"Yo les doy la vida eterna, nadie las arrancará de la mano de mi Padre".
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Jueves 29 de MARZO de 2014
Jueves 29 de MARZO de 2014

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Cada 16 de junio, la Iglesia celebra a San Juan Francisco Régis, sacerdote y misionero francés de la Compañía de Jesús. Los jesuitas franceses lo tienen como su santo patrono, mientras que la Iglesia toda, por determinación del Papa Pío XII, lo venera como “patrono de los misioneros rurales”.

Juan Francisco fue discípulo directo de San Francisco Javier -quien le ayudó a encontrar su vocación misionera- y entre sus devotos se cuentan santos legendarios como San Juan María Vianney o San Marcelino Champagnat. El primero de estos dos, el Cura de Ars, en la última etapa de su vida llegó a decir: “Todo lo que he hecho se lo debo a él".

Discernimiento

Juan Francisco nació el 31 de enero de 1597 en una pequeña aldea de la región de Languedoc en Francia. En 1611 ingresó al prestigioso colegio jesuita de la ciudad de Béziers, en donde integraría la Congregación Mariana (hoy, Comunidades de Vida Cristiana, CVX).

Con los otros miembros de la Congregación empezó a trabajar en el servicio directo a los más pobres. Esta experiencia lo llevaría a cuestionar el sentido de su vida y particularmente de su futuro. Juan Francisco quería servir al pobre, en quien está Cristo sufriente, y, al mismo tiempo era consciente de que Dios podría estar llamándolo a un compromiso de vida. Entonces, empezó una etapa de reflexión y discernimiento vocacional con la ayuda de algunos jesuitas mayores. Juan Francisco terminaría descubriendo que el Señor lo llamaba a ser sacerdote.

El 8 de diciembre de 1616, a los 19 años, ingresó al noviciado de la Compañía de Jesús en Toulouse. Allí dio muestra de que se estaba tomando las cosas muy en serio. Juan Francisco suscitó la admiración de sus compañeros, testigos de su fervor y entusiasmo. Alguna vez uno de ellos comentó: "Juan Francisco se humilla él mismo hasta el extremo, pero demuestra por los demás un aprecio admirable”.

Misionero rural

En 1630, a los 33 años, fue ordenado sacerdote y al año siguiente fue enviado como misionero a su pueblo natal. Juan Francisco se sintió muy contento por aquel encargo, algo que deseaba de corazón y donde podía poner al servicio de los demás todas sus capacidades, incluyendo la fortaleza física con la que Dios lo había dotado. Se sentía servidor del pueblo, al que amaba como Cristo amó al suyo. Fue también el inicio de un largo itinerario misionero en las más diversas zonas rurales de Francia. Para 1633 ya había realizado los cuatro votos de los jesuitas.

A diario, el santo se entregaba con toda generosidad a sus labores. Sus compañeros solían decir de él: "Juan Francisco hace el oficio de cinco misioneros", y no les faltaba razón. Al jesuita le tocó hacer misión en momentos en los que los hugonotes -protestantes franceses- habían aumentado su presencia en muchos pueblos y comunidades rurales. Estuvo primero en Montpellier, luego en la diócesis de Viviers y después en Le Cheylard. El número de pueblos en los que estuvo es incontable.

A los 43 años, 24 de ellos como religioso, 10 como sacerdote y 9 como misionero, había consolidado el llamado que Dios le hizo desde joven. Su vida sencilla y ejemplar ya le había ganado fama de santidad entre sus conocidos. La gente lo llamaba cariño "el santo", algo que nunca le agradó, aunque aceptaba con mansedumbre.

Servidor de la humanidad, defensor de la dignidad

El P. Juan Francisco SJ construyó varios refugios para mujeres rescatadas de la prostitución. Constituyó un grupo de mujeres acaudaladas para que financien esta obra, y organizó talleres -especialmente de costura- en los que las mujeres rescatadas pudieran trabajar dignamente y agenciarse de lo necesario para vivir. Esto le valió ser blanco de enemigos violentos y poderosos: en más de una ocasión fue golpeado y amenazado de muerte por grupos de proxenetas.

El jesuita también desempeñó un papel muy importante durante la plaga de Toulouse (1631), durante la cual trabajó como enfermero. En esa oportunidad creó la Confraternidad del Bendito Sacramento; y junto con sus miembros constituyó una cadena de solidaridad entre los fieles, cuya ayuda sirvió para recaudar dinero y comida para los hambrientos.

El santo falleció en 1640 e inmediatamente apareció un movimiento popular que lo aclamaba como santo. Fue beatificado el 18 de mayo de 1716 y canonizado el 16 de junio de 1737.

San Juan Francisco Regis nace en el año 1579 en Narbona- Francia. Es hijo de Jean Régis y Margarite de Cugunhan, estudió en el Colegio Jesuita de Béziers. A la edad de 19 años empieza a sentir desinterés por la vida mundana.

