotros en la intimidad de la oración.
II. También a Zacarías le anunciará San Gabriel el nacimiento del Precursor. Le dice: No temas, Zacarías, porque tu oración ha sido escuchada, así que tu mujer Isabel dará a luz un hijo, y le pondrás por nombre Juan. Le adelanta además tres motivos de gozo por el nacimiento de Juan: Dios le concederá una gracia y santidad extraordinarias; será instrumento para la salvación de muchos; y su vida entera estará consagrada a preparar la llegada del Mesías esperado.
Al Arcángel Gabriel le conocemos por su relación con la vida que nace: de un modo sobrenatural y misterioso en el prodigio que el Espíritu Santo obrará en el seno de María; de forma milagrosa en el caso de Juan. Cuando después de transmitir su mensaje se despida de Zacarías, le dirá: Yo soy Gabriel, que asisto ante el trono de Dios, y he sido enviado para hablarte y darte esta buena nueva. Los hijos siempre son una buena nueva en la que ha intervenido Dios directamente. Y será para ti gozo y alegría; y muchos se alegrarán en su nacimiento. Y comenta San Ambrosio: «Se invita en este texto a los santos a alegrarse en el nacimiento de sus hijos, y se advierte a los padres la obligación de dar gracias a Dios: no es un beneficio pequeño del Señor dar hijos que propaguen la especie y sean herederos de la familia». La Sagrada Familia de Nazareth y la que formaban Isabel y Zacarías tomaron un nuevo rumbo desde que este Santo Arcángel se presentó con su doble mensaje. Él puede ser un gran intercesor ante Dios de muchos matrimonios que desean o son bendecidos por Dios con un nuevo hijo.
Cada criatura que viene al mundo trae consigo un designio divino. Por eso, los padres se sienten colaboradores de Dios y administradores de las fuentes de la vida, que les han sido dadas por Dios para que tengan muchos hijos en la tierra que le conozcan, le amen, le sirvan y puedan alcanzar la vida eterna. Ante la agresividad de propagandas antinatalistas, los padres han de ser responsables de su paternidad ante Dios, que frecuentemente les pedirá una familia numerosa, según lo permitan las concretas circunstancias personales y familiares. «Para poder vivir una vida gozosa de familia señalaba el Papa Juan Pablo II- se requieren sacrificios, tanto por parte de los padres como de los hijos. Cada miembro de la familia debe convertirse en siervo de los otros, compartiendo las cargas. Es necesario que cada uno sea solícito no solo por la propia vida, sino también por la de los otros miembros de la familia: por sus necesidades, esperanzas, ideales. Las decisiones respecto al número de los hijos y a los sacrificios que de ellos se derivan, no deben ser tomadas solo con miras a aumentar las propias comodidades y asegurar una vida tranquila. Reflexionando sobre este punto ante Dios, ayudados por la gracia que procede del sacramento y guiados por la enseñanza de la Iglesia, los padres se recordarán a sí mismos que es menos mal negar a sus hijos ciertas comodidades y ventajas materiales, que privarles de la presencia de hermanos y hermanas que podrían ayudarles a desarrollar su humanidad y realizar la belleza de la vida en cada una de sus fases y en toda su variedad».
El Señor premia, ya aquí en la tierra, esta generosidad, que es fruto de conocer y cumplir la Voluntad de Dios, en esto como en todo lo demás. No hay que olvidar que el matrimonio es un camino divino, grande y maravilloso, y, como todo lo divino en nosotros, tiene manifestaciones concretas de correspondencia a la gracia, de generosidad, de entrega, de servicio.
III. Ninguna alegría más grande en una familia que la llegada de un nuevo hijo, de un nuevo hermano; ningún regalo de Dios más grande. Esta es la doctrina gozosa de la Iglesia, desde siempre, que todos hemos de transmitir al mundo. Siempre se cumplen las palabras del Arcángel: Y será para ti motivo de gozo y de alegría; y muchos se alegrarán en su nacimiento. El Papa Juan Pablo II insiste con frecuencia en la idea de que la civilización cristiana es la civilización de la vida, que «es preciosa porque es un don de Dios, cuyo amor es infinito; y cuando Dios da la vida, la da para siempre. La vida, además, es preciosa porque es la expresión y el fruto del amor (...). El gran peligro para la vida de familia, en una sociedad cuyos ídolos son el placer, las comodidades y la independencia, está en el hecho de que los hombres cierren el corazón y se vuelvan egoístas», que prefieran un poco más de bienestar material al gozo de traer más hijos al mundo y educarlos para que sean buenos ciudadanos y buenos hijos de Dios. No lo olvidéis: «cada hijo que os concede Dios es una gran bendición divina: ¡no tengáis miedo a los hijos!».
Al Arcángel Gabriel, que anunció a Nuestra Señora la alegría de la llegada al mundo de la Vida, le pedimos nosotros fortaleza para hacer un apostolado lleno de gozo en favor de la vida, de la generosidad, de la alegría compartida. «Cuando el carácter sagrado de la vida antes del nacimiento sea atacado -señalaba el Pontífice, nosotros reaccionaremos para proclamar que nadie tiene jamás el derecho de destruir la vida antes del nacimiento. Cuando se hable de un niño como de una carga, o se le considere como medio para satisfacer una necesidad emocional, nosotros intervendremos para insistir en que cada niño es un don único e irrepetible de Dios, que tiene derecho a una familia unida en el amor. Cuando la institución del matrimonio esté abandonada al egoísmo o reducida a un acuerdo temporal que se puede rescindir fácilmente, nosotros reaccionaremos afirmando la indisolubilidad del vínculo matrimonial. Cuando el valor de la familia esté amenazado por presiones sociales y económicas, nosotros reaccionaremos no solo para el bien privado de cada persona, sino también para el bien común de toda la sociedad, nación y Estado. Cuando la libertad, pues, se utilice para dominar a los débiles, para dilapidar las riquezas naturales y la energía y para negar a los hombres las necesidades esenciales, nosotros reaccionaremos para reafirmar los principios de la justicia y del amor social. Cuando a los enfermos, los ancianos, los moribundos se los deje solos, nosotros reaccionaremos proclamando que son dignos de amor, de solicitud y de respeto».
El Señor nos ha querido apóstoles de lo positivo, lo bueno, lo amable, ahogando el mal en abundancia de bien. Seamos en lo posible, como San Gabriel, portadores de gratas noticias para la familia y para el mundo. Son ya muchos los que están empeñados en difundir el mal; pongamos nosotros más empeño en difundir el bien, comenzando por la propia familia. «Hay dos puntos capitales en la vida de los pueblos: las leyes sobre el matrimonio y las leyes sobre la enseñanza; y ahí, los hijos de Dios tienen que estar firmes, luchar bien y con nobleza, por amor a todas las criaturas»