Entró en el noviciado de Toulouse el 8 de diciembre 1616. Demostró tal fervor que uno de sus compañeros comenta: "Juan Francisco se humilla él mismo hasta el extremo, pero demuestra por los demás un aprecio admirable". Su compañero de habitación un día lo acusó ante su superior diciendo que pocas horas eran las que dormía y que se pasaba largos ratos rezando en la capilla, a lo que el Padre Rector respondió: "No le impidas sus devociones. No te opongas a sus comunicaciones con Dios. A mí me parece que este joven es un santo y que un día nuestra Comunidad celebrará una fiesta en su honor". Palabras que finalmente resultaron proféticas.

Se ordenó a los 33 años como sacerdote. Enseñó gramática en los colegios de Millau de 1619 a 1625, de Le Puy en Velay de 1625 a 1627 y Auch de 1627 a 1628, tras lo cual pasó largos años predicando entre los pobres en zonas controladas por los hugonotes, viviendo en el colegio jesuita de Montpellier. A este trabajo le dedicó tal energía que sus compañeros exclamaban: "Juan Francisco hace el oficio de 5 misioneros".

En 1634, se puso a disposición del obispo de Viviers le ayude en la visita a los pobres de la zona sur de la diócesis. Es en las escarpadas montañas de Boutières particularmente muestra sus cualidades como misionero. Atrae a la gente por su gran bondad y sus palabras sencillas. Su estilo de prédica era sencillo y directo, excelente para el entendimiento de los analfabetos. Sus sermones atraían a muchas personas, incluso a herejes; por lo que los oyentes comentaban: "Este padre no dice solamente lo que sabe, sino que parece que lo que está diciendo lo estuviera viendo". Un predicador de fama lo fue a escuchar y comentó: "El Padre Juan Francisco predica con extrema sencillez y convierte pecadores por millares y nosotros que predicamos con tanta elegancia, ¿a quién logramos convertir?". Otro de los testigos de su prédica cuenta: "Lo que a mí me admira es que un hombre de tan pobre presencia, con su sotana llena de remiendos, diciendo lo que todos dicen, sin adornos en su lenguaje, siendo a veces tan duro en su hablar, tiene tan grande inspiración divina que uno no es capaz de escucharle y seguir en paz con sus pecados".

Fue acusado por algunos Doctores ante el superior de los Jesuitas diciéndole que predicaba muy burdamente, que así deshonraba la dignidad de predicador. Ante estas acusaciones, el Superior Provincial fue a escucharlo y quedó profundamente impresionado, a lo que respondió a sus acusadores: "Ojalá quisiera Dios que todos los misioneros predicaran con toda unción como este sacerdote. El dedo de Dios está aquí. Si yo viviera en esta región, no me perdería ni un solo sermón de este padre".

Estableció refugios para prostitutas y trabajó con las víctimas de la plaga en Toulouse. Estableció la Confraternidad del Bendito Sacramento. Recaudaba dinero y comida de la gente próspera para dársela a los pobres.

En 1636, lo designaron en Le Puy en Velay. En el verano, trabaja en la ciudad, y durante el invierno se fue en una misión en las montañas.

Partir de diciembre de 1640, Padre Regis completando una misión en Monfaucon donde se encuentra la plaga. Él salió de la ciudad para bendecir y anunciando el fin de la epidemia. Él regresó en secreto por Le Puy en Velay. Durante tres días, es un retiro espiritual: "Interrumpí mi misión para prepararme para morir."

El 23 de diciembre 1640 se puso en camino con un muy mal tiempo. En el frío y la tormenta de nieve, el contrajo pleuresía. En la mañana del 24 de diciembre, se dirigió a la pequeña iglesia de La Louvesc y comienza su misión. Durante tres días de Navidad, trabajó incansablemente.

Miércoles, 26 de diciembre, después de la misa dicho a las dos de la tarde, él no puede ir al confesionario cuando parte del público es denso. Se encuentra cerca del altar y vuelve a confesar. Por la noche, se tambalea y cae. Fue llevado a la curación. Durante cinco días, que lucha contra la enfermedad.

El 31 de diciembre 1640, un poco antes de la medianoche, dijo al hermano Bideau "he estaba en mi peor momento." Y en seguida, "Oh mi hermano, veo a Nuestro Señor ya Nuestra Señora que me abrió el paraíso". Empezó a decir la palabra de Cristo que expira "Señor, en tus manos encomiendo mi espíritu." Después de haber terminado estas palabras, también acabó con su vida.

La devoción popular al Padre Juan Francisco Régis comenzó el día de su muerte. Fue uno de los más famosos misioneros de la Compañía de Jesús y el discípulo de San Francisco Javier a pesar de su ministerio se ejerce fuera de Francia.

San Juan María Vianney y San Marcelino Champagnat fueron grandes devotos suyos, y atribuyeron a su intercesión poder salvar los escollos que les dificultaban el ingreso al seminario.

Fue beatificado el 18 de mayo de 1716, y canonizado el 16 de junio de 1737.

Año 850 a. de C.
Eliseo («Dios es mi salvación») es una figura dominante del siglo IX antes de Cristo. Conocemos el nombre de su padre, Safat, originario de Abel Meholah, al sur de Bewt-Shan, y sabemos que su familia era acomodada (1 Re 19, 16-19).

El Carmelo desde siempre consideró a este discípulo de San Elías, de quien heredó su doble espíritu, como su segundo padre espiritual.

Dios le elige directa y especialmente (1 Re 19,16) para que vaya en seguimiento de Elías (1 Re 19,l9ss), al cual sucederá después de la misteriosa desaparición de éste, heredando su espíritu en la medida establecida por la Ley para los primogénitos: el doble que los otros herederos [2 Re 2,1-15]. Su condición de «hombre de Dios» se revela principalmente en los prodigios de todo género con que está entretejida su vida. Los obra por sí mismo, para personas particulares y para comunidades enteras.

Sucesor de san Elías

Vivió hacia 850-800 a.C, sucesor de san Elías, al que supera ciertamente por el número y lo llamativo de sus milagros, pero no por su personalidad y su influencia religiosa. Así, Elías es mencionado en el Nuevo Testamento, significativamente, 30 veces; Eliseo sólo una vez (Lc 4,27).

Su historia, casi legendaria y a veces plagiada de la de Elías, fue recogida en 1 y 2 Re (1 Re 19, 19-21, 2 Re, 13-8,  9,1-15, 13, 14,-21). Con la unción de Yehú provocó la caída de la dinastía de Ajab. Gozaba de gran estimación entre los reyes Yosafat (2 Re 3,12) y Yoás (2 Re 13,14-19). Parece que incluso sus propios huesos obraban milagros (2 Re 13,20s).

La mayoría de las narraciones, que semejan hermosas «florecillas», muestran a Eliseo rodeado de unos grupos que reciben el nombre de «discípulos (o hijos) de los profetas».

¿Los carmelitas sucesores de «los hijos de los Profetas»?

Esta es una cuestión ya superada, pero quizá sea bueno recordar aquí quiénes eran estos «hijos de los Profetas» a los que muchos autores de dentro y fuera de la Orden señalaron durante siglos como predecesores de los actuales carmelitas, que tienen su verdadero origen a finales del siglo XII.

San Eliseo era el Maestro y Padre de todos estos grupos, a quien acudían y obedecían: 2 Re 4,38; 6, 1-2,12-21.

Quizá no nos equivoquemos si consideráramos a esas confraternidades de profetas como los últimos portadores de una fe en Yahvé, pura y sin mezcla; ni tampoco nos equivoquemos, si estimamos en alto grado su importancia en orden a la pervivencia de la fe en Yahvé, y en especial para el sello característico que tendrá en adelante. En último término, éste es el punto del que partió aquella inaudita radicación de la fe ya vista y del derecho divino que nos encontramos en los profetas más tardíos.

Los sorprendentes descubrimientos en las grutas situadas al noroeste del mar Muerto, no solamente nos proporcionan noticia de un establecimiento de esenios de estricta observancia, un siglo antes y un siglo después del nacimiento de Cristo, sino que nos proporcionan también una visión exacta de las ordenanzas rigurosas de su vida comunitaria dirigida autoritativamente (todo ello gracias al documento llamado «Reglas de la secta»), muestran bajo nueva luz los relatos referentes a las fraternidades de profetas de la época de Eliseo.

Su mensaje
•    Que estemos dispuestos a dejarlo todo por seguir la llamada, procuremos encarnar el doble espíritu: oración y apostolado, seamos fieles a nuestro Maestro y procuremos el bien de todos nuestros hermanos.

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Sacratísimo Corazón de Jesús, en Vos confío.!!!! Inmaculado Corazón de Maria sed la salvación mia!!

Oración para dar gracias a la Divina Providencia el día primero de cada mes.

 

¡Oh Divina Providencia, ¡Concédeme tu clemencia y tu infinita bondad! Arrodillado a tus plantas, a Ti caridad portento. Te pido para los míos casa, vestido y sustento. Concédeles la salud, llévalos por buen camino. Que sea siempre la virtud la que los guíe en su destino. Tú eres toda mi esperanza. Tú eres el consuelo. En lo que a mi mente alcanza, en Ti creo, en Ti espero y en. Ti confió. , Divina Providencia se extiende a cada momento. Para que nunca nos falte casa, vestido y sustento. 

Divina Providencia, que riges los destinos del mundo, sin cuya voluntad no se mueve la hoja de un árbol, y cuya solicitud viste a los lirios del campo y no desampara ni al más pequeño gusano: míranos con ojos de misericordia y guárdanos siempre bajo tu paternal cuidado.

 

Derrama sobre nosotros y sobre los nuestros, presentes y ausentes, sobre nuestro hogar, sobre nuestra familia, sobre nuestra casa, sobre nuestros bienes, proyectos y trabajos, la eficacia de tus bendiciones y favores.

 

Danos el pan, el techo, el abrigo y la salud, provee a todas nuestras necesidades del cuerpo y del alma. Conserva la unión, la paz y tranquilidad entre nuestra familia; procúranos el trabajo honrado y suficiente para satisfacer las necesidades nuestras y las de aquellos que nos han confiado.  

 

Apártanos del mal; defiéndenos en los peligros. Protege nuestra honra, presérvanos del pecado. Asístenos en toda hora, principalmente en el trance de la muerte: Guíanos en la vida y más tarde recíbenos en la eternidad

Que tu Divina Providencia se extienda a cada momento para que nunca nos falte tu gracia, salud, casa, vestido y sustento. 

 

Encomendamos a tu Providencia Divina a todos los Enfermos dales la salud. Te rogamos por todos los Agonizantes, no permitas que mueran sin tu auxilio. 

 

Ten Misericordia, Oh Providencia Divina, de todas las almas del Purgatorio, en especial de nuestros familiares, Bienhechores y amigos, haz que pronto gocen de la felicidad eterna. 

 

Te pedimos por todos los que Viajan, haz que regresen felices a sus hogares. 

Te pedimos que concedas el Arrepentimiento a los que viven en pecado por todos los que se encuentran agobiados por las aflicciones o sufren calumnias o se encuentran perseguidos, te rogamos no les niegues tu ayuda, haz que se sientan protegidos y consolados por tú Providencia Divina.

Padre Nuestro… 

Padre nuestro, que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre; venga a nosotros tu reino; hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden; no nos dejes caer en la tentación, y lí­branos del mal. Amén

Que tu Divina Providencia se extienda a cada momento; para que nunca nos falte tu gracia, salud casa, vestido y sustento. 

¡Oh Providencia Divina! Te pedimos humildemente que te compadezcas de todos los que no tienen Trabajo, mira sus necesidades, dales tu ayuda. 

¡Oh Providencia Divina! Te rogamos por todos los que no tienen Hogar, concédeles un techo que los cobije. 

Te suplicamos en favor de todos los que padecen Hambre, dales el pan que los alimente. 

Te rogamos también por todas las Viudas y todos los Huérfanos, se Tú, Providencia Divina, su amparo y su consuelo. 

Padre Nuestro… 

Padre nuestro, que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre; venga a nosotros tu reino; hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden; no nos dejes caer en la tentación, y lí­branos del mal. Amén

Que tu Divina Providencia se extienda a cada momento; para que nunca nos falte tu gracia, salud casa, vestido y sustento. 

¡Oh Providencia Divina! Te rogamos por nosotros mismos, Divina Providencia que conoces lo más íntimo de nuestros corazones, tú que conoces todas nuestras necesidades, de nuestros males espirituales y temporales, por eso humildemente y con toda confianza, te pedimos que vengas en nuestro auxilio, líbranos de las tentaciones y las acechanzas del demonio, líbranos de todos aquellos que quieran ocasionarnos algún mal;

 

Te rogamos Oh Providencia Divina que bendigas nuestro hogar, que bendigas nuestro trabajo, y que nunca nos falte tu protección y amparo en todos los días de nuestra vida. 

 

Padre Nuestro… 

Padre nuestro, que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre; venga a nosotros tu reino; hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden; no nos dejes caer en la tentación, y lí­branos del mal. Amén.

Que tu Divina Providencia se extienda a cada momento; para que nunca nos falte tu gracia, salud casa, vestido y sustento ni los Santos Sacramentos en el ultimo momento.(3 vcs)

ORACIÓN A LA DIVINA PROVIDENCIA

Dios Padre Creador, Dios Hijo Redentor, Dios Espíritu Santo Santificador. Tú. que abres tu mano y colmas de bendiciones a todos los vivientes, Tú, que diriges todo hacia el bien de los que te aman,  Tú, que en la misericordia nos amas, nos ayudas y no nos olvidas jamás, recibe nuestras súplicas, pues en Ti, Señor, ponemos nuestra esperanza.

Humildemente vengo a darte las gracias por los infinitos bienes con que tu Providencia me ha colmado.  Ingrato sería si no viniese a rendir ese justísimo acto de gratitud. Acéptalo no solo por mí, sino también por todos mis familiares y devotos que reconocen tu generosidad y la largueza de tu Bendita y Sacrosanta Mano. 

Te pido por todos mis bienhechores, por todas las personas que en tu infinita gracia han intervenido proporcionándome los medios de subsistencia. Ayúdalos, socórrelos y protégelos,  y a mí y a mi familia, adorable Misterio, haznos dignos de tu protección, de tu auxilio y de tus favores e ilumínanos en el sendero de la fe, para que mientras seamos peregrinos de este mundo, constantemente ensalcemos tu Grandeza. 

Tú, que lo diriges todo según el designio de tu voluntad y estás lleno de bondad y misericordia, recíbenos en tu Sagrado Corazón y ten piedad de nosotros, haz que siempre confiemos en tu Providencia y llénanos de gracias durante este mes, dígnate concedernos alivio en nuestras necesidades y consuelo las aflicciones

Haz que en mi familia y en mi hogar, no suframos por las adversidades y carencias, aleja de nosotros las enfermedades y líbranos de todo mal y enemigo, danos tu santísima bendición en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.

Que la Divina Providencia se extienda en cada momento para que nunca nos falte salud, casa, vestido,  sustento, y en la hora de la muerte los últimos sacramentos.  

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo, como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Omnipotente y sempiterno Dios

que nos has concedido a tus siervos

el don de conocer la gloria de la eterna Trinidad

en la confesión de la verdadera fe,

y la de adorar la unidad en el poder de tu majestad;

te rogamos que por la firmeza de esta misma fe,

y por Cristo nuestro Señor,

nos libres siempre de todas las adversidades,

te pedimos que nunca nos falte Tu Divina Providencia.

 

Dios y Señor Nuestro,

Padre, Hijo y Espíritu Santo,

cuya Providencia no se equivoca en todo lo que dispone,

y nada acontece que no lo ordene,

rendidamente te pedimos y suplicamos

que apartes de nosotros todo lo que nos pueda separar de Ti,

y nos concedas todo lo que nos conviene

para el bien de nuestra alma

y el bienestar de nuestro cuerpo.

 

Haz que en toda nuestra vida

busquemos primeramente Tu Reino

y que seamos justos en todo.

 

Haz que no nos falte un buen trabajo,

un techo bajo el cual nos cobijamos,

ni el pan de cada día,

haz que nuestras vidas estén bendecidas

por tu misericordia, por tu eterna bondad,

en especial concédenos asistencia

cuando nos veamos afligidos

y las carencias y los problemas nos agobien,

que no nos falte tu Divina Providencia en:

 

(solicitar con gran fe y esperanza lo que se necesita).

 

Líbranos de las enfermedades y de la miseria;

que ningún mal nos domine.

 

Sálvanos del pecado, el mayor de todos los males,

y que siempre estemos preparados santamente a la muerte.

 

Por Tu Misericordia, Señor y Dios Nuestro,

haz que vivamos siempre en Tu Gracia.

 

Así seremos dignos de adorar Tu amable Providencia

en la eterna bienaventuranza. Amén.

Oración para ganar la Indulgencia del "Perdón de Asís"

¡Santísimo Señor Jesucristo!, creo que estás presente en este santo templo franciscano y de manera especial en el Sagrario. Te adoro con todo mi corazón; me arrepiento sinceramente de todos mis pecados y con tu amorosa ayuda me propongo no volver a pecar. Te suplico, me concedas la gracia de ganar la santa Indulgencia Plenaria de la Porciúncula o Perdón de Asís, que tú mismo concediste a tu humilde siervo San Francisco de Asís, por la súplica maternal de tu Madre Santísima y que quiero ganar por mí y por (se dice el nombre del difunto).

Te ruego por las intenciones del Papa Francisco, para que siga confirmando en la fe a sus hermanos bautizados y podamos seguirte como discípulos misioneros. Te suplico por la Iglesia, medio por el que concedes tus favores, para que siga construyendo tu Reino de paz, justicia y amor. Te pido por la paz del mundo y la conversión de los pecadores.

Y tú, Hija del Padre, Madre del Hijo, Esposa del Espíritu Santo y Reina de los Ángeles, suplica ante tu amado Hijo por mí, ayúdame a seguir tu maternal consejo: hacer lo que Él me dice que haga. San José, bondadoso y prudente, esposo fiel y padre ejemplar, protégeme. Santos Ángeles, Apóstoles Pedro y Pablo, seráfico y glorioso San Francisco de Asís y todos los Bienaventurados del cielo, rueguen por mí y por el fiel difunto por el que he orado en este día tan especial. Amén.

Cada año todos los fieles que visiten una iglesia franciscana en cualquier lugar del mundo desde el mediodía de hoy, 1 de agosto, y todo el 2 de agosto, podrán obtener la llamada indulgencia plenaria de la Porciúncula.

Este don requiere además las condiciones habituales de confesión sacramental, comunión eucarística y la oración por las intenciones del Papa.

En declaraciones para ACI Prensa, el Hno. Gonzalo Cateriano, exprovincial de los Franciscanos Capuchinos en el Perú, resaltó el "gran deseo de San Francisco de Asís de que todas las almas se salven" y que los fieles "con piedad y devoción" reciban la indulgencia cumpliendo las disposiciones de la Iglesia.

Señaló además que "antiguamente era muy difícil que la Iglesia conceda indulgencias" ya que solo se obtenían en peregrinación a algunos lugares como Tierra Santa, por tanto es un gran regalo que San Francisco obtuvo por su amor a las almas.

 

"Ahora el Perdón de Asis se puede obtener en todas las iglesias franciscanas del mundo desde la víspera de la fiesta central" e invitó que todas las personas se acerquen para recibirla.

La concesión de la Indulgencia de la Porciúncula se dio en 1216, cuando San Francisco partió para Perusa junto al hermano Maseo para ver al Papa Honorio III, luego que una noche anterior el mismo Cristo y la Virgen rodeados de ángeles se le habían aparecido en la capilla de Santa María de los Ángeles en Asís.

En este aparición, el santo le pidió al Señor le concediese una indulgencia a cuantos visitasen la Iglesia dedicada a la Virgen bajo la advocación de María de los Ángeles. El Señor aceptó y le ordenó que se dirigiese a Perusa, para obtener del Papa el favor deseado. El Santo Padre concedió la gracia.

En 1966 el Papa Pablo VI publicó la Carta Apostólica "Sacrosancta Portiunculae ecclesia" con ocasión del 750º aniversario de la concesión de la indulgencia de la Porciúncula, donde expresó que "la institución de esta indulgencia sea celebrado de manera que verdaderamente la Porciúncula sea aquel lugar santo donde se consigue el perdón total y se hace estable la paz con Dios".

Además refiriéndose a las peregrinaciones que los fieles realizan hacia el lugar, indicó que "quiera Dios que la peregrinación, transmitida durante siglos, a la iglesia de la Porciúncula, que Nuestro mismo Predecesor Juan XXIII emprendió con ánimo piadoso, no termine sino que más bien crezca continuamente la multitud de los fieles que acuden aquí al encuentro con Cristo rico en misericordia y con su Madre, que intercede siempre ante él".

 

La pequeña iglesia conocida como Porciúncula que San Francisco de Asís dedicó a Santa María de los Ángeles, se encuentra dentro de la gran Basílica que lleva el mismo nombre de esta advocación mariana. La Basílica data de los siglos XVI y XVII.

Esta iglesia fue la segunda morada del santo y de sus primeros hermanos, así como el lugar donde la tarde del 3 de octubre de 1226, San Francisco falleció. Aquí también el Domingo de Ramos de 1211 San Francisco recibió la consagración de Santa Clara, dando origen a las clarisas.

Indulgencia de la Porciúncula: el Perdón de Asís
Francisco, repara mi Iglesia

Desde el 1 de agosto al mediodía hasta la medianoche del día 2, se pueden obtener también por los difuntos, visitando una iglesia parroquial o franciscana 

En una noche de Julio del año 1216, un fraile oraba fervientemente en su pequeña cueva del bosque. Pedía a Dios la virtud de la humildad. Le llamaban hermano Francisco y, aunque tenía 34 años, ya era conocido y amado por miles de personas. Doce años mas tarde y solo 22 meses después de su muerte, la Santa Madre Iglesia lo proclamaría santo. Pero el "poverelo" se consideró siempre el jefe de los pecadores. En el silencio de la noche, imploraba a Dios todopoderoso que tuviese misericordia de los pobres pecadores, recordando las palabras del Señor: "a menos que hagan penitencia, todos perecerán". Pensaba en su propia juventud, solo doce años antes había sido inquieto, frívolo, ambicioso, mujeriego, y por último, soldado. Difícilmente le daba algún momento de su atención a Dios.

Aquella noche el Señor le dijo al poverelo: "Francisco, ¿quien puede hacerte mayor bien, el amo o el siervo?" Francisco guardó esta lección a su corazón y decidió poner de primero lo primero. Le preguntó al amo como podría servirle, y Jesús, el amado salvador que abrazó la agonía de la cruz por todos los hombres, le miró con ternura y afecto y le dijo: "Repara mi Iglesia". Desde entonces, cuando Francisco pensaba en lo delicado, bueno, y amoroso que era Jesús, rompía en llanto y exclamaba: "¡El amor no es amado!".

Primero Francisco tomó las palabras del Señor literalmente y con gozo reparó la capilla donde había recibido la visión del Señor. Después bajó al bosque en el valle de Asís y reparó la vieja capilla de Nuestra Señora de los Angeles, llamada Porciúncula (pequeña porción). Por su devoción a la Santísima Virgen y por su reverencia a los ángeles, tomó la porciúncula como lugar de vivienda. Los campesinos insistían que ellos muchas veces escuchaban ángeles cantando en la Porciúncula. Ahí fue donde los primeros hermanos se unieron a El, en la vida nueva de santa pobreza, trabajo manual, cuidando a los leprosos, mendigando y predicando el amor de Cristo. Siendo los benedictinos propietarios de aquel lugar, Francisco pagaba como renta anual una canasta de pescado.

Oprimido por el pensamiento de ser indigno ante la misión de fundar la orden religiosa, subió a una cueva en las montañas. Ahí, durante una tormenta se echó al piso y, con una perfecta contricción, rogó a su Salvador que le perdonara los pecados de su vida pasada. En la angustia de su alma el gritaba: "¿Quien eres tu mi querido Señor y Dios, y quien soy yo vuestro miserable gusano de siervo? Mi querido Señor quiero amarte. Mi Señor y mi Dios, te entrego mi corazón y mi cuerpo y yo quisiera, si tan solo supiera como, hacer mas por amor a ti!. Repetía: "Señor ten misericordia de mi que soy un pobre pecador."

Luego, una dulce y gentil paz, la maravillosa paz del Señor llegó a su pura y penitente alma y le dijo: "Francisco, tus pecados has sido borrados." Desde entonces, por la gratitud que sentía, ardía en un deseo apasionado de obtener el mismo favor celestial por todos los pecadores arrepentidos. Y por eso oraba y pedía fervientemente esa noche en la cueva del bosque.

De repente el sintió un impulso irresistible de ir a la pequeña Iglesia, la Porciúncula. En cuanto entró, como siempre, se arrodillo, inclinó su cabeza y dijo esta oración: "Te alabamos, Señor Jesucristo, en todas las iglesias del mundo entero. Y te bendecimos porque por tu santa cruz redimiste al mundo." Luego al alzar su mirada, en su asombro Francisco vio una luz brillante arriba del pequeño altar y en unos rayos misteriosos el vio al Señor con su Santísima Madre con muchos ángeles.

Con pleno gozo y profunda reverencia, Francisco se postró en el piso ante esta gloriosa visión y Jesús le dijo: "Francisco pide lo que quieras para la salvación de los hombres". Sobrecogido al escuchar estas palabras inesperadas y consumido por un amor angelical por su misericordioso Salvador y por su Santísima Madre, Francisco exclamo: "Aunque yo soy un miserable pecador, yo te ruego querido Jesús, que le des esta gracia a la humanidad: dale a cada uno de los que vengan a esta Iglesia con verdadera contricción y confiesen sus pecados, el perdón completo e indulgencias de todos sus pecados".

Viendo que el Señor se mantenía en silencio, Francisco se dirigio con un confiado amor a Maria, refugio de los pecadores, y le suplicó: "Te ruego, a Ti, Santísima Madre, la abogada de la raza humana, que intercedas conmigo, por esta petición". Entoces Jesús miro a Maria, y Francisco se alegró al ver a Ella sonreir a su Divino Hijo, como que si dijera: "por favor, concedele a Francisco lo que te pide, ya que esa petición me hace feliz a mi".

Inmediatamente Nuestro Señor le dijo a Francisco: "Te concedo lo que pides, pero debes de ir a mi Vicario, el Papa, y pídele que apruebe esta indulgencia". La visión, entonces, se desvaneció dejando a Francisco en el piso de la capilla, llorando de alegría, con profundo amor y agradecimiento.

Temprano en la mañana, Francisco salio con el Hermano Maceo, a la cercana ciudad de Perugia, donde un nuevo Papa había sido electo, Honorio III. En el camino, Francisco empezó a preocuparse, ya que iba a pedirle al Papa, un privilegio muy grande para una capilla desconocida. Ese tipo de indulgencia solo se le había concedido a la tumba de Cristo, a la de San Pedro y San Pablo y a los que participaban en las cruzadas. Entonces Francisco oró arduamente a Nuestra Señora de los Angeles.

Cuando llegó el turno de hablar con el Papa, Francisco se dirigió con gran humildad: "Su santidad, unos años atrás reparé una pequeña Iglesia en honor a la Santísima Virgen. Le suplico le conceda recibir indulgencias, pero sin tener que dar ninguna ofrenda" (Francisco pensaba en los pobres).

-El Papa replicó:"No es muy razonable lo que pides, pues quien desea una indulgencia debe hacer un sacrificio. Pero, bueno, ¿de cuantos años quieres que sea esta indulgencia?
-Francisco respondió: "Santo Padre, podría usted no darle años específicos, sino almas?
-¿Que significa eso de almas, Francisco?

Ahora Francisco tuvo que elevar una oración ferviente a Nuestra Señora, ya que debía explicarle al Papa lo que significaba su petición. Con mucha humildad pero con firmeza hizo su extraordinaria petición, la que ha sido conocida como la indulgencia de la Porciúncula.

-"Yo deseo, si le parece a su Santidad, por las gracias que Dios concede en esa pequeña Iglesia, que todo el que entre en ella, habiéndose arrepentido sinceramente, confesado y habiendo recibido la absolución, que se le borren todos los pecados y las penas temporales de ellos en este mundo y en el purgatorio, desde el día de su Bautismo hasta la hora en que entren en esa iglesia."

Impresionado por esta firme y sincera petición, el Papa exclamo: "Estas pidiendo algo muy grande Francisco, ya que no es la costumbre de la Corte Romana conceder ese tipo de indulgencia"

Reconociendo que esta oportunidad de traer gracias a la humanidad, podía desvanecerse en aquel instante, Francisco añadió con fervor y vehemencia, y con una serenidad devastadora: "Reverendísimo Santo Padre, yo no le pido esto por mi mismo, lo pido en nombre de Aquel que me ha enviado, Nuestro Señor Jesucristo".

En ese momento el Papa recordó que su gran predecesor Inoceno III, estaba convencido que Cristo se le aparecía y guiaba de manera especial a este pequeño y santo poverelo. Movido, por el Espíritu Santo, el vicario de Cristo solemnemente declaró tres veces: es mi deseo que se te sea concedida tu petición. Pero los cardenales que estaban presente al escuchar esta innovación revolucionaria, protestaron y reclamaron al Papa que esta rica y nueva indulgencia debilitaría las cruzadas. En términos fuertísimos le exigieron que la cancelara. Pero el Papa les dijo, "yo no cancelo lo que he concedido". -"Entonces restríngela lo mas posible".

El Santo Padre llamó a Francisco y le dijo: "nosotros te concedemos esta indulgencia y debe ser válida perpetuamente, pero solo en un día cada año, desde las vísperas, a través de la noche, hasta las vísperas del siguiente día."

Francisco sumisamente bajo la cabeza y después de agradecer al Papa, se levanto y comenzó a salir. Pero el Papa le llamo: "¿Adonde vas, tu pequeño poverelo? No tienes garantía sobre esta indulgencia". Francisco se volvió hacia el y con su simpática y confiada sonrisa le dijo: "Santo Padre su Palabra es suficiente para mi, si esta es la obra de Dios es El quien hará su obra manifiesta. No necesito ningún otro documento. La Santísima Virgen María habrá de ser la garantía, Cristo el notario, y los ángeles los testigos." (recordando la visión)

Francisco escucho estas palabras en su oración: "Francisco quiero que sepas que esta indulgencia, que ha sido concedida a ti en la tierra, ha sido confirmada en el cielo". Con gran gozo compartió esta revelación al hno. Maceo, y juntos aligeraron el paso para ir a darle gracias a Nuestra Señora de los Angeles en la Porciúncula.

Para la solemne inauguración de este perdón en la Porciúncula, Francisco escogió Agosto 2, porque fue el primer aniversario de la consagración de esta santa capilla, y porque Agosto 1, era la fiesta de la liberación de San Pedro de las cadenas que tenía en la cárcel (Agosto 2, es el día de Nuestra Señora de los Angeles).

En presencia de los obispos de Asís, Perugia, Todi, Spoleto, Gubbio, Nocera y Foligno, anunció Francisco a la multitud la gran noticia: «Quiero mandaros a todos al paraíso anunciándoos la indulgencia que me ha sido otorgada por el Papa Honorio. Sabed, pues, que todos los aquí presentes, como también cuantos vinieren a orar en esta iglesia, obtendrán la remisión de todos sus pecados».

Jesús y María confirmaron su aprobación del Gran Perdón de la Porciúncula. Una vez a un santo fraile franciscano, Beato Conrado de Ofida, la Virgen Santísima se le apareció envuelta en un rallo de luz, con el niño Jesús en sus brazos, en la puerta de la Porciúncula. El niño bendecía a todos los peregrinos que entraban en la capilla de su Madre para adquirir el perdón de los pecados.

Mas tarde los obispos de Asis y otros Papas promulgaron documentos confirmando "El gran Perdón de la Porciúncula". La pequeña iglesia dedicada a la Santísima Virgen se convirtió en uno de los mas famosos santuarios de peregrinación de toda Europa. Mas tarde Gregorio XV hizo extensivo el jubileo de la Porciúncula a todas las Iglesias Franciscanas del mundo.  En 1921, el Papa Benedicto XV canceló la restricción de manera que se pueda obtener indulgencias cualquier día. Según el decreto de la Penitenciaría Apostólica del 15 de julio de 1988 («Portiuncolae sacrae aedes»), se puede ganar la indulgencia en La Porciúncula durante todo el año, una sola vez al día. Cada año una multitud de fieles acude allí para recibir el «Perdón de Asís» también llamado «Indulgencia de la Porciúncula».

Condiciones para obtener la indulgencia

El Perdón de Asís se puede obtener para uno mismo o por los difuntos. Las condiciones son las prescritas para las indulgencias plenarias.
1) Visita al Santuario con la recitación de un Padrenuestro y un Credo
2) Confesión sacramental y Santa Comunión
3) Rezar según las intenciones del Sumo Pontífice.

Los peregrinos pueden obtener la indulgencia todos los días del año.  

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Virgen de los Ángeles, que desde hace siglos has puesto tu trono de misericordia en la Porciúncula, escucha la oración de tus hijos que confiados recurren a Ti. Desde este lugar verdaderamente santo y habitado por Dios, especialmente amado por el corazón de San Francisco, has llamado siempre a todos los hombres al Amor. Tus ojos, llenos de ternura, nos aseguran una continua y materna asistencia y prometen ayuda divina a cuantos se postran a los pies de tu trono o desde lejos se dirigen a Ti, llamándote en su socorro. Tú eres nuestra dulce Reina y nuestra esperanza. ¡Oh Reina de los Ángeles, obtennos, por la oración san Francisco, el perdón de nuestras culpas, ayuda a nuestra débil voluntad para que permanezcamos lejos del pecado y de la indiferencia, para ser dignos de llamarte siempre Madre nuestra. Bendice nuestras casas, nuestro trabajo, nuestro descanso, dándonos aquella paz serena que se saborea entre los viejos muros de la Porciúncula, donde el odio, la culpa, el llanto, por el Amor reencontrado, se transforman en canto de alegría, como el canto de tus Ángeles y del Seráfico Francisco. Ayuda a quien está desamparado y a quien no tiene pan, a aquellos que están en peligro o en tentación, en la tristeza o en la desolación, en la enfermedad o en la hora de la muerte.

 

Bendícenos como a hijos amados tuyos, y con nosotros te rogamos que bendigas, con el mismo gesto materno, a los inocentes y a los culpables, a los fieles y a los extraviados, a los creyentes y a los que están en la duda. Bendice a toda la Humanidad, para que los hombres, reconociéndose hijos de Dios e hijos tuyos, encuentren, en el Amor, la verdadera Paz y el verdadero Bien. Amén.


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Lecturas del Lunes de la XI Semana del Tiempo Ordinario

Primera Lectura :

Lectura de la Primera Carta del Apóstol San Pablo a los Corintios (6,1-10):

 

Salmo : 

Sal 97,1.2-3ab.3cd-4

 

 

Evangelio :

Lectura del santo evangelio según san Mateo (5,38-42):

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